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Consecuencias
 
Edición N° 10
 
Junio 2013 | #10 | Índice
 
Psicoanálisis y monstruosidad
Por Larrauri Gibrán
 

A mi amigo Eduardo García Silva en su cumpleaños cuarenta

Larrauri GibránPopularmente "monstruo" alude a lo apartado de la norma, a aquello que dentro de un campo se presenta como su costado heterogéneo (hétero: "lo otro", "lo diferente") y sin parangón. El origen de este significante está ligado a la mitología y deriva del latín monstrum, el cual a su vez posee un sentido religioso. Más específico: monstrum es aquel suceso sobrenatural que "testimonia" o "hace que se escuche" un presagio producto de la voluntad de los dioses. Así, el verbo monere que quiere decir "advertir", "avisar", comparte el mismo étimo (mon) con monstrum. De este verbo se gestan otros dos: monstrare y demonstrare cuyos significados fácilmente se dejan percibir en castellano.

Por su parte, el otro componente de monstrum, a saber: strum, hace alusión a "lo que se escucha", al efecto del cepillado de los dedos sobre las cuerdas de un instrumento. De strum deriva, por ejemplo, el castellano "estruendo".

En suma, dentro de los agros de la zoología y de la anatomía existe una rama que estudia a los monstruos, verdaderas "ramas torcidas" de la naturaleza cuya presentación causa estupefacción y espanto. El nombre de esa disciplina es "teratología" que proviene del griego theratos ("monstruo"), y de logos que, más que hacer referencia a un "tratado" o a una "ciencia" (cosa que le debemos a Heráclito), nos remite a "un decir sobre". La teratología es pues: "un decir sobre lo monstruoso".

II

Estas coordenadas nos conducen a proponer que el psicoanálisis es un discurso monstruoso, en tanto está enfilado a que se muestre en la escena del día ese costado de espanto de la existencia. Sueños, traumas, quejas, fantasías, sufrimientos, demandas insaciables, son los espectros que en este lazo social, calificado "de síntoma de la cultura", se invocan. Estos espectros que, cuales engendros malignos, han sido reprimidos, están llamados a hacerse escuchar, a abrir las lápidas de la censura para así desenterrarse. Las cuerdas vocales del sujeto son en psicoanálisis raspadas por la alteridad que se alberga en su seno.

En suma, el psicoanálisis tiene por intención hacer surgir la radical diferencia del sujeto a través de la asunción de un malestar irreducible como condición del deseo. Por ello, el psicoanálisis es, además, un laboratorio de producción de monstruos dado que hay allí producción de singularidades. "Teratología subjetiva" bien podría ser, entonces, otro nombre para el suelo fecundado por el Dr. Freud.

Con lo dicho hasta aquí las llamadas "resistencias" contra el psicoanálisis encuentran otra forma de ser calibradas. El psicoanálisis es un estruendo que asusta. Como a cual bruja se le ha querido cazar para que ya no vuele. Los métodos han ido desde la difamación hasta su persecución, pasando por desear y efectuar su quema.

III

El inconsciente es la insistencia de lo demoníaco en nuestra alma. El inconsciente es ese jorobado que balbucea en ponzoñoso dialecto, y por ello, es proscrito por las oraciones de la claridad bonhómica. No es entonces de extrañarse que al loco, ese poseído por el goce de un íncubo, una vez que la modernidad se instaló en la cultura con sus valores de lo funcional, lo útil y lo armónico, se le trate desde la oficialidad "psi" como a un monstruo patibulario, como algo que en tanto delira, "se sale del surco"[1]. Desde entonces hay que enclaustrar al "ido". Y es que como Freud lo señaló en su estudio sobre el caso Schreber, en las psicosis el inconsciente está en la superficie[2]. En las psicosis, pues, la monstruosidad inconsciente se pasea a plena luz del día agitando los mondongos de los "sesudos".

IV

Los psicoanalistas ostentan cierto talante vampírico. Por un lado, tienen cierta aura que huele a enigma que intimida pero que atrae. Aun cuando quienes con ellos se topan no dejan de sentir cierto temor y desconfianza, no dejan también de fantasear la posibilidad de "entrevistarse" con alguno de ellos. No obstante, al igual que pasa con los vampiros, los psicoanalistas solo se incluyen en la escena discursiva de los sujetos porque de ellos ha venido la palabra de invitación para tal efecto. También, como los vampiros, los psicoanalistas despliegan su oficio por la senda espinosa de un lazo erótico. Es porque hay transferencia de libido del sujeto hacia el lugar del psicoanalista que, es entonces posible que hacia allí dirija su demanda de saber. Y viceversa: es porque se le supone un saber que se le ama. Pero a diferencia de los vampiros, los psicoanalistas no gozan de esa entrega. El psicoanalista se propone ser un vampiro chimuelo.

Sin embargo, es cierto que así como los vampiros viven de la sangre que chupan, los psicoanalistas viven del dinero del que se desprenden los sujetos. Entre sangre y dinero hay un vínculo que la voz popular ha manifestado en varias ocasiones. Al menos en México cuando alguien ha gastado mucho en algo suele decirse que eso: "lo ha sangrado".

V

Volvamos al efecto que el psicoanálisis espera producir en quienes en el ataúd tapizado se recuestan. Habíamos dicho que el objetivo es que emerja la radical diferencia. Otra forma de decirlo es que de lo que se trata es que se asuma, a la usanza de una estaca en el corazón, la dimensión del deseo. Desde Lacan lo sabemos, el deseo está anclado en una arista de tragedia[3]. Si esto es así es porque el deseo está determinado por la muerte. Solo por el correteo de la muerte es que la vida, que es siempre una apuesta, adquiere relieve. Así, hacerse de una vida no es sin el intermediario del deseo. Y bien, ocurre que la muerte, lo que no puede ser representado en la escena de la vida pero que es el telón de fondo de nuestros actos y no actos en ella, es sin duda, el paradigma de lo que Freud entendió por "lo ominoso"[4] 6: lo más íntimo que es a la vez, lo más extraño.

Si se me otorga compartir tal estado de las cosas: ¿no es el zombi la figura máxima que la ficción monstruosa nos da de lo ominoso? Como el propio Lacan[5] lo dice a propósito del cuento de Poe "La verdad en el caso del señor Valdemar" (tal vez el primer zombi de la literatura moderna). Lo trágico ominoso es la muerte viva o la vida que es puro morir bajo un aspecto putrefacto y abyecto: irrupción de un real monstruoso. La pesadilla es el fenómeno psicopatológico normal de la vida que ejemplifica ese anuncio del derrumbe de lo simbólico, momento del despertar angustioso. El zombi es la pesadilla hecha ficción teratológica.

VI

El zombi es ese quien ha perdido su ropaje simbólico y sin embargo vive. El zombi no tiene nombre. El "nomos", aquello que delimita la existencia y otorga paralelamente un lugar, se le ha podrido. Por ello, el zombi no habla, gruñe, es pura voz sin lenguaje, está estancado en un movimiento acéfalo mortuorio que siempre acicatea hacia delante[6]. En efecto, el zombi es la manifestación de lo pulsional amputado del deseo. Por tanto, el zombi representa la colonización mortífera del mundo de lo vivo. También, es cierto, puede colegirse que el zombi está en ese topos horrendo del "entre dos muertes": muerto simbólicamente y atado a una muerte biológica perenne.

Es entonces de llamar la atención, que de entre el amplio abanico de matices friolentos de la monstruosidad, el zombi sea el tono que goza de mayor popularidad en nuestros días. "Marchas zombi" (México tiene el récord)[7], canciones, video juegos para niños y grandes, caricaturas, cómics, películas, series de T.V., remakes de clásicos literarios "a la zombi", ensayos filosóficos, reflexiones sociológicas, antropológicas y psicoanalíticas[8], congresos académicos como el celebrado el año pasado en Montreal[9], "simulacros" de invasión zombi, y hasta candidatos a la presidencia de E.U.A.[10], son algunos de los "productos zombi" que asedian a la cultura. Pensamos en dos hipótesis que podrían dar cuenta de este fenómeno.

VII

Una primera explicación compromete al discurso hegemónico de nuestros días: el capitalismo en su vertiente liberal. Si bien este ha sido calificado monstruosamente de vampírico, hoy, toma particularidades propias del zombi. El capitalismo es un discurso que rechaza lo imposible, a saber: actúa como si para su poder no hubiese límites. Todo lo convierte en mercancía, hasta la vida misma. El capitalismo es un discurso voraz que no tiene corte y que en ese trayecto pone en crisis al resto de las estructuras que sostienen a la cultura. Como lo dice Fernández Gonzalo: "el capitalismo funciona como una pandemia zombi, es el pensamiento de la horda: cubrir todo, arrasar todo"[11]. Puntualizamos que el capitalismo no solo funciona como una pandemia zombi sino que también, y particularmente, vuelve zombis a los sujetos.

Recordemos que originalmente "zombi", hace alusión a un muerto que es revivido por un hechicero para hacerlo su esclavo. Se trata de un cuerpo sin alma, sujeto a la voluntad de un otro que de él extrae un plus de goce. En similitud, es evidente que el sujeto contemporáneo es, si se nos permite la expresión, "titereteado" por el capitalismo. La economía monetaria liberal incentiva a los sujetos a consumir(se) en su lógica. Cada vez más, los sujetos se dedican a obtener el monto necesario para intercambiarlo por los productos que el mercado les oferta bajo el semblante de que en ellos, está lo que les falta: el ansiado objeto del deseo. De esta forma, el sujeto contemporáneo parece estar poseído por una voluntad a la que alimenta con su vida. Demos una vuelta a los malls. Nuevos recintos de congregación, para al menos en un nivel imaginario, apreciar que las masas se comportan como hordas zombis: no hacen grupo y reaccionan ante los estímulos publicitarios que los rodean para dirigirse hacia allí y meterse un trozo de vitrina por la boca y por todo orificio de su cuerpo. Es palpable que hay algo extremadamente superyoico en la masa consumista, existen una especie de mandato irrefutable por devorar productos, tal y como pasa con los zombis para quienes no existe más que el objetivo de devorar carne… y nunca llenarse. El capitalismo se posa a la usanza de una sanguijuela en el vacío del deseo para explotar desde allí lo pulsional. El zombi es el efecto de ese succionado.

VIII

La otra hipótesis del porqué de la "celebridad zombi" la relacionamos con la sensación que tenemos de vivir cada vez más en lo que Giddens llama "sociedades de riesgo"[12]: la sensación de estar ante un peligro radical inminente. El auge zombi es una respuesta a ello. No somos los primeros en plantear esta hipótesis, ya ese experto en zombis que es Kyle William Bishop adelantó la idea[13]. Para él, tanto como para el sociólogo británico, en la actualidad vivimos en sociedades supuestamente (y realmente) amenazadas constantemente[14] por el desastre climático, energético, epidemiológico, bélico, y por supuesto, por el desastre político y económico. La idea del no future infecta a la cultura saturando las almas de angustia. La angustia, por su parte, anuncia la muerte, es el momento en el que la falta, falta, tiniebla en la que el deseo se difumina. De manera que la proliferación de la conquista zombi es una imagen mediante la cual canalizamos nuestra mutua angustia ante el mundo desbocado en el que devenimos.

Una de las funciones que encontramos de lo monstruoso al revisar lo que de ellos se ha dicho, es que precisamente constituyen una defensa ante un poder terrible. El monstruo ahuyenta. Las gárgolas en las iglesias tenían esa función: espantar al maligno con una presentación horrenda para salvaguardar el espacio de lo divino alrededor del cual se edificaba la sociabilidad. De igual manera, desde Freud[15] y Lacan[16] sabemos que el objeto fóbico es un monstruo que protege de la angustia, del goce avasallante. En este tenor, habría que decir que la fascinación y el horror por la imaginería zombi es una manera de simbolizar nuestra angustia global, es una forma de ponerle un nombre a lo innombrable. Es por esto que el zombi se convierte en el monstruo aliado de la humanidad. El zombi es el objeto fóbico de la cultura contemporánea. Mejor ser mordido por un zombi que ser engullido todo por la angustia térrea. Pero si el monstruo es presagio: ¿qué nos anuncia la sobreabundancia del zombi en la cultura popular?...

México, D. F. Octubre de 2012.

 
Bibliografía
  • Bishop, K.W., American zombie gothic: the rise and fall (and rise) of the walking Dead in Popular Culture, McFarland & Company, North Carolina, 2010.
  • Fernández Gonzalo, J., Filosofía zombi, Anagrama, Barcelona, 2011, p. 43.
  • Foucault, M., Historia de la Locura en la Edad Clásica, FCE, México, 1986.
  • Foucault, M., Los Anormales, FCE, Bs. As., 2007.
  • Freud, S., "Análisis de la fobia de un niño de cinco años, Obras Completas, Tomo X, Amorrortu, Bs. As., 1980.
  • Freud, S., "De la historia de una neurosis infantil", Obras Completas Tomo XVII, Amorrortu, Bs. As., 1979.
  • Freud, S., "Lo ominoso", Obras Completas Tomo XVII, Amorrortu, Bs. As., 1979.
  • Freud, S., "Más allá del principio de placer", Obras Completas Tomo XVIII, Amorrortu, Bs. As., 1979.
  • Freud, S., Sobreuncasodeparanoia (Dementiaparanoides) descritoautobiográficamente, Obras Completas Tomo XII, Amorrortu, Bs. As., 1980.
  • Giddens, A., Un mundo desbocado: los efectos de la globalización en nuestras vidas, Taurus, Madrid, 2000.
  • Lacan, J., El Seminario, Libro 2, El yo en la teoría de Freud y en la técnica psicoanalítica, Paidós, Barcelona, 1983.
  • Lacan, J., El Seminario, Libro 4, La relación de objeto, Paidós, 1996.
  • Lacan, J., El Seminario, Libro 7, La Ética del psicoanálisis, Paidós, Barcelona, 1988.
  • Lipovetsky, G., "El Zombi y el Psi", en la Era del vacío, Anagrama, Barcelona, 2006.
  • Zizek, S., "Cómo lo real retorna y responde", en Mirando al sesgo. Una introducción a Jacques Lacan a través de la cultura popular, Paidós, Bs. As., 2000.
 
Notas
  1. Foucault, M., Historia de la locura en la Edad Clásica, FCE, México, 1986. Foucault, M., Los Anormales, FCE, Bs. As., 2007.
  2. Freud, S., "Sobre un caso de paranoia (Dementia paranoides) descrito autobiográficamente", Obras Completas, Tomo XII, Amorrortu, Bs. As., 1980.
  3. Lacan, J., El seminario, Libro 7, La ética del psicoanálisis, Paidós, Barcelona, 1988.
  4. Freud, S., "Lo ominoso", Obras Completas, Tomo XVII, Amorrortu, Bs. As., 1979. Freud, S., "De la historia de una neurosis infantil", Obras Completas, Tomo XVII, Amorrortu, Bs. As., 1979.
  5. Lacan, J., El Seminario, Libro 2, El yo en la teoría de Freud y en la técnica psicoanalítica, Paidós, Barcelona, 1983.
  6. Freud, S., "Más allá del principio de placer", Obras Completas, Tomo XVIII, Amorrortu, Bs. As., 1979.
  7. Ver: http://en.wikipedia.org/wiki/Zombie_walk
  8. Ver por ejemplo: Lipovetsky, G., "El Zombi y el Psi", en La era del vacío, Anagrama, Barcelona, 2006. Zizek, S., "Cómo lo real retorna y responde", en Mirando al sesgo. Una introducción a Jacques Lacan a través de la cultura popular, Paidós, Bs. As., 2000.
  9. Los días 5, 6 y 7 de julio de 2012 tuvo lugar el "Primer coloquio internacional sobre los zombis" en la Universidad de Quebec en Montreal. Ver: invasionmontreal.org
  10. El veinte de agosto de 2012, en San Diego, California, "A. Zombie" se registró como candidato independiente a la presidencia de Estados Unidos de Norteamérica. Más información en: http://www.eluniversaltv.com.mx/detalle.php?file=d=32163
  11. Fernández Gonzalo, J., Filosofía zombi, Anagrama, Barcelona, 2011, p. 43.
  12. Giddens, A., Un mundo desbocado: los efectos de la globalización en nuestras vidas, Taurus, Madrid, 2000.
  13. Bishop, K.W., American zombie gothic: the rise and fall (and rise) of the walking Deadin Popular Culture, McFarland & Company, North Carolina, 2010.
  14. Al menos eso dicen los medios masivos de comunicación y recordar que actualmente "el medio es el mensaje". (célebre aforismo de Marshall Mc Luhan)
  15. Freud, S., "Análisis de la fobia de un niño de cinco años", Obras Completas, Tomo X, Amorrortu, Bs. As., 1980.
  16. Lacan, J., El Seminario, Libro 4, La relación de objeto, Paidós, Bs. As., 1996.
 
 
 
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