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Consecuencias
 
Edición N° 7
 
Noviembre 2011 | #7 | Índice
 
Prefacio del libro de Jacques-Alain Miller, 13 clases sobre el Hombre de los Lobos [*]
Por Damasia Amadeo de Freda
 

En este Prefacio, se recorta un Miller que comienza hablando de las distintas interpretaciones que se hicieron sobre el caso, tomando desde un inicio el texto de Freud a partir de la lectura que hace Lacan. De entrada considera, al igual que Lacan, que el problema se centra sobre el diagnóstico. Miller aborda el esquema P0 -> ф0 para pensar al Hombre de los Lobos. Esa fórmula es su brújula, el hilo conductor que guía su pensamiento para interrogar el diagnóstico. Se ocupa de ordenar el caso de Freud en los tres registros –imaginario, simbólico y real– para, desde ahí, interrogar el lugar donde la falla se produce. En las últimas clases Miller nos va dibujando cada vez más un personaje nuevo, moderno, contemporáneo; un personaje al cual, veinte años después, él mismo no dudará en incluir dentro de la psicosis ordinaria.

 

Las clases

Finales de 1987. 13 clases sobre el Hombre de los Lobos. Jacques-Alain Miller se avoca, en un período de cuatro meses y en el marco de su seminario de investigación del DEA[1], a estudiar el famoso caso de Freud.

¿Con qué se encontrará el lector a lo largo de estas 13 clases? Contrariamente a lo que sucede habitualmente, este libro no se asemeja a ese efecto de claridad casi inmediata que provoca la lectura de sus textos. Desde la primera clase, y a medida que el texto avanza, se diría que un efecto opuesto se intensifica. Uno se pierde en la lectura, no alcanza a entender qué problema se está abordando, y cuando se entiende el problema que él aborda, este se verá rápidamente desplazado siguiendo otras referencias.

Miller comienza hablando de las distintas interpretaciones que se hicieron sobre el caso, y él mismo quedará ubicado en la serie. Le restará al lector, al final de la lectura, evaluar si la suya es solo una interpretación más.

El texto se mantiene muy estrechamente ligado a su forma original. La elección de hacer pasar a lo escrito la estructura del discurso oral se basó en la idea de que así se podría reflejar mejor el desarrollo en acto de un pensamiento que se debate frente a los problemas fundamentales que el psicoanálisis le plantea.

 

El diagnóstico

¿Cómo aborda Miller el caso del Hombre de los Lobos? El comienza a trabajar el texto de Freud a partir de la lectura que hace Lacan. De entrada considera, al igual que Lacan, que el problema se centra sobre el diagnóstico. Pero no plantea este problema de manera directa para concluir rápidamente en que si Lacan extrajo de ese texto el término verwerfung que utiliza Freud para caracterizar en ese paciente un mecanismo que es distinto al de la verdrängung es porque se trata de una psicosis. Es cierto que él pone en cuestión el diagnóstico de neurosis obsesiva que sostiene Freud, y es cierto también que comienza con el aislamiento del término forclusión por parte de Lacan. Pero esta manera de abordaje no hace más que impulsar su lectura y problematizar, tanto el texto de Freud como la lectura que del mismo pudo haber hecho Lacan.

Digo « pudo haber hecho » porque Miller dirá, por ejemplo, que todo el « Informe de Roma » fue escrito por Lacan pensando en ese caso, aún cuando la referencia al mismo esté en pocos lugares de ese texto. También llegará a decir que si bien no hay referencias explícitas al Hombre de los Lobos en « De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis », bien se puede suponer que Lacan también tenía este caso en la cabeza al plantear la relación P0 -> ф0, la cual, sin embargo, en el esquema de Lacan está explícitamente referida al caso de Schreber.

 

Las referencias

Dejándose llevar por lo que pudo haber pensado Lacan, desde la primera clase vemos cómo Miller sí aborda P0 -> ф0 ese esquema para pensar al Hombre de los Lobos. Es más, considero que esa fórmula –que tendrá muy presente sobre todo en las 7 primeras clases– es su brújula, el hilo conductor que guía su pensamiento para interrogar el diagnóstico.

Ahora bien, ¿cómo aborda él P0 -> ф0 para pensar el caso? Dirá, por ejemplo, que si el Hombre de los Lobos testimonia indudablemente de una relación al padre y a una serie indefinida de sustitutos, ese mismo exceso de imágenes podría testimoniar de la ausencia en cuanto a su significante. Es decir, que la multitud de personajes paternos que el caso muestra no solo no le asegura la presencia del significante del Nombre del Padre, sino que más bien la problematiza. Dirá también, refiriéndose a ese mismo esquema, que en la juntura más intima del sentimiento de la vida en la psicosis se puede observar « el efecto en segundo grado que produce la elisión del falo ». Hará entonces una comparación entre « el asesinato de almas » de Schreber como siendo su solución propia en el estadio del espejo a dicha elisión -con el sentimiento mortífero que conlleva-, y «el mundo oculto tras un velo » como la posible solución que pudo haber encontrado el Hombre de los Lobos frente al mismo problema.

Desde esta misma perspectiva aborda la imagen de sí como siendo un problema constante en este paciente. Dirá que todo daño posible que se acerque a la imagen narcisista –circunscripta en el órgano fálico y sus sustitutos- es vivido por el paciente como una amenaza de peligro que lo desestabiliza, tal como la gonorrea y el problema en la nariz lo testimonian.

La misma cuestión planteará respecto de la imagen del padre y sus representantes, al destacar cómo toda debilidad atribuida a dichos personajes tendrá el mismo efecto en el paciente. ¿No testimoniarían dichas desestabilizaciones del efecto en lo imaginario del trastorno sufrido en lo simbólico por la ausencia del Nombre del Padre? Pero el peligro, ¿concierne a lo imaginario o es vivido como una amenaza real?, son las preguntas que atraviesan ya las primeras clases.

Miller invierte rápidamente la perspectiva y en la primera clase introduce también una referencia de Lacan de « Función y campo de la palabra y del lenguaje en psicoanálisis» en donde localiza la virilidad del Hombre de los Lobos en lo simbólico y la homosexualidad en lo imaginario. En una lectura rápida daría la impresión de que esta referencia desbarataría esta primera aproximación a la psicosis, dado que estamos acostumbrados a situar la falla en lo simbólico y no en lo imaginario para pensar dicha estructura. ¿Qué podría querer decir entonces esta referencia de Lacan? No parece ser el problema mayor que le interese plantear a Miller recordarnos que a esa altura de la enseñanza de Lacan lo imaginario era el lugar en el que se producía la fijación del fantasma. Si él se detiene en esta referencia es principalmente para ordenar el caso de Freud en los tres registros –imaginario, simbólico y real– para, desde ahí, interrogar el lugar donde la falla se produce, la cual, por otra parte, no resulta tan evidente en esa referencia de Lacan de 1953.

Miller retoma el camino andado y nos conduce, sin que prácticamente lo percibamos, a la idea de que hubo forclusión en este paciente, pero hay que saber de qué forclusión se trata. ¿Se trata de la forclusión de una imagen –tal como caracterizaba Freud a la famosa escena primaria– o se trata de la forclusión de un significante? Y si es la forclusión de un significante, ¿resulta tan evidente en el caso que se trate de la forclusión del significante del Nombre del Padre?, son algunos de los interrogantes que se dejan entrever también en las primeras clases.

El problema central que Miller trabaja es el de cómo deducir de los trastornos en lo imaginario, muy evidentes en el paciente, la falla simbólica. Es decir, cómo repensar los datos imaginarios, que Freud encuentra como causantes de la enfermedad, en términos significantes.

El problema para Miller va estar dado en cómo desplazar la causa del trastorno de lo imaginario a lo simbólico, ya que tampoco la referencia de Lacan que él toma la aclara.

El problema central que atraviesa las primeras clases es el de cómo leer el texto de Freud con las referencias de Lacan y, al mismo tiempo, cómo interpretar dichas referencias.

 

La castración

Miller recorre el texto de Freud para centrarse en el problema de Freud, no en el del paciente. El problema de Freud, dirá Miller retomando otro comentario de Lacan de ese mismo texto, es que él mismo no podía subjetivar los problemas teóricos en juego que le presentaba este paciente. Y el problema teórico que este paciente le planteaba a Freud, y que según él era el problema del paciente, no es otro que el problema de la castración, concluirá Miller en la primera clase.

Así como el significante verwerfung es capital en la lectura de Miller, el otro significante que ordena sus clases es el de la castración. Se puede leer ya desde la primera clase, cómo interroga la castración a partir del texto de Freud. Y es justamente respecto de este tema que asistiremos más que nunca al modo en que Miller aborda un problema. Vemos cómo sigue el texto de Freud al pie de letra, cómo se detiene en los puntos de contradicción de Freud y en los puntos contradictorios que Freud nota en su paciente; lo vemos detenerse en las objeciones que Freud se hace a sí mismo y en las resoluciones que encuentra. Y así, de clase en clase, se irá iluminando y ensombreciendo también dicho problema planteado ahora por Miller. Examinará el rechazo a la castración, la resistencia a su aceptación, su aceptación intelectual y su falta de creencia, el convencimiento de su realidad, su convicción, el cambio en la expresión de Wirklichkeit a Realität de la castración... Examinará su aborrecimiento como compatible con la masculinidad, su aceptación como compatible con la psicosis, su asunción para apaciguar la angustia… Examinará nuevamente al padre y se preguntará si se teme al padre por temor a la castración o si más bien se lo requiere para introducir esta función. Se preguntará si el padre es el que goza o si es el que pacifica, si es necesaria su presencia efectiva para ejercer la amenaza o si hay que recurrir al esquema filogenético cuando no la ejerce en la realidad, si se trata del personaje de la realidad o de la función estructural del significante del Nombre del Padre. Se preguntará finalmente si el Nombre del Padre puede ser un sinthome

El lector irá viendo cómo Miller aborda estos problemas, que eran los problemas de Freud y de Lacan, y verá cómo estos problemas se irán transformando para no ser ya más los problemas de Freud y de Lacan sino los problemas de Miller.

 

El estilo

El estilo de Jacques-Alain Miller es el de problematizar como él mismo lo recuerda a menudo. El se refiere a su metodología como una disciplina de trabajo que consiste en transmitir el movimiento de un esfuerzo de reflexión que parte, no de lo que ya sabe, sino de lo que ignora, de lo que se resiste en él como saber, de lo difícil, de lo que evita y solo puede contornear. Un movimiento de reflexión que apunta a la suspensión del saber en tanto saber acabado y cuyo objetivo es el de mantener siempre un punto de vacío como el mejor modo de hacerlo avanzar.

En la clase 5 Miller elogia el estilo de envoltura, la sensación de volumen que da el texto de Freud. Pero, ¿habrá sabido, cuando hacía este elogio, que su propia lectura del caso estaba ella misma impregnada de este rasgo?

Ese estilo en Freud está dado por el ir y venir entre el caso y la teoría, entre la cronología y la reinterpretación; entre ese desorden inicial que Freud atribuye al paciente y ese orden que el texto va produciendo al enriquecerse con nuevos datos que permiten resignificar los anteriores, para, a su vez, de capítulo en capítulo, ir planteándole nuevos problemas, hacer surgir objeciones y llegar a nuevas soluciones. Ese movimiento de Freud no hace más que repercutir en el movimiento de Miller, quien también va aportando, de clase en clase, elementos que iluminan y oscurecen el problema tratado, ya que retoma los elementos de Freud y de Lacan para iluminarlos desde otro ángulo y porque en ese movimiento también introduce problemas nuevos, los cuales, de clase en clase, parecen ir acercándolo a un esbozo de solución. Una solución inacabada, como se verá en la última clase, una solución que parece quedar a la espera de una clase por venir…

El estilo de Miller en estas clases produce un efecto extraño y el texto se vuelve raro, novedoso, difícil de clasificar entre los suyos.

Un Miller borgeano es el de estas 13 clases. Un Miller que habla de la forclusión que se suprime a sí misma; que habla del objeto a como el objeto al que no se puede no evitar; que habla de un estilo de escritura que al nombrarlo así reproduce en acto ese mismo estilo.

 

El personaje

A partir de la clase 8 vemos cada vez más a Miller describir un personaje. Pero, ¿es el mismo que los psicoanalistas conocemos casi de memoria? El Hombre de los Lobos que conocemos mejor es aquel del famoso sueño, el de la alucinación del dedo cortado, el de la fobia al lobo y el miedo a la mariposa. El nos descubre otro paciente. Aquel cuyos lazos libidinales han estallado, cuyo comportamiento demuestra que conviven diferentes posiciones libidinales al mismo tiempo, cuya virilidad parece casi una fachada y cuya identificación a la mujer podría ser, más que un « fantasma homosexual », una forma de « empuje a la mujer ». Nos describe un personaje cuyo erotismo anal y su consecuente sintomatología –más todavía que la alucinación del dedo cortado– podría dar cuenta de la psicosis. Nos describe un personaje cuyo erotismo anal sería también lo que da cuenta de la elucidación no resuelta por el paciente –debido a la forclusión de la castración y el mantenimiento de la teoría anal del coito– del problema de saber qué es un hombre y qué es una mujer. ¿No testimonia acaso de dar un salto enorme en la manera de pensar ese caso el hecho de que Miller se detenga en esa forma de decir de Freud sobre « la condición erótica » y no « natural » del paciente, para concluir en que el Hombre de los Lobos ilustra muy bien la ausencia de la relación sexual en el ser humano?

 

Hacia la psicosis ordinaria

Miller habla del encuentro de Freud con un paciente moderno a quien no supo del todo tratar. Pero este paciente moderno, ¿no es acaso el mismo al que, sin saberlo del todo, él le está dando forma? ¿No es quizá con este paciente moderno que comienza a darle vueltas en su cabeza, casi diez años antes, a la noción de psicosis ordinaria?

En la segunda mitad del texto se podrá observar cómo Miller se desprende cada vez más de las referencias de Lacan para interrogar de nuevo los mecanismos de represión, regresión, identificación y forclusión. Pero paralelamente vemos surgir otros términos. De pronto lo vemos retomar con insistencia el tema de la actitud y del comportamiento, y el del cambio en la conducta como un punto de ruptura en este paciente. Lo vemos insistir en la apariencia y en el aspecto, en el carácter y en la discontinuidad. Lo vemos hablar de la desinversión social, de la relación al dinero y de la dependencia respecto a la mujer, del trastorno temporal y de su incidencia en la transferencia, de la posición primordial, que no por repetirse indefinidamente como un leitmotiv en muchos aspectos de su vida es por ello más conocida por el paciente. Lo vemos volver a hablar del desorden de las posiciones libidinales, de la compulsión erótica y de la falta de vitalidad, del fracaso de la sublimación y de la falta de creencia...

Vemos así desplegarse en filigrana en las últimas clases el problema del tono, de la intensidad, de la continuidad y la discontinuidad, de la manera de ser. No vemos nada parecido a la localización de un delirio sistematizado ni a un franco desencadenamiento, nada respecto al fenómeno elemental –cuando lo introduce en la clase 3 es para decir que Freud no lo piensa como tal, sino como un significante cuya significación oculta va a encontrar; no vemos nada parecido a un neologismo ni al encuentro con Un padre… Vemos más bien la amplitud de un comportamiento que es el que para Freud se desprende de la identificación con la mujer.

En las últimas clases Miller nos va dibujando cada vez más un personaje nuevo, moderno –diría más–, contemporáneo; un personaje al cual, veinte años después, él mismo no dudará en incluir dentro de la psicosis ordinaria. En 2008, en la conferencia « Efecto retorno sobre la psicosis ordinaria[2] » que dio en el marco de un seminario anglófono en París, así lo va a diagnosticar.

Quizá sea esa la clase que permaneció a la espera. ¿Por qué no imaginar que es esa la clase que le faltó para aliviar « ese afecto de casi vergüenza » que la referencia freudiana le facilitó en la última clase para nombrar aquello que acaso le suscitara el dejar ese trabajo en suspenso?

A partir de 1996, las reuniones de las secciones clínicas UFORCA en Angers, Arcachon y Antibes aceleran el proceso y la inspiración de Miller encuentra su término en el concepto de psicosis ordinaria.

Entre 1987 y el momento actual el pensamiento de Miller se ha complejizado, se ha complejizado también al ritmo de la complejización de la época. Una época que parece producir de manera ya no excepcional hombres cuyos rasgos se asemejan a los de aquel paciente de Freud de principios del siglo XX. Diría más, una época que parece producir hombres cuyos rasgos se asemejan a aquellos que Miller supo encontrar en el caso de Freud.

El lector decidirá si es mucho decir que el concepto de psicosis ordinaria encuentra su primer antecedente en estas 13 clases que Miller dio entre diciembre de 1987 y marzo de 1988.

Damasia Amadeo de Freda, París, 26 de enero de 2011

 
* Agradecemos a Damasia Amadeo de Freda por su amable predisposición a que este Prefacio sea publicado en nuestra Revista Consecuencias.
 
Notas
  1. Diploma de Estudios en Profundidad, Universidad de París VIII.
  2. El Caldero de la Escuela n° 14 (noviembre 2010).
 
 
 
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