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Consecuencias
 
Edición N° 11
 
Noviembre 2013 | #11 | Índice
 
Las huellas de la ciencia en el sujeto psicoanalítico
Por Ana Vallejo
 

Ana VallejoLa intención de dicha presentación consiste en dar lugar a una interrogación acerca de los bordes emergentes entre el discurso de la ciencia y la praxis analítica. Me voy a basar fundamentalmente en el Discurso del Método de Descartes y en algunas referencias de Lacan, principalmente de La ciencia y la verdad.

En primer lugar cabe destacar que Lacan ha tratado y fundamentado, en varias oportunidades, las discrepancias entre la ciencia propiamente dicha y el psicoanálisis, interpreto que este interés podría corresponderse a cierto legado freudiano de formalizar la práctica analítica al estilo de una ciencia. Recordemos que cuando Freud comienza su trabajo en torno al psicoanálisis, la comunidad científica de su época se regía por la corriente positivista, cuestión que se contradice con la lógica analítica la cual implica el caso por caso y la negativa a formular leyes universales.

El fin último del método científico refiere a la producción de un saber acabado sobre lo real, podríamos decir: determinar leyes sobre aquello que en términos lacanianos es sin ley. A mi entender, tenemos lugar para diferenciar las discrepancias de la multiplicación parasitaria de saber, con fines mercantiles, que comanda el cientificismo actual y la otra presentación del saber académico que se vincula con un deseo singular sostenido por ciertos científicos. Sin embargo, a la altura del Seminario 11 Lacan sostiene que la ciencia moderna deja fuera al deseo del científico: "El punto central que pongo en tela de juicio, a saber, ¿cuál es el deseo del analista? ¿Qué ha de ser el deseo del analista para que opere de manera correcta? Esta pregunta, ¿puede quedar fuera de los límites de nuestro campo, como en efecto pasa en las ciencias –las ciencias modernas de tipo más asegurado– en las que nadie se pregunta nada respecto del deseo del físico, por ejemplo?"[1] Por estos pasajes, Lacan hace todo un desarrollo que ubica al psicoanálisis del lado de la alquimia, distanciándolo de la química como ciencia formal.

De todas maneras, ambas modalidades del saber científico, hacen de contrapunto con una cuestión esencial del psicoanálisis, que tiene que ver con aquello que escapa a toda significación y se vincula directamente con la categoría de la imposibilidad. Lo simbólico tiene un agujero, no puede significar todo y siempre queda un resto de real. Bajo este panorama, el lugar que le queda al psicoanálisis es de resistencia frente a un discurso parasitario que se empeña en eludir la función de la falta y en expandir el enunciado para todos hay, camuflado tras la promesa de felicidad.

En esta dirección la ciencia basa su experiencia en torno al saber. La verdad, tal como sostiene Lacan, queda del lado del sujeto porque nos resuena como un medio–decir. De este modo, no hay sujeto que no sea el sujeto dividido, evanescente, de la cadena significante. Y la verdad tiene que ver con la hiancia en la que ese sujeto se deja aparecer para dar cuentas que la división estructural lo inscribe como deseante. "Todo lo que hay que decir de la verdad, de la única, a saber que no hay metalenguaje, que ningún lenguaje podría decir lo verdadero sobre lo verdadero"[2]. El discurso de la ciencia por sus características produce la forclusión del sujeto, borra la división, rechaza cualquier manifestación de subjetividad por ser antinómica respecto al ideal de cuantificación y universalidad que persigue.

Entendemos que el discurso de la ciencia se basa fundamentalmente en la fórmula del discurso universitario (en íntima relación al discurso capitalista) donde sus términos se ordenan a partir de un agente comandado por el S2, el a en el lugar del Otro, el sujeto como producto y el S1 como verdad. Interpretamos que la dirección de dicho discurso es la producción de saber mediante un imperativo a saber más, un saber sin límite.

S2 à a

S1 // $

El sujeto queda, en este discurso, en el lugar del producto de alguna manera en la categoría de objeto. Digamos: sin posibilidad de una enunciación singular, a merced de los conocimientos del Otro que sabe.

El saber vinculado al dispositivo analítico, en cambio, se corresponde a un saber en relación a un supuesto. No es un saber de amo, sino de un sujeto supuesto. En esta dirección tenemos las formalizaciones de Lacan respecto al Sujeto Supuesto Saber y su vínculo con el deseo del analista como los pilares de la transferencia.

Miller desarrolla en las jornadas de la ECF del 2006 el tema de las jornadas del año próximo bajo el nombre de "Nuestro sujeto supuesto saber"[3] y propone tres sujetos supuestos saber:

1) "El primer sujeto supuesto saber que encontramos en el análisis es aquel que viene a buscarnos, el analizante en esperanza". En este punto, el analizante es quien sabe no querer saber nada de eso que lo trae al análisis.

2) "El analista es, él mismo, sujeto supuesto saber – es el segundo sujeto supuesto saber–Si no lo fuera, uno no se entregaría a él".Con esto hace referencia al saber que se le supone al analista. Pero el analista no es alguien que se crea ese saber, tiene una función de semblante. Ya Freud lo anticipaba sosteniendo que cada caso es nuevo, es una nueva experiencia analítica despojada de cualquier otra.

3) "La palabra viene a anudarse al goce, el goce, sí, de hablar en análisis, este nudo de palabra y goce incluye el «no sé lo que digo». Este «yo no sé lo que digo» implica la posición de inconsciente como una potencia de cifrado –tercer sujeto supuesto saber–".

"Admitimos que hay tres en juego en la sesión analítica, permitiéndonos de este modo desarrollar que la primera suposición es imaginaria, la segunda simbólica y la tercera real. Pero, a decir verdad, no hacen más que uno. Estos tres sujetos supuestos saber constituyen una estructura, la estructura de lo que llamamos la sesión analítica"[4].

Es en esta dirección como marcamos la distancia entre el saber científico y el saber analítico; dentro de una estructura al estilo borromeo. En este nivel el objeto a ocupa un lugar privilegiado en los movimientos de un análisis. Por eso no cuantificamos, porque el goce en singularidad no puede escribirse numéricamente. La ciencia, por su parte, busca estandarizar las conductas, medirlas.

Sin embargo, a pesar de todas las diferencias existentes, podemos ubicar las huellas de la ciencia en el sujeto psicoanalítico tal como Lacan lo formuló.

En La ciencia y la verdad plantea que la física funda La ciencia moderna. Dice que "Esta posición de la ciencia se justifica por un cambio de estilo radical en el tempo de su progreso, de la forma galopante de su inmixión en nuestro mundo, de las reacciones en cadena que caracterizan lo que podemos llamar las expansiones de su energética. Para todo esto nos parece ser radical una modificación en nuestra posición de sujeto, en el doble sentido de que ella es allí inaugural y de que la ciencia la refuerza más y más"[5].

Nos brinda referencias significativas para pensar los efectos del discurso de la ciencia y las consecuencias substanciales que se instauran mediante el mismo. En primer lugar subraya el tiempo de su progreso, en este sentido la idea de progreso cobra un papel esencial en el ordenamiento social. Instala un continuo diacronismo, podemos decir de S2. A diferencia del corte analítico, el discurso de la ciencia parece sostenerse en la suma consecutiva de saber para propagarse a grandes pasos. Un saber consistente, pleno de significación.

A su vez, señala que es a partir de este movimiento inaugural de la ciencia desde donde debemos considerar al sujeto, "sujeto como correlato de la ciencia" haciendo referencia al cogito cartesiano.

Descartes en el Discurso del Método (1637) pone en cuestión todo saber preestablecido, impone la duda a todo saber anterior. "decidí no buscar otra ciencia que la que pudiese encontrar en mí mismo". Rechaza todo conocimiento anterior para centrarse en su propio pensamiento y armar una concepción propia del mundo. "En lo que atañe a las opiniones que hasta entonces había yo admitido en mi creencia, pensé que no podría hacer otra cosa mejor que intentar suprimirlas todas, a fin de colocar después en su lugar, bien otras mejores, o bien las mismas, una vez ajustadas al nivel de la razón"[6].

Esta operación cartesiana se corresponde de alguna manera con la operación de vaciamiento de sentido propia de la lógica analítica.

Con estos postulados Descartes rompe con el método científico de su época, regido por el saber de amo que asumía la estructura eclesiástica de la época, para darle lugar al sujeto en la experiencia científica. "La ciencia sólo nació el día que alguien, en un movimiento de renuncia a este saber, mal adquirido, si puedo decirlo así, extrajo por primera vez la función del sujeto de la relación estricta de S1 con S2, me refiero a Descartes"[7].

En la cuarta parte del Discurso, formula la proposición "cogito ergo sum" (pienso, luego soy) "Queriendo yo pensar, de esa suerte, que todo es falso, era necesario que yo, que lo pensaba, fuese alguna cosa; y observando que esta verdad pienso luego soy era tan firme y segura que las más extravagantes suposiciones de los escépticos no son capaces de conmoverla, juzgué que podía recibirla sin escrúpulo, como el primer principio de la filosofía que andaba buscando"[8].

De este modo, rompe con el paradigma de su época, imponiendo en primer lugar la certeza del "pienso" propio del racionalismo, para luego ligarlo al ser. Descartes habla de la "libertad de dudar", dudar de los conocimientos adquiridos, pero hay un punto de certeza que se evidencia en el "pienso" de su célebre enunciado. No es un pienso en tal cosa o en tal otra, es el punto de certeza, de aparición del sujeto. "Una sustancia cuya completa esencia o naturaleza consiste solo en pensar y que para existir no tiene necesidad de ningún lugar ni depende de ninguna cosa material"[9].

Luego lo anuda al ser. Por eso Lacan hace hincapié sobre todo en esta primera parte, para situar al sujeto del psicoanálisis, un sujeto ligado al significante, vaciado de toda significación. Que no es ni un individuo ni una persona. Un significante es lo que representa al sujeto para otro significante. Converge, sin embargo, en tanto que la ultima parte del cogito hace referencia al ser, y se atreve a ir más allá: "pienso donde no soy, luego soy donde no pienso"[10].

De modo que, el sujeto cartesiano es un sujeto que da cuenta de una división. El cogito es en dos partes, no puede interpretarse como un todo.

La traducción clásica establece "existo" en lugar de "soy", pero la lectura de Lacan es que "existo" corresponde a "soy", es decir: pienso, luego soy. Esta diferencia puede apreciarse mejor en francés: "Je pense, donc je suis". Miquel Bassols hace un recorrido interesante en un apartado de su obra Tu yo no es tuyo al respecto. Sostiene que hay que ser bastante detallista en la lectura del cogito para establecer las discrepancias con la lectura psicologista del mismo, la cual intenta imponer a partir del "yo pienso" el argumento de la conciencia del Yo. Nada más alejado a la esencia cartesiana, al menos desde la interpretación que Lacan le da. Esta distinción facilita no caer en el error de confundir el sujeto del pensamiento del sujeto de la existencia. "Pienso en un lugar, puedo ser muy bien en otro"[11].

Al respecto tomo una frase de Miller que me parece muy interesante para marcar la diferencia entre una lectura ontológica/filosófica y una lectura analítica del ser. "La ontología es una disciplina que concierne a lo que existe, a los seres que se pueden enumerar…La ontología concierne a los seres y la ética concierne, propiamente, a la falta en ser"[12]. De este modo, la ética del psicoanálisis no apunta a otra cosa que a dar lugar a ese sujeto, a la responsabilidad que ese sujeto tiene con su goce.

Para concluir, me parece importante situar que si bien, como se ha desarrollado, el sujeto de la ciencia posibilita al sujeto del psicoanálisis, hay una cuestión respecto a una divergencia capital. Descartes perseguía a través de su método científico probar la existencia de Dios y del alma humana. Punto central que marca una distancia respecto del psicoanálisis, para el cual no existe Otro garante. Porque no hay Otro del Otro. Pilar fundamental en toda experiencia analítica para situarse más allá del Ideal, allí donde no hay más fórmula que la inexistencia de la proporción sexual y de la falta de un saber acabado sobre lo real.

 
Notas
  1. Lacan, J., El Seminario 11. Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, Paidós, Bs. As., 2010, p. 17.
  2. Lacan, J., "La ciencia y la verdad", en Escritos II, Siglo XXI, Bs. As., 2008, p. 824.
  3. Miller, J–A., "Nuestro Sujeto Supuesto Saber", en Revista Consecuencias, nº 3.
  4. Ibíd.
  5. Lacan, J., "La ciencia y la verdad", en Escritos II, Siglo XXI, Bs. As., 2008, p. 813.
  6. Descartes, R., Discurso del método, Centro Editor de Cultura, Bs. As., 2008, p. 59
  7. Lacan, J., El Seminario 17. El reverso del Psicoanálisis, Paidós, Bs. As., 2009, p. 21.
  8. Ibíd., p. 80.
  9. Ibíd., p. 80.
  10. Lacan, J., "La instancia de la letra en el inconsciente, o la razón desde Freud" en Escritos I, Siglo XXI, Bs. As., 2010, p.484.
  11. Bassols, M., Tu Yo no es tuyo, Tres Haches, Bs. As., 2011, p. 144.
  12. Miller, J.–A. Introducción al método psicoanalítico, Paidós, Bs. As., 2005, p. 66.
 
 
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