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Consecuencias
 
Edición N° 6
 
Junio 2011 | #6 | Índice
 
Elephant [*]
Gérard Wajcman
 

Gérard Wajcman nos ofrece en este texto una clara y precisa caracterización de los rasgos que ordenan al mundo simbólico en este siglo XXI. Para ello, se sirve de las conocidas matanzas realizadas por jóvenes adolescentes en Columbine y Virginia Tech. El silencio absoluto y la hipervisibilidad, que coexisten en estos estruendosos actos de violencia, le permiten formular hipótesis muy interesantes y originales. Y, desde allí, explora y cuestiona el empuje a gozar, invitando a los psicoanalistas a tomar partido en los desórdenes de esta época, pues –tal es el decir del autor, no sin un tono polémico- son los mismos psicoanalistas quienes forman parte de estos desórdenes.

 

En 2003 se estrenaba Elephant, la película de Gus Van Sant. Habían pasado cuatro años desde la matanza de Columbine, el tiroteo perpetuado el martes 20 de abril de 1999 por dos adolescentes: Eric Harris y Dylan Klebold, en el liceo de Columbine (Columbine High School), situado cerca de la ciudad de Littleton, en Colorado, Estados Unidos. Antes de suicidarse, Harris y Klebold mataron a doce estudiantes secundarios y a un profesor, veinticuatro personas más resultaron con heridas más o menos graves.

Al narrar el crimen en masa más sangriento ocurrido hasta entonces en una escuela, el film de Gus Van Sant retoma abiertamente, el título y la estética de otro sorprendente film de televisión filmado más de diez años antes, en 1989, por Alan Clarke en Irlanda del Norte (última película de este director inglés fallecido en 1990 a la edad de cincuenta y cuatro años). Aunque sucede en una zona muy tensa, el film se abstiene de cualquier anécdota, está por fuera de todo sentido. Elephant, de Alan Clarke muestra fríamente (la cámara los sigue de espaldas), la marcha de dos adolescentes cargados de armas que atraviesan una zona urbana matando, sin razón aparente, a todos los que se les cruzan. Ningún diálogo, ningún comentario, ni el menor indicio. Esta marcha sangrienta resulta aún más violenta ya que no se entiende, no se sabe nada de los asesinos, ni de las víctimas, ni de las razones de la masacre. Imágenes de crímenes en un silencio absoluto.

En el pasado, la cultura dominante en la sociedad era la cultura del secreto, es decir de bocas cerradas y represión sexual. Terminó ese tiempo. Pasamos a otro modelo, bien diferente, el del empuje a gozar, el del impulso a la experiencia sexual, al mismo tiempo que a la exhibición y a la toma de la palabra. Se claman urbi et orbi las alegrías y las penas. ¿Con qué consecuencias? Los analistas deben responder a esto por ellos mismos y por todos. Porque tienen su parte en los desórdenes de la cultura de la época. Su práctica nació en la era de la represión y del secreto. Freud les llevó la peste de la palabra liberada y liberadora, llamando a liberar secretos y pulsiones. Funcionó. La sociedad cambió. ¿Cómo orientarse ahora en este mundo atronador por las grandes declaraciones de las subjetividades? Sería útil saberlo. Los sujetos se volvieron inagotables en sí mismos. Sus alegrías y sus penas acaparan todos los cuidados y reclaman para sí la atención de todos. Andan a los codazos para desplegar sus secretitos al aire libre. Un recalentamiento del planeta habrá derretido el pudor como nieve al sol. Con los realitys televisivos asistimos al florecimiento de los blogs, es una manera de inundar a la sociedad con la subjetividad. A través de Internet, que conecta a cada uno con todos, se despliega un “individualismo de masa”. Un comunismo nuevo conquistó a las naciones practicando la colectivización de la intimidad. El mundo, hoy, tiende a convertirse en un inmenso club exhibicionista de intercambios de parejas.

En 1917 escribía Kafka: “En el combate entre tú y el mundo, segundo el mundo”. Hoy en día, quienes mezclan la autobiografía con la ficción escriben: “En el combate entre tú y el mundo, segundo el Yo”. En la debacle entre las ideologías y las religiones, con Dios o sin Dios, se extiende el moho[**]. Cada cual se siente llamado a consagrarse al culto de sí mismo, a inventar su propia religión, lo que trae aparejado que por todas partes se dispongan columnas armadas como Guardianes de la Religión Verdadera.

La nueva cultura parece tensa entre el culto del Yo y el culto del Padre. Sin hablar del culto del objeto. Pero sin silenciar el culto de la imagen y la voluntad de mostrarse. Cada uno quiere decir su dolor, pero en silencio. Quiere que se vea, exhibirlo al mundo, que todos sean testigos. La imagen es la respuesta a la voluntad de exponer al mundo su dolor, sin palabras. La imagen expuesta es el silencio hecho ruidoso.

Es ese rasgo, esta conjunción del silencio y de lo híper visible, lo que los dos films Elephant sacan a la luz, el de Gus Van Sant, y más aún el de Alan Clarke. Muestran crímenes cometidos en silencio y que al mismo tiempo quieren ser lo más estruendosos y lo más visibles posibles. Es lo que caracteriza a la matanza de Columbine. Asesinatos dilatadamente escenificados. En el High School de Colorado, Eric Harris y Dylan Klebold, habían subido a su blog lo que iban a hacer. En 1996, Eric Harris había creado un sitio web con el objeto de difundir niveles del juego Doom concebidos por él y Klebold. Pero ese sitio se convierte rápidamente en una especie de diario íntimo de Harris en el que expresa lo que siente por sus camaradas y sus amigos. A medida que iban pasando los meses, el tono se torna violento y el odio más evidente. Entonces, comienza a subir métodos de fabricación de explosivos. En 1997 publica en su sitio amenazas de muerte contra un alumno. Los padres de éste lo denuncian y se abre una investigación. Es así como el adjunto del Sheriff del condado descubre que Harris había publicado en el sitio una lista de personas a ejecutar en el Liceo de Columbine. Fue dos años antes de la matanza.

El efecto del anuncio es también lo que sorprende en la matanza cometida por Cho Seung-hui, el joven que el 16 de abril de 2007 exterminó a treinta y tres personas en Virginia Tech (Virginia Politechnic Institute and State University). Había subido imágenes prefigurando la masacre. Pero es en el acontecer mismo que las imágenes cobran todo su valor.

Ese día, a las 7.15, desde una de las residencias universitarias del campus llaman a la policía: mataron a balazos a un hombre y a una mujer. Luego, recién a las 9.30, unos estudiantes llaman nuevamente a la policía: por alguna razón indeterminada, antes de suicidarse, un desconocido avanza de sala en sala y mata a treinta personas en ese edificio. Ahora bien, entre las 7.30 y las 9.30, entre las dos series de asesinatos, Cho Seung-hui terminó de preparar su manifiesto, un conjunto de documentos compuestos de fotos y videos, lo puso en un sobre; tras lo cual, se dirigió a la oficina del Correo para enviarlo a la cadena de televisión NBC. El sello del correo indicaba que había sido despachado exactamente a las 9.01. Y, a las 9.30, Cho Seung-hui exterminaba a treinta estudiantes.

El 18 de abril, NBC News, de las cuarenta y tres fotos que había recibido, publicó unas quince. Mostraban al joven vestido de militar con dos armas en el puño; en otra, cartuchos alineados; en otra, sostiene un martillo con las dos manos (esta escenificación se asemeja a una imagen del film sur-coreano Old Boy); en otra, representa su suicidio teniendo el revólver apoyado contra la sien o un cuchillo contra la garganta. La cadena también recibió una carta y unos treinta videos que totalizaban unos diez minutos. Algunos extractos fueron difundidos por la televisión norteamericana.

Asesinatos cometidos a la vez de manera silenciosa y muy visible. Mucho tiempo antes de pasar al acto, los asesinos expusieron su odio, señalaron sus blancos y describieron sus proyectos por Internet, después por la televisión, es decir, al mundo entero.Jóvenes que tomaron al mundo como testigo de su dolor y de su promesa de goce salvaje. A fin de que nadie lo ignore y que todo sea visto por todos.

Sin embargo, nadie vio nada.

 
Traducción: Gabriela Roth.
 
Notas
* N del T: En francés, juego de palabras entre Moi, yo, y Moisissure, enmohecimiento, verdín.
** Texto extraído del libro "L’Oil Absolu", publicado por Demoёl, París, 2010.
Agradecemos a Gérard Wajcman por su autorización para que sea publicado en español. Y a Gabriela Roth por realizar su traducción.
 
 
 
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