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Consecuencias
 
Edición N° 16
 
Noviembre 2015 | #16 | Índice
 
Ser víctima y política del psicoanálisis
Por Andrea Botas
 

Andrea BotasAntecedentes

En 1950 comienza a tratarse el tema de la víctima. Anterior a ese tiempo, para el criminólogo y sociólogo italiano, Enrico Ferri (1859–1929), "las razones por las cuales un hombre es delincuente son ajenas a su voluntad"[1]. Existían enfermedades heredadas o adquiridas, responsables de la criminalidad en el individuo; se centraba en características psicológicas, tales como, el habla, la escritura, la repugnancia a la idea y ejecución de la ofensa previa a su comisión, y la ausencia de remordimiento después de cometerla. Definió la psicología criminal, como "una resistencia defectuosa de las tendencias criminales y las tentaciones, debido a una impulsividad desbalanceada que caracteriza sólo a los niños y salvajes".[2] Su contemporáneo, jurista y criminólogo italiano, Raffaele Garófalo (1851–1934), trató a la víctima solamente desde el punto de vista de la reparación del daño.

En el Derecho Romano, la víctima perseguía al ofensor a través de la querella, llevando al Derecho Penal Moderno, que en ocasiones se olvidara del rol de la víctima. Se estudiaban los delitos midiendo el rol del delincuente, como sujeto activo de un delito (criminología). Como respuesta, nació la victimología; primero, como rama de la criminología, después, como una disciplina independiente.

En este marco aparecen, el criminólogo alemán, Hans Von Hentig (1887–1974) y Benjamín Mendelsohn (1900–1998), nombrados, los padres del estudio de victimología en el Derecho Penal. Ambos definen a la víctima, como un sujeto capaz de influir significativamente en el hecho delictivo, su estructura, su dinámica y su prevención. Mendelsohn, incluye una clasificación tipológica, poniendo el acento en la interacción entre el binomio víctima–delincuente, ordenada en función del grado de contribución de la víctima (víctima completamente inocente, víctima por ignorancia, víctima voluntaria, víctima más culpable que el infractor, víctima imaginaria).

En 1980, surge un movimiento internacional que busca con mayor intensidad, espacios de justicia social y penal efectivos para la víctima del delito y de la violación de los Derechos Humanos. Es en el VII Congreso de las Naciones Unidas sobre Prevención del Delito y Tratamiento del Delincuente (Italia, 1985) donde se aprueba por unanimidad la "Declaración de Principios Fundamentales de justicia para las víctimas del Delito y del Abuso del Poder". Documento que establecía que los Estados miembros, debían reformar su legislación para garantizar los derechos de las víctimas.

Dictaminó por víctima, la persona que había sufrido una pérdida, daño o lesión, sea en su persona propiamente dicha, su propiedad o sus derechos humanos como resultado de una conducta que viole la legislación penal nacional (delitos contra la vida, la libertad, etc.), internacional (genocidio, tráfico de órganos). Sólo sería víctima, el sujeto pasivo de un delito.

Así, el estudio de la víctima, se inicia por el interés de los académicos, en demostrar el grado de participación de la víctima en su victimización[3].

Victimología forense

Es nombrada por la profesora de Derecho Penal, Myriam Herrera Moreno, como una ciencia del siglo XXI procedente del estudio psiquiátrico, jurídico y psicológico de la víctima. Comprende, "el proceso completo de identificación, estudio, tratamiento, clasificación y rehabilitación de una víctima, para lo cual se ha de tener un enorme campo visual de ella"[4]. Sostiene que así como tiempo atrás, la identificación del delincuente respondía a un análisis Lombrosiano; se produce un desplazamiento de las cualidades físicas al estudio psicológico de la personalidad. Sin embargo, explica: "no han quedado del todo olvidadas aquellas teorías que atribuían a alguien maldad por sus rasgos toscos o de fealdad. Pues tras la psiquiatrización del sujeto antisocial, las características físicas, sociales y psicológicas que Lombroso determinó, persiste en el Manual de conducta de la Asociación Americana de Psiquiatría"[5].

Aparece un marcado interés por los trastornos mentales precipitados por situaciones de intenso estrés y por la sistematización de un trastorno mental específico en sujetos victimizados. Se plantean niveles de victimización: 1) victimización primaria (sufrida por la víctima a consecuencia de la agresión). Entre otros factores, se estudian: la interacción víctima–victimario –sus relaciones de poder, actitud de la víctima, la retroalimentación o escalada de situaciones victimizantes–; 2) victimización secundaria (victimización añadida, que padece la víctima al ser estigmatizada); 3) victimización terciaria (relacionada con la que sufre la víctima al construir su identidad en torno a la victimización). Aquí se ubica la asistencia de las víctimas, orientada por la desvictimización o la reinserción social de la misma. Y destaca: "se trata de un proceso gradual que en absoluto debe convertirse en un procedimiento formulario y maquinal donde haya de satisfacerse la forzada obligación de dejar de ser víctima; proceso asistencial que debe generar resiliencia (capacidad y fuerza restauradora) y debe contribuir a la potenciación (empoderamiento) de la víctima para que trascienda su nivel de desamparo"[6].

Malestares contemporáneos: acoso laboral, acoso sexual, acoso moral:

Según la psiquiatra Marie–France Hirigoyen, víctima es quien ha sido designada por el perverso; siendo blanco de la violencia, su agresor evitará, sentirse deprimido o culpable. Se produce un "encuentro ideal, la víctima tiene una tendencia natural a culpabilizarse y el perverso rechaza cualquier culpabilidad".[7] Aclara, que en nuestra época, las víctimas ya no se sacralizan: dejan de pasar por inocentes y se ven obligadas a pasar por débiles. Sin embargo, dice: "hemos visto que las víctimas se eligen por algo que tienen de más, por algo de lo que el agresor quiere apropiarse; los perversos excitan la pulsión de muerte, el germen de autodestrucción, que hay en cada individuo, y lo activan mediante una comunicación desestabilizadora".[8] Sostiene en lo que hace a la posición de la víctima, que, "por el efecto del dominio, no dispone de los medios psíquicos para actuar de otro modo, está paralizada y que participe de una forma pasiva no altera su posición de víctima; si ha vivido, por ejemplo, con un hombre que no la amaba y si no ha visto nada cuando la engañaba, es por su historia"[9]. Sería por una debilidad constitutiva que queda encadenada a esa relación asimétrica. Detalla un "fenómeno circular con reflejos condicionados, uno agresivo y el otro defensivo"[10]. Asevera que una educación represiva, predispone a nuevas sumisiones: "si durante su infancia, se lo prepara para perder su voluntad, su sensibilidad, su capacidad de revelarse, en la edad adulta será manipulado"[11]. Habría una transmisión de generación a generación, donde se reproduce lo que padeció en su infancia o lo que vio en acción en su propia familia; olvidadas las agresiones padecidas, las reproduce sobre sí mismos o sobre los demás. Advierte que "en los grupos y en las empresas, el efecto destructor sobre la víctima designada se multiplica ya que es más divertido despreciar o burlarse de alguien delante de un espectador alentador"[12]. Por último, Hirigoyen, concluye que el acoso –en todas sus formas– es siempre resultado de un conflicto, acompañado de una deshumanización de las relaciones, donde no hay una ley que regule el acoso, que erradique el racismo y el sexismo. Declara: "no deberíamos trivializar el acoso ni convertirlo en una fatalidad de nuestra sociedad. No se debe a la crisis económica actual, sino a la despreocupación del tipo de organización imperante"[13].

¿Víctima, paradigma de la época?

Badiou ya explicaba el siglo XX, como el "siglo de la guerra"[14], en cuanto su rasgo era el crimen, el exterminio, se preguntaba por la subjetivación que produce.Propone pensar lo nuevo por el lado del imperativo de lo nuevo. Empuje, que destruye la tradición, lo transmitido por la autoridad paterna.

J.–A. Miller, señala lo nuevo determinado por la dominancia del objeto a por sobre el ideal y esto produce nuevas respuestas subjetivas, nuevos síntomas[15]. Época donde el lazo social matizado por la sospecha, construye un Otro no confiable. La diversidad de situaciones en que se exige la absoluta transparencia trae consecuencias subjetivas en el modo de gozar. El espacio íntimo se encuentra amenazado y como resultado, aparece el Otro que acecha, hostiga, acorrala.[16]

¿No se podría pensar, el ser víctima, como un paradigma de estos tiempos? Tiempos en que se vive una fascinación por la violencia contra uno mismo y contra los otros.[17]

¿Hay un empuje a la victimización? En este punto, me interesa realizar algunos comentarios concernientes a mi clínica como así también a mi labor, en el ámbito forense. Han consultado niños con causas de abuso sexual, de impugnación de paternidad, de impedimento del vínculo; cada vez hay más casos donde lo judicial se hace presente –solicitando informes, orientaciones– por medio del Tribunal de Familia. Al declinar la autoridad del padre, se solicita intervención del juez y allí el juez interviniente y dependiendo el caso, requiere instrucción al profesional responsable del tratamiento o al perito que le encomienda un informe pericial.

Como auxiliar de la Justicia, se me solicita, en tanto experto, que me expida sobre la presencia de daño psicológico o establezca si un sujeto fue víctima de acoso laboral, de acoso sexual; sobre todo en el Fuero Penal, se solicita que se determine si se trata de una víctima. Es común que los letrados indiquen, entre los puntos de pericia solicitados, la metodología a instrumentar al momento de dar una opinión sobre ciertos hechos o aspectos determinados concernientes al peritado –detallando administración de tipo de cuestionarios, especificando toma de tests, etc.–. Creyentes de los cuestionarios más que de la escucha; ordenan la evaluación psicotécnica donde, el arte, la sabiduría de la exploración psíquica del ser humano, se delega en tests y en interrogatorios. Pero ningún test alcanza lo más particular y enigmático de un ser humano: el factor pulsional. Factor que penetra la categoría lógica de la imposibilidad en la vida con los otros, que rehúsa ser domesticado y que por diferentes vías, hace sufrir estorbando los lazos sociales.

¿Qué aportes puede hacer el psicoanálisis? Lacan sostiene una posición crítica frente al idealismo cientificista al que tendía la criminología[18]. Recomienda, "mantener siempre presente la plenitud dramática de la relación de sujeto a sujeto que va más allá de la realidad de la conducta"[19] y respecto a una posible cura del criminal, dirá que se "va a humanizar el tratamiento del criminal, si el hombre se hace reconocer por sus semejantes por asumir la responsabilidad de sus actos"[20]. Indicará que una transgresión, sólo tendrá sentido en el ordenamiento de la subjetividad.

J.–A. Miller, dirá más adelante que "la evolución utilitarista, no va sin cierto rebajamiento de la dignidad humana del criminal, no va sin cierta pretensión científica de objetivar al crimen y al criminal destituyéndolo de su subjetividad[21]". Con el psicoanálisis se intentará alcanzar la significación subjetiva tanto del delincuente como de la víctima.

Se puede ubicar un avance del psicoanálisis aplicado al ámbito de lo jurídico. La asistencia de la víctima estará orientada por el sufrimiento de un sujeto que está en situación de víctima, que habla desde el lugar de víctima que circunstancialmente ocupa; el psicoanálisis considera la diferencia entre las condiciones del ser y las condiciones del estar, localizando al sujeto que se encuentra allí[22]. Intervenciones cuya política radica en la asunción de la responsabilidad subjetiva. Responsabilizarse de sí mismo, excluye hacer del sujeto una víctima del Otro. El concepto de víctima no agota, la noción de sujeto. La responsabilidad subjetiva es singular y el sujeto es responsable del consentimiento que le otorga al otro. Responsabilidad no homologable a responsabilidad jurídica.

Política del psicoanálisis que se opone a la concepción sanitaria que impone conductas estandarizadas y donde la ciencia de las conductas, puedan reducir la particularidad de cada devenir humano. Que va más allá de la realidad de la conducta, en búsqueda de la verdad del acto del sujeto. Que va más allá del efecto terapéutico que se produce por añadidura al seguir la lógica del sujeto del goce y del sufrimiento sintomático. El último DSM, incluye la "Declaración cautelar para el empleo forense del DSM–5", donde señala que la definición de trastorno mental se redactó para satisfacer necesidades de los clínicos, antes que para las necesidades de los juzgados. Se advierten sobre riesgos y limitaciones de su utilización en cuestiones forenses; peligros que "derivan del desajuste existente entre cuestiones fundamentales que interesan a la ley y la información que contiene un diagnóstico clínico: la atribución de un diagnóstico no implica un grado específico de desequilibrio o discapacidad"[23].

Dirección que desestima lecturas deterministas, explicaciones que incluyen reflejos innatos y adquiridos durante procesos de aprendizajes, que apuesta a la responsabilidad diferenciándola de la culpa.

Concluyendo, Freud decía: "disposición y azar determinan el destino de un ser humano. Rara vez, quizás nunca, lo hace uno solo de estos poderes"[24]. Los psicoanalistas contando con estos dos elementos, posibilitamos la combinatoria de lo necesario, lo posible, lo imposible y lo contingente de manera tal que cada ser humano que esté dispuesto, pueda crear su destino, al no estar marcado. [25]

 
Notas
  1. Conde, Rubén Orlando, "Criminología y victimología", 12–7–11, Blog: ejabol–criminolog
  2. Ibíd.
  3. Ferrer, María Josefina, "Violencia y Víctimas" en Victimología. La víctima desde una perspectiva criminológica, Editorial Universitaria Integral, Venezuela, 2004.
  4. Herrera Moreno, Myriam, "La víctima y los procesos de victimización" en Revista Voces, España, 2011.
  5. Ibíd.
  6. Ibíd.
  7. Hirigoyen, Marie–France, El Acoso moral, p.128, Paidós contextos, Bs.As., 2014.
  8. Ibíd., p.122.
  9. Ibíd..
  10. Ibíd., p.49.
  11. Ibíd., p.129.
  12. Ibíd.
  13. Ibíd., p.75.
  14. Badiou, Alain, El Siglo, Manantial, Bs.As., 2008.
  15. Miller, J.–A., Conferencia Una Fantasía– IV Congreso de la AMP.2004–Comandatuba–Bahía.Brasil.
  16. Miller, J.–A. y otros, Cuando el Otro es malo…., Paidos, Bs. As., 2011.
  17. La época vive una fascinación por la violencia contra uno mismo y contra los otros, Entrevista a Eric Laurent, realizada el 17–11–13 por Pablo Chacón. Wwww.telam.com.ar/2013
  18. Lacan, J., "Introducción teórica a las funciones del psicoanálisis en criminología" en Escritos 1, Siglo XXI, Bs.As., 1987.
  19. Lacan, J., "Premisas para todo desarrollo posible de la criminología" en Otros escritos, Paidos, Bs.As., 2014.
  20. Ibíd.
  21. Miller, J.–A., "Nada es más humano que el crimen" en Revista Virtualia nro.18, 2008.
  22. Schor–Landman, Clara, Temas de interconsulta. Diálogos entre el Psicoanálisis, el Derecho y la Mediación, Galerna, Bs.As., 2004.
  23. DSM–V en español. Elpsicoasesor.com/dsm–5–en–español–con–link–de–descarga
  24. Freud, S., "Sobre la dinámica de la transferencia" (1912), Obras Completas, TXII, Amorrortu, Bs.As.,1992.
  25. Schor–Landman, Op.Cit.
 
 
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