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Consecuencias
 
Edición N° 7
 
Noviembre 2011 | #7 | Índice
 
Homenaje personal a Lacan
Por Miriam L. Chorne
 

Éramos lectores de Lacan. Y hacíamos de esta categoría una identidad. La reivindicábamos incluso. Eramos los que no habíamos escuchado a Lacan en persona. Y sin embargo había dado vuelta nuestras vidas. Lo cual no es raro ya que su forma de pensar consistía en pensar a contrapelo del sentido. Y no digo sólo de pensar el psicoanálisis, aunque por supuesto también, sino de pensar "al revés". Recuerdo que las últimas materias de psicología las estudié con una compañera que decía con gracia "Para leer a Lacan hay que darse vuelta las neuronas".

Eran los años ´70 en Buenos Aires, los textos de su enseñanza nos llegaban en desorden y en versiones no siempre exactas - para no hablar de las traducciones de algunos textos que eran francamente criminales – Sin embargo, lo leíamos con pasión, lo estudiábamos en grupo, lo desmenuzábamos tenazmente, buscábamos y leíamos sus referencias... Todo por esos momentos deslumbrantes en los que gozábamos de una aproximación impensable ¡Kant con Sade!, o de la belleza con la que se refería a la maniobra que implicaba el amor cortés, o de la propiedad con la que resumía el problema marxiano de la plusvalía. Esa capacidad y el esfuerzo que hacía para que su lenguaje fuera poético, no en un sentido plano como lo opuesto a la prosa, sino por la capacidad de evocar, de hacer resonar significaciones a partir de la elección de los significantes. Recuerdo al respecto que una vez le preguntamos a Tomás Segovia, el traductor de los Escritos al castellano, cuál había sido la mayor dificultad de su tarea nos dijo que consistió en elegir cada vez el término que traicionara menos, que implicara una pérdida menor de las muchas significaciones condensadas en la expresión elegida por Lacan.

Ese todo que evocaba más arriba, significaba también soportar no entender tantas cosas.

Y en ese sentido puedo decir que hubo para mí, creo que fue para nosotros, dos Lacan. Uno al que amábamos y que nos sorprendía con el rigor de un pensamiento que no habíamos conocido antes, pero que nos resultaba muy difícil entender. Otro al que conocimos ya en España, a través del contacto con la enseñanza de Jacques-Alain Miller. También comenzamos a leer, a estudiar sus cursos -los de la Orientación Lacaniana- antes de haberlo conocido, pero bastante rápido iniciamos un trabajo institucional con él. Aunque esa fue una experiencia muy interesante y valiosa - tengo mil anécdotas de esos años – no se puede comparar al cambio que supuso tomar contacto con alguien que podía ordenar, sistematizar, mostrar las conexiones, situar en su contexto y en su historia los distintos conceptos considerados. Y en esta evocación no puede faltar la conmoción que fue para muchos de nosotros la escisión de 1998. En ese momento renové mi elección por la Escuela, mi elección por Lacan y por Miller.

De todas maneras, como ya tengo que ir terminando mi intervención creo que lo que destaco del "contacto" con Lacan es haber podido "asistir" al incansable descubrimiento que está siempre presente en su enseñanza. En ese sentido la publicación de los seminarios constituye una experiencia extraordinaria: "presenciar" una mente fuera de serie en el acto de construir su pensamiento, de fabricar los conceptos, de corregir – aunque no suela hacerlo explícito – lo que ya había elaborado, la perspectiva que había tomado, acentuando un aspecto que antes era menor, o a la inversa quitándole la primacía a una dimensión que antes la tenía.

 
 
 
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