El Hombre de los Lobos por Jacques-Alain Miller es la materialización de 13 clases dictadas entre diciembre de 1987 y marzo de 1988, en el marco de un Seminario de Investigación del DEA[1].

Este libro nos presenta a un Miller distinto, apuntará a la problematiza-ción del diagnóstico diferencial, alejando al lector de la claridad inmediata.

Hará falta llegar hasta el final para unir cabos y aproximarse a la transmisión que en él se propone.

Miller va a recorrer y cuestionar a lo largo de toda esta obra, el historial que Freud da por nombre "El Hombre de los Lobos". No sin tomar los ejes capitales de la lectura que Lacan hace del caso.

Comienza, entonces, abriendo un interrogante sobre el diagnóstico del paciente, poniendo sobre el tapete al de neurosis obsesiva. Para ello, en las sucesivas primeras clases revisará fuertemente el concepto de castración, para ordenar el caso bajo los registros de simbólico, imaginario y real. En esta dirección tomará el esquema que Lacan propuso para la formalización del padre y la significación fálica: Φ con el cual entendemos la relación de causalidad entre el padre y el falo. Esta referencia denota su interés para la interrogación del diagnóstico del Hombre de los Lobos, en un juego constante con el posicionamiento, al estilo Schreberiano, el de la psicosis tradicional.

Dirá a su vez que la metáfora paterna planteada en términos de causalidad, ubica al padre en su función significante como causa y a la significación fálica como efecto. De esta manera, la forclusión del Nombre del Padre no se observa más que por sus efectos en lo imaginario. Este efecto es captado en dos tiempos: elisión del falo y la vía por la cual el sujeto elige para resolver esa elisión. Miller, en este sentido, comparará el "asesinato de las almas" de Schreber con el "mundo cubierto por un velo" del Hombre de los Lobos. Porque si bien, en el historial freudiano aparece una multiplicidad de padres, queda claro con Miller que se trata de una multiplicidad imaginaria.

La riqueza que el caso original aporta a la duda diagnóstica, le permite a Miller aproximarnos a los rasgos de casos actuales, propios de la época que transitamos. Casos, que en muchas ocasiones, sin presentar fenómenos elementales no se condicen con la clínica de las neurosis.

Años más tarde, Miller tendrá un nombre para lo que queda de inconcluso en estas clases: lo llamará Psicosis Ordinaria.