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Consecuencias
 
Edición N° 21
 
Noviembre 2018 | #21 | Índice
 
Retorno a mayo del 68
Por Phillipe Fultot
 

Phillipe FultotEl hombre, antaño espectáculo para los dioses olímpicos, ha llegado a convertirse en espectáculo de sí mismo, haciendo que su autoalienación alcance un grado tal que le permite vivir su propia aniquilación como un goce estético de primer orden[1].

Mayo del 68 sepulta el nombre del padre, significante de cuya agonía ya era síntoma el nacimiento del propio psicoanálisis.

La crítica artística[2] de los estudiantes –en contraposición a la crítica social de los obreros– no solo no logró jamás conmover la esencia de la sociedad de consumo sino que la reforzó de un modo inédito, al llamar a quebrar los antiguos engranajes del funcionamiento social, vale decir “todas las instituciones feudales, patriarcales e idílicas”[3], y sus “relaciones inconmovibles y mohosas del pasado, con todo su séquito de ideas y creencias viejas y venerables”[4].

Es bien sabido que al conminar a dejar el viejo mundo atrás Mayo del 68 abrazó el movimiento del progreso y se constituyó en “partido del futuro”, uno con características muy precisas, como la intimación a tomar los deseos por realidades, la obligación de vivir sin tiempos muertos y gozar sin obstáculos o aún la prohibición de prohibir que abrió el camino a lo monstruosamente ilimitado del ungeheure, aquello que se produce cuando Edipo y castración son expulsados de la escena.

Lo que Mayo del 68 exige es la institucionalización del más allá del principio de placer, la sanción del derecho inalienable a gozar de cualquier forma existente –y por anticipación, toda forma por existir–, para lo cual es imprescindible la “conmoción ininterrumpida de todas las relaciones sociales”[5], el levantamiento de todas las barreras represivas, la anulación de todas las interdicciones obstaculizantes; esto es, la liquidación lisa y llana de todo aquello en adelante estigmatizado como conservador o reaccionario –o aún, fascista–, con la consecuente y ansiada entrada a un nuevo mundo en el que todo es posible porque todo es deseable.

Solo desde una perseverancia diabólica en el error se puede seguir negando que el empuje sesentayochista a demoler la noción de límite coincide con el paciente trabajo de termita que el liberalismo ha hecho en los últimos siglos para desregular todos los aspectos de la existencia humana y ahogarlos en “las gélidas aguas del cálculo egoísta”[6] con sus fuerzas omnipotentes, inexorables y destructoras.

Verdadera astucia de la historia creer que invocando la destrucción de aquella ruina denominada patriarcado se liquidaba la sociedad de consumo. Peor aún: impulsar la desregulación de todos los usos y costumbres –levantando así el dique contra lo ungeheure– sin advertir el consecuente fortalecimiento del discurso capitalista, aquel que precisamente no quiere saber nada con lo imposible intrínseco de la castración[7].

El liberalismo es la verdadera gran revolución contemporánea, el reverso de lo conservador, de lo reaccionario o de lo patriarcal: le es entrópicamente imprescindible que “todo lo que era sólido se desvanezca en el aire y todo lo que era sacro sea profanado”[8]. Solo reduciendo a polvo el viejo mundo puede el liberalismo fundar sobre sus cenizas una subjetividad nueva, en estado de imponderabilidad[9], y llevar así finalmente a cabo su insólito proyecto de lazo social formulado luego de las traumáticas guerras civiles ideológicas de religión europeas del siglo XVI.

Lazo social insólito en efecto y metonímico del discurso del amo, el discurso capitalista de Mayo del 68 permite que el ahora liberalismo–libertario[10] pueda moldear esa subjetividad imponderable que naufraga en el caos pulsional y se sostiene placenteramente al borde del abismo, al negar el límite y rechazar toda deuda simbólica, recurriendo al fantasma delirante y mortífero de un sujeto cuya potencialidad sería ilimitada y que no le debería nada a nadie puesto que se habría construido a sí mismo a la manera del bootstrapping del discurso de la ciencia.

Mayo del 68 no subvierte pues en absoluto la metafísica de mercado sino que consolida su núcleo, dado que la esencia de éste no es económica ni técnica, sino de plus–de–goce en su nueva modalidad imperativa, verdadero nuevo hecho social total[11].

Lo que el uso del tiempo verbal imperativo de los slogans y grafitis de la época muestra es que la permisividad exigida por la crítica artística de los estudiantes del 68 deviene naturalmente en un imperativo superyoico de goce, que la ausencia de prohibición hace que todo lo que es tolerantemente bien visto esté en realidad “comandado”[12]. Dicho de otro modo, ya no se trata de que todo lo que no está prohibido está permitido, sino de que todo lo que no está prohibido es obligatorio[13].

De este modo, al arrasar con el límite y con lo autoritario del viejo mundo, Mayo del 68 introduce a algo infinitamente más grave como es lo ilimitado y lo totalitario, puesto que lo propio del totalitarismo no consiste en impedir gozar, sino en obligar a gozar: solo bajo un régimen esencialmente totalitario todo lo que no está prohibido es obligatorio[14].

En consecuencia, las vagas apelaciones a la democracia, al estado de derecho o a la libertad de expresión no cumplen otra función más que alojar lo tanático del goce obligatorio conminado por la metafísica de mercado y su libre intercambio de mercancías, cuerpos y simulacros. El estado de derecho, aquella fortaleza que habría que defender a todo precio del retorno de la Bestia Inmunda bajo su nueva forma, la del maligno populismo, no es pues en absoluto un katekhon contra lo peor sino por el contrario una envoltura vacía ideal consignada irremediablemente a que se despliegue a plena luz del día la orden totalitaria y mortífera de gozar, algo que bien harían en recordar ciertas instituciones psicoanalíticas cuando eligen indolentemente designar al populismo como el único imperio de pulsión de muerte contra el cual erigir un dispositivo inmunitario.

 
Bibliografía
  • Benjamin, W., L’oeuvre d’art à l’époque de sa reproductibilité technique, Paris, Allia, 2003.
  • Boltansky, L., y Chiappelo, E., Le nouvel esprit du capitalisme, Paris, Gallimard, 1999.
  • Clouscard, M,. Néofascisme et idéologie du désir, Paris, Delga, 2008Marx, K., y Engels, F., Manifiesto del Partido Comunista, 1848.
  • Lacan, L., El Seminario Libro 8. La Transferencia, clase del 23 de noviembre de 1960. Editorial Paidos. Bs.As.
  • Mauss, M., Essai sur le don,Paris, PUF, 2007.
  • Pasolini, P. P., Pannella y la disidencia, Corriere della sera, 18 de julio de 1975.
 
Notas
  1. Benjamin, W., La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica.
  2. Siguiendo la ya conocida distinción entre crítica artística y crítica social operada por Luc Boltansky y Eve Chiappelo en El Nuevo Espíritu del Capitalismo
  3. Marx, K., y Engels, F., Manifiesto del Partido Comunista, 1848.
  4. Ibíd.
  5. Ibíd.
  6. Ibíd.
  7. Es la misma astucia de la historia en la que cae el ultimísimo Foucault, hipnotizado por el modo en el que creía que el liberalismo resguardaba a los sujetos, reuniéndolos en infinitas comunidades de goce a salvo de los dispositivos normativos, habilitándolos a rentabilizar su placer al modo del empresario–de–sí.
  8. Marx, K., y Engels, F., Op. Cit.
  9. Pasolini, P. P., Pannella y la disidencia, Corriere della sera, 18 de julio de 1975: “Esta revolución capitalista, desde el punto de vista antropológico, es decir, en cuanto a la formación de una nueva "cultura", exige hombres exentos de vínculos con el pasado (lo que llevaba al ahorro y al moralismo). Exige que dichos hombres vivan, desde el punto de vista de la calidad de vida, del comportamiento y de los valores, en un estado, por así decirlo, de imponderabilidad, lo cual les permitiría privilegiar, como único acto existencial posible, el consumo y la satisfacción de sus exigencias hedonistas”.
  10. Término propuesto en 1972 por el antropólogo marxista Michel Clouscard en su libro Néofascisme et idéologie du désir, para asociar derecha e izquierda en el proceso de des–regulación absoluta que constituye una de los necesidades imperiosas del liberalismo. A través del libre mercado, la derecha, lo “liberal”, desregula todos los intercambios y relaciones productivas, mientras que a través de los avances progresistas la izquierda, lo “libertario”, desregula todos los usos y costumbres. Entre ambos movimientos se constituye precisamente esa nueva subjetividad “Imponderable” de la que habla Pasolini.
  11. Cf Marcel Mauss
  12. Lacan, L., El Seminario Libro 8. La Transferencia, clase del 23 de noviembre de 1960. Editorial Paidos. Bs.As.
  13. Ibíd.
  14. Ibíd., “Y como era en la parte ´totalitaria´ de Grecia, los beocios, los espartanos, que formaban parte de los ‘totalitarios’… todo lo que no estaba prohibido era obligatorio… no solo estaba bien visto [las relaciones homoeróticas] sino que era el servicio comandado. No se trataba de sustraerse a ello”.
 
 
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