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Consecuencias
 
Edición N° 20
 
Marzo 2018 | #20 | Índice
 
El parlêtre y su relación con lo social
El Goce en el cuerpo y el Goce en el Ideal*
Por Alejandro Rinaldi
 

Alejandro RinaldiTanto Freud como Lacan privilegiaron la incidencia del Otro en la constitución del sujeto siguiendo una dinámica donde lo interno, lo éxtimo y lo externo configuran espacios topológicos con lógicas de funcionamiento y relaciones complejas de reciprocidad, interpenetraciones, conjunción–disyunción, etc. El matema de la pulsión que propone J. Lacan en el grafo del deseo pone en relación los efectos y resonancias en el cuerpo de las demandas del Otro.

Lacan inicia su intervención teórica con un retorno a Freud proponiendo relaciones conceptuales novedosas en un momento en el cual sus contemporáneos parecían más dispuestos a alejarse de la experiencia freudiana.

Así es como el Ello toma un sesgo escritural y asemántico; el Inconsciente un carácter lenguajero (estructurado como un lenguaje); y el Ideal del yo / Superyó queda desdoblado entre el Nombre del Padre (que articula el deseo con la ley) y el Superyó / Ideal del yo con su cara pulsional y obscena.

Una manera de dar cuenta de estas reconfiguraciones y bordes es considerar las permanentes tensiones entre lalengua privada, en tanto sentido gozado con su dimensión "sin sentido" (común), y la lengua pública con su léxico compartido y reglas sintagmáticas. Como consecuencia de esta tensión y en condiciones de cierto forzamiento, los acontecimientos contingentes que se pueden precisar en un análisis, inscriben un goce. Por lo tanto, a partir de ese momento, algo cesa de no inscribirse. Aquello que comienza a escribirse (Lacan lo llamó S1) pone a trabajar el inconsciente transferencial, la verdad mentirosa (S2). Es la juntura entre el Ello y el Inconsciente, es el paso del "yo no pienso" de la opción alienante, a la articulación con el "yo no soy", propio de la falta en ser de la cadena significante. Dicho de otra manera, lo contingente devine marca singular que conmemora una irrupción de goce que se ha vuelto necesaria.

La lengua está viva dado que los hablantes la transforman a través del uso pero también en la medida en que una palabra del léxico compartido puede adquirir una investidura libidinal inusitada. Por esto último para Lacan no existe el inconsciente colectivo[1].

Cuando pensamos al parlêtre, es decir al sujeto más su goce sinthomático, concebimos la incidencia del lenguaje más allá de su función de comunicación en la medida en que los significantes han perdido su valor de relación con otros significantes y devienen letra de goce. En el Seminario 18 Lacan expresa que "La escritura no calca el significante" y luego concluye "La escritura, la letra, está en lo real, y el significante, en lo simbólico"[2].

Tanto el fantasma como el síntoma son respuestas frente a lo real del goce. En este sentido, el fantasma es una estructura límite, de borde entre lo real y lo simbólico–imaginario. Es una defensa y a la vez acceso a lo real. Es imaginario en tanto escena, es simbólico en tanto $ tachado por el significante, y es real en tanto contiene el objeto de goce ("a").

Tenemos así establecidas las tres dimensiones del espacio habitado por el parlêtre: un S1 real que se puede manifestar como perplejidad en la psicosis o como misterio en la neurosis; lo simbólico inconsciente (S1–S2); y lo imaginario que por medio del sentido hace tope a la deriva significante. El fracaso en la elaboración del goce abre a toda la clínica del acting out y el pasaje al acto.

Me interesa retomar cuestiones que hemos trabajado sobre la época, los discursos y los modos de alienación propios del discurso capitalista.

En términos generales, una época podría definirse por los modos de gozar o vivir la pulsión. Los semblantes de la época se prestarán a la envoltura formal del síntoma, propiciarán ciertas ficciones y proscribirán otras. El síntoma tiene una cara real pulsional que no cesa de escribirse en tanto intrusión de goce sobre lo simbólico (S1 como letra) y una cara formal relacionada con las formaciones del inconsciente (S1–S2) en tanto saber elaborable del Goce. Justamente tipo clínico se define por el modo de tratamiento que el parlêtre da al núcleo de goce real (S1) por medio de lo simbólico y lo imaginario. Dice más de la modalidad de defensa frente a lo real que de la satisfacción singular en juego.

En el seminario El Otro que no existe y sus comités de ética, J.–A. Miller y Eric Laurent, definen la época como la inexistencia del Otro correlativa de la caída del Ideal social de la familia patriarcal que clásicamente regulaba las condiciones del Edipo que Freud supo escuchar en él mismo y en los fantasmas de sus pacientes neuróticos.

Recordemos que la ciencia moderna, fruto de la duda metódica y del espíritu crítico, puso en jaque las cosmologías y debilitó los fundamentos de la autoridad religiosa.

Se pasó de una época en que el Otro interiorizado en el Superyó sofocaba e impedía la deriva pulsional vía represión con los correspondientes retornos sintomáticos clásicos, a otra en donde la inexistencia del Otro deja al parlêtre sin su hábitat cultural. Los ideales ya no orientan los caminos sublimatorios. Esto facilita una extensión global del discurso capitalista y es correlativo de un rechazo del inconsciente, de una ausencia del lazo social y de un predominio de la impulsividad. Toda una clínica muchas veces difusa y sutil de embarazo (Seminario 10) o bien más ruidosa y dramática con situaciones de violencia, pasajes al acto, abuso de drogas, bulimia, depresiones, etc. Cuestiones que podemos ubicar como caídas de los semblantes imaginarios del Yo (i de "a") con una pérdida de la investidura libidinal o bien los fracasos en el uso del fantasma.

El discurso capitalista es y no es un discurso. Lo es en la medida en que supone un conjunto de relaciones de elementos heterogéneos y no lo es en tanto no produce lazo social y rechaza las cosas del amor. La castración está rechazada porque desaparece la doble barra de lo imposible. El S1 del discurso capitalista es un significante amo que colectiviza y aliena al sujeto en una búsqueda infructuosa de colmar la falta de goce con objetos del mercado.

Es una época donde la suposición de saber (correlativo del rechazo del inconsciente) y la puesta en forma del Sujeto Supuesto Saber en la transferencia no se otorgan con facilidad. En otros ámbitos condiciona la práctica de los maestros, los profesores universitarios, los médicos, etc.; cada uno tiene que saber procurarse un lugar que lo legitime. Es un desafío permanente lograr suscitar el interés, que el saber de Google y los celulares queden a un lado y que algo de la transferencia, que implica cierta asimetría, se ponga en marcha.

Con la menor incidencia del lugar del padre y sus consecuencias en la estructura se tendrá que constatar si el rechazo al inconsciente es forclusivo o represivo.

Lacan concibió la posibilidad de un "ser nombrado para algo" que reemplazaría esta identificación faltante. Nominación que lo enlaza de una manera distinta, siendo una identificación que no puede faltar. No se trataría de un Ideal del yo postedípico. "La madre generalmente basta por sí sola para designar su proyecto, para efectuar su trazado, para indicar su camino"[3].

Este "nombrar para" que funciona como "orden de hierro" es una suplencia de la forclusión del Nombre del Padre, tal como Lacan lo sugiere, en donde lo social tiene prevalencia de nudo.

El psicoanalista tendrá que pesquisar cómo se juega en cada caso la división entre el goce del cuerpo como trauma y el deseo de aliviarse de él de una manera menos sufriente. Esta división del parlêtre es lo que justifica un psicoanálisis y abarca tanto a las neurosis como a las psicosis. El neurótico cuenta con el inconsciente como un modo de saber hacer con su S1 letra de goce, goce de lalengua. La transferencia y el Sujeto Supuesto Saber orientan el diagnóstico dado que son una consecuencia de la estructura.

En las psicosis, al no contar con el NP en tanto 4to nudo borromeo, el analista no puede ocupar el lugar del S.s.S. pero si como sinthome y trabaja con las suplencias, enganches y desenganches, las interpenetraciones, etc. El Ideal como suplencia que vemos en el "nombrar para" o bien el Ego de J. Joyce y su S.K.bello producto de su arte y no de su inconsciente, son ejemplos que orientan la práctica con las psicosis.

Habrá que ver en cada caso el alcance que toma el goce en la privación adherido a las exigencias del Ideal. Sabemos que este goce se asocia a una satisfacción narcisista (enaltecimiento de la imagen del Yo) que viene a sustituir un goce sexual resignado. "Cuando el yo le ha ofrendado al superyó el sacrificio de una renuncia de lo pulsional, espera a cambio, como recompensa, ser amado más por él"[4]. Esto da lugar a todos los riesgos de alienación en el Otro y a una perturbación económica en la distribución de los goces con posibles retornos ligados a la pulsión de muerte, como voluntad de goce. Cada renuncia de lo pulsional incrementa la severidad del Superyó. Voluntad de goce que no ha podido encontrar una elaboración inconsciente que haga metáfora y que limite su alcance. La melancolía es un ejemplo de ello.

Por Freud sabemos que gobernar es una de las profesiones imposibles porque no hay una ley universal que armonice el funcionamiento del cuerpo social. Cuanto más se intenta unificar, homogeneizar y globalizar más dramática resulta la segregación. Lo mismo cabe para el psicoanálisis dado que hay una inadecuación estructural de la satisfacción pulsional que resiste todo intento de disciplinarla y educarla. Por esto mismo educar, gobernar y psicoanalizar son profesiones que se confrontan con un imposible, modos de nombrar lo real.

El goce en el Ideal como S1, significante amo, no es el S1 letra de goce del cuerpo en tanto sustancia gozante. Son S1 distintos, no funcionan igual ni nombran lo mismo. El deseo del analista no está en contra del Ideal sino que sostiene la diferencia entre el goce que sigue las vías del Ideal y el goce ligado al cuerpo y para esto deberá orientarse por lo real del síntoma y sus modos de anudamiento para encontrar un nuevo arreglo con el Fantasma y con la mortificación del Superyó. Los testimonios del pase dan cuenta de estos cambios, de los límites de la interpretación y del lugar que resta para lo incurable.

 
Bibliografía
  • Freud, S., "Moisés y la religión monoteísta"en Obras completas, Amorrortu editores, Buenos Aires, 1989, p.113.
  • Lacan, J., El seminario Libro 18: De un discurso que no fuera del semblante, 1ª ed, Paidós, Buenos Aires, 2009.
  • Lacan, J., "El seminario Libro 21: Los nombres del padre (Les non dupes errent)", clase 19/03/74. (Inédito).
  • Lacan, J., El seminario Libro 23: El sinthome, 1ª ed, Paidós, Buenos Aires, 2006, p.131.
 
Notas

* Presentado en el Departamento de Psicoanálisis y Filosofía –Pensamiento Contemporáneo, EOL, Septiembre 2017.

  1. Lacan, J., El seminario Libro 23: el sinthome, 1ª ed, Paidós, Buenos Aires, 2006, p.131.
  2. Lacan, J., El seminario Libro 18: De un discurso que no fuera del semblante, 1ª ed, Paidós, Buenos Aires, 2009.
  3. Lacan, J., "El seminario Libro 21: Los nombres del padre (Les non dupes errent)", clase 19/03/74. (Inédito).
  4. Freud, S., Moisés y la religión monoteísta en Obras completas, Amorrortu editores, Buenos Aires, 1989, p.113
 
 
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