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Consecuencias
 
Edición N° 26
 
Junio 2022 | #26 | Índice
 
El partenaire-máquina
Por Luz Mariela Coletti
 
Luz Mariela Coletti

“En el análisis lo que se descubre es que el verdadero partenaire del analizante es lo imposible de soportar. Su real, lo que resiste y lo mantiene ocupado”.[1]

J.-A. Miller formula la teoría del partenaire como un complemento a la teoría del sujeto de Lacan. Su recorrido permite leer un trabajo de análisis, orientándose por la localización del objeto, que nunca es del Otro, aunque se ubique en dicho campo, sino del sujeto.

“Si esbozo una teoría del partenaire es en tanto que el sujeto lacaniano, aquel con el cual nos relacionamos, está esencialmente comprometido en una partida. Tiene de manera esencial, no contingente, sino necesaria, de estructura, un partenaire”.[2]

“En ningún caso el Otro es el partenaire fundamental del sujeto, no es la otra persona ni el Otro como lugar de la verdad. El partenaire por el contrario es como siempre fue percibido en el psicoanálisis, algo de sí mismo: su imagen, su objeto a, su plus de gozar y fundamentalmente, su síntoma”.[3]

El objeto a es el partenaire mayor, el partenaire esencial del sujeto; es un objeto que ha sido tomado del cuerpo propio; es el objeto en tanto plus de gozar, en los términos del seminario 16. “En la estructura del fantasma $◊a, el partenaire es un objeto extraído del propio cuerpo. Un objeto éxtimo, topológicamente interior/exterior”.[4]

Según mis observaciones y trabajo con pacientes que desarrollan una adicción en el juego de azar, particularmente con máquinas (tragamonedas, apuestas deportivas, pokeron line) es posible considerar que dichas máquinas, gadgets y pantallas que entretienen y a la vez prometen dinero, se vuelven un partenaire del sujeto en el sentido que lo plantea J.-A. Miller en esta formulación. De allí se explica también la fijeza y necesidad en el sentido fantasmático que puedan adquirir.

No se trata solo de un goce, sino de una articulación pulsional que incluye la dimensión fantasmática.

El análisis así orientado nos conduce a localizar, en esa acción fija y privilegiada que cada sujeto realiza con su objeto, lo que la máquina “envuelve”, dando cuerpo a ese objeto que es esencialmente vacío. El objeto adquiere una envoltura, una “enforma”, una vestidura, que será la envoltura formal del síntoma.

Las estadísticas del negocio del juego de azar confirman que es una de las principales industrias del mundo, y que las máquinas tragamonedas, que son relativamente recientes en los entretenimientos de apuestas, constituyen casi el 80% de los ingresos económicos del sector.

La primera máquina de rodillos mecánica fue inventada en 1891 en EEUU, en 1964 se introducen las máquinas electromecánicas y en 1995 se digitalizaron, pudiendo usarse también en la computadora, además de los bingos y casinos.

El juego online se consume cada vez más, suplantando al juego presencial, donde el gadget adquiere más relevancia, y se juega desde el teléfono celular.

Se destaca también que la población que consume tragamonedas son mayoritariamente mujeres, dato que no es menor y nos interroga acerca de la relación entre el juego de tragamonedas y el goce femenino.

“Yo nunca jugué ni a las cartas. Nunca aposté y ni siquiera me interesaba la quiniela. Pero empecé a ir al bingo y me quedé enganchada a las máquinas. Al principio me entretenía, tenía un lugar para pasar el tiempo. No sé cómo, no pude dejar de ir, mentí y robé para seguir yendo. Se me hizo una bola de nieve”.

En el caso del juego online (apuestas deportivas y póquer) el público es mayoritariamente joven y masculino, pero la dimensión adictiva es exactamente igual: se trata de una acción donde el sujeto queda “pegado” sin advertirlo demasiado.

¿Cómo es ese recorrido, pensado en términos pulsionales, que engancha al sujeto a la máquina y lo desengancha del semejante?

Son muchos los casos en que el partenaire amoroso es sustituido por la maquinita. Incluso los primeros malestares provienen del cónyuge, quien sospecha infidelidades, amantes. En ocasiones, esa nueva relación al partenaire-máquina soluciona y equilibra el malestar dentro de la pareja, sosteniéndose en el tiempo.

“Me la paso en el sillón, aparentemente mirando TV con ella, pero con una mano sostengo y miro las apuestas en el celular y con la otra agarro su mano….”

“El partenaire tiene muchos rostros (….) el partenaire es multifigural. Muchas variedades, diversidades, pero siempre que busquen el partenaire. No hipnotizarse con la posición del sujeto, sino plantear la pregunta: ¿con quién juega su partida?”[5]

No encontramos en los relatos de los jugadores de máquinas un desafío, sino el “jugar por jugar”. En ciertos casos encontramos un “voy a buscar el dinero que me falta” o “voy a recuperar lo perdido”. Algo que lo complete y lo calme, le solucione algo.

No predomina una ganancia de sensaciones en relación al riesgo de perder, como se constata en los juegos de apuestas de casino, sino un alivio por jugar y no pensar.

La máquina le da cuerpo a un partenaire, un compañero, que lo consuela frente a la soledad, que está siempre disponible, no lo limita, y puede oficiar de velo a la angustia, taponándola. El partenaire maquinita aparece en forma contingente, en una coyuntura de la vida, pero se vuelve necesario para velar dicho agujero, lo ilusiona con reparar un vacío, reemplazar un objeto perdido.

Es un partenaire que se articula a una fantasmática que no se dialectiza, sino que encuentra una fijeza. A diferencia del apostador, quien juega en una dialéctica con el Otro, del perder y ganar, de la rivalidad, la maquinita aparece como compañera, la que promete dar, la que puede estragar, desdibujándose la figura del Otro, y predominando la del objeto.

J.-A. Miller ubica en su curso “El partenaire-síntoma”[6] tres dimensiones del partenaire: la dimensión imaginaria, la dimensión simbólica y la dimensión real.

1. En la primera dimensión encontramos un sinnúmero de dificultades clínicas cuando la máquina y el sujeto forman esa pareja, en apariencia sin fisuras.

En esta dimensión imaginaria se forma la pareja a-a´, el ejemplo es el estadio del espejo. La pareja es la imagen. Lo que Lacan ubica es que la imagen logra eclipsar convenientemente el objeto, velando su presencia, pero quedando a merced de él. Es la dimensión mortífera del narcisismo.

Tomando el término “partida”, considerando que se juega una partida de cartas con el inconsciente, ese partenaire-máquina viene a envolver el objeto que falta, que especularmente lo completa.

Juega con esa imagen, siente que no necesita más nada. Es una acción que cierra, volviéndose autosuficiente, es la dimensión autística del síntoma. Por eso es interesante y a la vez preocupante observar cada vez más juegos, diseñados por el mercado para enganchar y seducir. Las máquinas tragamonedas más recientes tienen una forma semicilíndrica, con sonido envolvente y cargador de celulares. Nada se necesita, nada más que un cuerpo que accione los botones y se deje envolver.

Se constata en muchos casos de juego patológico esta fijeza a la pantalla, el cuerpo en su dimensión imaginaria se impone y el sujeto puede perder su registro simbólico-real, no puede detenerse, aunque su organismo lo reclame.

El jugador se relaciona con esa máquina como si fuera un cuerpo, la toca, le habla, la besa, hasta la golpea, buscando sus bordes y los límites de su cuerpo se hacen presentes, cuando en ocasiones se desmaya o se infarta. Generalmente el límite llega antes, cuando se termina el dinero, mediatizador precario de un límite real.

Esta partida de tipo imaginaria con el partenaire, Lacan la pensaba como un impasse; de esta partida el sujeto siempre sale perdiendo. En el análisis ésta vía es mortífera, si no se logra pasar a la vía simbólica. Es un tiempo de detención, como si el tiempo se eternizara en un presente perpetuo.

2. En segundo lugar, J.-A. Miller ubica la dimensión simbólica del partenaire, dándole lugar al significante y la dimensión de la palabra. La operación analítica va en el sentido de hacer hablar eso que la imagen ha fijado.

En un análisis es el analista quien se propone como Otro diferente al Otro de esa imagen que le devuelve lo mismo. Es la introducción de una dimensión nueva, una tercera instancia, en el universo de la hegemonía narcisista que lo conduce a lo peor. En esta partida no siempre hay acogida, pero hay un operador, el deseo de analista. Esa dimensión deseante puede hacer la diferencia, la partida pasará a jugarse entre el sujeto y A (Otro), pudiendo abordar la relación entre sujeto y a (fantasma). Es la instalación de la transferencia, donde el analista aparece en la dialéctica entre el sujeto y su objeto.

La orientación lacaniana a su vez se apoya en el sintagma No hay relación sexual, mostrando que esa falta de complemento entre el sujeto y el objeto, es de estructura. Tanto la estructura del fantasma, pero fundamentalmente la del síntoma es la forma en que cada sujeto se embrolla en esta cuestión, por lo tanto, nuestra lectura del síntoma se dirige a la pregunta: ¿con quién juega su partida el sujeto?

3. La tercera dimensión del partenaire es la real, aludiendo a que se trata del objeto a.

Es el partenaire-goce, su plus de gozar, su pareja esencial, la que constituye la sustancia fija de la cual ningún sujeto se cura, sino que aprende a llevarlo en la vida. Llevarlo, para que su vida sea más vivible y hacer de eso un modo singular, un uso, un estilo incluso. Para poder llevarlo deberá primero ser localizado y cernido su función para ese sujeto.

El plus de gozar, envuelto en la forma singular del síntoma de cada quien, es el partenaire con quien se juega finalmente. No es el Otro, no es la imagen.

En el caso del jugador puede haber un casamiento con la máquina de gozar.

Se entrega a ese goce, prescindiendo del otro del amor, en este sentido, el juego adictivo de máquinas se aproxima a las toxicomanías. El anti-amor, algo que en la época se promueve, el gozar por encima del Ideal, y por encima del amor. La soledad de cada uno con su partenaire-goce.

En este sentido la máquina se ubicaría del lado de la separación. Aísla al sujeto en una relación encapsulada y rompe el lazo al partenaire del amor.

La hipótesis del psicoanálisis es que se trata de una partida inconsciente, en la cual el analista intenta intervenir y ofrecerse como partenaire nuevo, a los fines de localizar tanto el síntoma como el modo de satisfacción, logrando incidir sobre ese sufrimiento.

Este movimiento, si bien utiliza las palabras, requiere de una presencia y del acto del analista para obtener algún efecto. Es interceder para que el amor como síntoma aparezca en la vida del sujeto, perturbando la relación directa a su partenaire-goce, introduciendo la dimensión de la transferencia que es una forma de lazo amoroso.

Pasar de la ilusión de existencia de la relación sexual, a la relación posible por la vía del síntoma, sintomatizando la práctica de juego. Cuando esto es viable, se abren caminos a la recuperación subjetiva y la sustitución.

 
Notas
  1. Miller, J.-A., “La teoría del partenaire” en Revista Lacaniana, Año X Nro. 19, Grama, Bs. As., 2015.
  2. Íbid, p.41
  3. Íbid, p.34
  4. http://www.revconsecuencias.com.ar/ediciones/017/template.php?file=arts/Derivaciones/El-objeto-pequeno-a-como-partenaire.html
  5. Op. Cit,p. 38
  6. Miller, J.-A., El partenaire-síntoma, Paidos, Bs. As, 2008.
 
Bibliografía
 
 
Kilak | Diseño & Web
2008 - | Departamento de psicoanálisis y filosofía | CICBA