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Consecuencias
 
Edición N° 7
 
Noviembre 2011 | #7 | Índice
 
Silencio y discurso
O cómo el deseo del analista vitaliza la posición de semblante de objeto.
Por Greta Stecher
 

Partiendo del supuesto de que la fórmula del deseo del analista fue reemplazada por la fórmula del discurso del analista, el discurso del analista alojaría, en su núcleo más íntimo, toda la potencia y la operatoria del deseo del analista. Lacan va a hacer coincidir el silencio del analista con el lugar de semblante de objeto, entonces el silencio es el instrumento que le permite -al analista, es claro- marcar su posición y definir su lugar en el discurso. Asimismo se plantea que el silencio es la otra cara del deseo del analista. Esto podría pensarse como otra de las versiones del deseo del analista que opera vitalizando el discurso analítico.

 

Greta StecherAprendimos que el deseo del analista no es un deseo puro; que es una equis; que el deseo del analista es el deseo de que la cura prosiga; que aísla el objeto a, y lo sitúa a la mayor distancia posible del Ideal. Y si la transferencia imaginaria, vía el engaño del amor, aparta la Demanda de la pulsión, el deseo del analista opera para llevar la Demanda hacia la pulsión[1]

En el Seminario 11 queda establecido que el deseo del analista es el lugar de empalme entre la demanda y la realidad sexual[2]. Es a través de la demanda que se articulan pulsión y deseo, "el analista ha de lograr que la pulsión se ligue al deseo y que la satisfacción se juegue en la cadena significante"[3].

Creo que un psicoanálisis es, sobre todo, una operación sobre la pulsión, algo de lo real ha de ser tocado. La vertiente de la puesta en acto de la realidad sexual del inconsciente sería, digamos, la versión más bien real de la transferencia, allí donde se trata, de alguna manera, de poner lo real en la parrilla de la transferencia. Esto concierne a que lo pulsional quede recortado en el seno mismo de la Demanda inconsciente que se le dirige al analista, y esta operación sólo la hará posible el deseo del analista. Sin ello el analizante podría disfrutar eternamente de su música encantadora de serpientes, intelectualizando obsesivamente o fascinándose con la adhesividad a su propio discurso[4], como es el caso de la histeria. Dejando, en ambos casos, su goce graciosamente intocado.

Allí donde el analizante, vía transferencia, invita al analista a encarnar el Ideal, éste, dirá Lacan, "debe abandonar esa idealización para servir de soporte al objeto a separador[5]". Objeto a causa de deseo, ahí es donde se coloca el analista[6], y vaya si esto no habla suficientemente de la imposibilidad de su posición, dirá Lacan, la de representar, la de ser agente, la de ser causa de deseo[7]. Allí se juega una ética del deseo en el analista[8] que no cede a las identificaciones y sostiene su lugar de equis, de enigma.

El deseo del analista va más allá del amor, contrariando al amor de transferencia que es resistencial[9]. "El deseo del analista hace caer el amor para hacer surgir el deseo" [10]. En tal caso un nuevo amor surgirá como efecto del encuentro con el deseo, como efecto de una cura. El deseo del analista es causa de un deseo más amplio para el analizante. Más amplio respecto del que venía capturado por las exigencias del Ideal y las versiones limitantes del deseo del Otro, aunque, por cierto, no se trata de advenir a un deseo ilimitado, tiene límites[11].

En la expresión "el deseo del analista" el artículo definido es engañoso, no concierne al "deseo de todo analista sino al del analista en tanto tal y como tal, el de este o aquel, el de un analista efectivo, el de cada uno de los que practicamos el psicoanálisis" [12]. En esta línea creo que cada uno de nosotros halla en el seno de su propio análisis su fundamento neurótico y sobre ello construye su propia versión singular de su deseo de analista.

En un encuentro en las Noches de la Escuela sobre los fundamentos neuróticos del deseo del analista se planteó que "La fórmula del deseo del analista fue reemplazada por la fórmula del discurso del analista"[13]. Lo entiendo en el sentido que un concepto tomó la posta del otro. Me pareció un hallazgo escuchar esta lectura, porque, según lo entiendo yo, la fórmula del discurso del analista alojaría, en su núcleo más íntimo, toda la potencia y la operatoria del deseo del analista que desplegamos hace un momento. El deseo del analista sigue vivo conceptualmente en la obra de Lacan pero de otro modo. A partir de los discursos se va formalizando con mayor precisión que el analista es relación al semblante.

Habiendo ubicado esto querría tomar y desplegar brevemente sólo algunas, de las muchas y muy precisas, aportaciones de Bernardino Horne, en un artículo suyo de 1993, Sobre el silencio del analista.

Comenzará su escrito afirmando que el silencio del analista "es el instrumento que le permite –al analista, es claro– marcar su posición y definir su lugar en el discurso" [14]. Y soltará: El silencio del analista es la otra cara del deseo del analista[15]. Esto podría pensarse como otra de las versiones del deseo del analista que opera vitalizando el discurso analítico. Más precisamente, sitúa que el lugar del analista en el discurso es el de semblante de objeto, pero con la particularidad de ubicar allí también al silencio, esto lo toma de Lacan. Y da justamente al silencio la virtuosa posición de ser un modo del deseo del analista.

Esta lectura me condujo con entusiasmo a desempolvar mi francés y abordar las Conferencias de Lacan en USA. Allí, 5 años después de formalizar los discursos, hace algunas precisiones en relación al lugar del analista como semblante de a, de resto, de desecho, en posición de agente en el discurso analítico y lo articula al silencio del analista. En el apartado "Improvisación sobre el discurso analítico"[16] Lacan afirmará que el silencio corresponde al semblante de resto[17].

O como aparece en El reverso del psicoanálisis: "El analista por su parte tiene que representar aquí, de algún modo, el efecto de rechazo del discurso, es decir, el objeto a"[18]. Lugar, el de semblante de objeto a, efecto de rechazo, lugar de resto, que incumbe, según Lacan en 1975, al silencio del analista.

Semblante de resto (silencio)   (a) $   eso que él dice
         
Medio decir de la verdad   S2 S1   eso que él no dice

Esta primer escritura que hace Lacan correspondería, al silencio del inicio de un análisis, silencio frente a lo que el analizante dice o no dice, silencio de escuchar, que habilita el trabajo de la Regla fundamental[19], silencio de hacer lugar a la palabra.

El deseo del analista, vía el callarse y hacer lugar al oír, nos orienta a lo que el analizante no dice. Junto con este silencio del inicio se instala el S.s.S., diríamos la versión más bien simbólica de la transferencia. El S.s.S. como respuesta inmediata al S(A), surge entonces una suposición de saber como respuesta a la falta, intentando taparla, cubrirla. También puede pensarse al S(A) como causa del horror a saber. Donde S(A) es agujero o hiancia en el saber[20], es también el lugar del silencio que la urdimbre de la producción de saber y también la vertiente del amor, intentarán velar. El matema —que escribe tomando la metáfora milleriana de De la naturaleza de los semblantes— "muestra una dialéctica entre el amor y el horror al saber verdadero"[21].

Amor S.s.S. Silencio
Silencio S(/A) Horror[22]

Y la segunda formalización, no es igual a la primera, en tanto podría pensarse como silencio del final[23] frente al saber inconsciente y al parlêtre.

Semblante de resto (silencio)   (a) $   saber inconsciente
         
Medio decir de la verdad   S2 S1   Eso que el inconsciente produce,
plus de gozar, parlêtre

El silencio del analista opera desencadenando el deslizamiento metonímico de los significantes. Bernardino lo dirá preciosamente: "La cadena significante (…) se pone en marcha y desliza a partir de ese silencio radical que el analista sustenta en el borde de lo indecible y que permite la significantización del goce (…) El silencio del analista actúa como enzima que permite la revelación (…) En la medida que la significantización se da (…) se produce un encaje lógico y verdadero de las articulaciones significantes. No se trata de la luz espectacular ni de brillo fálico, sino más bien de entendimiento, de esclarecimiento, de la luz que arroja un significante que pasa a ocupar su lugar verdadero"[24].

a $
    S1

Nos está hablando de la producción de S1 en el discurso analítico. Él lo sitúa como una operación de revelación, es muy interesante.

Y para finalizar querría tomar la vertiente del silencio del analista en relación a la ética freudiana. Cuando Freud sentó las bases de la técnica analítica, que bien se ocupó de señalar que no es tal pues no hay la técnica, sino una suerte de preceptos que le sirvieron a él para trabajar, fue contundente en aseverar, y esta vez sí en el plano del para todos, "La cura tiene que ser realizada en abstinencia"[25]. Este es un principio ético insustituible. Sin ello no es un psicoanálisis. Consentir es tan funesto como sofocar, en todo caso uno retiene la transferencia[26], dirá Freud, esto es: se trata de soportarla, en el sentido de hacerla entrar, hacer lugar, permitir su despliegue, dejarse tomar.

Dicho esto ubicamos que el silencio del analista puede situarse también, en relación a la Regla de abstinencia, como silencio de respuesta a la demanda[27]. Esto escribe y formaliza una posición que el analista toma, muy activa sin duda, frente al vendaval de requerimientos transferenciales.

En el Seminario 17 Lacan evoca las pasiones de Yahvé: amor, odio e ignorancia, para establecer que lo que distingue la posición del analista, indicada por el objeto a, es que no participa de esas pasiones, y dirá que este es el único sentido que se le puede dar a la neutralidad analítica[28].

Me interesa tomar la vertiente de la neutralidad analítica como una versión elegante del analista que se utilizara, por ejemplo, bajo las prerrogativas del encuadre postfreudiano, para ausentarse pasivamente[29] o para esconderse tras el silencio. El silencio del analista también sufrió una degradación, respecto a las prácticas sostenidas en el standard, y "pasó de ser un acto del orden del despertar, en el cual el analista se juega, para ser un juego en el que el analista se esconde"[30].

Adrede lo tomo porque creo que, habida cuenta de la orientación lacaniana y de los tropiezos en los inicios de mi propia práctica, es importante mantener la distancia entre la abstinencia, como indicación ética irrecusable, y la neutralidad analítica, como una posición que admite vacilaciones calculadas en la intervención. Hacer corresponder la abstinencia con la neutralidad, tomarlas como equivalentes, ser elegantemente neutral como si se tratase de un precepto ético –quizá el fin de no tropezar demasiado–, amordaza al analista y deja absolutamente sin potencia al deseo que orienta su práctica.

Como cierre, en las Conferencias en USA, como crítica al silencio standart, Lacan observará que a menudo el analista cree que la piedra filosofal de su oficio consiste en callarse[31]. Si lo que el analista tiene para decir es del orden de la verdad, hallamos "una articulación entre ética del Silencio y ética del bien decir. El medio decir de la verdad implica el silencio como resto imposible de decir"[32].

Greta Stecher, octubre 2011.

 
 
Bibliografía
  • Aramburu, J. (1993) "El deseo del analista", en El deseo del analista, Ed. Tres Haches, Buenos Aires, 2004.
  • Dicker, S. "El deseo del analista" en Revista digital Virtualia #22, Mayo 2011.
  • Horne, B. (1993) "El silencio del analista", Revista Uno por Uno Nº 37, Ed. Eolia, Buenos Aires, Ene.-Feb. 1994.
  • Lacan J. (1964) El Seminario, Libro 11, Los cuatro conceptos fundamentales, Ed. Paidós, Buenos Aires, 1995.
  • Lacan J. (1969-1970) El Seminario, Libro 17, El reverso del Psicoanálisis, Ed. Paidós, Buenos Aires, 1996.
  • Lacan, J. (1975) "Columbia University Auditorium School of International Affairs 1er décembre 1975" et "Impromptu sur le discours analytique 2 décembre 1975" en "Conférences et entretiens dans des universités nord-américaines (Yale, Columbia, Massachusetts)"  en Scilicet Nº6/7, Ed. Du Seuil, París. 1976.
  • Miller, J-A (1983) Dos dimensiones clínicas: síntoma y fantasma, Manantial, Buenos Aires, 1992.
  • Miller, J-A (1991) "El seminario inexistente" en De la naturaleza de los semblantes, Paidós, Buenos Aires, 2002.
 
Notas
  1. Lacan, J. (1964) "El seminario 11 Los cuatro conceptos fundamentales en psicoanálisis", Paidós, Buenos Aires. 1995. Pág 281.
  2. Lacan, J. (1964) Pág. 163.
  3. Aramburu, J. (1993) "El deseo del analista" en El deseo del analista, Tres Haches, Buenos Aires, 2004. Pág. 93-94.
  4. Miller, J-A. (1983) "Dos dimensiones clínicas: síntoma y fantasma", Manantial, Buenos Aires, 1992. Pág. 16.
  5. Lacan, J. (1964) Pág 281. El destacado es mío.
  6. Lacan, J. (1969-1970) El seminario 17, El Reverso del Psicoanálisis, Ed. Paidós, Buenos Aires, 1996. Pág. 163.
  7. Lacan, J. (1969-1970) Pág. 190.
  8. Dicker, S. "El deseo del analista" en Revista digital Virtualia #22, Mayo 2011.
  9. Lacan, J. (1964) Pág. 261.
  10. Aramburu, J. Ibíd.
  11. Aramburu, J. Ibíd.
  12. Miller,  J-A. (1983) Pág. 15. (Las itálicas son mías.)
  13. Aporte hecho por Graciela Brodsky, surge de mis notas personales del encuentro sobre Noches de la escuela, Del Pase, "El fundamento neurótico del deseo del analista", Presentación de los AE: G. Stiglitz y L. Tudanca, 18 de mayo de 2011 en la EOL.
  14. Horne, B. (1993) "El silencio del analista", Revista Uno por Uno nº 37, Ed. Eolia, Buenos Aires, Ene.-Feb. 1994. Pág. 10. La aclaración entre guiones es mía.
  15. Horne, B. (1993) Pág. 10. El subrayado es mío.
  16. Lacan, J. (1975) "Impromptu sur le discours analytique 2 décembre 1975" en "Conférences et entretiens dans des universités nord-américaines (Yale, Columbia, Massachusetts)"  en Scilicet Nº6/7, Ed. Du Seuil, París. 1976.
  17. Lacan, J. (1975) Pág. 63. El subrayado y la traducción son mías.
  18. Lacan, J. (1969-1970) Pág. 46.
  19. Horne, B. (1993) Pág. 12
  20. Miller, J-A (1991) "El seminario inexistente" en De la naturaleza de los semblantes, Paidós, Buenos Aires, 2002. Pág.47.
  21. Horne, B. Argumentación que oportunamente me enviara por email.
  22. Consultado  por email Bernardino Horne me aclaró que el matema correcto ha de situar el horror en la línea inferior y no en la superior como saliera publicado en la Uno por Uno nº 37.
  23. Horne, B. (1993) Pág. 12.
  24. Horne, B. (1993) Pág. 12. El subrayado es mío.
  25. Freud, S. (1915 [1914]) "Puntualizaciones sobre el amor de transferencia" en Obras Completas, Tomo XII, Amorrortu Editores, Buenos Aires, 1995. Pág. 168.
  26. Freud, S. (1915 [1914] Pág 169.
  27. Horne, B. (1993) Pág. 10.
  28. Lacan, J. (1969-1970) Págs. 144-145.
  29. Horne, B. (1993) Pág. 11.
  30. Horne, B. Ibíd.
  31. Lacan, J. (1975) "Columbia University Auditorium School of International Affairs 1er décembre 1975" en "Conférences et entretiens dans des universités nord-américaines (Yale, Columbia, Massachusetts)"  en Scilicet Nº6/7, Ed. Du Seuil, París. 1976. Pág. 42.
  32. Horne, B. Ibíd. El subrayado es mío.
 
 
 
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