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Consecuencias
 
Edición N° 25
 
Julio 2021 | #25 | Índice
 
Posibles incidencias y principios políticos del Pase [1], [2]
Por Aníbal Leserre
 
Aníbal Leserre

Introducción

El título de estas notas al decir posibles indica prudentemente que las incidencias dependen de los efectos y /o resultados de la experiencia misma del pase, y como los mismos son tratados y encausados. En tanto los resultados y enseñanzas del dispositivo son una experiencia y una práctica en curso.

También podríamos hacer una variación y plantear “Posibles consecuencias políticas del pase”. Pero tanto lo formulemos como incidencias o como consecuencias lo escribimos bajo la formulación:

X + 1

X = Incidencias, consecuencias, principios.

+ 1 = Indica que siempre podemos extraer una en más, en tanto la experiencia no cese.

Destaquemos que tomamos la idea de principios en su sentido lógico, es decir como aquello que funda y fundamenta una acción. Por lo tanto tenemos principios sobre la práctica del pase y también principios en relación a la política. Principios en plural ya que no se trata de un todo: La política, sino el campo de las políticas y en ese campo ubicamos el psicoanálisis en una cierta tensión, en una disyunción inclusiva. Resaltando que Lacan sostenía que la indiferencia era la mayor de las imprudencias.

Ubicaremos seis puntos en relación a la x planteada y nos queda en perspectiva el + 1, como posibilidad de que siempre es posible extraer alguna consideración más que sostenga un principio para nuestra acción sobre la intervención del psicoanálisis en la política.

El procedimiento

La propuesta del pase no se reduce al tema de la selección y no subsume sus resultados a criterios o supuestos prefijados desde un modelo de analista, sino que posibilita que uno por uno, caso por caso, puedan presentarse, ya que no se trata de demanda sino de oferta y que atravesando el procedimiento testimonien de su resultado a la comunidad. La perspectiva que tomamos, ya que son múltiples las posibles en torno al Pase, resalta que la experiencia misma del análisis no solo conduzca al fin de un trayecto personal, sino que se relaciona y acompaña con un compromiso con la comunidad analítica, con el discurso analítico, pero también un más allá de este marco, y en él ubicamos la temática de las incidencias en la política. Inscripción del Pase en el discurso, múltiples posibilidades que se puedan agrupar en tres dimensiones: la clínica, la epistémica y la política. Dimensión política que nos indica el pasaje de lo privado a lo público. Pasaje de la experiencia de lo singular a lo “universal” si queremos situarlo en las coordenadas de una problemática que atraviesa occidente desde los griegos hasta la fecha.

Tenemos precisiones muy claras por parte de Lacan, que no pensaba que el final implicaba una liquidación total de la transferencia, sino que consideraba que la misma se ubicaba más allá del pase. Tenemos su indicación al respecto cuando sostiene el pasaje del trabajo de la transferencia a la transferencia de trabajo, ubicando el resto de la transferencia en una vertiente institucional. Pero, a mi entender, este trabajo no se limita al marco de la Escuela, a los efectos sobre el grupo; creo que podemos ubicar allí también un principio que podemos llamar transferencia de trabajo político. Claro que aquí hay que ser muy específicos de cómo entendemos política ya que no se trata de política partidista.

1. El Pase parte de su historia

Al decir parte, estamos utilizando el término, por lo menos, en dos sentidos: uno, que está íntimamente ligado a la historia y acontecimientos del psicoanálisis; y el otro, que tiene un inicio, una puesta en marcha, una experiencia, si tomamos la fecha de la Proposición de Lacan. Estamos en los 45 años de marchas y contramarchas de experiencia y de contra experiencia sobre su funcionamiento y sus resultados.

El Pase es totalmente solidario con la idea de Escuela, fundada por Lacan en 1964 y a la cual ubico bajo los términos de experiencia inaugural. ¿Qué quiere decir esto?, que la idea de Lacan se diferenciaba totalmente en la historia del psicoanálisis de la forma de nuclear llevada adelante primero, por Freud, y después por la IPA, por lo tanto, hay en Lacan una política clara y precisa de ruptura con la continuidad freudiana, ya que Freud toma la Sociedad basada en “Tótem y Tabú”, ligada a un padre vivo y que luego de su muerte se conforma una fraternidad de hermanos, es decir bajo un lógica edípica, basada en un universal en donde “vale para todo x”. Mientras que Lacan, con su idea de Escuela, sigue una lógica inconsistente, una lógica del no–todo y la presenta en la forma de la posible serie, pero donde falta la ley universal de formación.

En este no–todo podemos pensar la pregunta: ¿cómo el pase crea y sostiene su autoridad y su razón de ser? Tener respuestas a esta pregunta es de total importancia y su búsqueda parte de la relación planteada como Escuela del Pase, relación de absoluta implicación, ya que la una no va sin la otra.

Acto con prudencia, pero no excesiva, porque la excesiva prudencia lleva a la detención y borra la dimensión de apuesta crucial en su razón de ser. Apuesta que implica mantener lo contingente en la dinámica institucional que tiende a reproducir con normas y reglas su existir: es decir, toda institución tiende a reproducir las condiciones de su existencia.

¿En qué autoridad sostiene Lacan este principio de acción totalmente inédito en sí mismo pero no como supuesto, sino como expuesto, es decir en su enseñanza, puesto que él mismo se coloca en el centro de La Escuela del Pase?

Sin embargo, Lacan no se escapa ni niega la cuestión del grupo; sino que lo trata, y su estilo de grupo no es el de la conformación de una elite, sino más bien el de masas, y trasmitir el psicoanálisis más allá de los psicoanalistas también a aquellos que no lo son.

2. Incidencias en la relación grupo–discurso

Definamos grupo, en su acepción más general, como un conjunto con un cierto fin particular que nuclea y asocia, bajo la tendencia de estar entre iguales. Mientras que discurso lo tomamos como el vínculo que constituye la práctica analítica y el imposible que éste delimita. Con sus cuatro discursos, Lacan retoma los imposibles freudianos de gobernar (discurso del amo), educar (discurso universitario) y analizar (discurso analítico), más el discurso histérico (que lleva adelante el imposible de hacer desear). Siempre hay una tensión real entre grupo y discurso analítico.

Entonces, tenemos un real del lado del grupo y un real del lado del discurso analítico: se trata de ver sus tensiones y posibles relaciones, que siempre están en juego. Ubico estas relaciones en el plano del encuentro y del desencuentro, sin olvidar que la práctica empuja al analista al grupo, a los otros, pero no bajo una armonía sino todo lo contrario. Y Lacan, cuando sitúa a la Escuela como corte, está sosteniendo la posibilidad de tratar ese real sin ritos, de mantener al grupo analítico sin apoyarse en la tradición y de basar sus experiencias en la transmisión. De esta manera, podemos deducir cuál era su deseo y que éste prevalecía sobre lo grupal, aunque ello no invalida que podemos extraer el principio que Lacan ponía en juego, el principio de lo posible, ya que desde allímantenía una política grupal o, mejor dicho, hacia lo real del grupo analítico.

Me parece que al introducir su Proposición, Lacan hace estallar el grupo analítico, en el sentido de llevarlo al límite. En relación al estar entre iguales, como sostiene Miller, Lacan produjo un verdadero “escándalo institucional” con la distinción entre grados y jerarquías. El escándalo es que Lacan, con esta diferenciación, desplaza el título de titular, para ubicarlo en relación al final de análisis Pero, además, sienta, con su Proposición, un principio político que va en contra de lo que Bentham, en su Tratado de los sofismas políticos, ubica como el sofisma de autoridad, es decir que la opinión de tal o cual individuo (leamos aquí analistas consagrados) es presentada como suficiente por sí misma, independiente de toda prueba, para, con ésta, servirse de base para una decisión. (La diferencia entre error y sofisma es que mientras el error implica una opinión falsa, equivocada, el sofisma hace de la misma un medio para un fin, cabe destacar para nuestros fines el sofisma político). Además, establece una autoridad basada en la experiencia misma del análisis, al decir en su Proposición que el AE: “debe volverse responsable del progreso de la Escuela, volverse psicoanalista de su experiencia misma.”.

Es decir que la posición política en la escuela estaría basada, para su progreso, en la experiencia analítica recorrida y testimoniada. Por lo tanto, Lacan nos lleva a sostener que la política lacaniana se anuda y se sostiene en la política del pase. Es verdad que cuando Lacan propone en el 67, el pase, la recepción negativa no se produce en torno a la cuestión clínica, sino que el rechazo que hace postergar dos años su aprobación está, fundamentalmente, en el aspecto del orden político institucional; y, como se sabe, produce una escisión en el grupo cuando es aprobada.

Esto refleja que la cuestión de fondo en el grupo estaba en el poder institucional, en la pérdida del poder institucional. De esta manera, podemos sostener que Lacan va en la dirección de Benthan, quien propone el “Sofisma del veto universal”, que se argumenta contra una nueva medida o propuesta, sosteniendo que no hay, sobre ese punto, cuestión antecedente o ejemplo según el cual sea posible conducirse. Como se ve, es netamente un sofisma basado en la tradición y su argumento principal es no innovar y respetar el poder tradicional.

No se trata del practicante consumado por los años sino del analizante que puede dar las marcas del deseo del analista y desde allí hacerse cargo del progreso de la experiencia Escuela. Entonces, vemos que el problema en el grupo no fue solo un problema clínico o teórico, sino el desplazamiento de poder en la institución misma.

3. La experiencia del pase

Lacan afirma en Televisión: “El discurso analítico no puede sostenerse en uno solo. Tengo la suerte de que hay quienes me siguen. El discurso tiene entonces su oportunidad.”. Afirmación que, sumada a lo expuesto, nos permite extraer el principio de experiencia. Depende de cómo se conforme el grupo para tratar y transitar su imposible y esto hará, o no, lugar al discurso analítico. Por lo tanto, el Pase, es un elemento fundamental para generar las condiciones de posibilidad del encuentro, de la Tyche entre ambos.

Continuemos con lo que sostiene Lacan, en la línea que venimos presentando, en su texto “Sobre la experiencia del Pase. Acerca de la experiencia del pase y de su transmisión” (1973). Allí examina la puesta en marcha y la experiencia del Pase en relación a los resultados obtenidos en la Escuela Freudiana de París. Evaluación que sirve en la búsqueda de extraer los principios de la política lacaniana (o política del pase). Los ejes que encontramos en el texto referido son:

  1. La Proposición se sostiene en la prudencia.
  2. La misma presenta una diferencia radical en cuanto a las formas asociativas entre Sociedad y Escuela.
  3. Produce una selección, pero no se limita a ella. Refuerza lo heterogéneo, no trata de homogenizar sus resultados en una clase: “El hecho de que esa clase, conservando el mismo nombre esté habitado por una especie muy diferente de individuos, es susceptible de trasformar enteramente, no ciertas estructuras fundamentales, sino la naturaleza del discurso.”
  4. La Proposición no se sostuvo, ni se sostiene en un acto o ejercicio de poder, sino en la generación de la propia autoridad analítica.
  5. Asegura el principio de que el analista solo se autoriza a sí mismo y por algunos otros.
  6. Mantiene una investigación permanente sobre el goce y lo real. Y de esta manera asegura el vínculo abierto por Freud, la función histórica ligada a la ciencia. No se trata de un debate académico, sino de un profundo debate sobre la subjetividad de la época y sobre los efectos de la ciencia en el sujeto contemporáneo. Aún más, implica mantener viva la problemática del inconsciente en tanto esta sitúa que lo singular no debe ser borrado por el efecto de diversas técnicas inventadas por la ciencia sobre la vida de las personas.
  7. Mantiene la experiencia, no del lado de la competencia y la tradición, sino del de la innovación y transmisión.
  8. Pone sus resultados en un horizonte.

En un sentido, la perspectiva que nos presenta sitúa lo mismo que en su texto de Función y Campo (1953) cuando dice que la experiencia del análisis no es una dialéctica individual y “... que la terminación de un análisis es la del momento en que la satisfacción del sujeto encuentra cómo realizarse en la satisfacción de cada uno, es decir, de todos aquellos con los que se asocia en la realización de una obra humana.” O sea, nos plantea que el analista debe reunirse con la subjetividad de la época, que el final de análisis implica la íntima relación entre lo singular y lo universal (o lo particular) de un conjunto.

Con este punto presentamos el principio de continuidad que es la posibilidad de transformar ese saber de uno solo proveniente de la experiencia, en materia de enseñanza para todos, una enseñanza que no cesa de no escribirse.

4. Universal, particular, singular

Lo universal vale para todo ser de lenguaje, particular como ser de familia. Mientras que el concepto de Singular no posee extensión y cuando lo definimos como Sinthome, es para nombrar lo que hay de singular en cada individuo.

Una vez establecido este marco podemos ubicar las siguientes preguntas: ¿Es posible fundamentar lo político desde lo singular? ¿Es posible fundamentar políticas desde la experiencia de lo singular? Que respuestas y que principios podemos extraer desde la experiencia del pase.

Lo primero a precisar es que ya al testimoniar de una experiencia particular como la de un análisis, estamos en la vertiente del pasaje de lo privado a lo público, ya que la práctica implica un espacio privado, mientras que la Escuela y la comunidad establecen un estar por fuera del campo identificatorio de un grupo. Es decir que la entrada en lo público se hace desde lo más privado.

Sin tomar lo particular y singular como equivalentes, sino que sostenemos que lo particular puede llevar a la condición de corte con la identificación, que se puede ubicar en el campo de lo universal. El sujeto que testimonia de su separación del Otro, $(Ⱥ) y el objeto a, este camino singular lo liga a la comunidad y a la posible conversación pública. Ya, esta conversación, tiene por supuesto, una dimensión política, pero bajo una cierta tensión, porque, en relación a la política, lo singular nos presenta, si se quiere, una paradoja, un problema, pues singular implica una cierta distancia no solo con clasificaciones, sino de cualquier tipo de comunidad. No hay nada en común. No es lo particular que comparte con algunos otros.

Entonces, aquí podemos plantear que el testimonio parte de que el sujeto ha encontrado su interpretación en el imposible, en el punto de basta del desciframiento, que el acontecimiento del cuerpo se detenga en el fuera de sentido como consistencia de goce. Entonces, ese testimonio nos presenta la solidaridad entre la teoría lacaniana del goce y el no–todo, en tanto el goce es sustituto –si así podemos expresarnos– de la no relación sexual. Entonces, tenemos que si la interpretación sobre lo particular alcanza la revelación sobre la novela familiar, la singular, sitúa esta revelación en el analizante, en un saber hacer desde el soy lo que soy.

Quizás valga aquí recordar un refrán catalán que Lacan utiliza varias ocasiones, en su enseñanza: para un hombre nada es imposible; lo que no puede hacer lo deja de lado, que es una manera de decir, no–todo y lo contrario a la publicidad que sostiene “Nada es imposible”. Por lo tanto, podemos ver, por ejemplo, que la elección por la Escuela se sostiene tanto en lo particular como en lo singular; pero, en un grupo, no podemos negar que también hay una elección desde lo universal; nos referimos sucintamente a la cuestión del lazo desde una identificación, por ejemplo, la identificación al padre como función simbólica, y de esta manera, se lo ubica como sostén de lo universal y las consecuencias que este tipo de lazo genera entre los otros (es decir, los miembros de la comunidad).

Claro que el tema está en cómo, desde la contingencia singular del encuentro con el goce y las caídas de la identificación primordial para un sujeto que elige, hacer serie de esto. Cómo ha podido aislar en su singularidad las bases neuróticas y el empalme singular entre deseo y goce.

De lo expuesto proponemos, lo que podemos llamar el principio de soledad.

En general, los testimonios escuchados comprueban que a nivel del uno, el principio de soledad es localizado en la historización, y es el punto sobre el cual las vueltas del análisis, como venimos sosteniendo, llegan al límite de lo transmisible. En este sentido, la nominación es un invitar a la exploración de ese límite con la comunidad. Como el uno ubica su soledad con otros, es decir la dimensión política. Se percibe en algunos testimonios que esta dimensión aparece sostenida en el: ser uno entre y con los otros. En oposición donde el principio de soledad no es anudado al otro, vemos que se obtura la dimensión señalada bajo la modalidad del conflicto o la rivalidad narcisista.

5. El deseo del analista una cuestión de horizonte

Partimos de la diferencia sobre que el deseo del analista no es el deseo de ser analista. El pase propuesto por Lacan es también un intento de arrojar luz sobre la cuestión del deseo del analista a partir de la experiencia analítica.

Tenemos la impresión que en la comunidad analítica cada vez que se toma la cuestión del deseo del analista se tiende a un universal, a buscar el rasgo que defina el para todos y esto, no solo es imposible, sino que además nos ubica en la pérdida del horizonte, siempre presente en la cuestión del deseo. En esta línea, Lacan toma la cuestión del deseo del analista acentuando el impersonal del para diferenciar el deseo del sujeto, del deseo que opera en tanto psicoanalista. Un deseo que se corresponde con un lugar que no apunta a la eficacia social. Un lugar que no encontramos en nuestras sociedades capitalistas y científicas. A diferencia del discurso del amo que promueve (más allá de las consecuencias) un derecho para todos, el discurso analítico promueve el derecho del uno solo, de la diferencia (y de hacerse cargo de las consecuencias). Es el deseo del analista el que da lugar a la existencia singular del Uno, el derecho a la singularidad.

Podemos investigar lo operatorio del deseo del analista como un principio político que da marco a la cura, pero del que también se pueden extraer sus incidencias sobre el grupo analítico y el posicionamiento con respecto al Estado en particular y a la sociedad en general. Principio que define al deseo del analista como hacer existir el psicoanálisis.

Se puede desprender de estas apreciaciones que el deseo del analista está íntimamente ligado al principio de posibilidad (no exclusivamente, por supuesto), es decir a generar las condiciones de posibilidad para la práctica del psicoanálisis, ya que es una práctica incompatible con ciertos estados totalitarios, por ejemplo. Es decir que el psicoanalista está en el mundo para hacer psicoanálisis, para hacer avanzar el psicoanálisis y su intervención en lo público nunca debe olvidar su política, es decir, adecuar su táctica y su estrategia a su política no revolucionaria, sino subversiva (el psicoanálisis no es ni progresista ni reaccionario) en tanto no solo va en contra de las identificaciones, sino también de los ideales y también de su falta.

Extraer el deseo del analista como un principio de la política del psicoanálisis –como recién lo definíamos– implica que en su acto no se trata de ajustar el sujeto a una realidad ni a un bienestar, sino que está basado –si así podemos expresarnos– en lo más singular de lo que constituye el ser del sujeto, y que apunta a que uno sea capaz de delimitar lo que lo diferencia como tal y de asumirlo, y de no presentarlo como un Ideal.

6. El pase y la época

Tiene su complejidad caracterizar la contemporaneidad, ya que vivimos inmersos en sus consecuencias. Entre ellas, las generadas por la caída de Ideales. Esto puede explicar, en gran parte la crisis contemporánea de la identificación y sus efectos, que nos presenta un mundo en metamorfosis, donde la inserción social ya no es producto de la identificación, sino del camino del consumo y bajo el estilo adictivo, tanto que varios autores señalan a la época con el título de “adicción generalizada” o globalizada.

Intento de paliar una insatisfacción –también producida por la falta– de objetos que propone el mercado, en el sentido de que siempre se está a la espera de lo que va a salir. Objetos tecnológicos cuya promesa de felicidad está sostenida en el plus de goce. Consumo acelerado ya que el valor de uso es cada vez menor y transitorio. Otro social inconsistente, pero que no deja de producir, de proveer los objetos para que cada uno cultive su goce particular.

Entonces, como sostiene J.–A. Miller, tenemos una sociedad regida por el imperativo superyoico del consumo y esto obviamente repercute en el lazo social y, además, no deja de tener consecuencias en la política y consecuencias políticas. Consecuencias que son producto de las identificaciones débiles, consecuencias de la pluralización de comunidades alternativas, fragmentación de los discursos, aumento del relativismo, del cinismo, del pragmatismo y de la desconfianza en la política y en lo social; el individuo queda un tanto desorientado, desamparado, pero recubierto del cinismo contemporáneo, ideología de la época. Desamparo sobre la cual la publicidad, que es una industria esencial para el consumo, estudia y propone los falsos espejismos de satisfacción.

También, el marketing político tiene su tremenda importancia en la actualidad a través de encuestas y de la proliferación de términos y de opiniones. Sin embargo, no se trata de un simple maquillaje, sino de un instrumento de transformación sobre las opiniones políticas y tiene tal fuerza que se ha convertido en la más importante y poderosa arma de información y desinformación masiva y generadora de contenido político en sí misma, construyendo un reino de la opinión donde se trasforma el debate público bajo un fondo de increencia y, por qué no decirlo, de engaño y de manipulación.

La posición analítica se contrapone o lo intenta, tanto al consumo como a las evaluaciones que intentan ubicar en categorías a los desorientados. Se trata de medir que el psicoanálisis no opera sobre la masa, retira de la misma al uno por uno y lo sumerge en una experiencia privada. Esto produce influencias (no las midamos cuantitativamente sino cualitativamente) que se expanden de una manera sutil. Hace un poco más de un siglo, las ideas freudianas comenzaron así.

¿Cómo localizar este movimiento en relación al psicoanálisis? J.–A. Miller, en su curso Sutilezas Analíticas, sitúa la cuestión: el movimiento del mundo arrastra al psicoanálisis, ¿debemos consentir? Si uno considera el psicoanálisis como un fenómeno de la civilización, la respuesta es afirmativa. Pero si la orientación de nuestra práctica es una cuestión de deseo, y Lacan, al crear su Escuela y el Pase va en la línea de mantener ese deseo, la respuesta es no al consentimiento de dejarse arrastrar. Y pienso que el Pase sostiene hoy en el s. XXI una oposición a la civilización que empuja al psicoanálisis a que sus fines sean utilitarios, a la reducción del análisis a un ejercicio profesional reglamentado y evaluado por criterios exteriores a su razón de existir.

Hemos sostenido en este desarrollo que los resultados del Pase, su experiencia, su transmisión, se implican en nuestro vínculo social, es decir, en nuestra vida y en el transcurrir de lo institucional, y en la construcción permanente de la Escuela. El pase, entonces, aporta a la comunidad de experiencia, los trayectos particulares como analizantes, del hacer de los practicantes, de la escucha de los carteles y de su enseñanza, etc., en el sentido de asumir las consecuencias del procedimiento. Pero, además, estos resultados se trasmiten a la comunidad, se proyectan a la ciudad, o, por lo menos, esta vía tendría que estar vigente, pues sigue la línea freudiana del incremento de autoridad y la de realizar una política del psicoanálisis.

Recordemos que Lacan presenta al discurso analítico como uno de los cuatro en relación al malestar en la cultura, pero sostiene que sus incidencias están a la altura de interpretarla. Tenemos aparentemente dos cuestiones que, sin ser antagónicas, no se presentan en la misma dirección y esto nos permite extraer otro principio político: se trata del principio de ubicación.

Lacan no se rindió aun cuando entreviera que el psicoanálisis depondría sus armas ante los embates de la civilización, y estableció la Escuela, no solo como un refugio, sino también, como sostiene Miller, como la base de operaciones contra el malestar en la cultura. Un refugio abierto y en plena dialéctica con ese malestar, aunque preservando el discurso analítico, no dejando que sus resultados y su práctica se diluyan en el beneficio supuesto de hablar la lengua del Otro (por ejemplo, la reducción del psicoanálisis a un ejercicio profesional, o la preocupación por el bienestar de los contemporáneos). El pase, aquí, toma otra dimensión a partir del principio de ubicación, ya que no solo y simplemente se espera de los Analista de la Escuela (A.E) cuenten su trayecto, sino también que actúen contra los obstáculos de la época que intentan arrastrar al psicoanálisis.

Este actuar, implica la necesidad, en este momento, en este tiempo caracterizado por la transitoriedad de todo, de oponer, ante estos obstáculos una comunidad de AE, es decir, mantener la función después de los tres años de testimonio. Y, justamente, en este punto es donde veo la actual tensión entre discurso y grupo, ya que llama la atención que ante algunos intentos de instalar la cuestión por parte de J.-A. Miller, obtuvo como respuesta una resistencia del grupo a tal propósito. Podemos decir que los argumentos esgrimidos en contra de esta propuesta se sostienen en el sofisma que postula el principio de no innovar cuando, justamente, el pase, por principio, es innovación.

Por lo tanto si el “movimiento del mundo (…) arrastra al psicoanálisis tras sus pasos”, cuestión que implica la disyuntiva de caer ante el canto de sirenas que dice al psicoanálisis sean agentes de la saludad mental, camino plagado de “buenas intenciones” pero que desvirtúa la esencia de la práctica analítica (absolutismo terapéutico), mantener abierta la oscura percepción de sí, que es como Freud introducía lo singular, y trasmitir sus resultados.

“Pero, en vista del presente fenómeno, llamar al mayor número de ex AE (…) los necesitaríamos no simplemente para narrar su pase, sino también para actuar sobre los atolladeros de la cultura, donde la cultura, el movimiento del mundo, arrastra al psicoanálisis. Quizás se necesite restablecer en las escuelas del Campo Freudiano una comunidad de AE donde los ex AE reencuentren su título; estarían los AE en vigor y, como lo previó Lacan, también los analistas de AE.”

Extraigo la cita de su curso Sutilezas Analíticas, pero no es en el único lugar donde lo sostiene; sin embargo, la misma se encontró, por parte del grupo, con un eso es imposible, va contra el espíritu del pase, (el sofisma de no innovar). Hay que recordar que, inicialmente, en la Proposición de Lacan, la cuestión del AE era permanente y lo fue de 1967 a 1981. Poner tres años fue una innovación de la Escuela de la Causa Freudiana, para contrarrestar la cuestión señalada por Lacan de que los AE se volvieran una casta.

No estamos en el fin de la historia, y la Proposición del Pase se vuelve cada vez un acto en tanto inspira a un número creciente de practicantes a intentar el procedimiento. El desafío político es cómo mantener el acto y sus consecuencias. Ya que juzgar al acto por sus consecuencias es un principio fundamental de la política lacaniana. No se trata de buenas o malas intenciones sino de las consecuencias, de esta manera podemos aislar otro principio que denominamos: Principio de las consecuencias y desde allí ubicar los efectos que se desprenden de la experiencia del pase.

Tener una política realista, es decir, hacer entrar al Otro en el cálculo implica, en este tema, ver las consecuencias de podernos ubicar, no en hablar su lengua (la del Otro), ni encerrarnos en nuestro código, sino incluir en el Otro social los significantes de la singularidad y de nuestro discurso. Mantenerlo en existencia de hacer avanzar las cosas con los medios que contamos para el interés del psicoanálisis. Siempre, el significante que nos interesa es el de horizonte. Podemos tener tácticas, pero manteniendo la estrategia y la política del principio fundamental: el de no ceder en la línea de horizonte del deseo.

Destacamos esta perspectiva (AE permanente) como una vía posible, no absoluta, ya que todo practicante del psicoanálisis puede acercar –si vale el término– su subjetividad al deseo del analista, es decir, a hacer existir el psicoanálisis y generar las políticas necesarias para tal fin. Tomar lo que Lacan sostuvo al decir a cada uno le toca reinventar el psicoanálisis. Concluyo entonces con el principio de reinventar.

 
Bibliografía
  • Bentham, J., Tratado de los sofismas políticos. Ed. Leviatán. Buenos Aires, 1986.
  • Lacan, J., “Proposición del 9 de octubre de 1967” en Momentos cruciales de la experiencia analítica. Ed. Manantial. Buenos Aires, 1987.
  • Lacan, J., Psicoanálisis Radiofonía & Televisión. Ed. Anagrama. Barcelona, 1977.
  • Lacan, J., “Sobre la experiencia del Pase. Acerca de la experiencia del pase y de su transmisión”, en Revista Ornicar? Nº 1. Ed. Petrel, Barcelona, 1981.
  • Lacan, J., “Función y Campo de la palabra y del lenguaje en psicoanálisis”, en Escritos 1. Ed. Siglo XXI. Buenos Aires, 1984. Miller, J.–A., Orientaron Lacaniana. Curso 2008–2009 “Sutilezas analíticas”. Ed. Paidós. Buenos Aires, 2011.
  • Miller, J.–A., Política lacaniana. Ed. Colección Diva. Buenos Aires, 1999.
  • Tudanca, L., Una política del síntoma, Ed. Grama, Bs. As, 2012.
 
Notas
  1. Trabajo presentado en el Coloquio “EL Psicoanálisis en la época del no–todo” organizado por el Departamento de Psicoanálisis & Política del Centro de Investigaciones y Estudios Clínicos (Córdoba).
  2. Publicado en La hidra neoliberal, Ed. Grama, 2019.
 
 
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