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Consecuencias
 
Edición N° 18
 
Diciembre 2016 | #18 | Índice
 
El amor y la pulsión en La Venus de las Pieles [1]
Por Andrea Lezcano y María Emilia Urosevich
 
Las creaciones poéticas,
más que reflejar, engendran,
las creaciones psicológicas.
(Lacan Oral, p. 24)

Andrea LezcanoEn el seminario 11 Los cuatro conceptos fundamentales Lacan retoma a Freud para distinguir radicalmente el campo del amor del campo de la pulsión. Al analizar la obra La Venus de las Pieles de Sacher–Masoch a la luz de esta distinción se revela el siguiente interrogante: ¿Cuál de estos campos, el de la pulsión o el del amor, articula la unión entre Severin y Wanda, protagonistas de la novela? Para pensar el campo de la pulsión tomaremos el personaje de Severin. En cuanto al personaje de Wanda, en relación a este hombre, nos preguntamos ¿Estamos en el mismo campo, o podemos hablar de amor?

En el capítulo XV "Del amor a la libido" Lacan delimita dos campos, el campo autoerótico de la sexualidad y el campo narcisista del amor:

…"Coincido con lo articulado con el propio Freud cuando distingue los dos campos, el campo pulsional de un lado, y del otro, el campo narcisista del amor, subrayando que a nivel del amor hay reciprocidad entre amar y ser amado, mientras en el otro campo solo se trata de una pura actividad durch seine eigene Triebe para el sujeto. ¿Está claro? De hecho, salta a la vista que aun en su supuesta fase pasiva, el ejercicio de una pulsión,masoquista, por ejemplo, exige que el masoquista, si me permiten decirlo así, sude la gota gorda."[2]

Severin y el otro en la pulsión

"Severin: no creo estar enamorado de Wanda; estoy seguro que en nuestro primer encuentro no sentí más que la cegadora luz de la pasión. Pero al mismo tiempo siento como su extraordinaria, divina belleza, fue, en forma lenta y sinuosa, tendiéndome trampas. No crecía en mi ningún sentimiento ligado a lo romántico, a lo espiritual; se trataba más bien de una sujeción física que llegaba a mí lenta pero inexorablemente."[3].

María Emilia UrosevichSeverin: nada puede despertar mi pasión como lo hace la tiranía, la crueldad y, especialmente la deslealtad de una bella mujer. (…) desarrolle una pasión inagotable por la lectura de historias en las que se describían crueldades extremas (…) mi sueño es ser el esclavo de una mujer, una bellísima mujer a la que amo y la que venero."[4]

A partir de este extracto nos preguntamos acerca del lugar que ocupa Wanda para Severin, una posible respuesta la encontramos en el mismo seminario de Lacan en la clase XIV:

"Freud pregunta ¿En qué momento vemos introducirse la posibilidad del dolor en la pulsión sado–masoquista? Posibilidad del dolor padecido por lo que en ese momento se ha convertido en sujeto de la pulsión. Es el momento, dice Freud, en que el lazo se ha cerrado, en que ha habido una reversión de un polo a otro, en que el otro entró en juego, en que el sujeto se tomó como término, terminal, de la pulsión. En ese preciso momento entra en juego el dolor en la medida en que el sujeto lo padece del otro".[5]

Este párrafo sirve para entender que para cerrar el circuito pulsional, es necesario que el otro haga su entrada. En palabras de Graciela Kait, en el masoquismo el dolor entra enjuego en la medida en que el sujeto lo padece de otro, si no hay otro que pegue, que martirice, no hay dolor[6]. Es claro en el caso de Severin, quien incluye a Wanda exclusivamente para satisfacer su pulsión autoerótica.

En la misma línea, Lacan agrega en la página 203: "¿No parece como si la pulsión en esa vuelta al revés que representa su bolsa, al invaginarse a través de la zona erógena, tiene por misión ir en busca de algo que, cada vez, responde en el otro?"[7].

De esta manera queda demostrado que la pulsión es autoerótica, y que el otro, solo es parte de este circuito en la medida en que sirve a ese fin. En La Venus de las Pieles, esto queda evidenciado en el trabajo que hace Severin al incluir a Wanda exclusivamente para satisfacer su pulsión autoerótica, pulsión que siempre se satisface en el cuerpo y siempre implica actividad. Severin trabaja en satisfacerse a sí mismo a través del otro.

"Severin: La sensación de estar siendo azotado por aquel que había vencido sobre mí, delante de los ojos de la mujer amada, no puede, describirse. Casi enloquezco de vergüenza y desesperación, lo que me resultó más humillante fue que al principio llegué a sentir cierto goce salvaje bajo el látigo de aquel Apolo y al oír las crueles carcajadas de mi Venus sin importarme cuan horrible era mi posición en aquel juego. Pero Apolo azotaba y azotaba, una y otra vez, golpe tras golpe, hasta que, finalmente, se desvaneció en mi todo sentido poético y terminé apretando los dientes con rabia e impotencia, maldiciendo mis locos sueños, a esa mujer y al amor… súbitamente vi con horrible claridad a donde me habían llevado la lujuria y esa pasión ciega (...) rumbo a la miseria, la esclavitud y la muerte."[8]

Lacan desarrolla la importancia del hacerse que constituye la pulsión masoquista. Es de esta manera que se revela como el sujeto masoquista, trabaja con la demanda del Otro, que Miller, desarrolla en referencia a "La Venus de las Pieles", en su libro Los divinos detalles:

"El masoquista maneja la demanda del Otro, busca suscitarla en el Otro, y hasta le dicta la demanda que debe hacerle. Esto se realiza a través de alguna educación muy cuidadosa del Otro, en un juego con la demanda. El sujeto masoquista sabe jugar con esta demanda de la que padece el neurótico. Juega con ella, puesto que se hace demandar por el Otro, otro en realidad que es fanfarrón y que no constituye más que su marioneta. Claro que esto se realiza mediante una puesta en escena con detalles minuciosos (…) lo que significa ubicar en el Otro los detalles que supuestamente confirmarían la consistencia y el dominio de este Otro cuando en realidad es el sujeto quien maneja los hilos"[9].

Esta cita también nos permite pensar porque Wanda entra en el juego de Severin.

"Severin: te adoro de forma tal que ansío sufrir todo por tu culpa, con tal de pasar mi vida junto a ti."

"Wanda: me temo que no puedo pero lo intentaré por tu bien, por el amor que te tengo, Severin…un amor que no he sentido por ningún otro hombre."[10]

"Wanda: odio este jueguito".

"Severin: pues entonces maltrátame en serio, y no como si se tratara de un juego".

"Wanda: Severin, te lo advierto por última vez– dijo casi en un ruego–."

"Severin: si me amas se cruel conmigo –le supliqué alzando mis ojos hacia ella–."

"Wanda: si te amo, ¡bien!– Retrocedió y me miró sonriendo en forma sombría–. Serás entonces mi esclavo y descubrirás lo que significa estar en manos de una mujer –mientras decía esto me dio una patada–."[11]

Wanda y el Otro en el amor

Lacan en el seminario 11 afirma, que el amor tiene otra estructura que la de la pulsión, en la página 200, desarrolla:

"La eterna pregunta que se formula en el diálogo de los amantes es: ¿Qué valor tiene para ti mi deseo? (…) Sea como fuere, a este nivel no hay nada que nos saque del campo del amor, es decir, del marco del narcisismo, del cual dice Freud con todas sus letras, que está formado por la inserción de lo autoerotisch en los intereses organizados del yo."[12]

A diferencia de lo que estructura la pulsión, el amor, es siempre ilusión de reciprocidad, es lo que ocurre entre un sujeto y otro sujeto; el amor, es siempre narcisista, ya que consiste en amarse a través del Otro.

Esta ilusión de completud, que caracteriza al amor, puede observarse en la posición que tiene Wanda respecto de Severin.

"Wanda: amo al que me complace, y brindo felicidad a cualquiera que me ame, ¿tan mal está esto? No, es mucho más hermoso que sí, cruelmente, disfrutará de la tortura que provocanmis encantos y, por virtuosa rechazará al pobre infeliz que agoniza por mí."[13]

"Wanda: Todo esto me atrae –dijo ella– es diferente de cualquier otra cosa…saber que un hombre que me venera y al cual amo con todo mi corazón, es tan absolutamente mío, dependiente de mi voluntad y capricho, mi posesión y mi esclavo."[14]

"Severin: Wanda… sabes bien que nada me produce más felicidad que servirte, que ser tu esclavo. Daría lo que fuera por el placer de sentir, que estoy completamente bajo tu poder, incluso la vida…

Wanda: ¡cómo me gusta cuando hablas tan apasionadamente! Me enamoro más y más de ti cuando quieres que te domine, que sea severa y cruel. Temo no poder hacer lo que me pides…"[15]

Esta historia finaliza con una carta que Wanda le escribe a Severin, tres años después de sus encuentros. Con ella podemos responder al interrogante inicial. Consideramos que en dicho escrito aparecen los signos narcisistas del amor en la posición de amada en la que se encuentra Wanda, en la medida en que se siente la elegida para realizar un ideal.

"Estimado caballero:

Ahora que pasaron tres años de aquella noche en Florencia, debo confesarle que lo amé profundamente. Usted mismo de todos modos, sofocó este sentimiento, con una devoción extrema, fantasiosa, y con un apasionamiento insano. Desde el momento en que se convirtió en mi esclavo supe que sería imposible que alguna vez se convirtiera en mi esposo. Sin embargo, me pareció atractivo ser la elegida para realizar su ideal en mi persona y pensé que quizás, mientras disfrutaba yo podría curarlo".[16]

 
Bibliografía
  • Lacan, J., Lacan Oral, Edit. Xavier Bóveda, Bs. As., año 1983, p. 24.
  • Lacan, J., El seminario, Libro 11, Los cuatro conceptos fundamentales, Paidós, Bs. As., 1993.
  • Sacher–Masoch, L., La Venus de las Pieles y otras historias, Edit. Imaginador de bolsillo, Bs. As., 2014.
  • Kait, G., Sujeto y fantasma, una introducción a su estructura, Ed. Fundación Ross, Rosario, Año 2006.
  • Miller, J.–A., Los divinos detalles, Paidós, Bs. As., 2010.
 
Notas
  1. Trabajo realizado durante el Seminario de Lectura Lacan Intratextual, a cargo de Diana Giussani en el Hospital Interzonal General de Agudos "Abraham Félix Piñeyro", Junín.
  2. Lacan, J., El Seminario, Libro 11, Los cuatro Conceptos Fundamentales del Psicoanálisis, Paidós, Bs. As., Año 1993, p.208.
  3. Sacher–Masoch, L. (2014), La Venus de las Pieles y otras historias, Edit. Imaginador de bolsillo, Buenos Aires, Año 2014, p.37.
  4. Ibíd., p.54.
  5. Lacan, J., El Seminario, libro 11, Los cuatro Conceptos Fundamentales del Psicoanálisis, Paidós, Bs. As., Año 1993, p.190.
  6. Kait, G., Sujeto y fantasma, una introducción a su estructura, Ed. Fundación Ross, Rosario, Año 2006.
  7. Ibíd.
  8. Sacher–Masoch, L., La Venus de las Pieles y otras historias, Edit. Imaginador de bolsillo, Buenos Aires, Año 2014, p. 148.
  9. Miller, J.–A., Los divinos detalles, Paidós, Bs. As., Año 2010, p.157.
  10. Sacher–Masoch, L., La Venus de las Pieles y otras historias, Edit. Imaginador de bolsillo, Buenos Aires, Año 2014, p. 56.
  11. Ibíd., p.59.
  12. Lacan, J., El Seminario, libro 11, Los cuatro Conceptos Fundamentales del Psicoanálisis, Paidós, Bs. As., Año 1993, p.200.
  13. Sacher–Masoch, L., La Venus de las Pieles y otras historias, Edit. Imaginador de bolsillo, Buenos Aires, Año 2014, p. 148.
  14. Ibíd., p.69.
  15. Ibíd., p.94.
  16. Ibíd., p.149.
 
 
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