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Consecuencias
 
Edición N° 23
 
Diciembre 2019 | #23 | Índice
 
Presentación del libro de Mario Goldenberg: Lo real y la declinación de los semblantes, Editorial Grama [*]
 

Declinación de los semblantes

Por Samuel Basz

Samuel BaszEn principio es interesante el título del libro: articular, confrontar, relacionar, dos cosas que son aparentemente disímiles, hasta opuestas, como lo real y la cuestión de los semblantes. Y la cuestión de los semblantes encarados bajo la perspectiva de su declinación, es decir de su empobrecimiento, de su banalización, del hecho de que son en –la cultura contemporánea occidental por lo menos– muy relativizados.

Para el psicoanálisis de nuestra comunidad, la del campo freudiano y la de orientación lacaniana, la cuestión de los semblantes empieza a ser considerada por Lacan mismo y le da un lugar preciso. Miller, por su parte, sostuvo todo un curso que llamó De la naturaleza de los semblantes[1]donde marca justamente el peso que tiene esta noción.

No sé si es un concepto completamente desplegado, pero al menos es una noción fuerte y que se ubica en la línea de un cuarto término: simbólico, imaginario, real y semblante.

En ese sentido el semblante empieza a ser el antecedente de dos cuestiones fundamentales: un antecedente que no se pierde, que no se agota, que permanece a pesar de que tanto la noción de sinthome de la última enseñanza de Lacan, como la cuestión de los nudos, son un efecto de la consideración, de la importancia, de la pertinencia de los semblantes en la clínica; partiendo de la clínica la importancia de los semblantes es incuestionable, los colegas psicoanalistas por supuesto que esto lo tienen muy claro, también quiero que los que no son psicoanalistas entiendan que la cuestión de los semblantes, para el psicoanálisis, en nuestra orientación, no es la mera apariencia. No es la mera apariencia porque es una articulación entre lo simbólico y lo imaginario, imaginen, intuyan que son dos cosas centrales en la enseñanza de Lacan, esta dimensión de lo simbólico y lo imaginario se dirige hacia lo real. Y tiene además una importancia fundamental el semblante en la medida en que es un amortiguador de lo real. Se dirige a lo real y además amortigua los efectos de lo real. ¿Por qué digo esto? Tiene importancia en la cultura y lo pueden leer en varios de los textos que aparecen en este libro…

El punto está en que el semblante está conectado con dos cosas fundamentales: en principio está conectado con la cuestión de la creencia, no es posible considerar la dimensión de la creencia sin la noción de semblante.

Y al mismo tiempo la cuestión de la creencia y la noción de semblante en su propia articulación dan cuenta de la posibilidad de la existencia del lazo social.

De cualquiera de los cuatro lazos sociales que Lacan distribuye en lo que él llama discursos. Son formas de lazo social históricamente consagrados, efectivos, realizados, que son el discurso del amo clásico, el discurso del analista que tiene que ver con el nacimiento de esta experiencia freudiana, el discurso de la universidad que es históricamente situable y el discurso de la histérica, que es algo que también se puede configurar en relación a la emergencia del psicoanálisis en relación a la cultura, a la historia también de los conceptos y de la historia del saber. Esos cuatro discursos no pueden ser subjetivados, un sujeto no puede incluirse en ninguno de esos cuatro discursos si no cree en el semblante. Esa creencia en el semblante está fundamentalmente articulada en el hecho de que cualquiera de estos cuatro discursos, estos cuatro lazos sociales, tienen como agente, como motor, como provocador un semblante. Sea un significante, sea el sujeto mismo, sea el saber o sea el objeto, un objeto, el famoso objeto a de Lacan también es un semblante. Es decir que no es que el agente es un semblante de objeto sino que el objeto a es en sí mismo un semblante ¿Y esto qué importancia tiene? Tiene una gran importancia clínica porque si no hay una creencia en el semblante no se puede incluir en un discurso y la definición clásica, una de las definiciones clásicas referidas a la psicosis es que el psicótico está fuera de discurso.

Es decir, por esta cuestión de no tener acceso al semblante vía la creencia, entonces todo lo que se puede implicar en relación a los efectos del discurso es del orden de la certeza, que es algo más bien complicado porque la certeza implica algo del orden de la dificultad para implicarse en un discurso. Por lo menos certeza de que las voces están dirigidas a él más allá de su significado, etcétera. En ese sentido también hay algo que hace a la dimensión del amor. El amor es una perspectiva, es un sinthome efectivo, es una manera de saber hacer con lo real para introducirse en un discurso y para pasar de un discurso al otro. Y Lacan lo dice: para pasar de un discurso al otro la condición es el amor, y este libro está muy articulado en relación a esta lógica y aparece una consideración muy interesante, esto vale la pena subrayarlo, cuando se refiere al discurso capitalista que no es ninguno de los otros cuatro. Si bien es un discurso, Lacan lo plantea, es un discurso raro, un discurso especial, un discurso donde el agente, si bien es el sujeto, es el sujeto que no tiene la castración, que no tiene la causa en el objeto en el sentido ético, entonces parece como un sujeto que se lo propone como un emprendedor de sí mismo.

Entonces cuando la cuestión de los semblantes aparece en esta dimensión de debilitamiento, de declinación cultural, es un cierto enloquecimiento, un cierto enloquecimiento social. El asunto es qué puede hacer el psicoanálisis con la lectura, y con la lectura advertida para intervenir en relación a lo social. En el consultorio el analista escucha y cuando escucha lee. En lo social lee y hace de eso una escucha y se establece un planteo complejo porque se trata de partir de los conceptos que surgen de la clínica y aplicarlos a la vida social. Esto léanlo en este texto, en este libro, y van a ver que hay un trabajo muy interesante es ese sentido. Hay un apartado que se llama aplicaciones y que tiene exactamente que ver son esta cuestión. En esa dimensión el punto más delicado es poder entender que el psicoanálisis tiene una función. Obviamente en la práctica clínica el analizante se va liberando de estos efectos alienantes propios del discurso capitalista, en el sentido de una increencia que hace como contrapartida una cierta certeza, un poco loca en que cada uno es el empresario de sí mismo. Con toda la locura, del fracaso, del éxito, de la acumulación y de esa dimensión digamos de desplazamiento que tiene muy poco que ver con lo que clásicamente llamábamos la ilustración o las luces o cierto humanismo del cual hay que ver hasta qué punto se puede ir más allá y ese es el punto ¿Cómo hacer una creencia que no sea universal, que no sea religiosa? Que sea útil, que le permita a cada sujeto un saber hacer frente a lo imposible y frente a lo real. Si seguimos estas líneas este libro enseña mucho y enseña mucho también en que es específicamente respecto de la cultura que el psicoanálisis tiene una posición modesta. No está habilitado para dar soluciones políticas. Tiene que interpretar, no puede hacer otra cosa que interpretar, no puede ser revolucionario en el sentido de cambiar las condiciones estructurales, que hacen a la vida económica y la infraestructura de producción, pero sí puede ser, en la medida que interviene con su interpretación en lo social, una chicana. Es decir aparecer molestando, retrasando, complicando el desarrollo fluido de la subjetivación (y por lo tanto las consecuencias ideológicas cristalizadas) del discurso capitalista. Bueno, por ahora esto. Después podemos seguir charlando.

Bibliografía:

  • Goldenberg, M., Lo real y la declinación de los semblantes, Editorial Grama, Buenos Aires, 2019
  • Miller, J.–A., De la naturaleza de los semblantes, Editorial Paidos Iberica, Buenos Aires, 2002.

 

Finas puntuaciones

Por Alejandra Glaze

Alejandra GlazeEstamos aquí para presentar un nuevo libro de Mario Goldenberg. Debo decir que el Prólogo de Miquel Bassols y las Palabras Preliminares de Philippe Fultot, dicen mucho sobre lo que se podría decir acerca de este libro. Destacan muy precisamente, y es lo que hace difícil decir algo más, la manera en que Mario trabaja en esos textos (y en otros anteriores), la manera en que se pasa de lo singular a lo colectivo, para definir de este modo a lo que podemos llamar el “Malestar en la cultura”, pero el de esta época. El determinado por lo que el título define como Lo real y la declinación de los semblantes. La tesis central es que la declinación de los semblantes deja a cada uno frente a lo real, sin armas con que enfrentar el encuentro con la falta de relación sexual, constituyendo así el malestar de esta época. Lo que parece querer decir que hay un malestar específico para cada época. Malestar que en todo caso se trata de cernir, y es lo que Mario propone en este libro.

Estamos hablando de otro momento al victoriano de la época freudiana del nacimiento del psicoanálisis.

Pero en definitiva se trata de la pregunta acerca de qué lugar para el analista en ese malestar en la cultura contemporáneo, y de la ética que implica este nuevo mundo en el que estamos inmersos, frente a la constatación del goce como única brújula del sujeto, sobre todo en los adolescentes, y cito aqui a Mario “En tiempos donde el discurso del capitalismo tardío rechaza el lazo y el amor”.[2]

Mario lo dice muy bien en el Braimstorming del Congreso de la AMP 2012, cuyo texto está aquí publicado: “Testimoniar en acto sobre nuestra posición, como psicoanalistas, no solo en la cura, sino también en la ciudad”.[3] Una apuesta que como analistas es política, en el sentido de interpretar el síntoma.

Por ejemplo, como desbaratar el entramado entre lo que él define como el mundo de la pantalla y el imperativo a la diversión, al disfrute…

Mario define a este como el siglo de las pantallas,[4] lo que parece cambiar nuestra relación al mundo y a nuestro propio cuerpo, que da lugar a un doble aspecto del superyó: la seguridad, la video vigilancia, donde todo puede ser visto y controlado, y por el otro la pantalla como diversión, como entretenimiento. Diversión que como mandato rechaza lo imposible del goce. Un todo es posible que sabemos las consecuencias que tiene. Sociales y subjetivas. Y así, nos encontramos con los fenómenos sociales que tanto escandalizan a la sociedad, las masacres escolares, las balaceras en todo tipo de sitios, que escapan a ese panóptico gigante, que no ve lo que al goce se refiere, esa cuota de sinsentido que no se puede atrapar en una cámara de vigilancia, ni con ningún algoritmo de internet, más que cuando ya es tarde, como aquello sintomático que hace su debut “poniéndose en cruz” (y lo digo a la manera de Lacan en “La tercera”) frente a los imperativos de transparencia de la época. Pantalla como partenaire del sujeto.

No hay ley para lo real, sino solamente la singularidad del sinthome en cada parlêtre, según su manera de gozar de lalengua[5]. Saber clasificatorio. Enciclopédico que no dice nada del sentido.

La renuncia pulsional de Freud ha devenido un mandato a gozar, a no renunciar a nada. Todo es posible en una época donde el emprendedurismo es la clave para una vida feliz. Lo que es lo mismo que decir que cada uno está con su goce.

Todo esto para arribar a una fórmula sobre la que mucho se ha dicho: No hay Otro. Esto es lo que constata Mario en cada uno de los textos en los que trabaja la cuestión de la adolescencia. Y describe a los adolescentes con una claridad que es enseñante. Y para eso se sirve de las películas, de la clínica, de su lugar en el Observatorio de Violencia en las Escuelas, etc. Pero ¿qué decimos cuando decimos que No hay Otro? ¿De qué Otro hablamos? ¿Cuál es el Otro que no hay? ¿Del que se carece?

Y en su artículo sobre la fórmula “Dios a muerto”, retoma lo trabajado por Miller en Un esfuerzo de poesía, para marcar la diferencia entre el sacrificio religioso y la ética capitalista[6], retomando la frase de Fedor Dostoyevski, en Los hermanos karamazov: “Si Dios ha muerto, todo está permitido”, Y que Lacan invierte de alguna manera en el Seminario 17, cuando dice “Si Dios ha muerto, nada está permitido”. Sabemos, siguiendo a Miller, que “la ética del capitalismo no es la del sacrificio, sino la del entretenimiento, la diversión”,[7] cuyo correlato es la depresión.

Me interesó particularmente la manera en que Mario trabaja las películas Paranoide Park y Elephant, básicamente porque es un tema que yo he trabajado en otras oportunidades, en espacios también propiciados por Mario, en este cruce entre el psicoanálisis y el malestar en la cultura. Y es interesante lo que plantea en la página cuarenta y seis, cuando dice que en estos hechos de las llamadas matanzas escolares, “no hay un sentido, sino un uso práctico del sentido”. Ninguno de esos hechos se realizó en nombre de Dios, en nombre de ninguna religión, ni de ningún semblante que muestre que allí se trataba de otra cosa. Incluso llega a decir que la Guerra de Irak tiene las mismas características, ya que nadie puede creer que se trataba del peligro para la humanidad que podría infligir ese país.

Por otro lado, destaca el lugar de la ciencia en lo social. Lejos de los planteos según los cuales la ciencia iba a liberar a los sujetos del ideal religioso, su avance, “el ideal científico, su incidencia en lo real, sus perturbaciones, hace más necesario el sentido que segregó la religión”.[8] Y es en este sentido que Lacan planteará que el triunfo de la religión como refugio del sentido ante el real perturbador que produce la ciencia. (Ver el artículo de Miller sobre Adolescencia).

“La religión individual, que no es más que la neurosis, sostiene el padecimiento particular, tanto en el sacrificio de su plus de gozar al otro, como en dar consistencia al Otro respondiendo a los imperativos de Goce”.[9] Forma de velar la falta en saber en lo real para el ser hablante. Desmintiendo de este modo la invención singular, el sinthome de cada uno. “Las identificaciones, el sentido de los síntomas, los diversos modos de sufrimiento soportan la pasión neurótica de sacrificio de la singularidad del goce; esta singularidad del síntoma es el Uno al que se adviene en un análisis. Un modo diverso de hacer lazo con el Otro, con la alteridad, con lo heterogéneo del sentido.[10]

¿Dios ha muerto? Me interesó la manera en que lo enuncia Mario, diciendo que los signos de pregunta son una manera de ir en contra del ideal cientificista de acabar con el sentido religioso, que no es más que la neurosis, el malentendido, la proliferación de las creencias, y los semblantes. Es una manera de decir que en la época del Otro que no existe el ideal no aparece como regulación, declina la ley, la globalización intenta borrar las diferencias, con sus retornos segregativos, y donde parecería que los lazos familiares ya no tienen lugar. Lo dice muy elegantemente Mario: la religión neurótica no desapareció.[11] Pero sí se produjo un cierto efecto de devastación sobre los lazos sociales con la aparición de la globalización, la dominancia del mercado, el neoliberalismo, pero no terminó con los lazos, ni con la neurosis, ni con la represión ni con las creencias. ¿Y entonces? ¿Cuál es la subjetividad de época? ¿Y cuál sería el lugar del psicoanálisis en ese impasse de la época? Creo que estas preguntas encuentran algunas respuestas en este libro. Les propongo que las busquen. Pero la primera que yo puedo enunciar, ustedes encontrarán otras, es que el psicoanálisis debe dar lugar a la Creencia en el síntoma (y así se llama uno de los artículos de este libro que encontrarán en la página cincuenta y tres). ¿Qué decimos con que debe dar lugar a la creencia en el síntoma? Decimos que debe abrir alguna pregunta, algun enigma, a algo del orden de un querer saber.

“Reducción del campo del sentido como rasgo de la época actual, la globalización del discurso capitalista cuyas coordenadas producen un rechazo a la castración y un taponamiento del sujeto con los objetos de la ciencia, promoviendo un goce sin lazo”.[12]

El sentido, la creencia, no entra en el dircurso de la ciencia.

Pero es justamente la creencia en el síntoma, el creer que ahí hay un sentido, abre la vía a un psicoanálisis.

Lejos de la creencia en el Otro, de lo que se trata es de la creencia en el síntoma como vía regia al inconciente. Único modo de ir en contra del discurso científico, que forcluye la castración.

Hubo una declinación de los semblantes del saber, del Sujeto supuesto Saber, que privilegia el goce sobre el sentido, haciendo síntoma del saber. [13]

No son las cosas del amor, como lo llama Mario, lo que se encuentra en el centro de los lazos sino el objeto como producto de la tecnología en el mercado.

 

El analista contemporáneo

Por Silvia Salman

Silvia SalmanMe inclino por presentar al autor para recibir con alegría este nuevo libro. Este libro es uno más de nuestro querido Mario, pero también es uno más para que el psicoanálisis permanezca vigente y vivo en esta época que se lleva puesta la dignidad de lom, como dice Lacan, la dignidad de lo humano.

Voy a resaltar entonces dos rasgos del libro, que son dos marcas de autor, y quienes lo conocen sabrán que no me equivoco, ¡eso espero! Su gusto por Freud, y su preocupación por el malestar en la cultura y lo que el psicoanálisis puede aportar a ello. Freud y la época. Este libro refleja esas marcas de principio a fin y su título lacaniano -“Lo real y los semblantes”- nos muestra desde donde Mario lee tanto a Freud como a la época.

Marcas freudianas

La entrevista que le hace Emilia Cueto conmemorando el 150 aniversario del nacimiento de Freud y titulada “Aún, Freud…” nos da algunas pistas de su encuentro contingente con Freud y del modo que su lectura incidió tanto en su vida personal como en su vida política. Allí encontró como muchos otros y con otros, un respiro para poder pensar con cierta libertad el devenir de la condición humana, y en particular la de la Argentina en los años ´70.

La práctica y la docencia universitaria vendrían después y continúan aún…

Este buen encuentro con Freud muy tempranamente le permitió leer la subjetividad de esa época y el lazo social que ella determinaba. En los años ’80 un nuevo encuentro contingente con la llegada del Campo freudiano a la Argentina, determinó una nueva orientación que marcó desde entonces su inserción en el psicoanálisis, ahora a partir de la Escuela de Lacan. De esta manera para Mario se trata de Freud pero, no sin Lacan. Y también se trata de Lacan pero, no sin J.–A. Miller. Sin duda una orientación compartida, conmigo por supuesto y con mucho de ustedes también.

Podemos leer en la página 141: “El genio de Freud es el que permitió la invención del psicoanálisis, no podemos pretender que los analistas seamos como Freud o como Lacan, pero sí es importante en la formación analítica estar a la altura de la época, esto quiere decir, estar a la altura de los debates centrales del pensamiento contemporáneo. Si el psicoanálisis queda reducido a una práctica psicopatológica podemos poner en duda su porvenir.”[14]

Este libro es entonces un aporte muy especial para una formación analítica que no pretende ser solo una terapéutica. Más allá de todo tratamiento posible del goce en cada caso singular, la experiencia analítica hoy más que nunca apunta además a extender sus efectos e incidencias en el campo de la política y de lo social. Así lo demuestran las lecturas diversas de los fenómenos contemporáneos que se abordan en el libro.

Marcas de lo contemporáneo

Diversos artículos muestran el interés de Mario por lo contemporáneo y dejan leer su preocupación esencial porque el psicoanálisis “no quede ahogado ni en el discurso religioso ni en las redes de la tecnociencia”.

Así leemos en la página 103: “Asistimos a una época donde el partenaire es más bien la pantalla y no el semejante y es a través de la pantalla que se hace lazo con semejante pero también se consume desde bienes hasta entretenimiento, y esto indica nuevas formas, distintas. Justamente esto plantea una necesidad de actualización para el psicoanálisis, una puesta al día de nuestra práctica, de su contexto, sus condiciones en las coordenadas inéditas del siglo XXI como lo ha planteado Jacques–Alain Miller en el Congreso de la AMP en Buenos aires 2012”.[15]

Comparto con Mario esta preocupación, ya que los nuevos modos de enlazarse que encuentran los sujetos en el siglo XXI, afectan de un modo directo al lazo de amor transferencial que está en el corazón de nuestra experiencia. ¿Cómo nos arreglamos los psicoanalistas para crear ese amor artificial pero real que comanda un recorrido analítico? ¿Cuáles son las formas en las que ese amor se hace posible hoy? Les aseguro –a los que no son psicoanalistas– que es un verdadero desafío practicar el psicoanálisis en estos días. De modo que para tamaña tarea, se requiere una formación renovada y un deseo del analista siempre actual.

El libro recorre los diferentes temas que nos acucian sea cuales sean los dispositivos en los que practicamos el psicoanálisis: hospitales, escuelas o consultorios. La violencia, en sus múltiples estados y manifestaciones. Los cuerpos, afectados, golpeados, intoxicados, medicados, tatuados o cortados. Las creencias, totalitarias que arrasan con la singularidad. La biopolítica, que induce políticas de evaluación y regulación sobre la vida de los cuerpos. Y la adolescencia en las escuelas, que es un tema recurrente de reflexión en Mario que comenzó con su lectura e interpretación de la masacre que narra Elephant en el año 2003/4 y que continúa hasta hoy siendo un tema de permanente reflexión y cuestionamiento.

Estos asuntos que el libro aborda, cada uno en su particularidad, elucidan y esclarecen sobre aquello que se espera de un psicoanálisis: Escuchar el malestar antes que interpretarlo, respetar la manera de gozar antes que encerrarla en una lógica identitaria y preservar lo más singular de cada uno antes que aplastarlo en el universal de las reglas y en la norma del deseo.

Para ello se necesita de un psicoanalista formado y advertido del real que nos toca afrontar en el siglo XXI –es lo que nos advierte Mario y también es el aporte de este libro– un psicoanalista que pueda calcular cada vez su posición. Respecto de la transferencia– en los análisis que conduce; respecto de la Escuela que nos asocia (en nuestro caso la EOL) –en su modo de hacerla existir a ella y a las identificaciones desegregativas que la constituyen como tal. Y respecto de su acción –en su modo de encarnar el discurso analítico en el mundo.

Finalmente diré que este libro pertenece a una nueva categoría de psicoanalista que Miquel Bassols menciona en su Prólogo y que Mario contribuye a relevar (aunque Miquel no la define como categoría, en todo caso ese es mi pequeño aporte) una categoría en la que sin duda Mario nos señala el camino:

 
* Presentación del libro de Mario Goldenberg, Lo real y la declinación de los semblantes, Editorial Grama, Buenos Aires, 2019, en Eterna Cadencia Librería, 18 de Octubre de 2019.
 
Notas
  1. Miller, J-A., De la naturaleza de los semblantes, Editorial Paidos Iberica, Buenos Aires, 2002.
  2. Goldenberg, M., Lo real y la declinación de los semblantes, Edit. Grama, Bs. AS, Año 2019, p.32.
  3. Íbid.p.33.
  4. Íbid.p.33.
  5. Íbid.p.103.
  6. Íbid.p.45.
  7. Íbid.p.45.
  8. Íbid.p.49.
  9. Íbid.p.50.
  10. Íbid.p.50.
  11. Íbid.p.51.
  12. Íbid.p.54.
  13. Íbid.p.64.
  14. Goldenberg, M., Lo real y la declinación de los semblantes, Edit. Grama, Bs. As., 2019
  15. Íbid
 
 
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