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Consecuencias
 
Edición N° 6
 
Junio 2011 | #6 | Índice
 
Entrevista a Philippe Lacadée sobre su libro Robert Walser, El paseante irónico [*]
Por Alain Veinstein, de France-Culture
 

Philippe Lacadée, psicoanalista de la ECF, ha sido galardonado con el Premio Oedipe 2011, por su libro Robert Walser, El paseante irónico. En esta entrevista cuenta pormenores de este escritor de culto, centroeuropeo, de principios del siglo XX, quién pasó voluntariamente los últimos años de su vida en un hospicio.

 

Alain Veinstein: ¿Podrías decirme en pocas palabras quién fue Robert Walser?

Pillippe Lacadée: Robert Walser fue un escritor suizo, de lengua alemana, reconocido en vida por los más grandes escritores de su tiempo – Franz Kafka, Robert Musil, Walter Benjamin. Haber sido reconocido como un gran escritor no lo alejó de su camino, aquél que según él mismo ha dicho, lo condujo a convertirse en un hombre común. Con el fin de vivir una vida simple, siempre curioso de aquellos detalles menores en los que su escritura se inspiraba.

Quise mostrar cómo esa vida tan común, tan simple, depende de una estructura subjetiva muy original, pero sin pretender presentarla como un caso clínico. Creo que ilustra muy bien la tesis de la psicosis ordinaria, una psicosis no declarada hasta el momento de su desencadenamiento, lo que sí ocurrió con su hermana que debió ser hospitalizada.

AV: Has demostrado en tu libro la importancia de la ironía en Walser.

PL: Sí, me he propuesto para leer su vida y su obra una tesis sobre la ironía de la que se deduce su estilo, una postura irónica en la que se dificulta el lazo social. Pasa su vida en soledad, subsumiendo su locura gracias a la escritura, lo cual hace que durante mucho tiempo no se pueda decir que está loco.

Lo que había en él era una locura más discreta, sustentada en su manejo preciso y riguroso de la lengua, lo que lo convertía en raro o bizarro para sí mismo y para los otros.

Él tenía que escribir el más mínimo detalle y traducirlo a su propia lengua, ya que era eso lo que le hacía de suplencia. Walser nos revela, en el cuerpo de su escritura, viviéndola en la proximidad de su cuerpo, la manera en que el drama de la locura se juega en el verbo. En efecto, él -que se decía especialista de la escucha- experimentaba un gran sufrimiento psíquico para hablarle al Otro. Decía: "cuando quiero hablar, me escucho a fin de contar con un auditorio". Su relación irónica con la lengua le trazó un destino completamente particular, como si su discurso en contra de las apariencias no le hubiese permitido hacer lazo social.

AV: Muestras también cómo su posición en relación a la lengua enseña sobre el autismo

PL: Su posición nos enseña sobre la cuestión del autismo, tanto cuando se escucha a sí mismo, como lo indica bien en Los hermanos Tanner, como también notablemente en Le Brigand, novela en la que se inspira en las voces que escucha para crear sus personajes ficticios, especialmente las mujeres. Así, si Robert Walser se escucha a sí mismo, como lo decía Lacan del autista, confesaba también escuchar voces femeninas, a partir de las cuales se originan las únicas mujeres que encontró, aquellas de sus novelas, y ser a menudo sorprendido por sus rarezas. Es su famosa confesión al médico, que se encuentra en Le Brigand, la que constituye una verdadera lección de clínica irónica sobre la esquizofrenia.

AV: Lo presentas como El paseante irónico y nos dices que El paseo, que fue el título de una de sus novelas, fue vital para él…

PL: El paseo, que organizó toda su vida, fue un paseo por la lengua. Pasaba su vida caminando, paseando, para paradojalmente mantenerse inmóvil y así escuchar la sonoridad de la lengua, vehiculizada por el menor ruido o por la extrañeza de una palabra escuchada. Pero también se detenía para hablar en voz alta, y ahí, en eso que él llamó el doble silencio, resonaba la sonoridad -no de la lengua articulada al Otro del sentido-, sino la de lalengua como nos la enseñó Lacan, es decir la de lo escuchado antes de que el sentido advenga.

AV: Ilustras muy bien cómo su relación con las palabras y su sonoridad le ha sido esencial.

PL: Las palabras impuestas y la voluntad de las palabras que él deduce de su sonoridad, es aquello alrededor de lo cual gira toda su escritura. Al escribir: "las palabras que me dispongo a pronunciar aquí tienen su propia voluntad", da testimonio de la medida en que fue parasitado por esta lengua que vehiculizaba pensamientos y palabras e imponía una sonoridad que solo él podía escuchar. Ser el secretario de las palabras es su manera de anudar su goce al significante amo, rechazándolo al mismo tiempo de manera irónica por su posición subjetiva: ser la sirvienta. Así, se convirtió en el genial secretario de las palabras, que le revelaban lo escrito en la palabra de la cual se volvió el servidor. Hubiera podido decir: "yo oigo-gozo, por lo tanto yo obedezco". De hecho su obediencia consistió en consentir en ser el secretario de la escritura de un Amo, aquel a cuyo niño le alquilaba la bella pluma, encontrando allí su solución: transformarse en sirvienta para hacerse "la niña, y se aniñaba entonces alegremente sin parar"... "Cuando ejerzo realmente las funciones de ´un hombre hecho y derecho´, me pregunto, si una novela de lo real podría salir de ese fragmento de vida ¿De un acto real: puede salir un acto literario? Oh no, ni el menor del mundo, ni el más mínimo".

AV: ¿Qué significación adquiere la simplicidad aparente de sus escritos?

PL: Este hombre, que nos encanta por la simplicidad de sus escritos, por la justeza de sus palabras, por "su depravación de la lengua", por la seriedad de sus dichos, pero sobre todo por su lección de ironía, encontraba en la escritura el medio de mantenerse en una cierta cordura: "¿donde está la salud, dónde está la enfermedad?".

Lo que no cesa de escribirse. Escribir se juega tan cerca de su cuerpo, que su existencia se define alrededor de la escritura, ya sea que ella le procure un bienestar singular o que él la rechace como a un partenaire demasiado caprichoso: "un hombre que no garrapatea, ¿puede siquiera tomar su café de la mañana?¿un hombre así puede siquiera respirar?". Decía de sí mismo que era un trabajador, un hombre que hacía de todo, un novelista manual, "un tornero que escribe, que talla, que forja, que pule, que clava, ensamblando las frases",un paseante, "el escucha más genial", un escritor de folletines. Este "mundano solitario", pero sobre todo este "hombre extraño" se dedicó a encarnar hasta su muerte, ya escrita en su novela Los hermanos Tanner, la sustancia viva que le falta a la escritura. Todo lo que tiene para decir es eclipsado por el acto de escribir: "se dio cuenta que era más apto para escribir y para vivir novelas. Nuestras imaginaciones son tan reales como nuestras otras realidades."

AV: Refieres también a una crisis de la escritura o del estatuto particular de esos textos miniaturizados hasta el extremo…

PL: ¿Es una escritura secreta y privada, en la que se ve el reflejo de los problemas psíquicos de Walser, que lo condujeron desde 1929 al asilo de La Waldau, y que como pensaba Carl Seelig, no merecía que se la descifre? No. Esta escritura no es el síntoma de una enfermedad sino por el contrario, siguiendo al pie de la letra los própositos de Walser, un medio de curación que significaba para él la posibilidad de conservar y de renovar permanentemente su fuerza creativa. Gracias a Lacan, se puede hacer de su escritura miniaturizada el equivalente del sinthome de Walser. Esta invención le permitía "literalmente curarse" y alcanzar "una felicidad singular". De hecho, Walser se puso a escribir así después de lo que llamó "su crisis de escritura" y "su período de desencadenamiento", surgido de manera brusca luego de sus años en Berlín, donde experimentó una caídadel cuerpo, un verdadero tormento vivido bajo la forma de un problema en su mano. Debió irse de la ciudad en 1912 para volver a Berna, donde le gustaba escucharse a sí mismo en la sonoridad de lalengua.

AV: ¿Cómo inventa su método del crayón?

PL: Inventó su método del crayón porque éste le permitió miniaturizar su escritura. Este procedimiento del crayón tiene una significación muy precisa: mantener su escritura en la ilegibilidad y hacer callar "esta cosa incongruente que salía de su pluma", eso escrito en el lenguaje que de pronto se pone a decir cosas y que lo perseguía, equivalente a las epifanías de Joyce.

AV: ¿Podrías precisarnos lo que llamas el lago acústico, que parece tomar una importancia en su vida al nivel de su territorio del crayón y que se vuelve su territorio sonoro?

PL: Su territorio del crayón se volvió su territorio sonoro, "su lago acústico", al cual se aferra, porque se lo encuentra a lo largo de todos sus escritos, protegiéndose al mismo tiempo con la miniaturización de su escritura. En este sentido, echa luz sobre el lugar y la función de la letra en la última enseñanza de Lacan. Digamos que gracias al territorio del crayón inventa con qué proteger su territorio de la escritura, ahí donde él "se escucha a sí mismo", espacio de goce que llamará su lago acústico, espacio de la escritura reducida a una letra, rechazando la estructura del significante, demasiado portador del sentido legible para el Otro.

Su carta a Max Rychner, en la que le revela el modo en que se disuelve para él la escritura con pluma, permite aprehender mejor lo que estaba en juego en la escritura: "toda la historia de mi trabajo y de mi vida", y la manera en que supo servirse de ella: tratar su gran sensibilidad hacia la sonoridad del significante, a lo que él escuchaba en las palabras.

El dicho esquizofrénico parece haber encontrado el socorro de la escritura para mantenerse en el lazo social. La invención de su método del crayón le ofreció un nuevo recurso frente a su "dicho esquizofrénico atrapado sin el auxilio de ningún discurso establecido [*]".

AV: Demuestras en dos capítulos cómo la escritura de Walser, a la vez tan simple y tan extraña, ilustra la teoría de la doble escritura en la enseñanza de Jacques Lacan.

PL: La lección clínica de Walser nos muestra cómo su modo de escritura es también una verdadera lección clínica sobre el acto de escribir y sobre la teoría de la doble escritura contenida en la enseñanza de Lacan, tal como Jacques-Alain ha sabido demostrárnosla, al ilustrar el modo en que ha procedido, al final de su enseñanza, a un rebajamiento del sentido, pero también del significante y del saber. El significante pertenece al habla. El significante por su naturaleza no es más que el soporte fónico del sentido.

La posición subjetiva de Walser resulta de su relación a la sonoridad del significante y a la fonación. El significante es ante todo un fenómeno de fonación, es a esto a lo que Walser es tan sensible. Si su escritura con pluma tenía ya el valor de síntoma, el método del crayón y la escritura miniaturizada que de él se deduce tiene para nosotros un valor de sinthome.

AV: Tu libro rinde sobre todo homenaje al poeta en tanto que se adelanta al psicoanálisis…

PL: Es en esto que el poeta, adelantándose al psicoanálisis, nos ilumina. Su escritura en miniatura radicaliza de alguna manera los dos modos de lo escrito: el significante y la letra. Marca la distinción entre el significante y lo escrito que no habla más que para sí mismo, el dibujo de la escritura miniatura.

 
Traducción: José Ioskyn
 
Notas
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Entrevista realizada el 20 de marzo de 2010 para el Programa France-Culture, a propósito del libro de Pillipe Lacadée recientemente publicado en Francia: Robert Walser, Le Promeneur ironique, Editions Cécile Defaut, 2010.
Agradecemos a Pilippe Lacadée su autorización para que esta entrevista sea transcripta y publicada en Consecuencias. Y muy especialmente a José Ioskyn por realizar su traducción del francés al español y su colaboración en la transcripción y edición.

1- LACAN, Jacques. L´Etourdit, Scilicet nº 4, París, Seuil.
 
 
 
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