La escritura de Carmen González Táboas siempre logra conectarme. Su trabajo transmite. Transmite lo que halla, las dificultades con que se topa y aún más.

Se atreve a atravesar lo desconocido sin recurrir a la prestidigitación. Tal vez por eso se transforma en escritora en un campo donde prevalecen las compilaciones, con todo el valor que tiene esta práctica.

Es difícil darse el tiempo de sostener un trabajo y extraerle lo suyo. Sin embargo es lo que se comprueba cada vez más con sus libros.[1]

Este, especialmente, es el de una mujer lectora puesta al trabajo: dice, habla, escribe... enlaza su letra, la pone de relieve.

Tal vez este libro incursiona en zonas más áridas, menos accesibles, pero tocadas a partir de la lectura.

Entra decididamente en las referencias medievales que jalonan el texto del Seminario 20 de Jacques Lacan, Aún[2]. Lo hace abierta a la pregunta y -a partir de eso- a la posibilidad de interrogar el goce femenino en un Seminarioque no parece lo suficientemente explorado.

Es que existe un escaso saber de las mujeres acerca de las mujeres –nosotras-, allende de las más variadas ignorancias de que somos depositarios los humanos.

En este contexto, que una mujer se atreva a asomarse a esos bordes donde el fantasma de amor confina con la locura, tiene una especial resonancia.

Algunas mujeres -escritoras, poetas, místicas- pueden llevar adelante esa función, sólo pocas. Es el caso de Emily Dickinson,[3] en otro registro:

"Saber llevar nuestra porción de noche
o de mañana pura;
llenar nuestro vacío con desprecio,
llenarlo de ventura.
Aquí una estrella, y otra estrella lejos:
alguna se extravía.
Aquí una niebla, más allá otra niebla.
Pero después, el Día."

Encuentro bello este poema, ¿es Emily una mística -sui géneris- del siglo XIX? Tal vez.

Pero MUJERES se dirige -con la lógica de la sexuación,- hacia el siglo XXI, muy lejos de los tiempos "en los que el macrocosmos reflejaba al microcosmos"[4].

Nos pone ante el individuo cerrado del discurso de la ciencia, rata en el laberinto.

El discurso analítico, en cambio, aborda las vicisitudes del goce, no sin la contingencia del amor.