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Consecuencias
 
Edición N° 21
 
Noviembre 2018 | #21 | Índice
 
Del padre freudiano a Ła mujer lacaniana [*]
Por Juan Mitre
 

Juan MitreOrdené en siete puntos mi lectura del curso Un esfuerzo de poesía de Miller, donde incluyo los interrogantes que me interesa plantear.

1) Lo oscuro

En principio, se puede decir que en cierta medida el padre en Freud queda ligado a las luces y la mujer a lo oscuro… a ese dark continent del que nos hablaba.

Con Lacan lo oscuro también tiene una relación con la autoridad. Toda autoridad es, en última instancia, oscura. Lo señala Miller[1] al comentar la conocida proposición de Lacan de “Subversión del sujeto…”: “Lo dicho primero decreta, legisla, aforiza, es oráculo, confiere al otro real su oscura autoridad”[2].

La relación entre lo oscuro, el oráculo y la mujer me parece un punto a pensar.

Más adelante Miller señala que hay un odio a lo oscuro en tanto lo oscuro es éxtimo para cada uno[3], y también señala: “el odio al significante amo oracular”[4].

Laurent participa en este curso diciendo que nadie conoce bien su paño... Y que lo heterogéneo está en el corazón mismo de la estructura. Hay algo que no podrá ser reabsorbido, ningún sujeto puede reconocerse en eso que no puede sino dividirlo[5].

2) La religión

Podemos decir que hay doble movimiento en Freud: por un lado, trivializa la religión al incluirla en la cultura, de esta forma la priva de trascendencia: no ve en ella más que un conjunto de representaciones culturales, pero al mismo tiempo salva al padre como significante amo. Trivializa la religión y salva al padre, la interpreta en clave paterna: la verdad de Dios es el padre[6]. Es el punto donde Freud se detiene. Esto se ve en su clínica también, por ejemplo, en el caso de la Joven Homosexual, donde interpreta la transferencia en clave paterna dejando lo femenino por fuera, y así, “la deja caer.

Para Freud el psicoanálisis debiera ser la práctica que afloje las coerciones que la cultura impone por medio de la religión[7]. Aquí podríamos estar de acuerdo, sobre todo si extendemos lo religioso al imperio del sentido. Es justamente donde, entiendo, debe operar el analista: aflojando la coerción del sentido, aflojando la coerción… de cualquier sentido.

Me gustó mucho cuando Miller dice que “la religión apunta a desalentar el pensamiento.” Y que para reducir lo plural la religión conduce a una lógica de jerarquía social. De ahí que Lacan tildaba a la IPA de Iglesia[8].

Distingue la perspectiva freudiana de la lacaniana. Para Freud la renuncia de la pulsión es la clave de la instauración de la religión. Donde el fundamento de Dios sería el goce prohibido. En cambio, para Lacan la prohibición se proyecta sobre la no relación sexual[9]. Dios no surge de la prohibición sino de la no relación. Ambos buscan la genealogía de Dios a partir del goce. Pero mientras para Freud se trata de un goce prohibido para Lacan es el goce suplementario. Para Freud se profiere a través de la religión un “no tienes derecho al goce”, en cambio Lacan: “nos esboza una suerte de nacimiento natural de Dios a partir del goce femenino, un goce que excede toda medida y que, como tal, introduce lo infinito…”[10]

Señala Miller como en el Reverso del psicoanálisis Lacan redujo la prohibición a no ser más que un sentido otorgado a un hecho de estructura: la progresiva pérdida de goce. Y como esa pérdida se imputa al padre[11].

Con la última enseñanza, como se sabe, se sustituye la prohibición por lo imposible. Torsión con la que acompaña el espíritu de su época, la época del permiso a gozar. Hoy estamos, más bien, en la época del imperativo a gozar.

3) La ciencia

Freud y Lacan no tienen la misma mirada sobre la ciencia, tiene que ver en parte con el tiempo histórico de cada uno. Para Freud la ciencia representa la racionalidad, algo propio del espíritu científico de su época. Cree en el avance del saber, la ciencia para él tiene un rostro pacificador. Falta todavía que la ciencia quede ligada a la técnica, al infinito de la investigación, al sin límite. Cuestión que lo llevará a Lacan subrayar el frenesí propio de la ciencia: la ciencia ligada a la pulsión de muerte[12], y la angustia que hace surgir en el mundo, agregamos…

Al trabajar la ciencia ligada a la pulsión de muerte, la religión se instala en la posición de defensa incondicional del ser vivo, como guardiana de la vida. Lo real se extiende gracias a la ciencia y la religión hace un esfuerzo de anegar lo real por medio del sentido[13].

Miller señala o delimita la posición para el psicoanálisis: “el psicoanálisis no es un narcótico, y tampoco es la sensatez. Ante todo, es acoger lo real, el nuevo real, el real que es producto del discurso de la ciencia y que ya nada tiene que ver con la naturaleza. Parodiando a Heidegger, me atrevo decir que el analista se convierte en el pastor de lo real”[14].

Aquí me pregunto, qué sería un “pastoreo” de lo real no religioso, ya que la palabra “pastor” tiene sus reminiscencias… Y también, hasta dónde se pude prescindir del sentido…

Recuerdo que en El Otro que no existe y sus comités de ética[15] Miller señalaba que al analista en esta época le corresponde el lugar de aquel que recuerda lo real. Ya que, si a lo real no se lo sitúa, si solo se lo engaña con semblantes se lo hace fluctuar. Un punto interesante para pararse frente al construccionismo (que piensa que todo es construcción social) o ante el “hay que deconstruirse”, al que hacen alusión muchos adolescentes hoy en día (donde por supuesto, no se trata de estar en contra de estas nuevas propuestas, sino de situar el punto de real, de aquello que no es semblante).

4) La época actual

Estamos en la sociedad del entreteinment señala Miller, donde no es solo el discurso del amo con su derivación sacrificial, es el discurso del amo modificado por el capital y los efectos mortíferos de ese discurso[16]. Lo de “entreteinment” me recordó lo que dice Guy Debord en La sociedad del espectáculo, que todo deviene mercancía, y por lo tanto, en seguida se transforma en basura.

Dice Miller que “Dios es born again” que ha renacido en este siglo XXI. Asistimos al retorno de su pasado funesto: “creíamos haberlo matado al recuperar el plus–de–gozar bajo la forma del capital, pero por este hecho hemos vaciado toda relación con la verdad y hemos vuelto tanto más feroz el significante amo”[17]. De una actualidad inquietante…

5) Trauma– Padre– religión: el discurso analítico suspendido

En “Moisés y la religión monoteísta” Freud añade la teoría del trauma en la religión. Explica Miller: en la religión del Uno está en juego el trauma, un acontecimiento. Y ese es el motor de la repetición[18]. Lo que luego quedará ligado al padre y al amor. Si entendemos al superyó como barrera interiorizada, “el yo espera debido a la inhibición de la pulsión ser amado por el superyó”, es decir, por el padre. Allí Lacan señala cierto “cristocentrismo” de Freud. Resumiendo al máximo: se trata de renuncia y sacrificio en busca de amor.

Señala Miller que por este motivo Lacan indicó que Freud dejó el discurso analítico suspendido. Y que el acento de Lacan fue en otra vía, cuestionar la supervivencia del Dios todo amor[18].

6) Actuar en la era postpaterna: soportar lo nuevo

Miller plantea que la tesis de Lacan es que el goce mismo hace agujero, entraña una parte excesiva que debe ser sustraída, y que el padre freudiano como el Dios del monoteísmo son revestimientos de esa entropía… Por tal motivo, señala que “la genealogía lacaniana perfora la metáfora paterna hasta alcanzar el Deseo de la Madre y el goce suplementario de la mujer”[20]. Y que es por horror a la grieta del goce que se busca refugio en el padre.

Y señala que “una vez superado el horror (…) se abre al psicoanálisis un campo, no para la esperanza –que no tiene cabida– pero sí para la pasión por lo nuevo. Pasión significa que nos supera, que hay que soportar lo nuevo (…) significa que los analistas de mañana –y esperemos que los de hoy– no responderán a la norma de ninguna Iglesia,

a ninguna voz canónica. No son los hijos del Padre. Cada uno de ellos se particulariza por un camino propio que puede haberse abierto para actuar en la era postpaterna…”[21].

Si los analistas de mañana ya no serán “los hijos del padre”, ¿hijos de qué o de quién serán?, Claramente no de “la Diosa Blanca”… ¿Hijos de lo real… del imposible que cada uno ha podido situar en su experiencia analítica? ¿No serán ya hijos, ya que el lugar de hijo implicaría cierta falta de responsabilidad en torno al goce y una relación demasiado estrecha al sentido? En este punto, me resuena aquello que Laurent trabajó como “grandes personnes[22], en torno a la referencia de Lacan sobre las Antimemorias de Malraux… Tal vez, podamos decir, que lo que esté en juego es la ética que cada uno se hace de su goce, sin imputárselo al padre.

De todas formas, cómo decirlo es un interrogante…

7) Para concluir, algo sobre La diosa blanca

Como se sabe, La Diosa Blanca [23] de Robert Graves es una referencia de Lacan, la menciona al final de su prefacio a la obra de teatro de Wedekind Despertar de la primavera.

En la obra de teatro hay un personaje fundamental: “El Hombre enmascarado”, quien salva a al joven Melchor de la muerte (contingencia y elección están en juego), y a quien Wedekind dedica su ficción (dato no menor).

Lacan señala que “entre los Nombre del padre está el del Hombre enmascarado”. Y pregunta: “¿cómo saber lo que es si está enmascarado, y acá el actor no lleva acaso máscara de mujer?”[24].

Luego Lacan dice aquello que Miller cita al final de Un esfuerzo de poesía: “Cómo saber si, como lo formula Robert Graves, el Padre mismo, nuestro padre eterno, el de todos, no es sino Nombre entre otros de la Diosa Blanca, la que en su decir se pierde en la noche de los tiempos, por ser la diferente, la Otra por siempre en su goce –tales esas formas de infinito cuya enumeración no comenzamos sino al saber que es ella la que nos suspenderá a nosotros–.”[25]

Laurent señala en “Un nuevo amor por el padre” –lo que nos sirve para pensar un abordaje a través de la feminidad– que la Diosa Blanca, “perdiéndose en la noche de los tiempos”, marca el lugar del goce, y que es el envés del Nombre del Padre como tótem[26].

 
Notas

* Presentación en Noches de Directorio, Cuarta Noche de la Orientación Lacaniana. Un esfuerzo de poesía: “Del Dios Padre freudiano a Ła mujer lacaniana”, 25 de noviembre 2018, Escuela de la Orientación Lacaniana.

  1. Miller, J.-A., Un esfuerzo de poesía, Paidós, p.22.
  2. Lacan, J., “Subversión del sujeto y dialéctica del deseo en el inconsciente freudiano”, Escritos Tomo 2, Siglo XXI Editores, 1975.
  3. Miller, J.-A., Op. Cit., p. 33.
  4. Ibíd., 48.
  5. Ibíd., 120-122.
  6. Ibíd., 282.
  7. Ibíd., 284.
  8. Ibíd., 217.
  9. Ibíd., 246.
  10. Ibíd.
  11. Ibíd., 259.
  12. Ibíd., 272.
  13. Ibíd., 273-274.
  14. Ibíd., 274.
  15. Miller, J.-A., El Otro que no existe y sus comités de ética, Paidós. 2005.
  16. Miller, J.-A., Un esfuerzo de poesía, op. cit., p.229.
  17. Ibíd., 231.
  18. Ibíd., 287.
  19. Ibíd., 288.
  20. Ibíd., 290.
  21. Ibíd., 291.
  22. Laurent, E., “Hay un fin de análisis para los niños” en Hay un fin de análisis para los niños, Colección Diva, 1999.
  23. Graves, R., La Diosa Blanca. Historia comparada del mito poético, Losada, 1970.
  24. Lacan, J., “Prefacio a El despertar de la primavera”, Otros escritos, Paidós, 2012, p. 589.
  25. Ibíd.
  26. Laurent, E., “Un nuevo amor por el padre”, en El goce sin rostro, Tres Haches, 2010, p. 81.
 
 
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