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Consecuencias
 
Edición N° 11
 
Noviembre 2013 | #11 | Índice
 
La droga, un estrago en mujeres toxicómanas
Por Mabel Levato
 

Ya Freud pensaba a la feminidad como un enigma que ha puesto cavilosos a los hombres de todos los tiempos y, por qué no, a todas las mujeres, diremos con Lacan.

En el comienzo de su teoría Lacan va de la mano de Freud en lo referente a definir la feminidad.

Lacan en La significación del falo precisamente dice que el complejo de castración tiene una función de nudo en la estructuración. Refiere allí que se instala "una posición inconsciente, sin la cual no podría identificarse con el tipo ideal de su sexo, ni siquiera responder sin graves vicisitudes, a las necesidades de su partenaire en la relación sexual, e incluso acoger con justeza, las del niño que es procurado en ellas"[1].

Esto es claramente freudiano, la heterosexualidad y la maternidad regladas por el complejo de castración según lo explica Colette Soler en Lo que Lacan dijo de las mujeres. [2]

Lacan resalta que no se trata del pene sino del falo, o sea de un significante que como tal tiene lugar en el discurso del Otro.

Otro texto de Lacan (1960) que sigue esta línea, es Propósitos directivos para un congreso sobre la sexualidad femenina.

Pero no se detiene acá y desarrolla la teoría más innovadora sobre el tema en El atolondradicho (1972) y en el seminario Aún (1972–73). Estas fórmulas lógicas llamadas de la sexuación del año 1972, no hacen caer no obstante la teoría del falocentrismo del inconsciente.

Lo que Lacan hace caer en Aún es el "Padre orangután" como lo designado anteriormente, para reducirlo a la lógica de la castración.

Esta lógica no regula todo el campo del goce, hay una parte que no pasa al Uno fálico y que queda, real, fuera de lo simbólico.

Pero justamente pensarlas como "no todas" en la función fálica y acreditarles un goce distinto que el que ordena la castración, no nos autoriza a pensar que tienen una naturaleza antifálica.

En esto Lacan sigue siendo freudiano afirmando que el semblante fálico es el significante amo de la relación con el sexo y que ordena a nivel simbólico, la diferencia entre los hombres y las mujeres como así también en sus relaciones.

A lo largo de su obra, se va alejando de la teorización freudiana acerca del falo. Del binario freudiano "tener o no tener", en Lacan nos encontramos no sólo con el tener sino con el ser el falo, o sea lo que le falta al Otro.

Este "ser el falo" en la mujer hace que en la relación sexuada, ella es llamada al lugar del objeto. Por el deseo del partenaire, la falta se convierte en compensatorio[3], ella llega a "ser lo que no tiene ". Es claro que ella no es el falo sino en su relación con el hombre. Siempre lo es para otro, nunca lo es en sí misma.

El ser femenino para Lacan pasa por la mediación obligada del otro sexo.

Todas las fórmulas que hablan del lugar de "la mujer" hacen el partenaire del sujeto masculino, ser el falo, o sea lo que le falta al hombre, luego ser el objeto causa de su deseo y finalmente ser el síntoma en que se fija su goce.

Siempre como vemos la mujer se define en su ser para el Otro.

Así planteado, la dialéctica fálica implica prohibiciones para los que participan en ella.

Ordena la comedia de los sexos. Así obliga a "hacer de mujer" o a "hacer de hombre" y a pasar por un parecer. Por un lado protegen el tener y por otro enmascaran la falta.

Tenemos entonces mascarada femenina como lo llamó Karen Horney o parada viril.

Colette Soler (2006) dice en el mismo texto, que el hombre se adorna con plumas de pavo real y la mujer se hace camaleón.

Siguiendo con lo anterior Lacan en Subversión del sujeto, dice que es la ausencia del pene, lo que la hace falo[4].

O sea que la mujer no es objeto más que a condición de encarnar para el partenaire la significación de la castración y de presentarse bajo el signo menos. O sea es la falta, pene o no, la que la hace ser objeto.

Para Freud el colmo del amor a un hombre debe culminar en el deseo de tener un hijo de él. O sea el hijo como causa de deseo para una mujer.

Para Lacan, entre la madre y la mujer hay un hiato. El hijo puede obturar en parte, la falta fálica en la mujer, pero no es causa de deseo femenino, que sólo entra en juego en el cuerpo a cuerpo sexual.

El hombre queda situado entonces del lado fálico y toma a la mujer como objeto de su deseo incluyéndola en su fantasma.[5]

Justamente la mujer es cómplice de esta inclusión para causar el deseo del partenaire.

La mujer busca hacerse amar, de ahí la vertiente erotómana de las mujeres.

En su esfuerzo por condescender al fantasma del hombre, para provocar su deseo, muestra el lugar que ocupa para él ser el objeto petit a, causa del deseo.

Lacan (1969–70) en el Seminario 17 además de insistir sobre este lugar de objeto petit a que ocupa la mujer para provocar el deseo del hombre, afirma que ella se enfrenta con un goce que es el suyo.

Esta es la antesala y prepara el salto que lleva a cabo Lacan (1971) en el Seminario 18, De un discurso que no fuera del semblante. Aquí introduce las fórmulas de la sexuación. La dialéctica fálica no desaparece pero vemos al falo en función de significante, que no logra absorber lo relativo al goce de la mujer. Siempre queda un resto, algo que el falo no logra nombrar.

En las fórmulas de la sexuación vemos cómo el todo se opone al no todo. Es una repartición, castración del lado del hombre, división del lado de la mujer.

El hombre queda situado del lado del goce fálico.

"La mujer no existe" escribe Lacan, esto implica una duplicidad entre el goce fálico y el goce suplementario que se sitúa del lado del significante de una falta en el Otro.

En El atolondradicho, dice Lacan (1972), "en ese S(Ⱥ) no designa otra cosa que el goce de la mujer y este desdoblamiento la hace no toda".

Allí Lacan deja del lado masculino el Paratodo y del lado femenino el para notoda.

De esta manera la relación de la mujer con el fantasma queda determinado por su relación con el S(Ⱥ) y no ya con el falo.

En el Sinthome, Lacan (1975–76) dice lo siguiente, "para todo hombre una mujer es un síntoma […] Para una mujer el hombre es todo lo que quieran, un dolor peor que un síntoma incluso un estrago"[6].

Llamativa afirmación ya que en El atolondradicho, hablaba de estrago en la relación entre madre e hija. La expresión de estos estragos se pueden observar en relaciones pasionales, violentas. [7]

El estrago que produce en una mujer la relación con un hombre justamente pareciera obedecer al entrecruzamiento del amor con una franja donde el goce queda fuera del circuito fálico.

La demanda de amor de una mujer se dirige a la falta del Otro y lo hace desde lo ilimitado de su goce, desde su no toda que comporta un carácter absoluto y una tendencia al infinito. Esto lo dice Miller.[8]

O sea el estrago es la otra cara del amor que vuelve como un síntoma de índice infinito y no como localización que caracteriza al síntoma.

También es de destacar en este sentido, el estrago en relación con un hombre y el lugar que el tóxico acompaña allí, rompiendo la mujer con el circuito fálico.

Mauricio Tarrab en su libro En las huellas del síntoma, hace referencia a Lacan específicamente al Sinthome, acerca de que la droga puede ser una aflicción peor que un síntoma.[9]

Cuando la droga remplaza la relación del sujeto con el falo, dice Tarrab, esa solución es un estrago.

Una dirección de la cura en esta orientación de la clínica de la sexuación, es una clínica que toma en cuenta la relación parlêtrepartenaire–síntoma. Es una clínica que ya no se refiere a la lógica del todo sino que incluye el no–todo y la referencia es el S(Ⱥ). Es una clínica en donde hombre y mujer se identifican por su modo de goce.

En el mismo artículo titulado Algo peor que un síntoma, Tarrab (2005) plantea que la droga se la usa como defensa ante lo real. Un goce usado como defensa.

El estrago del que habla Lacan en el Sinthome y al que ya hice referencia, puede situar lo que un hombre puede ser para una mujer, un estrago, que lleva la marca de la relación de la mujer a la madre.

Entonces en nuestra orientación de la clínica de las toxicomanías hay que situar como nuestros pacientes se defienden con la droga del encuentro con la falta de relación entre los sexos.

Para la mujer toxicómana entonces la droga es un estrago como lo puede ser la madre o un hombre.

La dirección en la cura se orientará hacia la vía del amor, del amor transferencial y así poder obtener un saber sobre lo que la hace no tener límites y unirse a un partenaire que la haga soportar la disparidad.

 
Bibliografía
  • Lacan, J., "La significación del falo", Escritos I, Siglo XXI, Bs. As., 1971.
  • Soler, C., Lo que lacan dijo de las mujeres, Paidós, Bs. As., 2006, p.40.
  • Lacan, J., "Propósitos directivos para un congreso sobre la sexualidad femenina" Escritos I, Siglo XXI, Bs. As., 1971.
  • Lacan, J., El atolondradicho, Escansión 1, Bs. As., 1974.
  • Lacan, J., El seminario 20. Aún, Paidós, Bs. As., 1992.
  • Lacan, J., "Subversión del sujeto, Escritos I, Siglo XXI, Bs. As., 1971.
  • Tendlarz, S., Las mujeres y sus goces, Colección Diva, Bs. As., 2002.
  • Lacan, J., Seminario 17. El reverso del psicoanálisis, Paidós, Bs. As., 1992.
  • Lacan, J., El Seminario 18 De un discurso que no fuera del semblante, Paidós, Bs. As., 2009.
  • Lacan, J., El Seminario 23. El Sinthome, Paidós, Bs. As, 2006.
  • Miller, J–A., El hueso de un análisis, Editorial Tres Haches, Bs. As., 1998.
  • Tarrab, M., En las huellas del síntoma. Grama Ediciones, Bs. As., 2005.
 
Notas
  1. Lacan, J., "La significación del falo", en Escritos II, p.279
  2. Soler, C., Lo que Lacan dijo de las mujeres, 2006, p. 40
  3. Ibíd.
  4. Lacan, J., "Subversión del sujeto y dialéctica del deseo en el inconsciente freudiano", en Escritos II, p.305
  5. Tendlarz, S., Las mujeres y sus goces, Colección Diva, Bs. As., 2002, p.140
  6. Lacan, J., El Seminario 23. El Sinthome, Paidós, Bs .As.
  7. Tendlarz, S., 2002, op.cit., p.142
  8. Miller, J–A., El hueso de un análisis, Editorial Tres Haches, Bs. As., 1998, p.78
  9. Tarrab, M., En las huellas del síntoma. Grama Ediciones, Bs. As., 2005, p. 58–60
 
 
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