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Consecuencias
 
Edición N° 7
 
Noviembre 2011 | #7 | Índice
 
Discurso capitalista: ¿qué resiste?
Anudamientos entre el arte, la política y el psicoanálisis: la experiencia de un dispositivo terapéutico, Maón Tipulí.

Por Andrea P. Lemelson

 

La autora, psicoanalista, fundadora y directora del dispositivo Maón Tipulí, tal como ella misma lo nombra "un dispositivo de producción subjetiva y orientado hacia el lazo social", nos enseña cómo el psicoanálisis, desde una política de lo singular, desde una ética que no rechaza la castración y en articulación con la producción artística, encuentra el buen lugar por donde una institución con fines terapéuticos, puede operar a condición de ir en contra del discurso homogeneizante y segregativo de las diferencias que rige a la civilización actual.

Este texto se constituye entonces en una referencia muy interesante, por qué no decir, ineludible, para interrogar las condiciones que hacen posible la praxis psicoanalítica en instituciones cuya apuesta terapéutica incluya la invención propia de cada sujeto, orientada hacia un lazo posible con los otros dentro de un trabajo colectivo.

 

Introducción

En este trabajo me propongo responder a la pregunta acerca de qué resiste –si esto es así- en la época actual, al discurso capitalista. Mi intento de respuesta a la pregunta planteada se relaciona con la experiencia de trabajo en un "dispositivo de producción subjetiva y orientado hacia el lazo social", que es el modo como internamente llamamos al programa Maón Tipulí, del cual soy la fundadora y directora. Mi intención en este trabajo es poder transmitir la lógica interna de un dispositivo orientado a la psicosis, articulado al arte y al trabajo, donde el énfasis está puesto en la producción subjetiva, en el síntoma y no en las cifras y clasificaciones, nominaciones de la época para hablar de la salud. Nuestra política se orienta por el síntoma, incluye lo singular y por lo tanto, la manifestación de lo nuevo como efecto de la invención.

Sabemos que el sujeto del inconsciente es un límite para la ciencia, se ubica en un espacio éxtimo (exterior e íntimo) en relación a la misma, de modo que el sujeto es necesariamente rechazado para que las estrategias objetivantes de la ciencia funcionen adecuadamente. El sujeto está puesto del lado del error, es lo que molesta a la pretendida objetividad y perfección de la ciencia, que desubjetiviza al significante y objetiviza al sujeto. Y el psicoanálisis, justamente, trabaja con ese punto, esa falla, esos divinos detalles, así empieza Freud tomando aquello que la ciencia deja afuera: los sueños, los lapsus, los síntomas. Si hay alguna posibilidad de hacer psicoanálisis en las instituciones, entiendo que también es desde la posición de extimidad, sosteniendo ese lugar dentro-fuera, esa inquietante línea donde lo íntimo es lo más extraño a sí mismo. También para la institución "lo más íntimo está en el exterior, (…) y es como un cuerpo extraño"[1], el trabajo orientado hacia las marcas de la subjetividad necesariamente se va a poner en tensión con el discurso del amo. Un espacio de trabajo con la subjetividad también es como una "base de operaciones" en el malestar en la cultura.

¿Qué resiste?

El discurso capitalista rechaza lo imposible intrínseco a castración, lo que predomina es la tendencia hacia la homogeneización, llevado a cabo por el discurso de la ciencia. El imperativo de la época alude a cómo gozar cada vez más, cómo ser cada vez más feliz, el acceso al goce se muestra posible. El psicoanálisis entra en los impasses del discurso del amo. Se podría decir, que de alguna manera, es éxtimo a la civilización; más ligado a lo que no funciona, al síntoma.

A partir de la introducción del discurso de la ciencia el rasgo que marcará la época contemporánea será la "tiranía del saber". El discurso capitalista se caracteriza por la falta de límite, "nada funciona como punto de amarre"[2], falta el punto de capitón que opera donde lo hace el Nombre del Padre. Para pensar esta invisibilización que perpetúa la técnica dentro del discurso capitalista, podemos remitirnos a Michel Foucault y al nacimiento del poder disciplinario. En El poder psiquiátrico relata la escena del rey Jorge III de Inglaterra, quien cae en manía y "para su curación" es encerrado en un asilo. "Se realiza una ceremonia de destitución, y el médico que es el operador de ese descoronamiento, le informa de manera explícita que ya no es soberano"[3]. Se pasa del poder soberano al poder disciplinario, que no es otro que el discurso de la ciencia. Este poder no se consagra en alguien, es un poder repartido, que funciona en red. "Ese rey no tiene ya más que su cuerpo reducido al estado salvaje, y por armas no tiene más que las deyecciones de su cuerpo, y justamente se sirve de ellas contra su médico"[4]. El médico de este rey, Willis, es el que da la orden pero no aparece en la escena, queda oculto tras la técnica que otros ejecutan. Sin embargo, la irrupción clara de la técnica como "ontología del ser" en la ciencia tuvo su primera emergencia moderna en la Shoah, con la creación siniestra de las "fábricas de cadáveres", como señala Jorge Alemán.

Hoy podemos decir que "los delirios de normalidad van con los delirios de clasificación"[5], donde se intenta seducir a los sujetos para que sean nominados por un significante amo que les dé luego la pastillita de la felicidad. Así se producen ejércitos de dóciles que son vomitados por la máquina, como en The Wall. Por otro lado, si partimos estrictamente de la singularidad y de la contingencia del síntoma, LA salud mental no existe.

Como contrapunto, se puede pensar en la actualidad, cómo son las modalidades de inclusión de los sujetos en los dispositivos de tratamiento, y pensar el armado institucional como un entretejido que se sostiene por "botones". En un dispositivo institucional que tiene la orientación del discurso analítico entiendo que un "botón" es una estructura, un punto que intenta sostener y promover lo incalculable del acto. La idea de los "botones" surge como efecto del trabajo de pensar junto a los coordinadores de los talleres la lógica de cada espacio grupal. Pudimos entrever que en todos hay una estructura mínima que es necesaria que no cambie y se sostenga para que las variaciones, del uno por uno, aparezcan del lado de los sujetos. Entonces, en el Taller de Teatro se mantiene en encuentro un orden de los diferentes momentos, en el Taller de Artes Plásticas el punto de permanencia está del lado de los materiales. Esta lógica implica sostener la repetición del lado de la estructura para que acontezca algo nuevo del lado del sujeto.

Otro punto de sostén es el "Acuerdo de Ingreso y Permanencia" que se firma conjuntamente con el paciente ingresante luego de atravesar la serie de entrevistas que dura el proceso de Admisión. En este acuerdo, el ingresante junto con el equipo terapéutico definen la modalidad, los tiempos y los espacios en los que se incluirá. La marca es no-todo para todos, en línea con sostener la salud para todos no sin la locura de cada cual. Un modo de servirse del Nombre del Padre, introducir algo de la castración como modo de resistencia al empuje al goce, como trabajo sobre los efectos de la subida al cenit social del objeto a. Con estas pautas, con estas normas, con estos acuerdos, la enunciación es: no-todo, vale. Se puede leer en esto una afirmación. "El derecho humano básico es el derecho a un goce limitado, (…) los derechos humanos no dicen que todos somos iguales, dicen que todos renunciamos igualmente al goce de aniquilar las diferencias. En realidad el derecho humano es el derecho a la diferencia limitada al espacio de la ley"[6], enuncia Javier Aramburu. El ingreso al dispositivo de Maón Tipulí es un ingreso también limitado, acotado a los puntos de enganche que podemos ir ubicando en el sujeto en cuestión. A la vez, es un acuerdo dinámico, se realizan "entrevistas de reevaluación" donde se coteja el viejo acuerdo y se renueva en base a los movimientos que haya habido. Los lapsos también se acuerdan para cada cual. El interés está puesto en generar la posibilidad para cada sujeto de aproximarse a su verdad, pero los modos son incalculables de antemano.

Entonces, si la pregunta de la subversión analítica es la pregunta por la situación del goce en nuestro mundo; la pregunta que orienta, dirige y permite la invención de nuevos dispositivos internos a la estructura general de Maón Tipulí es: ¿Cómo hacer lugar a las diferencias?, o más aún: ¿cómo hacer lugar al detalle singular del goce de cada uno y a qué goces y cómo decir que no? Maón Tipulí es un espacio que intenta poner en diálogo el todo y el no-todo, la relación entre el universal del para todos y el singular del detalle propio, de la marca única. Por eso, Maón Tipulí es uno pero es a la vez uno para cada uno, y ahí es diferente. Cada sujeto hace su propio recorrido, esta es parte de nuestra respuesta a la pregunta mencionada.

Hago relato breve de la historia: Maón Tipulí funciona desde el 2006, empezó sólo con un taller, el de Teatro Leído. Con este primer grupo de participantes, al finalizar la primera experiencia de ese año, es con quienes pensamos juntos el nombre e incluso el logo del dispositivo: un árbol con una copa frondosa con una casita en el medio; la idea de un espacio que remitía al resguardo, al cuidado, también a la cabeza y al sentimiento de tener donde ponerse a la sombra. Fueron muchos encuentros elaborando esta construcción, la marca inaugural, la apertura de este espacio nuevo, creado colectivamente entre participantes y el equipo de trabajadores. Las derivaciones y, a la vez, las consonancias hicieron posible que rápidamente fuera nominado el espacio y, así, la Morada Terapéutica -que es el significado de Maón Tipulí en hebreo- empezó a existir.

Gérard Wajcman afirma que "el día que un homínido tuvo la idea de un refugio, o se abrigó en una gruta, o bien se puso follaje sobre su cabeza, ese día, con su casa, nació la humanidad (…) La arquitectura instaura la humanidad en tanto tal, dándole al hombre la posibilidad de la sombra y con ésta la del secreto (…) Resuena aquí una apuesta política, porque la sombra, lo escondido, lo secreto, son condiciones de nuestra libertad"[7]. Me interesa hacer un contrapunto entre la Morada Terapéutica que invita Maón como espacio de alojamiento simbólico y esta mención de Wajcman sobre el cuidado de aquello que ubica como lo más humano: el secreto, lo íntimo. Es necesario tener un lugar donde no ser mirado, un refugio donde poder descansar del Otro, donde sentirse "como en casa"; la casita en el árbol.

Este dispositivo intenta hacer lugar a la locura y articula con el arte y el trabajo, orientado hacia el armado de lazos sociales. Ha sido construido en base a los emergentes de la praxis misma, desde ahí, la invención de nuevos topos, como efecto del acontecimiento. Y es de este modo cómo se han ido construyendo, inventando, los distintos dispositivos internos, ha trascendido de ser un Hospital de Día porque ese significante ya no lo nombra en su totalidad heterogénea. Maón Tipulí es un nombre propio, un dispositivo en sí mismo que tiene la marca de cada uno de los que allí moramos. "Se trata de acoger el acontecimiento imprevisto, para aprovechar lo que emerge como enunciación que sirve de herramienta para abrir un nuevo camino."[8]

La estructura del dispositivo cuenta con varias áreas, los Talleres Terapéuticos de Arte forman parte de una de ellas, vinculada al trabajo en espacios con otros. Cada espacio grupal tiene una doble coordinación: artística y terapéutica, que busca pluralizar la transferencia a la vez que focaliza y distribuye funciones. El grupo permite articular simbólicamente a los sujetos a un discurso, lo cual constituye –y restituye– el lazo social, permite la inserción en el Otro que puede ser de la religión, de la tradición, la pertenencia a un pueblo; ser parte de una comunidad.

Se puede pensar a "una comunidad" como aquello que otorga un espacio de reconocimiento, limitada territorialmente y donde la unión está puesta en un rasgo; este es un modo de entender el concepto de "comunidad", más ligado a los psicólogos del ámbito comunitario, como Maritza Montero. Jean Luc Nancy lo resume como "la cuestión del ser-en-común o del ser-juntos"[9], en el prólogo a Communitas.

Roberto Espósito se detiene en la etimología de la palabra latina communitas, que obtiene sentido por oposición a propio, es "lo no propio que empieza allí donde lo propio termina". Además, atañe a más de uno, es público y no privado. "Munus incluye el mei y el sufijo nes que indica una caracterización social". Se abren diferentes campos semánticos, al mencionado "público" se agrega "deber". Munus significa "don" pero uno particular que indica "intercambio". Es un don que se entrega porque así debe ser y no se puede no dar. El munus refiere sólo al don que se da, no el que se recibe. Entonces, Espósito se pregunta: "¿qué cosa tienen en común los miembros de una comunidad? Communitas es el conjunto de personas a las que une, no una propiedad, sino justamente un deber o una deuda. Conjunto de personas unidas no por un más, sino por un menos, una falta". La deuda es de cada uno con la comunidad, pero no está cada uno en deuda con otro ni es reclamable, los une ese deber. "No es lo propio, sino lo impropio –o más drásticamente, lo otro- lo que caracteriza a lo común. Un vaciamiento parcial o integral, de la propiedad en su contrario. Una desapropiación que inviste y descentra al sujeto propietario, y lo fuerza a salir de sí mismo. A alterarse". [10]

En la comunidad de Maón Tipulí hay un deber-don-objeto que está explicitado que debe cederse, y lo llamamos "Aporte". Éste se determina y firma en el "Acuerdo de Ingreso y Permanencia": es un objeto que se debe dar mensualmente, como aporte o pago por el espacio. Cada uno aporta un objeto diferente. El aporte no es cualquier cosa, hay algo que lo ubica y determina: debe tener alguna utilidad para los otros, para la "comunidad Maón", incluso cuando esa utilidad es la belleza –¿qué más humano que la belleza?–, es un objeto que se cede a los otros, que arma lazo con el grupo. Acá también el que trabaja paga, ¡y no al revés! Este trabajo, que es hacia la producción subjetiva, otorga un lugar a cada sujeto, cada participante, arma un espacio con nombre propio. Es una intervención que apunta a la dignidad del sujeto, en tanto se construye junto con otros y en esos objetos que entrega, cede, hay una marca propia. En un análisis, el sujeto es lo que cede o sacrifica. Estas intervenciones apuntan a sostener en acto que "una experiencia colectiva no es borrar las diferencias".[11]

El discurso capitalista destruye los límites y reintroduce los objetos mirada y voz: todo puede ser visto, todo puede ser dicho y oído. Este retorno de lo forcluído, a través de la técnica (las máquinas que todo lo ven), y de lo reprimido, a través de la ciencia, se puede pensar articuladamente con la "porosidad de lo simbólico en la época actual"[12]. La mirada y la voz, objetos inicialmente perdidos, se reintroducen a partir del artilugio de la ciencia. A diferencia de este artilugio, el arte reubica ambos objetos, esto es, los acota, separa, los hace circular; de acuerdo a qué disciplina artística se trate (se haga el tratamiento) y también de acuerdo al objeto en cuestión. Podemos decir que estamos viviendo una "época de locos" con un delirio en torno a la normalidad, aunque tampoco ahí la brújula orienta. Al estallar el Nombre del Padre quedan multiplicaciones rizomáticas que sostienen la permanencia del discurso capitalista. En este contexto, ser de izquierda –argumenta Jorge Alemán- es no dar por sentado, no naturalizar que el discurso capitalista estuvo siempre, y menos aún, que siempre estará. "Ser de izquierda implica insistir en el carácter contingente de la realidad histórica del capitalismo"[13].

Ante estas encrucijadas, un modo de respuesta es apuntar nuevamente al acotamiento, y la respuesta que elegimos es desde el arte. Dentro del dispositivo de Maón Tipulí hay un evento anual que es la Muestra, en la que participan todos los talleres, y el formato es el de la performance: es un punto desde donde leer lo escrito, donde compartimos las producciones, los objetos entran en circulación y para eso es necesaria la mirada atenta de un público, de otros. Este evento resignifica el trabajo y les otorga un lugar, ya no a los objetos, sino a los sujetos que los producen y se producen en este mismo acto; hace referencia al tiempo de concluir, se elige de los objetos producidos cuáles son para enlazar a la mirada de los otros, permite sostener una ficción junto a otros. Desde el Taller de Teatro se elige qué mostrar: se invita a realizar la elaboración de una ficción, desde el síntoma; se arma el cuerpo con el vestuario y con la invención de un personaje, construcción de un representante que permite poner distancia y puede acotar la invasión del Otro. Al estar en una escena que permite circunscribir la mirada, se hace lazo con los otros del público, desde los lugares que la escenificación permite. La Muestra Anual es un punto de cierre y nueva apertura.

En los talleres también está la tensión entre lo universal y lo singular y en cada espacio se juega de diferente manera. Me detendré unos segundos en el Taller de Escritura y Lectura, por ser uno de los espacios en los que me encuentro como co-coordinadora y, por lo tanto, tengo una experiencia directa del mismo. También en este taller el trabajo permanente va desde lo universal: conocer los diversos géneros literarios, poder identificarlos, saber acerca de la gramática y la puntuación; hacia la deconstrucción de las pautas y las normas, hacia el juego libre y la invención. El método utilizado incluye de alguna manera incomodar a cada uno en sus puntos de repetición, para que advenga una estética con rasgo propio, el estilo de cada uno, salir de la estereotipia y de esa repetición armar una diferencia, un artificio. Entonces, a una participante que escribe rápido y mucho le pedimos que lo haga en tres renglones, y a aquél que escribe fácilmente en determinado género, lo llevamos hacia otro. Y así, lo que abunda casi siempre es la sorpresa, y la risa. Así nos vimos envueltos, por ejemplo, por la escritura de haikus (poesía japonesa de una estructura mínima y exacta); y así también llegamos a la literatura infantil y a la dramaturgia: tanto en uno como en otro género se hace necesario construir previamente un Otro para el que se escribe, un niño o un actor, y esta necesidad previa exige una elaboración simbólica que deja sus propias marcas, además de llevarnos, cada vez, por laberintos inimaginables.

El año 2010 concluyó con la elaboración de un libro, "SobrEscribir pinceladas", producto del encuentro del Taller de Escritura y el de Artes Plásticas. La intención para la producción de este libro fue hacer un "objeto bello", un objeto que pudiera circular en el espacio social desde lo poético y lo estético. Desde el taller de escritura nos planteamos para ese año algunos objetivos con la intención de orientar el trabajo con el vínculo hacia afuera del dispositivo. Es así que en la mira estaba desde el inicio la realización de una publicación. Por otro lado, el énfasis estuvo puesto en propiciar los estilos singulares, acompañar en el desarrollo de las escrituras propias de cada uno, favorecer las diferencias a pesar del trabajo desde lo grupal. Nos adentrarnos en el mundo de la corrección: retocar lo escrito, reescribir, y… sobrescribir. Nuevas inscripciones de antiguas grafías. En el horizonte, la letra propia, el rasgo; porque la escritura inscribe, trazo a trazo, en acto.

Otras de las áreas de MT es el Área Laboral. Esta área intenta ofertar un espacio de trabajo para los participantes que no esté ceñido por la ley del deber y la ferocidad que encarna el imperativo social, sino que pueda orientar a cada uno a encontrar su modo singular de producción y a partir de este hallazgo pueda advenir un lugar nuevo, una invención que permita desempeñarse en el campo laboral. Desde esta lógica estamos pensando el desarrollo de Emprendimientos Sociales y diversos modos de agrupación vinculados al trabajo. Desde el "Taller De-Construcción Laboral" y el espacio de "Apoyo Ocupacional" se intenta ubicar nuevos puntos de enganche en el Otro social, pero desde la marca singular propia, se saca el énfasis en el intercambio remunerativo como exclusividad del trabajo, para ubicarlo en la posición activa y los nuevos modos de hacer con el tiempo.

Para concluir, una orientación que tomo de Gérard Wajcman, quien habla de la ventana como "un agujero hecho a propósito en una pared, capaz por ello de crear un adentro y un afuera, desde donde puedo ver el mundo, porque puedo retirarme detrás"[14]. Encuentro esta definición muy atinada para pensar la modalidad de intervención desde el discurso del psicoanálisis en las instituciones; abrir espacios nuevos, agujeros, con bordes, limitantes y potenciadores. Analistas como obreros de ventanas en los edificios institucionales del discurso del amo.

 
 
Bibliografía
  • Lacan, Jacques. Seminario 17. El reverso del psicoanálisis. Ed. Paidós. 1992
  • Alemán, Jorge. Hacia una izquierda Lacaniana. Ed. Grama 2009
  • Miller, J. A. Extimidad. Ed. Paidós 2010
  • Álvarez, Patricio. Política y psicoanálisis. Revista Dispar Nro. 5. Ed. Grama
  • Foucault, Michel. El poder psiquiátrico. Ed. Fondo de cultura económica. 2008
  • Laurent, Eric. El sentimiento delirante de la vida. Ed. Colección Diva. 2011
  • Miller, J.A. Conferencia en Comandatuba. Una Fantasía. 2004
  • Aramburu, Javier. El deseo del analista. Ed. Tres Haches. 2000
  • Wajman, Gerard. La casa, lo íntimo, lo secreto. En Las tres estéticas de Lacan. Ed. Del Cifrado. 2006
  • Laurent, Eric. El goce sin rostro. Pág. 24. Ed. Tres Haches.
  • Espósito, Roberto. Communitas. Origen y destino de la comunidad.Ed. Amorrortu. 2003
  • Alemán, Jorge. Entrevista en TV Pública Argentina, junio de 2011.
 
Notas
  1. Miller, J. A. Extimidad. Ed. Paidós. 2010
  2. Alemán, Jorge. Hacia una izquierda Lacaniana. Ed. Grama 2009
  3. Foucault, Michel. El poder psiquiátrico. Ed. Fondo de cultura económica. 2008
  4. Ob. cit.
  5. Laurent, Eric. El sentimiento delirante de la vida. Ed. Colección Diva. 2011
  6. Aramburu, Javier. El deseo del analista. Pág. 296. Ed. Tres Haches. 2000
  7. Wajman, Gerard. La casa, lo íntimo, lo secreto. En Las tres estéticas de Lacan. Ed. Del Cifrado. 2006
  8. Laurent, Eric. El goce sin rostro. Pág. 24. Ed. Tres Haches.
  9. Espósito, Roberto. Communitas. Origen y destino de la comunidad. Ed. Amorrortu. 2003
  10. Ob. Cit.
  11. Alemán, Jorge. Entrevista en TV Pública Argentina, junio de 2011.
  12. La idea de un "simbólico poroso" fue compartido por Pablo Fridman y conversado en el espacio del Seminario Anual del Departamento de Psicoanálisis y Filosofía-Pensamiento Contemporáneo del C.I.I.C.B.A., en junio del 2011.
  13. Alemán, Jorge. Hacia una izquierda Lacaniana. Pág. 17. Ed. Grama 2009.
  14. Wajcman, Gerard. La casa, lo íntimo, lo secreto. En Las tres estéticas de Lacan. Ed. Del Cifrado. 2006
 
 
 
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