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Consecuencias
 
Edición N° 19
 
Julio 2017 | #19 | Índice
 
Reseña de la XVII Conversación clínica del Instituto del Campo Freudiano
Por Andrea B. Perazzo
 

Andrea B. PerazzoEl pasado 4 y 5 de marzo del presente año, se llevó a cabo en el Auditorio AXA de la ciudad de Barcelona, la XVII Conversación clínica del ICF. El tema elegido para este encuentro: "Presencia del analista en la cura" reunió a más de 450 participantes. La presencia de J.–A. Miller con sus valiosas intervenciones producto de su exquisita y singular lectura, además de causar el trabajo de conversación, nos dejó una enseñanza sin igual.

Si hablo de encuentro y presencia en cuerpo, una vez más tuve la oportunidad de asistir a esta actividad de formación, cuyo saldo de saber anudado a un deseo de transmisión, me movilizó a escribir esta reseña.

Los invito a transitar por la Conversación, deteniéndonos en los casos presentados y el debate propiciado en cada uno, a fin de poder compartir las resonancias de ese magnífico trabajo.

La Previa

Meses antes de la Conversación, un excelente material de lectura y estudio comenzaba a circular en la página web del ICF. Se trataba del trabajo epistémico que iban gestando alrededor del tema varios analistas de la ELP, quienes semana a semana con la emisión de nuevos textos contagiaban el entusiasmo por el trabajo. Días antes del evento, tiempo propicio para realizar una lectura minuciosa, recibíamos vía mail los 6 casos clínicos a trabajar, 3 de psicosis y 3 de neurosis. Presentados con una lógica impecable, rigurosidad conceptual, transmitiendo cada uno, desde el estilo de quien presenta, la marca singular que hace a cada caso único.

La Conversación

A sala llena, respirando el aire de entusiasmo que circulaba entre los numerosos presentes, daba comienzo un intenso y vivo trabajo de formación que duraría dos días.

Inicio del recorrido

Comenzaré con los casos de psicosis, buena ocasión, ya que nos remiten al tema de nuestro próximo Congreso de la AMP: "Las Psicosis ordinarias y las otras, bajo transferencia".  Casos, cuyas resonancias encontraron eco en las palabras que Xavier Esqué pronunciara el pasado 26 de abril en la EOL. Allí, subrayaba la importancia de incluir en el título del Congreso la frase: "bajo transferencia", donde queda implicada la presencia del analista y su acto. Veremos entonces, ¿qué nos enseñan estos casos? ¿Cómo cada analista se las ha arreglado para no retroceder frente a las psicosis?

Manuel Montalban presenta el caso de una paciente que llega a consulta después de un pasaje al acto, desvitalizada y con una notoria dejadez del cuerpo. Se trata de una melancolía, con una erotomanía muy clara. Para ella están los hombres buenos que la tratan de manera singular, incluso puede que haya alguno que la ama pero él no lo sabe.  El padre que ocupaba un lugar lejano e irrelevante, podrá ser situado durante la cura, en relación a una bondad sin demandarle nada en concreto.  Por otro lado, el estrago condiciona que los lazos con otras mujeres, compañeras, familiares, resulten muy perturbadoras para ella. Se aleja de su dolor a través de una capa de protección que se caracteriza por su insensibilidad.  Es una paciente que recurre a un analista porque con él, se escucha hablando. El analista mostrará interés tomando cada hilito de lo que dice, para luego en algún momento devolvérselo con un "Tú dijiste…, recuerdo que me contaste…".  La posición del analista será de extrema delicadeza, debido a la gravedad del caso. Un poco de humor, no demasiado, resultará ser un buen recurso para atemperar el goce. La cura se irá desplazando del dominio persecutorio centrado en la madre a la construcción de un refugio contando con el padre, hombre tranquilo, un poco aburrido, que no le pide nada en especial.

J.–A. Miller destacó aquí la función defensiva, el encierro en sí misma, con esa capa de insensibilidad, llamándola: burbuja psicótica, respondiendo muy bien a los signos discretos de las psicosis ordinarias, de las psicosis sin ruido. La conversación continuó, haciendo hincapié en la posición del analista en la cura, quien se condujo con una delicadeza notable debido a la fragilidad subjetiva de la paciente.  Esta paciente no le pide un saber al analista, no quiere intervenciones de él, sino que requiere su presencia para "escucharse hablar". Manuel nos transmitió el lugar de la presencia del analista como testigo, memoria selectiva, que recoge los decires del paciente y después en algún momento los retoma y se interesa por su utilidad en momentos de interés. Guy Briole intervino respecto a este caso señalando la delicada prudencia a la que invitan casos como éste, subrayando la diferencia entre prudencia y no hacer nada,  aquí se requiere de  una implicación inventiva, una sonrisa, una palabra, un encogerse de hombros, un silencio, eso se hace en "presencia", poniendo el cuerpo. El humor discreto fue otra maniobra del analista en sus intervenciones y con buenos efectos, acotando y encauzando los reproches del Otro invasivo que se internalizaban como autorreproches.

Amanda Goya también nos presentó un caso de psicosis, una melancolía de extrema gravedad que requería la presencia del analista a cualquier precio. Se trata de una paciente que atiende hace años, y su consulta fue por una angustia masiva, autolesiones, y auto injurias. En esta mujer, la maternidad tendrá la función de estabilización, ya que le permite tener, al decir de Miller, "un hijo tesoro, tener en ella un objeto agalmático", equilibrando la palea del objeto excremencial al que estaba identificada.  Volverá a desestabilizarse a partir de las demandas de su marido, a quien le responderá con injurias. La relación con el analista se torna muy compleja, pues el Otro se le presenta como malo, haciéndose rechazar en la transferencia. Con el psiquiatra el odio, será aún peor, hasta que puede cambiar de profesional, permitiendo un nuevo lazo transferencial.  Paciente con alucinaciones auditivas y visuales, donde las voces dejaban de acosar al sujeto cuando decide dejar una actividad. La práctica entre varios será un buen recurso utilizado por la analista para evitar que la transferencia persecutoria se concentre sólo en uno.

El debate comienza con una pregunta de J.–A. Miller en relación al diagnóstico, si se trata de una melancolía pura? Menciona que las alucinaciones visuales no se presentan sólo en las psicosis, comentando a la audiencia que él ha tenido alucinaciones visuales negativas, preguntando ¿quién no las ha tenido? ¡y espera que todos las tengamos! Agrega que el automatismo mental, es idiomático, y no desaparece por iniciativa del sujeto, interrogando esto en el caso e invitando a Guy Briole para que nos pueda aclarar un poco sobre el tema.  La intervención de G. Briole resultará sumamente esclarecedora, sobre todo cuando dice que no conoce melancolías que no sean paranoias, aunque algunas se presenten como trastornos del humor, en todas sale en algún momento lo paranoico, por ello elogia lo ilustrativo que  resulta el caso  de Amanda Goya donde lo paranoico persecutorio está a la luz. Agrega que en el automatismo mental el sujeto es hablado y también él habla, es la interpretación que da, que la hace alucinatoria. Conversación que se volvía más interesante a medida que avanzaba. El debate prosiguió con el tema de la práctica entre varios,   ubicando en el caso que el cambio de psiquiatra y la distribución de la transferencia, permitió alivianar el peso persecutorio con el analista posibilitando la continuidad del tratamiento. A diferencia del caso traído por Manuel Montalbán, donde percibíamos un diagnóstico discreto de psicosis, el caso de Amanda Goya está presentado con un diagnóstico fuerte, un caso de mucho ruido.

El último caso de psicosis fue presentado por Gustavo Dessal, donde la posición del analista en la transferencia también ha sido muy compleja. Se trata de un sujeto cuyo problema son los fracasos en las relaciones amorosas y el lazo con su hijo. Identificada al objeto caído, la maternidad  en esta mujer provocará una desvitalización del cuerpo, aunque el cuidado por el semblante y la belleza estarán presentes. Su mundo se ordena a partir de una nominación, certeza contundente que funciona como un punto de capitón, la estabilización vendrá a partir del delirio de tener una misión en el mundo.  La presencia del analista no será sin otros, la transferencia se distribuirá entre varios partenaires, pero en este caso elegidos por la paciente, a diferencia del caso de Amanda Goya. El analista en una oportunidad intervino firmemente con una interdicción respecto a un lazo con un allegado a la paciente, posibilitando un alivio beneficioso para ambos. En otro momento, debido a una contingencia, aflora en la transferencia la vertiente persecutoria, por lo que se produce un impasse en el tratamiento con este analista, que luego retomará después de haber realizado una limpieza de transferencia, al decir de Dessal.  

En el debate se menciona que se trata de un caso ejemplar para pensar la transferencia en la psicosis, donde el saber está en el paciente, y el analista deberá estar un paso más atrás, dejándose enseñar por él, y teniendo que maniobrar con ello. La posición del analista en la transferencia oscila entre estar presente y tomar cierta distancia para preservar la transferencia en ausencia del analista. El no contrariar al sujeto será fundamental para la continuidad del tratamiento. Cuando la vertiente erotómana se presenta, requerirá de diferentes e  inventivas maniobras  para poder sortearla, por ejemplo no ubicándose como destinatario de una relación amorosa, aunque recibe las producciones que la paciente le envía. La erotomanía quedará sublimada. Surgió en la conversación que este caso, sin los elementos de las psicosis ordinarias podría ser confundido por una locura histérica, a lo que Miller agregó "falta la insatisfacción". De ahí la importancia del tiempo de la transferencia, para que los signos discretos puedan aparecer, se puedan leer.

Pasemos a los casos de neurosis ¿qué nos enseñaron?  Primeramente que la clínica clásica no desaparece, hay que destacar que en la actualidad tenemos casos muy freudianos, a continuación veremos cómo los tres casos dan cuenta de ello.

Comenzaré por un caso de neurosis obsesiva, traído por Carmen Carceller. Se trata de un sujeto, que consulta por su angustia, quiere saber por qué frecuenta encuentros con mujeres de pago y teléfonos calientes, no sabe por qué lo hace y quiere encontrarle un sentido. Inhibición con las mujeres que desea. La dificultad con el Otro sexo, lo interroga. Las mujeres que quiere se van con otro, y frente a cada oportunidad de estar con ellas, queda como "muerto", petrificado frente a la castración. Un acting out, llamada al padre, donde éste no responde, fomentará su odio a él. Es un sujeto que demanda la presencia del analista, a partir de sus incumplimientos con los horarios y honorarios, poniendo en acto en transferencia si él ocupa un lugar. La posición del analista ha sido la firmeza. Sujeto identificado al falo materno. Defiende a la madre, cuida de ella, permaneciendo en una rivalidad constante con el padre. Fantasea con la separación de sus padres, se pregunta cómo pueden convivir un hombre y una mujer, interrogándose sobre la inexistencia de la relación sexual, le causa malestar. Para él, la convivencia no es posible. Elige una mujer divorciada, mujer madre con la que intenta probar una convivencia.

La conversación giró alrededor de la solución sintomática encontrada por el paciente en la elección una mujer divorciada como la mujer posible. Miller destacó allí que el sujeto encuentra paz en una mujer goce, post matrimonio, prueba de la no relación sexual, y que daría cuenta que no ha atravesado el fantasma edípico. Y también habló del parentesco de este caso con Juanito, donde está presente la rivalidad con el padre y este sujeto ubicado como el paladín de la madre. Lo central del caso es el carácter edípico y el querer saber, darle un sentido a su interrogante sobre la no relación sexual. Debate fue muy animado que fue retomado también en la conversación que causó el siguiente caso.

El caso presentado por Jorge Sosa, también evidencia del carácter edípico. Un sujeto que tiene una fobia a las reuniones, no pudiendo tomar la palabra, posición pasiva que le resulta insoportable, trayéndole serios inconvenientes en lo laboral. El rechazo al padre, será preponderante en este caso, malestar generado por no ser objeto de su pasión, su padre no le dirigió ningún gesto. Esto lo lleva a decidir no tener hijos, condición que hace presente cuando elige a una mujer, quedando como falo eternizado de la madre. Se conmueve cuando ve escenas donde un padre y un hijo se reconcilian. El odio al padre encubrirá un amor inconfesado por él. Elige una mujer que será la excepción, aceptando esta condición de no tener hijos. Todas las mujeres son putas menos la de él, a la que tratará de colmar. Las mujeres quieren algo de él que no está dispuesto a dar, así las mantiene a distancia de su deseo, pero gozará de ellas en la fantasía.  El analista le cobrará una sesión que faltó, y el paciente le pedirá disminuir la frecuencia de las sesiones, a lo que el analista no responde, enojándose dirá ¿Por qué tendría que darle explicaciones a él? reeditando en transferencia el odio a su padre, odio que encubre el amor por él, que siempre rechazó. El silencio del analista fue fundamental ahí.

El debate de este caso, enfatizó el arreglo que pudo hacer este paciente al elegir una mujer que no quiera tener hijos, una mujer madre, garantizando quedar como el hijo eternizado. Miller precisa que en este caso se encuentran varios rasgos que se encontraban en el caso de Carmen Carceller: la estructura edípica, casos encarcelados en la rivalidad al padre y cuidar a la madre, el neurótico edípico. Pero aquí este paciente hace existir la relación sexual con la esposa, la única no puta de las mujeres, y con ella la relación sexual está establecida, es la única. Acá el no tener hijos es hacer aparecer la excepción de la no relación sexual, y continuar siendo el falo materno. Solución a la castración.

Y por último, me referiré a un caso de neurosis, histeria, presentado por Marta Serra: La enseñanza que extraje de él, se encuentra condensada en una frase que recorté de su texto: "no tomar nada de lo que enuncia el sujeto como banal". Palabras que resonarán con más fuerza a medida que se avanza en la conversación, testimoniando del acto analítico. Se trata de una mujer joven que atiende desde hace algunos años, y consulta por dificultades amorosas, la crisis de una hermana, atendida por esta analista en su oportunidad, será fundamental en la elección. La transferencia estaba de antemano. El caso se ordenará a partir de la intervención del analista desde la primera entrevista, donde recortará el significante "Otra", que al separarlo de otros significantes, le otorga un valor. No dejar este significante como banal, trivial, sino ir a interrogarlo conducirá a la paciente a hablar de una hermana muerta. En otra entrevista, la insistencia del analista en preguntar sobre el origen de su nombre, yendo más allá de la obviedad, llevando al sujeto hasta un "no sé", permitirá la apertura del trabajo del inconsciente. Acto que interroga no sólo a la paciente sino a la analista, y a partir de sus efectos fue sancionado como tal.  Esta mujer viene al mundo luego de una hermana muerta, lleva su nombre.  Necesita ser la única, y cuando esta "Otra" está muy cerca, queda mortificada. Es ella o la "Otra". Se pregunta si la madre la quiere a ella, o si existe porque su hermana murió. A lo largo del análisis esta "Otra" dejará de tener el carácter mortífero convirtiéndose en "otras" dentro de sus fantasías imaginarias que servirán para el goce sexual.

Una conversación muy animada giró alrededor del caso, enfatizando la marca singular del significante "Otra". Miller subrayó que la analista pudo ubicar desde la primera sesión la función de la Otra, repitiendo ese significante, repetición que no es explicación, sino lo mínimo de la interpretación, donde menos es más. La importancia de detenerse en eso, mostraba la función alrededor del cual gira el caso: esta paciente desde siempre ha tenido un doble. Señaló también que "los muertos gozan de muy buena salud, y hay que matarlos nuevamente para poder vivir". Se busca disolver la eternidad de la Otra, pasando del singular al plural "otras" en la fantasía, variaciones sobre la Otra, que tiene a su disposición como medio de goce que se puede articular en el fantasma.  El tema del duelo surgió también en el debate, donde interviene Miquel Bassols planteando que el duelo que debe hacerse no es tanto por el Otro muerto, sino por lo que la paciente no pudo ser en el deseo de la madre, o lo que fue para el Otro materno, haber sido la compensación de una pérdida.

Conclusiones

Hemos constatado, tanto en los casos de psicosis, con la vertiente erotómana o persecutoria de la transferencia, como en los casos de neurosis operando la transferencia SsS, que la presencia del analista en cuerpo es imprescindible en una experiencia analítica. Hablar de experiencia, implica atravesarla y para ello hay que poner el cuerpo. Un análisis es un encuentro de dos cuerpos en presencia, condición esencial para que el goce pueda ser tocado. Por ello, el uso del mail, skype y el teléfono, no podrán suplir el encuentro en carne y hueso con un analista, pero sí pueden ser utilizados como buenos instrumentos en alguna ocasión con un paciente, si así lo requiriese en algún momento de la cura, caso por caso. Nadie analiza en ausencia o in effigie como sostuvo Freud en la dinámica de la transferencia. El debate de los casos manifiesta muy bien, sobre el valor que adquieren las maniobras del analista en la cura, invención en el caso por caso y de los arreglos singulares, lo que funciona para cada paciente. 

Final del recorrido.

La Conversación clínica llegó a su fin. Queda su enseñanza. Resonancias, marcas, saldo de saber del testimonio vivo de un gran trabajo realizado, que nos vuelve a causar, avivando esa chispa de deseo, deseo de formación que no se toma vacaciones y me lleva a decirles ¡Hasta la próxima! Está por venir…

 
 
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