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Consecuencias
 
Noviembre 2008 | #2 | Índice
 
Responsabilidad, castigo y goce
Diana Chorne
 
"No hay peor castigo que no castigar", cuestión que podría generalizarse a tanta alteración actual de la conducta. ¿Qué resorte al castigo "efectivo"? ¿Qué indicación a aquellos que practican, redactan, tienen en sus manos la "aplicación de la ley" o su redacción en políticas e indicaciones institucionales? Límites y orientaciones fundamentales para el analista, el ciudadano, un poco al legislador, otro poco al forense: ¿el castigo como derecho?; ¿es criminal el castigado?; ¿cómo se relacionan deseo y ley?; ¿el sujeto es culpable, responsable, qué? Consecuencias de la serie pulsión de muerte-masoquismo primordial-superyó para considerar alternativas lógicas de vida en relación al goce.
 
1. Responsabilidad y castigo
 

1.1. En 1932, se publica en París la tesis de doctorado de Lacan De la psicosis paranoica en sus relaciones con la personalidad. El caso de Aimée, diagnosticado por Lacan como paranoia de autopunición, plantea así desde el inicio de su obra una clínica que puede ser considerada como una clínica del crimen en su relación con el goce.

1.2. Del caso de Aimée quiero retener solo algunos datos. A veinte días de haber sido encarcelada, tanto el delirio "bueno" como el delirio "malo" (según palabras del paciente) caen de un solo golpe. Hasta donde la sigue Lacan, un año y medio después, corrobora que la curación se ha mantenido.

Diana Chorne¿Qué dice Lacan de esta cura?
1) Que Aimée ha realizado su castigo;
2) que este caso muestra el inmenso alcance de los mecanismos de autocastigo y de los sentimientos de culpabilidad;
3) que con el mismo golpe que la hace culpable ante la ley, Aimée se siente golpeada en sí misma… y el delirio, ya inútil, se desvanece.

Acerca de la responsabilidad penal de estos sujetos, Lacan sostiene que la controversia que supone no puede resolverse en discriminaciones de buen sentido, del tipo "¿delira o no delira el sujeto?" Afirma, en cambio, que sería oportuno tener criterios más seguros, los cuales solo pueden fundarse en un análisis teórico de la función de responsabilidad, por más que en algunos casos – y enfatizo "algunos" – la represión penitenciaria posea un valor terapéutico. Ya en 1932 Lacan escribe que comprender es condenar. Por eso, como lo retomaré más adelante, muchas veces no hay peor castigo que no castigar.

En 1950, Lacan dicta una conferencia: "Introducción teórica a las funciones del psicoanálisis en criminología", posteriormente incluida en sus Escritos. Allí plantea que la "humanización en el tratamiento del criminal sólo es posible si se parte de la idea de que el hombre se hace reconocer por sus semejantes por los actos cuya responsabilidad asume". Escribe luego: "responsable: persona que tiene que responder de sus actos"; y produce una fórmula: "la responsabilidad, es decir, el castigo". Establece así una relación de implicación entre responsabilidad y castigo. Pero se cuida muy bien de no hacer extrapolaciones fáciles; por lo mismo, propone que más que hacer una contribución al estudio de la delincuencia, intentará fijar los límites del aporte que puede realizar el psicoanálisis.

Entre estos límites, dos corresponden a la teoría psicoanalítica y otros dos, a la posible acción del psicoanalista, que pueden resumirse así: 1) ninguna forma de superyó es inferible de una sociedad dada; 2) no puede pensarse en ninguna idea de superyó colectivo; 3) quedan excluidos de estas reflexiones aquellos cuyos actos responden a una determinación orgánica; 4) el psicoanálisis del criminal se detiene donde comienza la acción policial, en cuyo campo debe rehusar entrar.

1.3. Sabemos de la importancia que por entonces tuvo en el pensamiento de Lacan la obra de Hegel. Por eso conviene detenerse por un momento en algunos aspectos de la teoría del castigo que desarrolla Hegel en su Filosofía del Derecho. En este sentido Hegel – como hará Lacan – se alza contra las interpretaciones utilitaristas: cuando se castiga a alguien es porque ha cometido un crimen y no porque tiene que ser reformado o servir de ejemplo para los demás. Más aún, para Hegel el castigo aparece como un derecho del criminal; el criminal desea el castigo; y "es por el castigo que es honrado como ser racional". A su vez, el concepto y la medida del castigo se derivan del propio acto que lo genera.

1.5. El utilitarismo, en cambio, deniega al criminal el estatuto de ser racional, con lo que, según Hegel, se llega al absurdo de que un sujeto sólo es tratado como tal, cuando no comete fallas. Frente a esto, sostiene que ser castigado por ir en contra de la ley es un derecho humano.

Sin embargo, este rechazo del utilitarismo no inscribe a Hegel en el campo de la teoría retributiva del castigo, de la que dice que parte de una lógica absurda. Su premisa falsa es que hay algo así como una escala natural, por la que a cada crimen le correspondería su natural castigo, como si existiese un patrón de medida independientemente de cualquier sistema legal.

Diferencia entonces: "igualdad específica" y "valor". La primera hace al parecido externo, empíricamente observable, entre las cosas. El "valor" en cambio, concierne a la igualdad intrínseca de cosas que en su existencia exterior son específicamente diferentes en todos sus aspectos. El principio retributivo del "ojo por ojo" es falso porque demanda "igualdad específica" entre el crimen y el castigo cuando uno y otro son comparables en términos de valor. Si el crimen no se castiga, se lo tiene por válido; y castigar significa a su vez "reparar" en "valor" un derecho de otro vulnerado. La relación entre el crimen y el castigo debe plantearse así como una relación lógica. El castigo debe seguir lógicamente al crimen para que podamos hablar de la existencia de derechos. Una cosa presupone la otra.

Por lo tanto, en el campo jurídico hay una fórmula que me parece que puede derivarse del planteo hegeliano: el derecho, es decir, el castigo.

1.6. Otro campo ahora, no jurídico, el del psicoanálisis.

Vale por cierto una advertencia: la ley en psicoanálisis no es la ley jurídica. Como se ha dicho repetidas veces y como luego lo retomaré, para el psicoanálisis la ley es el deseo. El deseo está regido por la ley, está bajo ley, por eso Lacan escribe que el deseo es un "prohibido sobrepasar un límite al goce".

Lacan escribe: La responsabilidad, es decir, el castigo.

Si tanto Freud como Lacan insisten en que el sujeto busca incansablemente su propio mal, la pregunta clave aquí es la siguiente: ¿debe extenderse esta afirmación al dominio de los criminales?

Lacan se burla un poco y dice que, dado que debe suponerse que nadie ignora la ley, todo sujeto puede prever las consecuencias de sus actos y, por lo tanto, el acto criminal mismo puede ser considerado como un acto buscador de golpes. En este sentido, el acto criminal es a la vez un acto autopunitivo. Es exactamente lo que sostiene Freud en "El delincuente por sentimiento de culpabilidad".

¿Qué plantea? Que por muy paradójico que parezca, el sentimiento de culpabilidad existe antes del delito y no procede de él, siendo por el contrario el acto delictivo el que nace del sentimiento de culpa. Freud remite aquí a los dos crímenes primordiales: matar al padre y gozar de la madre. Pero se cuida muy bien de separar dos conjuntos. Uno es el de los "pálidos delincuentes" (así llamados por referencia a Nietzsche y a Zaratustra), en el que hasta incluye a los niños que buscan ser castigados y después quedan contentos. El otro conjunto es el de aquellos que comenten delitos sin sentimientos de culpa, esto es, aquellos que no han desarrollado inhibiciones morales. Freud es preciso: los "pálidos delincuentes" son aquellos para los que se han hecho las leyes penales; y añade: "esta motivación revela un nuevo fundamento para el castigo". Lacan dice lo mismo de otro modo cuando sentencia que hay actos sin apelación. Por eso, como dice C. Soler, uno no analiza a Jack el destripador por más que sufra; y recuerda que Lacan desaconsejó tajantemente recibir a un sujeto que había matado a su padre.

Para Lacan, la relación entre el crimen y la ley se realiza a través del castigo. Pero, sean cuales fueren sus modos, éste exige a su vez, un "asentimiento subjetivo". Formula así un concepto clave. Ya entonces, en 1950, Lacan hace un pase que le permite reemplazar la idea de sentimiento (se habla de sentimiento de responsabilidad) por la de "asentimiento". Esto incluye la necesaria producción de un acto subjetivo, indispensable para el sentido mismo de la punición, precisamente porque éste apunta a la responsabilidad del sujeto. Claro que para el psicoanálisis, los actos e intenciones se confiesan bajo las formas de Verneinung y como dice Lacan, "de los yerros de una psicopatología cotidiana demasiado real".

1.7. A partir del siglo XIX se registran grandes vacilaciones respecto al "derecho al castigo" y en ese contexto irrumpe la concepción sanitaria de la penalogía que es objeto de la crítica de Lacan. Esta crítica se dirige a la inmixión de la psicología y la psiquiatría en el campo jurídico que, a su vez, ha contribuido a un creciente desdibujamiento de la noción de responsabilidad en nuestro tiempo.

1.8. El psiquiatra es convocado para que asista a la justicia en la decisión sobre el saber del incriminado acerca del acto que ha cometido. Si el sujeto "no sabía" lo que estaba haciendo, se consideraba ausente su intención, se lo juzga "no responsable" y el castigo recibe el nombre de "tratamiento". Si el sujeto "sabía", se le imputa la intención de cometer el acto, se lo considera criminal y se lo castiga.

El pedido de auxilio al psiquiatra concierne a este punto: el saber. Por eso asumirá la forma de un "examen mental". La inmixión del psiquiatra implica una subversión de la autoridad de la justicia, la determinación de la responsabilidad es un procedimiento legal gobernado por normas jurídicas y no por reglas médicas.

1.9. El saber, para el psicoanálisis, no es el saber del sentido común, ni el saber de la psiquiatría. Para el psicoanálisis el saber es un enigma. Lacan dice que el inconsciente es un saber que no se sabe, que se sabe. De ahí que sostenga que la pregunta no es "quién sabe" sino "qué sabe". Es en Encore donde se refiere al orden jurídico del término "verdad". "Todavía hoy, al testigo se le pide que diga la verdad, sólo la verdad, y, es más, toda si puede, pero por desgracia ¿cómo va a poder?..." Lo que se busca en el testimonio jurídico es con qué poder juzgar lo tocante al goce, la meta es que el goce se confiese precisamente porque es inconfesable y es inconfesable porque hay una parte de goce que no se inscribe en ningún saber.

 
2. Castigo y Goce
 

2.1. Si la fórmula de Lacan: "La responsabilidad es el castigo" es reveladora, no lo es menos el hecho de que esta fórmula no sea, creo, ni reversible ni conmutativa. No es posible afirmar que la búsqueda de castigo esté siempre articulada con la responsabilidad.

La ética del psicoanálisis es una ética del mal. Lo que el psicoanálisis demuestra es que el hombre hace de su mal un bien, que su proyecto es el mal. Lacan recuerda a cada paso el carácter radicalmente malo de la relación que el hombre mantiene con el hombre y constata que el punto en el que Freud se detiene con horror concierne precisamente a esta maldad fundamental, que habita tanto en el otro como en mí mismo. Con audacia, Lacan llega a decir que en El malestar… "Freud sólo habla de esto".

J.A. Miller establece la serie: pulsión de muerte-masoquismo primordial-superyó. Con esta trilogía se articulan las desdichas del hombre que aparecen bajo las formas de sentimientos de culpa, beneficio de enfermedad, sueños de castigo, autorreproches, fracasos en los triunfos, reacción terapéutica negativa. Lacan concluye que la vida no quiere curarse y que la reacción terapéutica negativa le es consustancial.

¿Qué intenta decir Freud, cuando sostiene que para algunos sujetos la desgracia es necesaria? Su clínica demuestra que un golpe, una herida o las catástrofes (guerra, viudez, enfermedad) a veces dispensan al paciente de sus síntomas; otras, evitan la formación de una neurosis; y otras, incluso "la curan". Afirma, entonces, que el sufrimiento del síntoma ocupa el lugar de la desgracia.

Freud incluye aquí a aquellos cuyas vidas parecen regidas por un destino demoníaco y sostiene que no hay diferencia con la repetición de los neuróticos, aunque estos casos no presentan formación de síntomas. Se encuentra así con una de las más insoportables paradojas. Ahí Freud no retrocede, escribe "Más allá…" y más allá… está el campo de las pulsiones. Esta paradoja que hace a la "desgracia" del hombre es bautizada por Lacan con el nombre del goce.

La neurosis y también la cura son conceptualizadas por Freud y Lacan en el marco de la revelación que hay del fantasma y del síntoma, en una lectura de los primeros seminarios y escritos, para luego reformularse con los diversos anudamientos y hacer centro en lo real y el objeto pulsional.

Pero es preciso tener en cuenta que hay una diferencia entre el objeto a causa del deseo y el objeto a en su articulación con el goce; que como tal implica al cuerpo y que es definido por Lacan como satisfacción pulsional.

Ahora bien, un salto que nos permita reubicar nuevamente al síntoma, la pregunta nos lleva a cuestionarnos ¿por qué la pulsión se convierte en síntoma? Tal cómo lo plantea J.A.Miller estamos ante el devenir síntoma de la pulsión. O aún en forma más definida, ¿cómo la pulsión que busca una satisfacción da lugar al síntoma? "Allí donde sufres, es allí donde te satisfaces."

Los desarrollos de Lacan sobre el goce lo conducen a poner el acento en lo que el síntoma tiene de real. En 1975, en su conferencia en la Universidad de Columbia, Lacan propone un nuevo tres: Simbólico, Imaginario y Síntoma.

El goce da cuenta de la satisfacción que el sujeto encuentra en sus síntomas, de lo que Freud abordó como masoquismo primordial. El síntoma satisface ahí mismo donde duele; recordemos que el goce, al estar subordinado al campo pulsional es un nombre del dolor. El síntoma, en Freud, es solución de compromiso, produce tanto la satisfacción pulsional como el castigo por dicha satisfacción. Sólo que, si retomamos en el síntoma se satisfacen dos puntos de goce heterogéneos: uno hace a la ganancia de goce de la satisfacción pulsional; el otro, el castigo por dicha satisfacción, que es también un punto de goce.

2.2. Lacan distingue deseo y goce. En su metonimia, el deseo está ligado a la cadena significante y por lo mismo, es móvil. El goce, a diferencia del deseo, no se desliza: no hay metonimia del goce. Al estar evacuado del campo del Otro, es lo real y como tal vuelve siempre al mismo lugar. Lacan articula, así, la repetición freudiana del goce, la repetición pasa a ser repetición de goce. Si bien no hay metonimia del goce, sí hay transferencia de goce. El goce se transfiere en el interior del proceso primario y esta transferencia de goce en el interior mismo del proceso primario implica un goce absolutamente autoerótico. La castración freudiana pasa a ser reformulada por Lacan en términos de prohibición de autoerotismo y renuncia al goce. ¿Qué es, pues, lo que hace de límite al goce? Lacan insistía en Subversión...

en que este límite lo pone el deseo y subraya "que la castración quiere decir que es preciso que el goce sea rechazado para que pueda ser alcanzado en la escala invertida de la ley del deseo". Así finaliza "Subversión del sujeto…", que en una lectura retroactiva creo que permite pesquisar lo que será después formulado como "economía del goce".

Conviene retener la importancia creciente que asume en la obra de Lacan la interdicción del goce autista, como diferente del intercambio y el lazo social. Finalmente, el Otro es ineliminable.

El axioma de Lacan que define al deseo como deseo del Otro, hace del deseo una función en la que el Otro está necesariamente implicado. El goce en cambio no remite al Otro. El goce y el lugar del Otro se excluyen. El deseo es defensa contra el goce, lo que lo captura es el significante y en tanto esta captura se realiza es posible producir "castración de goce". Por eso me parece que resultaría posible darle a esto casi un carácter de ley: donde hay castración hay pérdida de goce; y donde hay pérdida de goce hay castración.

Lacan sostiene que el goce está fuera de medida. Sobre la autopunición como goce cabe, entonces, decir lo mismo: que está fuera de medida.

De alguna manera Lacan lo expresa bajo la forma "el a minúscula no es Significante. Y esto nos conduce con Miller a hacer de a minúscula el núcleo del síntoma. El síntoma se presenta como "unlust", como sufrimiento, incluso es lo que exigimos en los comienzos de un análisis y ahí nos dice Miller lo único que cabe es "tu gozas de tu síntoma", ahí es posible decir que hay retorno del goce bajo la forma del síntoma, y lo que es ese resto persistente Lacan lo llamó a minúscula

La autopunición, es una de las formas del goce y como ya dije puede aparecer en algunas curas como: reacción terapéutica negativa, sueños de castigo, actings y pasajes al acto, entre otras. Cabría preguntarse si la "sanción", que es la respuesta que Lacan da como adecuada al "acting", no es en el interior de la cura uno de los nombres del límite al goce.

Quiero extraer de esto una consecuencia que me parece importante. El castigo en tanto goce "auto", en tanto autopunición, no hace más que dejar al sujeto en la soledad del mismo goce. Podemos, incluso, diferenciar dos formas de soledad, la primera es la del objeto a en relación con el goce que como ganancia implica un goce "auto", un goce a solas. La segunda forma de soledad hace al goce como perdido, y esto incluye la relación del deseo con la muerte y el desamparo consecuente ante el cual el sujeto ya no puede pedir ayuda a nadie.

 
3. El goce y el superyó
 

3.1. Mishima decía que "un error que se comete a menudo en la infancia consiste en creer que si uno transforma a un demonio en un héroe, el demonio quedará contento".

Quizá con respecto a pocas cosas Lacan desarrolle una serie tan frondosa de frases terribles como la que despliega en relación al superyó. El superyó es el imperativo de goce. A este "¡goza!" el sujeto sólo puede contestar con un "oigo" (juego homofónico en francés entre goza y oigo); y el goce, dice Lacan, "es lo que hace falta que no".

El superyó cumple con la premisa de que cuanto peor nos va peor nos trata. Por eso Lacan sostiene que "el superyó persigue más al individuo en función de sus desdichas que de sus faltas"; que es un "parásito alimentado con las satisfacciones que se le otorgan"; "y que es de una economía tal que cuando más sacrificios se le hacen, tanto más exigente deviene". Incluso recuerda a Freud: "aquel que se dedique a someterse a la ley moral encontrará reforzadas las exigencias siempre minuciosas y crueles del superyó". El superyó exige goce, está del lado del goce, y por lo mismo es una convocatoria a la no castración.

Lacan afirma que el superyó es el objeto a en tanto que voz; aunque recordemos que en "La Lógica del fantasma" Lacan señala que el superyó procede de la estructura de una mirada y aclara que por mirada no es necesario entender algo que está en una relación cualquiera con el órgano de la visión. La mirada, tal como lo plantea en el Seminario XI, muestra que un sujeto puede quedar bruscamente bajo la mirada del Otro, como una presencia superyoica mirante.

En El malestar… Freud sostenía que la tensión creada entre el severo superyó y el yo subordinado al mismo tiene el nombre de "sentimiento de culpabilidad" y agregaba que uno de sus rostros es la "necesidad de castigo". Pero es preciso tener presente que en "Se pega a un niño", advertía que el sentimiento de culpabilidad no puede ser el único elemento eficiente, sino que comparte este dominio con las tendencias eróticas. El "ser pegado" constituye una confluencia entre la culpa y el erotismo y esto es ya la esencia del masoquismo primordial. Miller avanza aún más; para él el nombre más freudiano del goce es "masoquismo primordial".

El castigo no siempre, no-todo, está articulado con la responsabilidad. Sólo que aquí puede surgir todavía una objeción. ¿No contradice esto la idea de Freud de que es preciso hacerse responsable hasta por los contenidos malvados de los sueños? Sí, pero…

Cuando Freud escribe La interpretación de los sueños todavía no había elaborado su segunda teoría pulsional, no había escrito "Más allá…" y, por lo mismo, no había formulado su concepto de pulsión de muerte y la clínica que de aquí se deriva.

Ya en los "Complementos a la Doctrina de los Sueños", contemporáneo a Más allá…, Freud incluye a los sueños autopunitivos como sueños que también realizan un deseo: son realizaciones de deseos del superyó. Sólo que aquí ya no hablaríamos de realización de deseo, sino de goce del superyó. Si seguimos la línea divisoria que separa realización del deseo, de satisfacción pulsional, cabría decir que en los sueños autopunitivos reencontramos el imperativo "¡Goza!" C. Soler se pregunta: "¿Hay alguna diferencia entre gozar despiertos o gozar en sueños? (en términos de goce pulsional)" y concluye: "Ninguna". Frente a estos sueños es necesario despertar y abandonar el deseo más poderoso que es el deseo de dormir.

En La interpretación de los sueños, Freud centra su pregunta en la esencia moral o malvada del hombre y ofrece como pruebas de su esencia moral: la deformación onírica, los sueños de angustia y los sueños punitivos, al mismo tiempo que sostiene que el resultado de la interpretación onírica da pruebas suficientes de su esencia malvada; incluye aquí los deseos homicidas, incestuosos, etcétera.

Sin embargo, me parece importante tener claro que desde Más allá… en adelante, y quizás especialmente en El malestar…, su conclusión acerca de las dos esencias en el hombre: la moral y la malvada pasa a ser sustituida por algo de otro orden, por la constatación de que el hombre está bien en el mal. Lacan retoma el hilo de Freud y por eso concluye en el Seminario La Ética… sosteniendo que la pregunta de si el hombre es bueno o malvado no tiene importancia, lo importante – dice – es saber qué dará el libro cuando haya sido totalmente comido.

Para terminar, es evidente que la posición del analista no es la de "quien castiga", pero en la dirección de la cura por "elección" de sus intervenciones, el analista es sí responsable, y subrayo responsable, no de tener total dominio sobre las consecuencias de esas intervenciones – porque el todo también para él es imposible – pero sí de apuntar a mermar el goce. Miller se plantea si es posible "vivir la pulsión", si luego de atravesar el fantasma fundamental, si una vez satisfecha la pregunta por el deseo, ¿se puede vivir la pulsión sin síntoma? Miller sostiene que "seguramente Lacan respondería que no hay pulsión sin síntoma, que el curso normal de la pulsión va hacia la producción sintomática. Miller concluye su Seminario y agrega: No se puede pensar el goce sin referencia al cuerpo, hace falta un cuerpo para gozar.

Entonces, si seguimos a J.A Miller, ¿Cuál es el hueso de una cura? En primer lugar es lo imaginario, en segundo lugares la identificación fálica, en tercer lugar es el fantasma y en cuarto lugar es el síntoma. Es claro, que mujeres y varones supone que el otro se convierta, en la relación de pareja a nivel sexual, en síntoma del parletre, un medio de su goce y si estoy ligado al Otro, es en tanto el Otro para mi es, síntoma es decir medio de goce de mi cuerpo. Pero advirtamos ahora que el cuarto elemento es el sithome. Ahora bien, hasta aquí he presentado las diferentes respuestas de Lacan pero ¿qué es el síntoma? Es la investidura libidinal de la articulación Significante en el Cuerpo, y en este sentido es un modo de gozar doble: es un modo de gozar del inconsciente, del saber inconsciente, y es un modo de gozar del cuerpo del Otro, que cómo nos cala Miller, debe entenderse que también es el propio cuerpo que siempre tiene una relación de alteridad. En síntesis el síntoma es aquello con lo que se debe vivir y esto es de lo que se trata con el partenaire-síntoma.

Conviene recordar, una vez más, que es por esta satisfacción (goce) que los sujetos penan demasiado y, desde Lacan, este penar de más, es la única justificación de nuestra intervención como analistas.

 
Bibliografía
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