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Consecuencias
 
Edición N° 3
 
Septiembre 2009 | #3 | Índice
 
Mujeres estragadas
Lorena Sruber
 

Lorena Sruber propone trabajar el concepto de Estrago desde Freud y Lacan y analizar las relaciones entre el estrago y la feminidad. Motivada por las preguntas acerca de si el estrago es constitutivo de lo femenino, si la relación entre las madres y las niñas siempre producen estragos y si existe conexión entre la madre estragante y la mujer estragada, concluye su trabajo afirmando que "Estrago y amor participan del mismo principio, en el sentido del gran Otro tachado, el sin límite del no-todo."

¿Cuál sería entonces la diferencia? ¿Qué consecuencias para el lazo entre generaciones? ¿Qué haría allí un sujeto para producir alternativas de vida?

 

1. Introducción

Lorena SruberEn el siguiente trabajo me propongo desarrollar la relación entre el concepto de estrago y la feminidad. Algunas preguntas motivarán el abordaje posible de dicha relación que se pondrá en cuestión durante el recorrido: ¿Es el estrago constitutivo de lo femenino? ¿Siempre produce estragos la relación de la niña con su madre? ¿Qué relación existe entre la madre estragante y la mujer estragada?

Comenzaré el planteo rastreando el concepto de estrago. Partiré de la definición general del diccionario para luego llegar a la inscripción de este significante en el psicoanálisis. Para ello se articulará el concepto en Freud y Lacan en torno a las salidas posibles hacia la feminidad.

El recorrido empezará desde el Complejo de Edipo y su salida en la niña para luego aproximar el trabajo a un más allá del Edipo a partir de la sexuación y la distribución sexual. En este sentido intentaré arribar a alguna conclusión que permita articular los conceptos de mujer y estrago a la luz de la última enseñanza de Lacan, en particular tomando como referencia el Seminario 20.

2. Concepto de Estrago

Según La Real Academia Española, la palabra estrago tiene dos acepciones, en primer lugar es definida como ruina, daño, asolamiento. Estragar es asolar, devastar. En su segunda acepción, si se le antepone el verbo "causar" o "hacer" estragos, la significación es: provocar una fuerte atracción o una gran admiración entre un grupo de personas.

Miller, en su texto "Una distribución sexual" dice que la palabra estrago (ravage) es un derivado de arrebatar (ravir). A su vez, el verbo arrebatar es un retoño del latín popular "rapire", que quiere decir "tomar violentamente" y que se encuentra en el "rapto". Significa que se es llevado por la fuerza, que se arranca.

Lacan habla de estrago para referirse a lo sintomático de la relación entre la madre y la niña. El estrago materno entonces, como consecuencia estructural al modo de relación entre la niña y la madre. Hay dos referencias en Lacan en las que aparece el concepto de estrago relacionado con lo femenino, en el Seminario 17 y en el Atolondradicho.

En el Seminario 17 dice: "el papel de la madre es el deseo de la madre. Esto es capital. El deseo de la madre no es algo que pueda soportarse tal cual, que pueda resultarles indiferente. Siempre produce estragos. Es estar dentro de la boca de un cocodrilo, eso es la madre". (Lacan, 1992, El Seminario, Libro 17, El Reverso del Psicoanálisis, pág. 118)

De esta referencia, en principio se puede decir, que el estrago está en relación con el deseo de la madre. Este deseo es estructuralmente devastador tanto para la niña como para el niño. El deseo de la madre siempre hace estragos, sin embargo la relación al falo es lo que mediatiza, lo que impide que la boca se cierre. Entonces un límite posible al estrago que causa el deseo de la madre, sería el deseo del padre.

En la referencia del Atolondradicho Lacan dice: "la elucubración freudiana del complejo de Edipo, en la que la mujer es en él pez en el agua, por ser la castración en ella inicial, contrasta dolorosamente con el estrago que en la mujer, en la mayoría, es la relación con la madre, de la cual parece esperar en tanto mujer tanto más subsistencia que del padre, lo que no pega con su ser segundo en este estrago". (Lacan, 1984, El Atolondradicho, pág. 35)

Aquí el estrago se destaca como inherente a la relación de la niña con su madre, versión que se rastrea desde Freud en relación a la ligazón de la niña con su madre en la fase preedípica.

Cabría preguntarse si este estrago que en principio podría ubicarse como constitutivo de la mujer, perdura a través del tiempo. Con anterioridad ubicábamos que el padre hacía de límite al estrago materno. Para que esto suceda, cabría decir parafraseando a Lacan en el texto Decolaje o despegue de la escuela, que es preciso que la mujer acierte con el hombre que le hable según su fantasma fundamental, y que pueda obtener de éste la satisfacción verdadera –fálica-. Lo cierto es que este acierto se ubica en relación a una contingencia, sólo puede haber relación en la contingencia.

3. Hacia Freud

Tendremos que recorrer la relación preedípica de la niña con su madre en Freud para darle mayor consistencia a lo que a partir de allí considero que Lacan elabora como estrago materno.

Freud en su conferencia Nº 33 titulada "La feminidad", dice que el psicoanálisis no pretende describir qué es la mujer sino indagar cómo se desarrolla la mujer a partir del niño de disposición bisexual. Entonces hace una diferencia entre el desarrollo sexual del niño y de la niña. Las primeras fases del desarrollo libidinal se recorren de igual modo para ambos sexos, pero luego de la fase fálica y de la situación edípica, la niña debe cambiar de zona erógena y de objeto, mientras que el varón retiene ambos.

En ese texto Freud destaca en la mujer una fase de ligazón con la madre predípica de un importante contenido, tanto por su duración como por la posibilidad de dejar como secuela fijaciones y predisposiciones. "Sabíamos, desde luego, que había existido un estadio previo de ligazón madre, pero no sabíamos que pudiera poseer un contenido tan rico, durar tanto tiempo, dejar como secuela tantas ocasiones para fijaciones y predisposiciones (...) No se puede comprender a la mujer si no se pondera esta fase de la ligazón madre preedípica". (Freud, 1932, Conferencia Nº 33 La feminidad, pág. 111)

Es en este punto donde Freud ubica que para poder entender lo propio de lo femenino es necesario darle importancia a la fase preedípica de ligazón con la madre. Ligazón que permitirá luego hacer el pasaje hacia el padre.

Siguiendo con el mismo texto: "El extrañamiento respecto de la madre se produce bajo el signo de la hostilidad, la ligazón madre acaba en odio. Ese odio puede ser muy notable y durar toda la vida, puede ser cuidadosamente sobre compensado más tarde; por lo común una parte de él se supera y otra permanece". (Freud, 1932, Conferencia Nº 33 La feminidad, pág. 113).

4. Estrago en Freud

De lo citado en el punto anterior tenemos una definición posible del estrago que constituye la relación de la niña con su madre según Freud. Esta relación con la madre preedípica es necesaria y decisiva para el pasaje que luego la niña hará en dirección hacia el padre. El factor específico que Freud encuentra en la niña respecto al niño es en relación al complejo de castración, "la diferencia anatómica (entre los sexos) no puede menos que imprimirse en consecuencias psíquicas. (…) La muchacha hace responsable a la madre de su falta de pene y no le perdona ese perjuicio" (Freud, 1932, Conferencia Nº 33 La feminidad, pág. 115).

A partir de la responsabilidad que la niña le atribuye a su madre por su falta de pene, y el odio que adviene en consecuencia, se puede pensar que lo devastador para la niña, lo estragante, es precisamente esa falta de pene. Eso que en ella está en menos tratará de compensarlo por distintas vías. Por vía de la castración la niña abandona a la madre como objeto y pasa al padre, se dirigirá a él en busca de amor.

La niña "Resigna el deseo del pene para reemplazarlo por el deseo de un hijo, y con este propósito toma al padre como objeto de amor. La madre pasa a ser objeto de los celos, y la niña deviene una pequeña mujer." (Freud, 1925, Algunas consecuencias psíquicas de la diferencia anatómica entre los sexos, pág. 274)

" (…) Con el descubrimiento de que la madre es castrada se vuelve posible abandonarla como objeto de amor, de suerte que pasan a prevalecer los motivos de hostilidad que durante largo tiempo se habían ido reuniendo" (Freud, 1932, Conferencia Nº 33 La feminidad, pág. 117) "El complejo de castración prepara al complejo de Edipo en vez de destruirlo; por el influjo de la envidia del pene, la niña es expulsada de la ligazón madre y desemboca en la situación edípica como en un puerto". (Freud, 1932, Conferencia Nº 33 La Feminidad, pág. 120)

Se puede plantear entonces como primera conclusión que para Freud el estrago sería una de las modalidades del penisneid. De este modo aparecería en las mujeres como un rasgo constitutivo. Freud deriva de la envidia del pene la sexualidad femenina, entonces el estrago está relacionado al destino del falo en la niña. Una mujer para Freud es alguien cuyo ser sufre de la falta en tener. En este sentido cabe preguntarse si este sufrimiento no es para Freud el síntoma por excelencia de la mujer. Sexualidad femenina e histeria quedarían equiparadas para Freud. Sin embargo lo que queda como resto es la pregunta ¿Qué quiere una mujer? Hay un enigma de la feminidad, que de alguna manera encuentra una solución para Freud en la maternidad. Para la falta en tener, la respuesta es el hijo. "La renuncia al pene no se soportará sin un intento de resarcimiento. La muchacha se desliza –a lo largo de una ecuación simbólica, diríamos– del pene al hijo; su complejo de Edipo culmina en el deseo, alimentado por mucho tiempo, de recibir como regalo un hijo del padre, parirle un hijo". (Freud, 1924, El Sepultamiento del complejo de Edipo, pág. 186)

5. La mujer y el falo

A partir de aquí y con una lectura desde Lacan, tenemos que las posiciones sexuadas se reparten alrededor del falo: tenerlo –a condición de no serlo – para el varón; serlo –a condición de no tenerlo – para la mujer. En tanto que no lo tiene, la mujer sólo obtiene el signo de que lo es si se hace objeto del deseo del hombre, objeto imaginario del fantasma.

En "La significación del falo" Lacan advierte que el falo es un significante, así se introduce la idea de que es en el lugar del Otro donde el sujeto tiene acceso a él (al significante). Pero el significante está velado, aparece como razón del deseo del Otro, entonces es ese deseo del Otro lo que al sujeto se le impone reconocer. "Esa prueba del deseo del Otro, la clínica nos muestra que no es decisiva en cuanto que el sujeto se entera en ella de si él mismo tiene o no tiene un falo real, sino en cuanto que se entera de que la madre no lo tiene. Tal es el momento de la experiencia sin la cual ninguna consecuencia sintomática (fobia) o estructural (Penisneid) que se refiera al complejo de castración tiene efecto." (Lacan, 1975, Escritos 2 La significación del falo, pág. 673).

Las relaciones entre los sexos giran alrededor de un ser y un tener, que se refieren a un significante, el falo. Hay un parecer que se sustituye al tener, por un lado se protege, por la amenaza de perderlo, por el otro se enmascara la falta.

La mujer se presentará en la contienda sexual como siendo el falo, significante del deseo del Otro, bajo el modo de la mascarada. Será por lo que no es por lo que pretenderá ser deseada al mismo tiempo que amada. La relación entre los dos sexos se afronta entonces a partir de una apariencia, es decir que se dibuja en el registro del semblante. Una mujer que funciona como semblante de ser, se sitúa del lado del objeto deseado de un hombre. En este sentido, la mascarada es una solución de ficción, es decir que tiene que ver con el fantasma.

Dijimos entonces que la comedia de los sexos obedece a la diferencia que se establece entre el ser y el tener, en ambos casos se trata del falo. Luego, la subjetivación de esa existencia o inexistencia, tener o no tener el pene en el cuerpo, se significa de distinto modo según el sexo. Desde esta perspectiva, en su texto De la naturaleza de los semblantes, Miller advierte que la mujer no tiene nada que perder, de este modo, no habría límites. Ser en lugar de no tener es la metáfora fálica de la mujer, uno de los caminos de la solución femenina, que, tal como me referí anteriormente, está en relación con la mascarada.

Siguiendo a Miller en De la naturaleza de los semblantes encontramos que en mascarada está la máscara, cuyo truco es hacer creer que hay algo detrás. En ese texto cita a Lacan en Subversión del sujeto y dialéctica del deseo, página 805 donde habla en relación a la mujer "Es la ausencia de pene la que la hace falo (…) Evocad esa ausencia de una manera más precisa haciéndole llevar un lindo postizo bajo un disfraz de baile, y me diréis qué tal, o más bien me lo dirá ella: el efecto está garantizado 100%, queremos decir ante hombres sin ambages". (Lacan, 1975, Escritos 2 Subversión del sujeto y dialéctica del deseo, pág. 805)

Entonces Miller refiere en relación a esta cita: "la mujer lacaniana no lleva este postizo por propia iniciativa, sino por la dirección de este discurso. Aparentemente, la mujer lacaniana accede, consiente en llevar, a pedido de un hombre, un bonito postizo. Luego, el hombre sin ambages se encuentra en condiciones de suscitar su deseo. Cabe aclarar que aquí hay que entender por hombre sin ambages ese que no teme a la castración, que está lo suficientemente despegado del falo de la madre para saber –y no temer– que la mujer no tiene. (…) El postizo lacaniano encarna el falo como índice de la falta. El único falo que vale es el que declara: soy un semblante". (Miller, 2002, De la naturaleza de los semblantes, pág. 168)

6. Más allá del Edipo

Lacan se proyecta más allá del Edipo para responder al enigma de la feminidad, va del Edipo a la sexuación, siendo la sexuación la subjetivación del sexo para cada quien.

También va más allá de la mujer madre como respuesta a la falta en tener que ubicaba Freud. Se trata de situar que en la madre hay al lado del deseo, un goce desconocido, femenino. Como resultado de la metáfora paterna lo que tenemos es el goce fálico que regula las relaciones entre hombres y mujeres. Pero lo particular de lo femenino es el goce que no pasa por la castración, goce suplementario. Este goce Lacan lo refiere al goce del cuerpo que está más allá del falo. Goce ilimitado, inalcanzable.

La castración es la condición para que un hombre pueda abordar a una mujer. Pero el modo de poder arreglárselas con ese goce ilimitado, es reduciéndolo, ubicando a la mujer como objeto a de su fantasma. El fantasma es la herramienta para abordar a una mujer, y en efecto, lo que se aborda, es la causa de su deseo. Es en este sentido que el objeto para el hombre se ubica en relación al fetiche, objeto fetichista, limitado, recortado; mientras que del lado femenino se ubica la erotomanía, el ser amada por el Otro. Aparece entonces como una modalidad posible ubicar a la mujer como síntoma del hombre.

Es en el Seminario 20 donde Lacan introduce el La mujer como tachado. Ubica allí que hombre y mujer son significantes a los que cada cual se identifica. El hombre conoce el goce de la mujer por el goce propio. No hay relación sexual, es decir que en el ser hablante no hay inscripción posible de la relación entre los sexos, no hay proporción sexual, no hay la mujer.

"Pero el ser es el goce del cuerpo como tal, es decir como asexuado, ya que lo que se llama el goce sexual está marcado, dominado, por la imposibilidad de establecer como tal, en ninguna parte en lo enunciable, ese único Uno que nos interesa, el Uno de la relación proporción sexual". (Lacan, 1981, El Seminario libro 20 Aun, pág. 14)

Las fórmulas de la sexuación propuestas por Lacan ubican del lado hombre el todo y del lado mujer el no – todo. Esto no quiere decir que no pueda haber hombres ubicados en relación al no – todo y mujeres en relación al todo. Todo ser que habla se inscribe en uno u otro lado.

El hombre en tanto todo se inscribe mediante la función fálica, esta función encuentra su límite en la excepción postulada como término, es la función del padre. Con la castración suple la relación sexual que no puede inscribirse de ningún modo.

Del lado femenino nada viene a poner límite a la función fálica, puesto que esa relación es contingente. La ausencia de límite remite, en la mujer, al hecho de que para ella, el decir interdictor soportado por la amenaza de castración no tiene pertinencia. En ella no hay amenaza y como la función fálica no tiene topes, las mujeres no son colectivizables, no forman un todo, hay que decir de ellas una por una.

"No hay la mujer, artículo definido para designar lo universal. No hay la mujer puesto que (…) por esencia ella no toda es". (Lacan, 1981, El Seminario libro 20 Aun, pág. 89) "(…) Si la naturaleza de las cosas la excluye, por eso justamente que la hace no toda, la mujer tiene un goce adicional, suplementario respecto a lo que designa como goce la función fálica". (Lacan, 1981, El Seminario libro 20 Aun, pág. 89) "El ser no toda en la función fálica no quiere decir que no lo esté del todo. Está de lleno allí. Pero hay algo más". (Lacan, 1981, El Seminario libro 20 Aun, pág. 90)

7. Sin límite

De qué se trata entonces este "algo más" que Lacan sitúa en relación a la mujer. ¿Es algo que está en exceso? Considero más bien, que se trata del "sin límite" del goce femenino. Sin límite que entiendo queda del lado del estrago. Estrago, entonces como un modo de nombrar el goce suplementario, como goce que arrasa, que escapa a la ley fálica, es decir a la castración articulada simbólicamente. En ese sentido se podría ubicar más bien en relación con un real.

La deslocalización del goce en el cuerpo es lo ilimitado del goce femenino. Considero entonces que la manera de nombrar el estrago en el Seminario 20 es en lo ilimitado del goce suplementario, en lo infinito, en el no todo.

El arrebato, que ubicábamos en el inicio del trabajo, como una manera de nombrar al estrago, está ligado al cuerpo. Al hecho de tener un cuerpo y que ese cuerpo pueda ser sustraído. El estrago tiene una cara fálica de reivindicación articulada al deseo de la madre y una cara no toda fálica que se sostiene del arrebato del cuerpo, ligada a la dificultad de simbolizar el goce femenino, ausencia de límite. El no todo de la mujer está referido al goce fálico, ella es no toda goce fálico.

"(…) El goce fálico es el obstáculo por el cual el hombre no llega, diría yo, a gozar del cuerpo de la mujer, precisamente porque de lo que goza es del goce del órgano". (Lacan, 1981, El Seminario libro 20 Aun, pág. 15)

En Decolaje de la escuela, Lacan ubica que las mujeres no están privadas del goce fálico, pero que este goce no las acerca a los hombres sino que las aleja, funciona como obstáculo. La satisfacción la mujer la obtiene con su cuerpo pero como respuesta a las palabras del hombre. Esto quiere decir que el goce suplementario está en relación con las palabras de amor que una mujer puede obtener de un hombre, que le hable según su fantasma.

Existe un goce conectado con el propio cuerpo, es el lugar del goce por excelencia. Cada uno de los sexos goza de su cuerpo y no hay acceso al cuerpo del Otro. Es así como el goce no se comparte porque es solitario, de lo que se trata es que en la contingencia del encuentro pueda haber goces compatibles.

El falo es la cópula gracias a la cual se cumpliría sexualmente la relación con el Otro. Hay, a través de la función fálica y bajo la forma de la castración, una relación con el goce. Pero no es lo mismo para el hombre que para la mujer, puesto que del lado mujer está escrito que no todo el goce posee el significante fálico. El goce suplementario es el que la feminidad sustrae al significante fálico.

Miller, en Los signos del goce, toma una cita del Atolondradicho: "Decir que una mujer no es toda, es lo que el mito nos indica por ser ella la única cuyo goce sobrepasa al que surge del coito. Por eso mismo quiere ser reconocida como la única por la otra parte. (…) Así se la satisficiera en la exigencia del amor, el goce que se tiene de una mujer la divide convirtiendo su soledad en su pareja". (Lacan, 1984, El Atolondradicho, pág. 37)

Dice Miller respecto de esta cita: "Se trata del registro de la exigencia del amor, y es un intento de Lacan por deducir esta exigencia a partir de la estructura del goce femenino. El amor –y su exigencia– es del registro del reconocimiento y constituye un esfuerzo por inscribir el goce en la relación con el Otro. La indicación de que la mujer sigue siendo compañera de su soledad en su goce muestra el fracaso de todo reconocimiento del amor para librarla de ella. (…) La soledad de una mujer se funda en un goce al que ningún hombre puede seguirla". (Miller, 1998, Los signos del goce, pág. 373) "De aquí que, si el deseo es el deseo del Otro, Lacan formule que el goce del cuerpo del Otro sigue siendo un interrogante". (Miller, 1998, Los signos del goce, pág. 374)

Entonces el amor, por más recíproco que sea, no modifica la soledad que cada cual tiene con su goce. Esta soledad está referida en Lacan como no hay relación sexual.

8. Momento de concluir

Retomando las preguntas del inicio ¿Siempre produce estragos la relación de la niña con su madre?

Vimos que el deseo de la madre siempre produce estragos, sin embargo el estrago será más o menos marcado según el discurso con el que la madre nombre el más allá del falo. La madre debe ser no toda madre para que la niña no sea todo objeto.

Se puede decir que hay estrago materno cuando la función paterna se demuestra como no haciendo un punto de pacificación, manifestándose al servicio del capricho de la madre y no como agente de la privación. Así, el padre aparece como impotente frente a una madre abrasadora.

Es preciso que para ella el niño no sature la falta en la que se sostiene su deseo. Que los cuidados que imparte al niño, no la disuadan de desear como mujer. Es necesaria entonces la función del padre, cuya incidencia sobre el Deseo de la Madre es lo que le permite al sujeto un acceso normalizado a su posición sexuada. Pero no basta con la función del padre, todavía se necesita que la mujer encuentre el significante de su deseo en el cuerpo de un hombre.

Hay una condición de no-todo: que el deseo de la madre diverja y sea llamado por un hombre. Esto quiere decir que la madre sea mujer, exigiendo que el padre sea también un hombre.

¿Es el estrago constitutivo de lo femenino? Consideré que el estrago es el resultado de la envidia del pene en la niña y desde allí una marca constitutiva para cada mujer. Por supuesto que las consecuencias serán diversas según el modo en que cada una se las arregle con eso "que no tiene". El goce femenino es ilimitado, y es en ese punto donde el estrago aparece en relación a la mujer. Es el goce sin medida, que se ubica en el cuerpo. Distinto del goce fálico que se puede localizar en una parte del cuerpo. En este sentido, el síntoma, a diferencia del estrago, queda más bien ubicado en relación al goce fálico, a lo localizado y limitado.

Volvamos entonces a las dos acepciones del término estrago. Por un lado lo que arrasa, devasta, daña, que tiene mayor relación, a mi entender, con la madre estragante, la que produce estragos. Pero por otro lado tenemos que causar o hacer estragos es "provocar una fuerte admiración entre un grupo de personas". Considero que esta acepción estaría más del lado de la mujer estrago. Mujer sin límite, mujer enigmática, mujer que demanda, también sin límite, que la amen.

El goce femenino suplementario queda entonces articulado a la demanda de amor. Estrago y amor participan del mismo principio, en el sentido del gran Otro tachado, el sin límite del no – todo.

 
Bibliografía
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