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Consecuencias
 
Noviembre 2008 | #2 | Índice
 
Kafka: Ante la ley
Jorge Alemán
 

¿Qué es el hombre contemporáneo? Su vida es todo el tiempo una negociación con una ley de la que no sabe absolutamente nada, en la que está en debilidad mental, afuera y adentro de la misma y con la que no sabe qué hacer.

Lo que define al sujeto - en relación con la ley – es que no hay nunca un saber hacer con ella, y pasa su vida en transacciones, mientras transcurren los días.

Kafka no es un pensador de la ley – creo que esto es apasionante y práctico, tanto en la clínica como en la propia vida - es el pensador del estado de excepción frente a la Ley

Jorge Alemán propone una clave de lectura: que Kafka es el pensador del estado de excepción. Y precisamente por eso, la ley nunca está organizada ni regulada por ningún punto de capitón. Es decir, el descubrimiento de Kafka, es que a la ley no la regula el Nombre del Padre.

 

Tuve la oportunidad, días pasados, en el Círculo de Bellas Artes, en Madrid, de participar con el mayor especialista de Kafka, Josef Cermák, en unas jornadas precisamente sobre Kafka.

Le puse a mi intervención de título – tal como se llama un breve relato – "Ante la ley", para volver al Kafka lacaniano. En su día lo comenté en mi libro Lacan en la razón posmoderna. Hay muchos textos sobre Freud y Kafka, porque se supone – casi todos los estudiosos de Kafka lo piensan de esta manera – que Kafka leyó a Freud.

Jorge AlemánY es bastante probable que Freud haya leído muy atentamente Kafka. Porque a los dos, de inmediato, uno los podría presentar del modo: los dos grandes pensadores – del s. XX - sobre la ley, los dos grandes anticipadores de los problemas que tiene la ley, en la constitución del sujeto.

Y lo podríamos decir de una manera más extrema: tal vez sean los dos grandes pensadores de los estragos de la ley. Entonces, mi intención era cómo presentar un Kafka más lacaniano que freudiano

Cuando uno habla frente a especialistas, en este caso estaban Jordi Llovet - que es el traductor de Kafka en español y el que ha hecho de curador, vamos a decir, de las obras completas – y luego el máximo experto del mundo sobre Kafka, de inmediato uno se pregunta ¿qué decir que no sea lo tantas veces dicho y repetido en relación a Kafka?

Que además constituye un lugar común de nuestro idioma, es decir, en todas las regiones de habla castellana, decimos "esto es kafkiano", para designar lo burocrático. Pocos escritores han logrado constituir un universo, de modo que uno diga: esto es kafkiano.

Haber hecho pasar el nombre propio a la lengua común, nos muestra que hay algo real que ha tocado este escritor. Podemos decir: esto es borgiano, cuando hablamos de laberintos, o de tigres amarillos, o de insomnio, o de la propia literatura.

Es decir, se llama kafkiano a un mundo burocrático, que lo coge a uno, y empiezan todos estos rasgos que Vds. han anunciado: absurdo, sin fin. La pequeña novela paradigmática que describe todo esto, es "El proceso". Es decir, uno es introducido a algo que se nos presenta en nombre de la ley, pero uno empieza a tener la sensación de estar llevado de un lugar a otro, de una oficina a otra, sin ningún sentido, sin saber dónde se detiene eso, para qué fue hecho eso.

Los especialistas piensan que se volvió popular la palabra kafkaiana por la potencia – en parte tienen razón – con que Kafka describió la eclosión del mundo de la burocracia. Es decir, Kafka es un escritor moderno, porque es el que mejor describió la pesadilla de estar incluido dentro de estructuras burocráticas, de las cuales ya desconocemos sus razones.

Como si el personaje de El proceso, de golpe, Josef K., lo vienen a buscar y no se entera nunca de qué fue acusado – empieza a entrar en una serie de imputaciones, se tiene que presentar. Como dice uno de los jueces del tribunal: nosotros, simplemente, todas las noches, buscamos por ahí, gente que se sienta culpable y la traemos.

Y uno no sabe bien…, va a la otra oficina, vuelve y hay una ley, que contradice a la anterior. Cuando uno, por ejemplo, hace los papeles de la residencia, siendo extranjero, vive permanentemente esos problemas, porque hay varios papeles que empiezan a ser incompatibles; es decir, hay permiso de trabajo, si hay residencia, pero si hay permiso de trabajo llega un momento en que uno no puede decir más que "que sea lo que Dios quiera", y me entrego, porque quedo reducido, desubjetivado.

Porque si sigo pensando, no puedo avanzar, porque lo que pide uno y lo que pide el otro, es absolutamente contradictorio. Esta es la experiencia más fulminante, la más clara, si se quiere. El culmen de la experiencia burocrática, es cuando te piden a la vez cosas que no se pueden reunir, porque son incompatibles.

Y cuando uno pregunta a los funcionarios porque piden cosas así, nos miran sin poder responder, porque tampoco ellos han diseñado a la ley – es decir, la ley está entre ellos, los atraviesa, pero no hay autores de la ley.

Bueno, Kafka, es el escritor – lo había leído bastante de joven y ahora lo volví a leer – magistral de este tipo de situación. Probablemente el más freudiano que existe. Es muy difícil leer textos de Kafka sin poner, de inmediato, toda la clínica freudiana del superyo, de la ley.

Entonces, como quería hacer un Kafka lacaniano, empecé con la famosa "Carta al Padre". Hay tres grandes interpretaciones que manejan todos los especialistas de Kafka: el pensador de la burocracia moderna, que nos atrapa y que carece de sentido, y que nos lleva de un lado para otro, sin que se nos revele nunca dónde estaba, ni el sujeto que había hecho esa burocracia, ni cuál era su propósito.

Es decir, la burocracia como un lugar vacío, formal, pero que sin embargo nos atrapa. La otra gran interpretación es la de que investiga la ley, en la época en que no hay Dios. Es decir, una ley sin el Dios que la introduce en el mundo.

Es decir, bien moderno. Kafka, como el que piensa por fin – estas son las interpretaciones más teológicas, más trascendentales – la ley, sin el elemento teológico, que la podría estar soportando. La ley está entre nosotros, hecha para nosotros ¿y de dónde viene su autoridad?: tautológicamente, de la ley misma. Esto es bien moderno, viene de Kant, no es necesario que a la ley le avale nada externo a ella misma, ella misma se da su propio valor.

Eso hace que Kafka no haya podido aparecer en otro siglo que probablemente en el s. XX, cuando ya se había producido todo el proceso de secularización, iniciado por la Modernidad. Ha sido un escritor esencialmente moderno.

A partir de ahí, uno no puede decir: mira que ateo es este hombre. No, a partir de Kafka, lo que nos interesa es la relación de cada uno con la ley. Uno puede ser sin cultura religiosa, sin formación espiritual, no haber ido nunca a la iglesia, ni haber sido educado en el espíritu de la religión y sin embargo tener una absoluta relación teológica con lo que es la ley.

Esto es lo que enseñó Kafka a través de su obra, que la relación con la ley puede funcionar hasta el estrago mismo, sin que haya en el sujeto un ápice de religiosidad.

Es decir, en esto – al igual que Freud – desplazaron el problema, mostraron que hay en el ser humano un ateismo imposible - porque con respecto a la ley, es muy difícil conquistar este espacio de ateismo.

Las tres interpretaciones características de Kafka, son: esta burocracia desatada, pesadillesca, que no tiene límites; la ley sin Dios, y la otra es la del complejo de Edipo, por la famosa Carta al padre. Pero como me interesa presentar un ángulo lacaniano, comencemos por la "Carta al Padre".

Es un hijo que le escribe, en primera persona, una carta al padre. Si uno toma algunas de las secuencias de esa carta, se podría pensar en la neurosis obsesiva de Kafka. Está el padre autoritario, que educa, autoriza y desautoriza.

Está todo el tiempo el padre de la culpa y la deuda. Uno se podría dejarse engañar por esos segmentos y sentir que es el padre del Edipo – una versión muy canónica de Kafka. El sujeto neurótico, frente a la autoridad del padre, las vicisitudes del neurótico, sus temores, frente a la amenaza de castración del padre.

La función inhibitoria del padre, la relación de compulsión, que tiene el neurótico, con relación a la autoridad paterna. Hay muchos segmentos del texto, que nos podrían engañar. Sin embargo, no vemos a Kafka como un neurótico – no nos interesa aquí la psicopatología del escritor, pero gracias a Lacan, pensemos en Kafka, en un inconciente distinto al regulado por el complejo de Edipo.

Porque lo que es evidente en Kafka – sobre todo si uno se asoma a sus Diarios y se asoma a su propia vida -, es que no hubo otro partenaire que la propia escritura. Es lo que es, a veces, la señal de los grandes escritores: tener sólo como partenaire a la escritura.

Tiene varias mujeres con las que no se casa nunca. Por ejemplo, a Felice, le escribe una carta diaria. Todos sabemos que tenemos que desconfiar cuando en una relación amorosa hay tanta correspondencia porque, entonces, está bastante claro que el partenaire no es a quien se envía la carta, sino el acto mismo de escribir la carta.

Es decir, en el caso de Kafka, las cartas hablan del amor infinito, del encuentro que se va a producir, pero no se produce nunca. Por ejemplo, a Felice la ve dos veces en su vida. Es decir, no hay posibilidad para Kafka de constituir un partenaire femenino, y su partenaire se desplaza, todo el tiempo a la escritura.

Hasta tal punto, que él siente - en un momento dado de su vida – que no va a atender a nada que no sea la escritura. En esto, Kafka avergüenza a todos los escritores del mundo. Porque uno se pregunta si puede ser un escritor alguien al que le importen otras cosas que la escritura.

En el caso de Kafka, hay una disciplina feroz para que lo que quede en estado puro sea el partenaire de la escritura – en esto es semejante Joyce, aunque la diferencia es que la relación con el falo, en Joyce, según Lacan, es prácticamente cero, y Kafka frecuentó el burdel, aunque no constituyó ninguna relación con ninguna esposa.

Pero esta es una pregunta que este tipo de escritores hace surgir, si se puede realmente ser escritor, cuando uno tiene – como los escritores actuales – muchas relaciones; es decir, son escritores, políticos, hombres de negocios, profesionales.

Pero en el caso de Kafka, él dice que se siente un intruso en el embrollo del alemán, que es su lengua, y lo que quiere es denostar toda actividad que no sea la escritura – y lo consigue, su vida queda absolutamente consagrada a la escritura, y todas las famosas partenaires, la más famosa de ellas, Felice, que interviene en su vida, jamás constituyen ninguna relación para él, sino que la relación está en el acto mismo de escribir la carta.

Debemos a su amigo Max Brod, que él no haya quemado las cartas. Estas son cosas que los especialistas, en literatura, lo ven como el elemento trágico, melodramático de Kafka y no prestan atención al hecho lacaniano. Es decir, en Lacan, hay muchas formas de pensar este intento de producir un agujero en lo simbólico. No cualquiera dice que se queme toda su obra.

Uno recuerda al marqués de Sade, que no quería que hubiese un nombre de él en su tumba. ¿Qué es este intento de alguien que ha querido, por un lado, terminar con todas las cuestiones entretenidas de su vida y orientar toda su vida a la relación con la obra, a la escritura, y que a la vez quiere que al final de su vida, su escritura sea quemada?

Entonces, la "Carta al Padre", al padre tampoco le llegó nunca. Él la escribe en primera persona y tiene varias secuencias, semejantes a la neurosis obsesiva – el ser deudor, culpable, la autoridad que nos inhibe, la función paterna de la autoridad -, pero si leemos atentamente ese texto maravilloso, empezamos a ver que el sujeto – como reconoce en algunos de sus pasajes – es incapaz de tener una sola idea, que llegue hasta el final y que no esté confirmada por su padre. Es decir, que empezamos a ver algo que carece de escansión alguna.

Es una observación de Jaques Alain Miller en su texto "el neveau de Lacan" ver a Kafka capturado en la infinitud. Esta fina observación orientó mi interpretación.

Es decir, que el sujeto no puede llevar ninguna idea hasta el final, sin que el padre la autorice. Y a la vez, ninguna idea, por el sólo hecho de ser una idea de él, puede estar autorizada por el padre. Es un dilema del cual no hay salida: no puedo tener una idea, si no está autorizada por él, pero si la tengo, quiere decir que no está autorizada por él.

A veces, en la clínica, uno duda entre ciertas neurosis obsesivas graves y la deriva psicótica – un gran tema, apasionante en la clínica -, y uno lo ve en el propio texto kafkiano, porque progresivamente, en la "Carta al Padre", empezamos a sentir – y ese es el gran momento del texto kafkiano -, que la deuda y la culpa son infinitas.

Es decir, que no tienen – como diría Lacan – punto de capitón, no tienen un nombre del padre que las regule, no hay otro punto de capitón que la propia escritura.

Hasta tal punto la deuda y la culpa son infinitas, que un gran tema de Kafka, es que la vergüenza, la humillación que le ha producido el padre, lo va a sobrevivir, no va a acabar cuando él muera, va a continuar. ¿Cómo puede ser que un escritor sea capaz de subjetivar una vergüenza que lo pueda sobrevivir?

Y además, podemos conectar tal vez la vocación – porque es una vocación infinita - de esta vergüenza, con el deseo – bien decidido – de quemar su obra. El tema de que la vergüenza lo va a sobrevivir – esa vergüenza, la más propia, la más íntima, la más humillante -, va a trascender la duración de su propia vida, está en mucho de los textos – y fue un gusto particular mío, poner a los especialistas bajo una sorpresa

Esta idea de la supervivencia de la vergüenza, a los especialistas les había ingresado en la gran temática kafkiana de la tortura, de la deuda, de la culpa. Pero esta infinitud de la deuda y de la culpa – que en la "Carta al Padre" y en "El proceso" se manifiesta claramente -, alude a que esa vergüenza, que me ha infligido la ley, durará más allá de mi propia vida.

También vamos entendiendo que alguien que tiene una relación - con el afecto de la vergüenza de este calibre, haya escogido a la escritura como único partenaire. Conozco tres casos de haber elegido la escritura como partenaire: Joyce, Kafka, y en el caso de Borges, yo no tengo duda, a pesar de que la Sra. María Kodama dice que ella fue la mujer de Borges, y siempre lo dice con convicción y razón.

Son tres escritores, cuyos rasgos de distinción es que no había otra cosa que la literatura, la vida era un interregno, un lapso entre un texto y otro – no entre un texto escrito y otro texto escrito, entre un texto leído y otro texto leído.

El Otro de estos sujetos – si había un Otro - era absolutamente literario.

Volviendo a Kafka y a la "Carta al Padre", traté de desplazar sutilmente estas tres interpretaciones: Kafka, pensador de la burocracia, que quiere algo de nosotros, una burocracia, si se me permite la expresión, erotizada; Kafka, el pensador de la ley moderna, pero sin Dios, y Kafka, el complejo de Edipo.

Estas tres cosas, se fueron desplazando con esta idea de la infinitud – que es muy lacaniana. La infinitud es uno de los puntos que planteó Lacan en la construcción subjetiva de la psicosis. Es decir, en donde en el neurótico funcionan los puntos de capitón – los puntos que organizan, el sentido del sujeto en relación con la palabra, retroactivamente -, aquí tenemos estas aperturas al infinito, estos puntos de fuga al infinito.

Entonces, el cuento que le daba título - el relato de una página y media, que tienen que volver a leer, porque han sido extensamente comentados por Derrida, actualmente por Agamben es el que tituló mi conferencia: "Kafka: ante la ley".

Y en este cuento de "Ante le ley" – prodigioso, porque nadie, sólo un maestro como este puede presentarnos un texto de una página y media, que todavía está por interpretar, a pesar de las páginas que le han dedicado Derrida y Agamben, éste ya muy apoyado en Jacques Derrida.

La lectura de Derrida es prodigiosa. Derrida lo toma a lo largo de su obra, en diversas ocasiones. Entonces, ante la ley se yergue un guardián. Es un campesino que va a encontrarse con la ley y ésta tiene una cueva, una caverna, de entrada – lo que nos evoca el gran mito platónico de la caverna – y hay un guardián en la puerta.

El guardián, de algún modo, es intimidante, no pertenece a la misma raza que la mía, y tiene algunos atributos físicos y hay algo de su aspecto que me imponen, pero no obstante no me hace nada – hablo en primera persona como si yo fuera el campesino.

El campesino, de golpe, se encuentra con lo abierto. Podría perfectamente entrar a la ley. Porque además, ¿la ley no está hecha para todos, no es su definición que esté escrita para todo el mundo, no es propio de la ley que todos la debamos conocer, no es propio de la ley rechazar el argumento de que no se la conocía?

Nadie puede basar su inocencia en que desconoce la ley, porque es propio de la ley que paratodee. Es universal, es para todos, y por lo tanto, está abierta.

Así que el primer problema que plantea Kafka, es: ¿cómo se puede entrar a algo que está tan abierto? A lo que responde – aunque no lo responde, lo deducimos del texto -: porque está tan abierto, es imposible entrar, tal vez sólo podamos entrar en aquello que esté cerrado y abramos la puerta.

Así que nadie puede entrar a la ley. Precisamente porque está totalmente abierta, estamos afuera de ella. El campesino está afuera de ella y pasan los años, ve un resplandor. ¿Qué hay dentro de la ley, habrá un loco, una mujer, un padre, un padre muerto, un dios, un toro, el minotauro, niños monstruosos?

No puede entrar, ve un resplandor y van pasando los años. El guardián, el primer día que llegó, le dijo: aquí dentro, si entras, hay otros guardianes como yo, nada más. El guardián nunca le pegó, ni torturó, ni le amenazó con matarlo si entraba.

Pasan tantos años, que el campesino que era joven, muere. Ya antes de morir, sin haber entrado a las puertas de la ley, le pregunta al guardián: pero cómo - si la ley estaba hecha para todo el mundo – es que no ha venido nadie estos años.

El guardián le dice que sí, pero esta estaba hecha para él, y cierra la puerta. Es decir, el guardián cierra la puerta, cuando el campesino se muere. Por lo tanto, no podemos entrar cuando está abierta y sólo se cierra la puerta cuando morimos.

Pero a la vez, estamos afuera de la ley – porque está abierta -, pero a la vez estamos absolutamente dentro de la ley, porque sólo nos esperaba a nosotros, porque sólo nosotros tratábamos de saber qué era esa ley. Nadie había venidos esos años. Es decir, se da esa famosa topología de que nos excluye-incluyéndonos y nos incluye-excluyéndonos.

Es decir, cómo la relación con la ley – tal y como la entendió Kafka – es aquello que nos incluye y nos excluye a la vez. Nos excluye porque no hemos podido entrar nunca, y nos incluye tanto que sólo estaba destinada para mí.

Es probable que no tengamos esta relación con ninguna otra cosa. Algo tan ajeno como la ley, nada. Algo tan específico para cada uno, como la ley, nada. ¿Qué es lo más ajeno con lo que te relacionas?: la ley. ¿Y lo más propio?: la ley.

Este es el cuento del Sr. Kafka que le hace, en un momento dado, a la ley, emitir un resplandor. Esta ley, por supuesto, no cuenta ni cómo se introdujo en el mundo, ni narra la historia de su revelación de cómo un día apareció entre las cosas, ni su génesis histórica.

Porque lo que nos enseña el texto este de página y media, es que la ley no quiere decir nada, no tiene ningún significado, por tanto, no tiene historia. No nos interesa cuándo apareció en el mundo, de qué manera se reveló un buen día a tal o cual profeta, a tal o cual enviado de Dios. Está ahí desde siempre.

O sea, la ley kafkiana – al igual que el superyo – es una instancia, que la podríamos describir así: es una forma sin significado, es la vigencia permanente de una forma que no quiere decir nada, que nos ha atrapado, porque no quiere decir nada. Nos ha dejado afuera y nos ha incluido, porque es la vigencia pura de una forma sin significado. Es decir, este - ante le ley -, suena así seco, porque el campesino no dice que lo que está en la cueva es el derecho, o la economía, la matemática. No, lo que está en la cueva, es la ley y es lo que no vas a entender nunca.

Es la ley del derecho en la medida en que no vas a entender nunca del todo qué es el derecho. Es la ley de la matemática, en la medida en que no vas entender nunca del todo qué es la matemática. Es la ley de lo que sea, en la medida en que es lo que no vas a poder jamás entender.

Porque te vas a quedar precisamente en la puerta: fuera y adentro, adentro y afuera. De tal manera, que se puede leer este texto como una epifanía - que tuvo Kafka en 1.911 – de lo que es hoy el hombre contemporáneo.

¿Qué es el hombre contemporáneo? Su vida es todo el tiempo una negociación con una ley de la que no sabe absolutamente nada, en la que está – para retomar la expresión de la última vez – en debilidad mental, afuera y adentro de la misma, y con la que no sabe qué hacer.

Lo que define al sujeto - en relación con la ley – es que no hay nunca un saber hacer con ella, y pasa su vida – como este campesino al lado del guardián – en transacciones, mientras transcurren los días. Con lo cual, Agamben – que está más preocupado por la política que Derrida – hace una pregunta: ¿alguien puede desactivar a la ley, cerrar la puerta sin morirse?

Pero esta pregunta de Agamben, merece, previamente, una rectificación, en la manera de leer a Kafka, que sólo procede de la interpretación lacaniana. En realidad, Kafka no es un pensador de la ley – creo que esto es apasionante y práctico, tanto en la clínica como en la propia vida -, es el pensador del estado de excepción frente a la Ley

Porque nos está describiendo ese punto donde la ley – precisamente por ser la ley – está fuera de la ley. El punto en el que está el campesino, en la puerta, sin poder hacer otra cosa que pasar los años y volviéndose, de alguna manera, una víctima de esa forma sin significado, es lo que podemos llamar el estado de excepción.

Es decir, el momento en donde la ley es más transgresora que cualquier otra transgresión, en que se nos muestra vacía, y que además nos reduce – como diría Agamben – a la vida desnuda, a la nuda vida.

Ni siquiera somos seres sacrificables – como nos explica muy bien Lacan en el Seminario La angustia - porque el sacrificio exige que nuestro cuerpo sea consagrado – como dice Agamben, somos cuerpos a los que cualquiera puede matar.

Esto es a lo que nos reduce la ley, a la vida desnuda, esa vida que cualquier estado de excepción puede matar - léase campos de internamiento, guerra, o cualquiera de las situaciones en las que la ley, en cualquier momento, se transforma en su excepción.

Kafka: Ante la leyPorque lo que está pensando Kafka, es que el estado de excepción – que nos parece la ausencia de la ley – es uno de los puntos fundantes de la propia ley. Es lo que descubre Freud, en Tótem y Tabú, que la ley surge del estado de excepción.

Freud descubre un padre gozador de todas las mujeres, obsceno, sin límites, y es ese padre - nunca reabsorbido del todo por la ley – el que está en el inicio mismo de la ley. Y Freud inventó el término represión, para que uno nunca pueda desconectar la ley de este origen obsceno.

El que descubrió que el punto de partida de la ley, es algo fuera de la ley, pero que la ley toma su fuerza de ese fuera de la ley, es Freud, que siempre barajó los dos padres: el padre de la horda primitiva, del estado de excepción, sin regulación alguna, y el padre neurótico de la castración, de los ideales, etc.

¿Pero cuál era el gran hallazgo de Freud, el más difícil de integrar en el pensamiento? Que la famosa ley no tenía otra procedencia que el fuera de la ley mismo, y que la ley regulaba, pero no terminaba jamás de hacernos saber de dónde emanaba su carácter – como dicen los lingüistas – performativo, su fuerza de ley.

Y su fuerza de ley, justamente emanaba de este punto, que es exterior a toda legalidad. Y es lo que Kafka pone literariamente, y es lo que nos permitiría vincularlo a la clase de la voz. La voz es el reverso obsceno de la ley no podemos nunca separar a la ley, del todo, de la voz.

Hay una relación de continuidad topológica entre la voz y la ley – como hay una relación de continuidad topológica entre la ley y su estado de excepción. ¿Qué está pasando con la economía? Hay una gran crisis mundial, pero no sabemos de lo que se trata - estamos como el campesino frente a la cueva.

¿Qué está pasando en el mundo? Hay leyes climáticas, económicas, geopolíticas, y el sujeto las adopta y vive en ellas, pero está exactamente en el mismo lugar, frente a la caverna. Es decir, no puede entrar, como Platón querría, hasta el fondo de la caverna y ver que era una ilusión óptica lo que estaba verdaderamente iluminando sobre la pared a los esclavos.

Lo que sabemos es que está todo el tiempo basculando entre la ley y su excepción, frente a algo de lo que no sabemos. Habla el especialista de la economía, el de la guerra, pero finalmente – como se dice tautológicamente-, la ley es la ley.

Y por eso había una pregunta de Agamben, que era si se podía desactivar esta continuidad entre la ley y su estado de excepción. Todos estos últimos libros sobre el campo de concentración, el homo sacer, los distintos libros de Agamben indagan este tema de la ley y su violencia fundante, constitutiva.

Que son libros, vamos a decir, posfreudianos. Así que Kafka – esta es la clave de lectura que yo propuse – es el pensador del estado de excepción. Y precisamente por eso, la ley nunca está organizada ni regulada por ningún punto de capitón.

Es decir, el descubrimiento de Kafka, es que a la ley no la regula el nombre del padre. Eso es el superyo además, una ley que el nombre del padre no regula. Y por eso hay que leer el pequeño cuenta Ante la ley, con el pequeñísimo cuento "Odradek", que directamente tiene diez líneas.

¿Y Odradek qué es? Es un ser. Se llama "Preocupaciones del padre de familia", este cuento. Fíjense qué título. Hay un ser todos los días en la escalera, que no es humano, tampoco es un animal, pero tiene dos patas, es pequeño, tiene una voz metálica – como cuando sale de la madera -y no puede dividirse, ni partirse, porque se reproduce permanentemente.

Es como una especie de Alien. El padre de familia lo encuentra todas las mañanas, y lo que verdaderamente lo angustia, es que ese ser lo va a sobrevivir, como la vergüenza iba a sobrevivir a Kafka, como también la vergüenza y la humillación sobreviven al Sr. K en El proceso.

Pero ahora se ve encarnado en lo que le va a sobrevivir, que es una especie de muñeco – ya traicionamos la cosa al decir muñeco -, un bicho, que podría ser humano – eso es lo siniestro, porque tiene dos patas, y todo lo que tiene dos patas podría ser humano -, y además tiene una especie de voz.

Ese Odradek – que además a los intérpretes del judaísmo de Kafka, les ha dado para su lectura específica, porque hay un momento en que ese bicho juega con la estrella de seis puntas, es evidente que es la pulsión. Es el reverso – precisamente topológico - de esta ley que el campesino no pudo indagar cuando estaba en sus puertas.

Es decir, es lo mismo que la ley. Es decir, que Kafka no pensó – como muchos creen – la ley simbólica, esa ley que se puede significar. Pensó un gran tema de la última enseñanza de Lacan, que es la continuidad entre la ley y el goce, entre el símbolo y el goce, entre lo que toma la forma de la ley y su estado de excepción.

Ese Odradek es el estado de excepción monstruoso, porque es lo contrario de la famosa esfera de El Banquete de Platón, que la ira de los dioses partió por la mitad, y que a partir de ahí se buscan. Pero esto es indivisible, Odradek, no tiene ninguna posibilidad de ser dividido.

Es como el Alien, lo cortas y se recompone de nuevo. Es decir, es exactamente lo que podría ser una encarnación de la pulsión, algo que uno no puede cortar en ningún lado – es curioso, Lacan no vio Alien, pero si buscan en Posición del inconsciente, una de las cosas que dice Lacan es que si uno quisiera representarse a la pulsión, tendría que ser como un bicho que a uno le queda incrustado en el rostro y lo descubre a la mañana cuando se despierta. Es decir, la idea metafórica de un bicho que no puede morir, que es inmortal, que no es susceptible de la muerte, es un exceso que está más vivo que la vida. Un exceso más vivo que la vida, es la pulsión de muerte.

Como verdadero reverso de la ley, es para mí el gran tema kafkiano, tratado literariamente, descubierto a la vez – sería interesante ver cómo el conocimiento mutuo, de Freud y Kafka, o no, incidió en este descubrimiento -

Es decir, si Freud y Kafka se leyeron, o si fue que las dos sensibilidades convergieron de manera extraordinaria. Además, Lacan permite ver bien a los dos – porque si no uno no entraría en esta cuestión de Agamben, de que lo que viene en la actualidad, ya no son sacrificios, sino vidas que se puedan matar, en nombre de una ley que no quiere decir absolutamente nada.

Me pareció además que era propicio, porque si ahora en Europa hay cien colas de trabajo, y campos de internamiento para los inmigrantes, creo que valdría – independientemente de los estatutos de la Unión Europea – volver a inaugurar una reflexión sobre el problema político de la relación del sujeto con la ley.

Intervención: Cuando el guardián le dice al campesino: esa ley era para tí, lo universal ahí se individualiza.

Jorge Alemán: Parecería que sí, pero le dice: esta ley es para tí, pero como te estás muriendo, cierro la puerta. Se hubiera individualizado, si dice: es para tí, a ver qué dice la ley. Pero no se lo dice. Es decir, es para ti, me alcanza, y alcanzándome me quedo fuera de nuevo.

Estaba reservada sólo a ti, y ahora cierro la puerta. Habrá lectura optimista, es decir, se muere sin entrar a la ley. Pero uno dice: pero al menos se cierra la puerta.

Intervención inaudible.

Jorge Alemán: No lo comprueba nunca el campesino, no sabemos qué le impide entrar. Hay un resplandor, pero alguien que está decidido a entrar… Parecería que estuviera – esta es la gran cosa magistral – frente a un imposible.

Es decir, no es que haya una montaña que me lo impide, eso no es lo imposible, sino del orden de lo fáctico. Lo que es imposible de verdad, no se resuelve ni con la montaña.

Es decir, es del orden lo imposible. No se puede entrar a la ley, porque esta es la ley que te ha hecho a ti.

Intervención inaudible

Jorge Alemán: Lo que pasa es que esto es un replanteo frente al universo ilustrado, que pide que la ley la conozcamos todos, que dice que gracias a la ley hay convivencia humana – lo que es cierto, porque gracias a la ley, nos tratamos como seres humanos. Como dice Hobbes, sin ley el hombre es el lobo del hombre.

Es decir, está toda esa vertiente del lado pacificante de la ley, que vuelve a la ley la condición para que haya pacto social. Pero está el otro lado, que nadie sabe qué quiere decir, que me excluye incluyéndome. Esta es una definición perfecta de lo que es el problema topológico.

La verdadera dificultad es que la puerta está abierta, nunca vamos a saber por qué no entró.

Intervención inaudible.

Jorge Alemán: Dalí habla, cuando muere el padre, su fantasía es sodomizarlo muerto. Pero en Dalí está más claro, él es el fundador – interesó a Lacan en esto –" la paranoia crítica". Está claro un uso fantástico de su propia megalomanía, en beneficio suyo. Es la demostración de que hay ciertas psicosis que se pueden instrumentar por el propio sujeto y hacerlas funcionar de manera buena para su vida.

Es cierto, que Dalí tiene un desprendimiento con la obra, que no es neurótico. Por ejemplo, firmar miles y miles de dibujos falsos. Pero a mí me interesa lo de Kafka, porque no vemos en él megalomanía, ni paranoia.

Es una cosa seca, formal, estructurada, y además le concierne a todo, en la medida que vamos leyendo El proceso, uno tiene ganas que no toquen nunca el timbre en tu casa, porque en la obra vienen, te citan, vas, ya que estás citado, y ya que estás aquí, además te preguntamos esto otro, y después esto y después vamos y te llevamos.

Intervención: Es como una figura un poco siniestra de la metonimia, ¿no?

Jorge Alemán: Claro, en la medida en que hay una infinitud sí. Y curiosamente, en El proceso, incluye el cuento Ante la ley, adentro de la propia novela, nada más que comentado. Por eso, es interesante leer el texto Ante la ley y después leer El proceso y ver cómo lo analiza el sacerdote, cómo este le explica a K este tema de la ley.

Porque además, el sacerdote lo explica muy bien, porque dice que la ley no quiere nada, recibe lo que tiene que recibir y despide a los que tiene que despedir – como si fuera una cosa sin deseo, pero sin deseo en la medida en que es pura pulsión.

Intervención:Sobre los obsesivos, los guardianes y le ley.

Jorge Alemán: Los guardianes son sólo figuras de la ley, no son sujetos, son la obediencia debida, no tienen entidad. El sujeto es el campesino, el guardián no sabemos si no es incluso una fabricación de la ley misma. Lo que no sucede con el guardián, es que él no se pone del lado del campesino y dice que también tiene curiosidad por saber lo que hay ahí dentro. El guardián no quiere saber nada, el campesino no puede saber. El apólogo de este cuento es -"te vas a morir sin saber cómo es la ley que te regía".

No sé si esto puede ser así. ¿Y qué otra cosa que guardianes hay? ¿Alguien vio alguna vez una ley? Lo único que vemos es al que mandan de representante. Si uno dijera que como no vino la ley, me da igual esta carta, o el funcionario, o el policía, o el inspector, porque yo quiero que se presente la ley. Pero nadie puede comentar esto, terminas preso.

Intervención: Sobre la vergüenza y su ubicación respecto a una ley.

Jorge Alemán: La vergüenza evidentemente cumple una función, está la vergüenza de Sartre, la de Lacan en relación al goce, ahora una vergüenza infinita, como una cosa donde él piensa… Odradek termina así también, lo que le disgusta no es el encuentro con el bicho, sino pensar que va a sobrevivir a sus hijos.

Ahí es terrible también. La primera vergüenza es que le va a sobrevivir a él – la de El proceso. Interpreté yo esta pregunta de Agamben, porque no sé muy bien qué quiere decir Agamben. Dice:"La idea de que es posible que me sobreviva, me resulta dolorosa". (Kafka)

Y además, en Preocupaciones de un padre de familia, el padre de familia no está preocupado por los hijos, está preocupado por la pulsión que va a sobrevivirlos. ¡Terrible Kafka!

Intervención inaudible.

Jorge Alemán: Es como cuando los abogados te dicen: lo mejor que hay que hacer en este caso, es esto. Y uno le dice que eso es mentira y el abogado te dice que no importa, que es lo que nos va a servir en el juicio – porque si no dices esto, va a ser peor; uno ahí se empieza a inquietar.

Intervención: No se ha conjugado en el tema de Kafka el sentido de la voluntad.

Jorge Alemán: La voluntad en el sentido de la pura voluntad. Es una voluntad que no quiere nada, es una voluntad que se ejerce como tal. Es decir, me llevan al proceso y el proceso es desde luego una voluntad, pero ¿qué quiere?

Si supiera qué quiere, se lo entregaría ya y no me molestan más, pero resulta que no se sabe qué quiere…

 
Clase del 28 de junio de 2008 - Seminario Anual dictado en Málaga.
Versión desgrabada por Dionisio Gutiérrez, no corregida por el autor. Establecimiento del texto por Silvia Bermúdez.
 
 
 
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