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Consecuencias
 
Edición N° 24
 
Octubre 2020 | #24 | Índice
 
Otro goce (uso) para las pasiones
Por Greta Stecher
 

No sabrás nunca sabrás
Lo que es morir mil veces
De ansiedad.
No podrás nunca entender
Lo que es amar y enloquecer.

Tango Pasional, Osvaldo Pugliese.

Greta Stecher

Voy a tomar la clase de “El Ser y el Uno” del 23 de mayo de 2011 de Jacques–Alain Miller; Los objetos de la pasión de Eric Laurent; La tercera, de Jaques Lacan; Los signos del goce y Piezas sueltas de Jacques–Alain Miller; Pasiones lacanianas de Graciela Brodsky, entre otros. Y quiero dar un agradecimiento especial al trabajo “¿Equivocar el odio? de nuestro colega Chistian Martín –asociado de sección La Plata– cuya presentación en Jornada de Carteles 2019 motivara la pregunta que iniciara para mí éste recorrido.

Para establecer una primera ubicación conceptual tomaré la diferencia Milleriana entre las nociones de Ser (S2, la sustancia significante) y Uno (S1, la sustancia del goce).

En el campo del Otro tenemos al Ser: –Otro que no existe y es–; a la sustancia significante; al inconsciente freudiano; al S2 como saber; al síntoma como verdad/revelación; al SsS de la transferencia. En el campo del Uno tenemos la existencia: –Uno que ex–iste y no es–; al S1; al cuerpo; al goce; a la sustancia gozante/al ello freudiano; al Uno que se repite como fuera–de–sentido y conmemora la irrupción de un goce inolvidable; al sinthome que pura y simplemente se repite, que no es revelación sino constatación: eso que se goza. Finalmente, dirá Miller, lo real sin ley es la conjunción entre ambas sustancias: la del significante y la del goce.

Dicho esto nos adentramos en el tema de las pasiones.

Laurent[1] ubica que con el término pasión Lacan buscó ir a tocar lo vivo, despertándonos a que el lazo freudiano entre idea y afecto no sea pensado en su oposición sino como nudo.

La famosa Vorstellungsrepräsentanz no es sin un monto de afecto: eso es la pasión lacaniana.

En un análisis hay el sujeto del inconsciente y hay el objeto pequeño a, como huella producida, como residuo. No hay trabajo analítico propiamente dicho si no están ambos elementos en juego, operando en su anudamiento, no como opuestos separables.

Hay en Lacan dos categorías de pasiones: las pasiones de la alienación y las pasiones de la separación. Son dos dimensiones: por un lado están las llamadas pasiones del ser y por otro lado las pasiones del alma.

La pasión es una manera de nombrar lo que afecta al sujeto. Las pasiones del ser son ante todo pasiones en relación al Otro: amor, odio e ignorancia. Estarían de alguna manera enmarcadas en la primera enseñanza de Lacan, pero aparecen más adelante también, como el odioenamoramiento del Seminario 20, un amor disfrazado de odio, un enredo entre transferencia negativa y positiva.

Las pasiones del ser, son las pasiones que conciernen al sujeto del inconsciente, al $ en relación a su falta–en–ser. Son las pasiones del neurótico por excelencia; quien tiene que vérselas con su Otro incompleto. Son las pasiones experimentadas desde la entrada en análisis. Lacan las trabajó en relación a la transferencia.

Laurent ubica que hay la dimensión de una elección forzada, hay una determinación: hay la acción de amar, odiar o ser indiferente frente a algo que al sujeto se le impone. El sujeto dividido es empujado pasionalmente a buscar, en el Otro, su Vorstellungsrepräsentanz, última e inhallable, que pudiera acaso colmar su falta.

Se ama cuando se le supone un saber al otro, (el amor suple la relación sexual que no hay); se odia lo que el otro goza (por eso el odio es lúcido; hace inconsistir al otro, apunta a la separación, apunta a la diferencia absoluta) y la pasión de la ignorancia aparece como un empuje a la búsqueda de verdad para no querer saber. Es importante ubicar que en el origen está el no querer saber, lo que empuja a saber no es el deseo sino el horror…

En Pasiones Lacanianas[2] se ubican tres dimensiones del odio que vale la pena destacar: El odio en su dimensión imaginaria, como intrusión del otro, como por ejemplo la irrupción del hermano y el fenómeno de la envidia (que el otro pierda lo que yo no tengo). El odio en su dimensión simbólica, eso es en relación a la falta en el Otro, S(Ⱥ), como por ejemplo el insulto. Finalmente el odio en relación al objeto pequeño a: es la desuposición del saber como objeto; (frente a la demanda de un signo de amor, hay odio por la suposición de que queda un saber en reserva). El enseñante astuto sabrá dar, en su transmisión, aquel saber que no se tiene, no todo, sino a riesgo de ser odiado (o de producir agresividad o tedio en sus enseñantes).

Las pasiones del ser se corresponden a la figura de la alienación. Son, como dijimos, las pasiones de alienación al Otro. Se pueden pensar como las pasiones de la entrada en análisis, las pasiones del instante de ver.

$ -> falta–en–ser – pasiones del ser

$ -> parlêtre – pasiones del alma[3]

Por otro lado, en el final de su enseñanza, Lacan ya no habla del sujeto como falta–en–ser, ahora se trata del parlêtre: el sujeto más el cuerpo. En 1973, en Televisión vuelve al tema de las pasiones pero ahora las nomina pasiones del alma. Porque ya no se trata de sus vicisitudes con el Otro, sino de las pasiones del parlêtre con su propia alma. Son esencialmente la tristeza y la manía. En la lista completa están: la tristeza, el gay savoir, el malhumor, la felicidad, el tedio y la gratitud.

Las pasiones del alma corresponden a la figura de la separación. Son pasiones de separación del Otro. Quizá se puedan tomar como las pasiones de final del análisis, del momento de concluir. Lacan vuelve justamente al tema de la pasión pensar el final del análisis. El parlêtre y la ausencia de garantía, autorizado por sí mismo, en soledad, en relación a la causa analítica.

Las pasiones del alma son las pasiones del objeto pequeño a, en las que está en juego el cuerpo, el goce del cuerpo y el Uno. Existen, dice Laurent, dos maneras de saber si se tiene un cuerpo: por la imagen y por el agujero.

El inconsciente freudiano es un saber, son pensamientos de deseo. El inconsciente lacaniano retoma esa idea de inconsciente y lo plantea como un saber sobre el goce. Pone en juego una pulsión que, no estando en el cuerpo, ni como como forma ni como imagen, está articulada al cuerpo como un objeto pequeño a bordeando un agujero. El objeto pequeño a en sus dos versiones: o bien como la enforma o el molde: o bien como el vacío que corre bajo la cadena significante propiciando las formaciones del inconsciente.

Volviendo a lista de las pasiones del alma, que figuran brevemente en Televisión, la primera que aparece es la tristeza. Laurent las explica un poco.

La tristeza aparece como una pasión central de la modernidad, hay lucidez en la tristeza, pero es un saber cortado de la vida, separado de lo real del goce, dice Laurent. La tristeza ha perdido el vacío necesario para articularse al propio goce. “Su intacta inteligencia estaba como cortada de las fuerzas pulsionales que gobernaban su comportamiento”, decía Freud sobre el Hombre de los Lobos.

El gay savoir, como lo contrario a la tristeza, es un saber articulado a lo real del viviente, de alguna manera al deseo y al goce. En el gay savoir aquello que se piensa tiene incidencia sobre el goce; aquello que pensamos está libidinizado, bautizado de interés psíquico.

La felicidad es el sujeto siempre sometido a la compulsión de repetición. Articulado al a, articulado a la cadena significante: el sujeto siempre es feliz.

La beatitud de desliga del sujeto, es la beatitud el Otro, de Dios. Es un dios enredado a su goce, un dios sin falta. El Otro más su goce es uno de los nombres del Uno.

El tedio es una pasión de la repetición, es algo del orden del Uno que se repite.

El malhumor es un afecto analítico original y esencial. Es una pasión que no hace serie con las anteriores, es una pasión con un toque de real. El malhumor es una pasión en la que el sujeto rechaza la felicidad de la repetición: no es eso. El malhumor es un modo de decir que lo real es imposible de soportar. Del otro lado del malhumor está el entusiasmo.

¿Cómo se vive la pulsión después de haber atravesado el fantasma? Con tristeza, gay savoir, felicidad, gratitud, tedio y malhumor. Y el amor y el odio son correlativos al fantasma antes de su travesía, dirá Laurent.

Me interesa concluir con una disquisición preciosa, y sin duda compleja, que Laurent rescata de Miller: la pasión tiene una relación con el “Otro goce” (JA) mientras que el afecto tiene relación con el cuerpo propio[4].

Empiezo primero con una mención al nudo: afecto – cuerpo propio. En la dimensión imaginaria de los afectos tenemos el registro freudiano de un afecto desplazándose de representación en representación. El afecto aparece como efecto de sentido, inducido por la cadena significante. Hasta acá tenemos una suerte de promesa de que el afecto se reduce a un efecto (Seminario 20). Pero Lacan da un paso más: cuando introduce el sinthome, (goce opaco por excluir al sentido, de la mano de Joyce), nos encontramos con un afecto irreductible al efecto de sentido. Un afecto que hunde sus raíces en el hecho de que el hombre tiene un cuerpo, que habla con su cuerpo. El sínthoma es un acontecimiento de cuerpo. Si no es por la vía del sentido, el psicoanálisis habrá de operar de modo tal que sea capaz de tocar algo del afecto que está en la vía del nudo con cuerpo propio. Para ampliar este punto encontramos estas referencias en el Seminario 20[5], en “Joyce el síntoma”[6], en Piezas sueltas [7] y en el libro de Brodsky sobre los Afectos lacanianos[8].

Aquí tenemos el gráfico que lacan dibuja en “La tercera”[9] pero sobreagregándole artificialmente los conceptos de pasión y afecto que otrora citásemos de Miller; ubicando el afecto en relación al cuerpo propio y la pasión en relación al JA (Otro goce):

Lacan dibuja su nudo ubicando los tres goces: el goce–sentido JS, el goce fálico Jϕ y el Otro Goce JA,

En la intersección entre Imaginario y Simbólico, Lacan dibuja el Sentido, JS, el jouis–sens, o goce sentido.

Entre Real y Simbólico, establece el Jϕ, como el goce fálico, goce pulsional, fuera–de–cuerpo.

Y donde se enredan Real e Imaginario Lacan establece la ubicación para JA, el goce del Otro, o lo que se dio en llamar el Otro goce. Fíjense que el Otro goce está fuera–del–lenguaje, (fuera de lo simbólico). Este Otro goce, en tanto goce parasexuado, (goce, para el hombre, de la mujer supuesta) no existe y le sería imposible existir si no mediara la palabra, en particular la palabra de amor. El Otro goce es testimonio de lo imposible de hacerse uno; en ningún caso dos cuerpos pueden hacerse Uno, no hay el menor asomo de reducción al uno.

Las pasiones quedarían ubicadas en el terreno del JA, Otro Goce, fuera de lenguaje, fuera de lo simbólico, en las antípodas del síntoma neurótico, que está justamente debajo, hecho de simbólico y de goce fálico. Pero si seguimos cuidadosamente el nudo de los tres goces observamos que el campo del síntoma hunde sus raíces en el Otro Goce.

Observen una curiosidad: que en la intersección donde dibuja el JA agrega también a la ciencia. Lacan dice que a este Otro goce la única vía de colmarlo es por el campo propiamente dicho en el que nace la ciencia. ¿Qué nos procura la ciencia? Nos procura gadgets: la televisión, el viaje a la luna (podríamos actualizar cuasi infinitamente la lista contemporánea), Lacan deja aquí abierta una pregunta por el porvenir del psicoanálisis ligado al uso sintomático del gadget.

El síntoma es la irrupción de esa anomalía en que consiste el goce fálico; en él se explaya y se despliega la falta fundamental: la no relación. La interpretación analítica, por la vía simbólica, será capaz de reducir al síntoma pero hasta un punto, hay algo que nunca será reducido de este saber, hay algo que nunca será interpretado, dice Lacan. Nutrir al síntoma, a lo real (vean que los hace equivaler: síntoma y real), nutrir al síntoma de sentido es darle continuidad de subsistencia. Es darle de comer al síntoma.

Pero, en cambio, en la medida en que algo en lo simbólico se estrecha ¿de qué manera? Por la vía del juego de palabras, el equívoco (que apunta a la abolición del sentido, a producir a un límite al desciframiento); entonces por esa vía algo de lo que concierne al goce, y en especial al goce fálico, quizá pueda también estrecharse[10]. Parafraseando a Christian Martín: ¿Cómo introducir una separación en el síntoma; cómo hacer una resonar otra cosa en el cuerpo?[11]

Lacan dirá que a partir del momento en que se pesca aquello que en el lenguaje hay de más vivo, o de más muerto, a saber la letra: únicamente a partir de allí tenemos acceso a lo real[12]. Cierro con esta hipótesis de trabajo que decantó para mí sólo después de este recorrido: las pasiones lacanianas quizá sean entonces una vía posible de trabajo en nuestra orientación hacia lo real.

 
Bibliografía consultada
  • Brodsky, G. (y otros), Pasiones lacanianas, Grama, Buenos Aires, 2019.
  • Lacan, J., “Joyce, el síntoma”, en Otros Escritos, Paidós, buenos Aires, 2012.
  • Lacan, J., El Seminario, Libro 20, Aun, Paidós, Buenos Aires, 1998.
  • Lacan, J., “La tercera”, en Intervenciones y Textos 2, Manantial, Buenos Aires, 1988
  • Laurent, E., Los objetos de la pasión, Tres Haches, Buenos Aires, 2019
  • Martín, C., “¿Equivocar el odio?”, trabajo presentado en las XXVII Jornadas de Carteles de la EOL, en La Plata, 24 de agosto de 2019
  • Miller, J.–A., “El Ser y el Uno” sesión del 23 de mayo de 2011 (inédito)
  • Miller, J.–A., Los signos del goce, los cursos psicoanalíticos de Jacques–Alain Miller, Paidós, Buenos Aires, 2006.
  • Miller, J.–A., Piezas sueltas, los cursos psicoanalíticos de Jacques–Alain Miller, Paidós, Buenos Aires, 2013
 
Notas
  1. Laurent, E.: Los objetos de la pasión, Tres Haches, Buenos Aires, 2019, p. 7.
  2. Brodsky, G. (y otros), Pasiones lacanianas, Grama, Buenos Aires, 2019, p. 65.
  3. Laurent, E.,Op. Cit., p. 9.
  4. Ibíd, p. 67.
  5. Lacan, J. El Seminario, Libro 20, Aun, Paidos, Buenos Aires, 1998, p. 168.
  6. Lacan, J. “Joyce, el síntoma”, en Otros Escritos, Paidos, buenos Aires, 2012.
  7. Miller, J.–A., Piezas sueltas, los cursos psicoanalíticos de Jacques–Alain Miller, Paidos, Buenos Aires, 2013, p. 71-75.
  8. Brodsky, G. Op. Cit. p 25.
  9. Lacan, J., “La tercera”, en Intervenciones y Textos 2, Manantial, Buenos Aires, 1988, p. 104.
  10. Ibíd, p. 103-104.
  11. Martín, Chr., “¿Equivocar el odio?”, trabajo presentado en las XXVII Jornadas de Carteles de la EOL, en La Plata, 24 de agosto de 2019.
  12. Lacan, J., “La tercera”, Op. Cit. p. 106.
 
 
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