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Consecuencias
 
Edición N° 23
 
Diciembre 2019 | #23 | Índice
 
Calles violentas [*]
Por Stella M. López
 
Stella M. López

Vivimos una época de fascinación por la violencia, bombardeados por imágenes y relatos en las noticias, en la calle. Se nos impone como incomprensible, de difícil descripción, un decir límite que habitualmente encuentra respuestas pret a porter según lo que el interlocutor quiera escuchar.

“La fascinación por la violencia llega así hasta lo más íntimo e ignorado del fantasma en cada sujeto”[1].

Freud en el Malestar en la cultura[2] indica en el momento de la notoria amenaza que representa Hitler, que la cuestión decisiva para el destino humano será el de dominar “la humana pulsión de agresión y de autoaniquilamiento”: presagia lo fácil que será exterminarse unos a otros, hasta el último hombre. Agrega “ellos los saben, de ahí buena parte de la inquietud contemporánea, de su infelicidad, de su talante angustiado”.

La violencia no es el sustituto de la pulsión, de una satisfacción pulsional; ella es la pulsión, es la satisfacción de la pulsión de muerte[3], nos dice JAM en Niños violentos.

Es a partir de la pregunta que JAM se hace en El Otro que no existe “¿cómo podría ser indiferente la clínica (psicoanalítica) a esta vía que llamaríamos con el término freudiano hilflosigkeit (el hilflosigkeit capitalista, el desamparo organizado frente a los fundamentos del imperativo de rentabilidad)?”[4] que me interesa traer cómo en nuestra sociedad uno de los enemigos comunes asociados a la violencia en las calles es el pibe chorro, siendo justamente sobre los adolescentes que nos dice JAM “se hace sentir con mayor intensidad los efectos del orden simbólico en mutación”[5].

Dos films: el documental Pibe chorro (2016) de la realizadora Andrea Testa, quien nos plantea más preguntas que respuestas a través de entrevistas y testimonios, en busca de deconstruir tal concepto; y la película ¿Qué puede un cuerpo? (2014) nos habla de delincuencia, drogas y villas, dirigida por César González (a quien la crítica tilda de cineasta “villero”).

En el documental/ensayo Pibe chorro, delito y violencia son sus ejes, cuenta con la poesía recitada de Vicente Zito Lema como hilo conductor.

Miller en En dirección a la adolescencia nos plantea como las “teorías del complot” constituyen un modo de evocar al gran Otro, pero bajo una forma degradada y como muy malvado[6], se refieren a cómo los jóvenes toman al Otro como tiránico (llámese familia, escuela) y la sociedad también responde de manera tiránica sobre aquello que está fuera de control: criminalizando la juventud. En el documental, ante la ausencia de corporificación del Otro, se diseminan teorías del complot. Se conspira contra el menor sinvergüenza. El Otro tiene una forma nociva, degradada e inmoral, se alimenta la idea de una sospecha generalizada. En el documental, tras la muerte de Gaby (el pibe chorro que nunca robó), se hacen entrevistas: las caras aparecen fuera de foco (pueden ser las de cualquiera o todos). Se les pregunta si están de acuerdo o no con la baja de imputabilidad y la respuesta es que si, los argumentos son “hay que ayudar a la familia que no puede criar a sus chicos, en las cárceles pueden estudiar, aprender”. Se les pregunta si conocen alguna cárcel y la respuesta es que no. Y los mismos que plantean “te matan por una zapatilla” afirman que “a mí nunca me robaron”.

Entre las entrevistas está el defensor oficial de los menores, quien habla de los apremios de parte de la policía en las detenciones; el uso de los institutos (Agote), acentúa cómo tratar el etiquetamiento del pibe chorro. Fiel, como es lógico, al discurso jurídico, no permite que haya existencia de ningún vacío, todo debe ser mirado con las leyes las normas y decretos.

Se muestra en torno de una dirigente social, militante política, conversaciones exclusivamente con mujeres/madres, como partenaires de los recursos educativos y socio-jurídicos, para que no entren o salgan de la vida criminal. La figura de la cárcel surge como ese amo absoluto que es la muerte (Laia dice esa “mascara que la experiencia analítica encuentra bajo algunas formas de la imago materna”[7]). Es tras la muerte del pibe chorro que no choreó, víctima de una bala por parte de otra banda barrial, que se localiza la posición rescatista de la dirigente: conoce cómo actuar frente a la pistola 22 que la policía le iba a colocar en sus manos, “se trata de la dignidad” exclama. Tras la muerte, los que quedan inventan, pintan el rostro del joven muerto, deformando una y otra vez sus rasgos. A la vez que el poeta V. Zito lema recita:

Todavía no es tiempo,
De apostrofar a los dioses.
La violencia es hoy y aquí un soplo en los labios, un vacío en los pulmones
¿Perdurará la justicia como ley sin pasiones?

“Con el declive del patriarcado hay una respuesta vía los grupos, las sectas, tienen su ley o reglas propias que no buscan la universalización[8] como zonas de protección respecto al discurso capitalista. Sin duda identificamos aquí las villas, aunque una imagen última del documental filmada con un dron nos muestra de un lado del paredón la villa y del otro el country.

Lacan en el Congreso de Strasbourg de octubre del 68 en su Nota sobre el padre anuncia “Creo que hoy en día, el rastro, la cicatriz de la evaporación del padre, es algo que podemos poner bajo la rúbrica y el titulo general de la segregación”[9]. El acento es colocado en las cicatrices que desata no solo en las fronteras, sino en nuestra civilización .Lo que retorna en los fenómenos de la violencia.

La película ¿Qué puede un cuerpo? Transcurre en un barrio marginal de una gran ciudad como es Buenos Aires, con su pibe que cartonea, los chicos que limpian vidrios en semáforos por monedas para la Coca, los jóvenes chorros que se organizan para robar en un arreglo con el gendarme, y los asalariados de trabajos socialmente menospreciados, junto al uso de la droga y el alcohol. En ella no hay padres. Hay pibes grandes y guachines, se recrea una familia o una fraternidad en la pandilla de pibes chorros, así, no le está permitido al guachin fumarse un porro con los pibes grandes. Chorros poseídos por una voluntad de goce mortífero. Tres delincuentes juegan en la play, exaltado por el uso de la droga, uno profiere “¡como la vida real! choreas autos, te cagas a tiros con la gorra, te escapas o te morís” y preanuncia su final: al aceptar el laburo de un gorra (gendarme) encuentra la muerte. Es de otro pibe de la villa quien no ha consentido en delinquir que se oye “¡laburar con la gorra no da! La calle esta repicante. Yo prefiero laburar y terminar roto a terminar muerto”.

El film muestra a un cartonero como el personaje que estructura el relato, monótonamente recoge los desechos, como un guiño también un libro Que es la filosofía? El sujeto encarna una de las versiones del objeto en tanto desecho, rechazado por la madre de su hija primero por cartonear, luego arbitrariamente echado cuando encuentra un trabajo formal, y más adelante, cuando pide un fierro para salir a delinquir es expulsado por el chorro con un “gil de cuarta, salí de acá, tomatelás, me mataron un compañero!”. Un hombre que se hace maltratar, humillar, arruinar. Puede experimentarse cómo es visto como un objeto sin destino, es sobre esos bordes que puede desencadenarse la violencia[10], nos aclara Lacadee en Los sufrimientos modernos de los adolescentes (eclipse del sujeto por el objeto).

Los sujetos se hermanan por el goce a la vez que este los segrega. El cartonero y los limpia vidrios se saludan con un gesto propio. En El fin del poder de los padres y el advenimiento de una sociedad de hermanos nos advierte Lacan[11] “lo que crece y arraiga en el cuerpo en la fraternidad del cuerpo es el racismo”. No se trata de un porvenir color de rosa, el limpia vidrios calla ante el automovilista que le grita “dale negrito más rápido, esto no es el plan descansar los vidrios”, el cartonero también cuando trabaja solo por un día limpiando una oficina ante lo imperativo de un empleado “limpia ya el inodoro, ¡mostrame que te gusta tu laburo hermano!” Si bien en “una relación interhumana es la violencia o la palabra” nos dice Lacan en El Seminario 5[12], es en el Seminario 17 en el que “la palabra puede desempeñar el lugar de la carroña”. La violencia viene no de una pulsión cruel, (según Lacadée Lacan invierte la causalidad) sino de la docilidad, en la medida que la palabra informa, implora, somete, es el miedo, el horror, el que causa la violencia,”la sumisión por temor es la peor de las violencias que el sujeto puede producirse a sí mismo”[13]. En determinadas ocasiones más que ser el signo de la bestia en el hombre es el rechazo a reducirse a eso a abandonarse al otro (rebeliones de los jóvenes tras algunos discursos). Se trata entonces de despegarse no del gusto por la carroña, sino del límite en que la palabra deviene carroña.

Jóvenes que tienen una cercanía muy grande con lo real y desde pequeños, desde ese temprano tiempo, supieron que su ser podía ser objeto y resto, como consecuencia de la precariedad simbólica.

¿La primera piedra la tiró el miedo?

Y detrás del miedo ¿Quién abrió las puertas?

Nuestras almas que todo lo podían ¿cuándo sucumben?

El niño de la pobreza ya está muerto, solo espera una palada de tierra.

¿Cómo orientarnos por una ética que sin negar la pulsión de muerte tampoco caiga en la aceptación del destino trágico?

 
* Presentado en la Segunda Noche Preparatoria VI Jornadas EOL, Sección La Plata, Mesa: “Interpretar la violencia”, Violencias, 7 de agosto de 2019.
 
Notas
  1. Bassols, M., “Trauma en los cuerpos violencia en las ciudades”, Texto de presentación del XX Encontro Brasileiro do Campo Freudiano, Belo Horizonte, 12-13 de Noviembre de 2104. Disponible en: http://miquelbassols.blogspot.com/2014/03/trauma-en-los-cuerpos-violencia-en-las.html
  2. Freud, S., “El malestar en la cultura” en Obras Completas Tomo XXI, Amorrortu Editores, Bs.As., p. 140.
  3. Miller, J.‑A., Niños violentos en Revista Carretel 14, Adolescencias,hoy, Revista de las Diagonelaes Hispanohablante y Americana Nueva Red Cereda, Septiembre 2017
  4. Miller, J.‑A., El Otro que no existe y sus Comites de ética, Paidos, Bs.As. p18.
  5. Miller, J.‑A., “En dirección a la adolescencia” en Revista Carretel 13, Revista de las Diagonales Hispanohablante y Americana Nueva Red Cereda,
  6. Ibíd.
  7. Laia, S., “La violencia enloquecida de nuestros tiempos.vConsideraciones desde el psicoanálisis de orientación lacaniana” Conferencia dictada en la NEL México 26 Febrero 201. Disponible en: http://www.nel-mexico.org/index.php?sec=Actividades-internacionales&file=Actividades-internacionales/Textos-Conferencias/11-02-26_La-violencia-enloquecida
  8. Mandil, R., Entrevista a Ram Mandil en Registros Tomo Rojoazul Jóvenes Año 13, p. 33.
  9. Lacan, J., Nota sobre el padre en Revista Lacaniana de psicoanálisis Número XX, EOL, 2016, p. 9.
  10. Lacadeé, P., El sufrimiento moderno de los adolescentes, p. 125.
  11. Lacan, J., El Seminario, Libro19, Paidos, Bs.As., p 231.
  12. Lacan, J., El Seminario, Libro 5, Paidos, Bs.As., p 468.
  13. Lacadée, P., Op. Cit.,p. 126.
 
 
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