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Consecuencias
 
Noviembre 2008 | #2 | Índice
 
Presentación del libro de poesías en Madrid,
"No Saber" de Jorge Alemán
Sergio Larriera
 

En el Círculo de Bellas Artes de Madrid se presentó en junio del presente año el libro No Saber de Jorge Alemán, editado por Demipage. El texto, de pronta publicación en Buenos Aires y que desde ya provoca leer, dio ocasión a las excelentes intervenciones de Sergio Larriera y María Victoria Gimbel. A continuación el abstract y contenido de cada una de ellas.

 
Religión y Constitución
 

Quiero decir que la voz quedó tempranamente enlazada con lo parlante. De ahí que el éter del que se trata en este libro es el parléter, el éter en tanto espacio-tiempo poético del ser parlante. Un ámbito en el que se entrelazan dos cuaternidades inseparables: sonido, sentido, palabra y letra correspondiéndose con habla, escucha, lectura y escritura. Complejo entramado cuyas operaciones, las más acertadas, dan lugar al acontecimiento de un decir.

En tiempos de penuria como los que estamos viviendo, en los que el malestar crece y el dolor, enmascarándose, se multiplica, siempre, ante un libro de poesía retorna la pregunta: "¿Y para qué poetas en tiempos de penuria?"

Rescatada de la elegía Pan y Vino de Friedrich Hölderlin, la pregunta fue desplegada por Heidegger en una conferencia pronunciada en 1946, en ocasión de cumplirse los veinte años de la muerte de otro poeta, R. M. Rilke. A través de siglo y medio la cuestión planteada por Hölderlin mantiene plena vigencia, pues los tiempos de penuria se extienden hasta la época en que Heidegger conmemora a Rilke. La penuria no cesa, prolongada por nuestro creciente malestar.

Hércules, Dioniso y Cristo abandonaron el mundo inaugurando, según Hölderlin, "el fin del día de los dioses". Desde entonces la noche del mundo extiende sus tinieblas.

No sólo han huido los dioses, no habiendo ya dioses que reúnan en torno a sí a los seres humanos y a las cosas, sino que también se ha apagado el esplendor de la divinidad: es un tiempo de penuria. La huída de los dioses, la falta de dios ha privado al mundo de fundamento. Aquí Heidegger juega con la palabra Abgrund, que significa "abismo" y literalmente "falta de fundamento".

En la era de la noche del mundo hay que soportar el abismo de la falta de fundamento. Para ello, algunos, necesariamente, deben alcanzar dicho abismo. Eso es condición de que se pueda preparar una morada para el eventual retorno de los dioses. Algunos deberán hacer la experiencia del abismo para indagar allí las huellas de los dioses huidos y, a partir de ellas, volver a hacer resplandecer la divinidad en todo lo que existe. Los poetas son aquellos mortales que perciben el rastro de los dioses huidos, que son capaces de seguir esas huellas y de señalárselas a los demás. ¿Pero dónde están esas huellas, dónde encontrar los rastros?

¿Dónde el poeta descubrirá las trazas de la divinidad? En el éter, responde Heidegger, remitiendo al aire, al firmamento, a la bóveda celeste. En ese elemento, el éter, está todavía presente la divinidad como huella de los dioses huidos. Por eso el éter es lo sagrado. Sólo en el éter hay rastros divinos.

De modo tal que la propia divinidad aún presente en lo sagrado, merced a esas huellas dejadas por los dioses en su retirada, deberá ser reconducida a la Tierra por los poetas, para hacer resplandecer todo lo que existe. Poesía, poema y poeta obran construyendo esa cuaternidad en la que se reúne todo lo que fue desgarrado en la dilatada época de penuria: divinos, mortales, cielo, tierra.

¿Qué ha sido del éter, de qué modo es tomado en consideración por Jorge Alemán? El éter queda humildemente ligado a otro término, una palabra siempre elegida por él, desde hace muchos años, a la hora de nombrar al ser, un ser que en la experiencia analítica se funda en el decir, pues se trata del ser hablante. Alemán elegía, cada vez, un sinónimo arcaico y devaluado, pero que refleja con fidelidad el uso irresponsable que, del lenguaje, hacen los hablantes. Él prefería nombrarlos como "parlantes", como "seres parlantes". La condición parlante de los humanos apareció siempre, para nosotros, como evidente. Desde niños nos trasmitieron marchas patrióticas, canciones populares, letanías religiosas, órdenes policiales, arengas políticas, conminaciones militares por altoparlantes. La voz humana se universalizó por altoparlantes. Mucho después, ya en España, comenzamos a llamarlos "altavoces".

Quiero decir que la voz quedó tempranamente enlazada con lo parlante. De ahí que el éter del que se trata en este libro es el parléter, el éter en tanto espacio-tiempo poético del ser parlante.

Un ámbito en el que se entrelazan dos cuaternidades inseparables: sonido, sentido, palabra y letra correspondiéndose con habla, escucha, lectura y escritura. Complejo entramado cuyas operaciones, las más acertadas, dan lugar al acontecimiento de un decir.

En el parléter así instaurado, en ese éter que es ámbito del parlante… ¿cómo se presenta lo divino?

El último texto del libro, el que lleva el número XXXIII, está construido bajo la forma de diálogo asimétrico entre una voz impersonal que interroga con acritud, y el escritor que responde, a veces vacilante, en ocasiones sorprendido. Dice que en su relación con la escritura "la palabra le llega siempre rota", que él la escucha "anticipando su sonido", que "nunca viene justa, no facilita su arista ni su perfil rítmico".

Una divinidad de palabras rotas, de sonidos anticipados, huellas sagradas de significaciones que se rehúsan, de sentidos que escapan. Una divinidad trastornada cuyas huellas roturan la lengua de tierra, trayendo cielo a cada surco. Signos sonoros de lo sagrado.

El libro del no saber testimonia de la fragilidad del pensamiento ante lo imposible. Proclama la impotencia del pensar para agotar la experiencia humana, y el juego de los nombres hace posible otro saber, un saber hacer con los restos de las palabras. Al encontrarse el pensamiento con el irrebasable límite de lo que no se puede saber, no retrocede sino que lo incorpora como íntima excavación, en cuya proximidad siempre tendrá que asomarse al magma originario de lo uniano.

Se le dice al escritor, al dirigirle las preguntas, que son las suyas unas cosas escritas aprisionadas en un vocabulario sumamente estrecho. El escritor se refiere a sí mismo como alguien que "ya no logra sentir" y "sin embargo quiere continuar". Hay que atender a esta concisa fórmula, precisamente en un libro que se instala en la vecindad de poesía y pensamiento. Quien ya no logra sentir poesía-poema-poeta y sin embargo quiere continuar con el juego de los nombres, declara haber construido un artefacto intrascendente.

Una poesía que ya no se siente y un pensamiento que confiesa su debilidad en el mismo título: No Saber. Esas son las coordenadas entre las que transcurre el juego de los nombres, el juego que se quiere continúe, se quiere "proseguir en los momentos previos del desvanecimiento de la palabra".

En esos momentos, dice el escritor, "supimos que habíamos abandonado el continente aunque siguiéramos caminando por sus calles". El continente de la poesía, supuestamente abandonado, ya no se deja sentir, pero el juego prosigue, caminando por sus calles, por los nombres de sus calles. En el parléter el juego no cesa. Podrá no sentirse ya la trinidad poesía-poema-poeta, pero la pasión de jugar con los nombres asegura su retorno.

En el texto número XXXII se restituyen los lazos del escritor con la trinidad puesta en cuestión por la voz increpante del último escrito. El texto comienza:

«Madre
este hijo que tus entrañas odian
que no pudo descansar en la cicatriz del Padre
que está entregado al poema del repudio infinito (…)»

Si en estos primeros versos procedemos a la sustitución de la relación madre-hijo por la de poesía-poeta, leeríamos:

«Poesía
este poeta que tus entrañas odian
que no pudo descansar en la cicatriz del Padre
que está entregado al poema del repudio infinito
ahora que ha encontrado el signo en las llagas de su carne
deja que lo acompañe por fin el Don
y que sepa resucitar a los muertos»

Que sepa resucitar a los muertos hay que entenderlo como "que sepa traer" el cielo a los mortales derramando la divinidad sobre la tierra. Ese es el saber hacer al que aspira el libro del no saber.

La plegaria ha dado sus frutos, pues lo implorado, el retorno de los vocablos huidos, se cumple en el recorrido del libro: han vuelto la poesía, el poema, el poeta.

 
Algunos sonidos y letras de No Saber
María Victoria Gimbel
 

Sonidos y letras que van tejiéndose en diversos modos poéticos como epitafios o epigramas políticos, preservando también cierta unidad temática y tonal que va desde la elegía pasando por la epístola hasta llegar al sentido del diálogo XXXIII con el que se cierra el poemario. Ya resulta de enorme interés el dilucidar la serie conjunta de los dos términos, No y Saber, con los que Jorge Alemán indica lo tratado en este libro de poesía.

 

NO SABER se titula este libro donde se reúnen versos que se presentan sin nombre, que no remiten a algo concreto ni están referidos a temática determinada porque no hay ningún indicador explícito de lo escrito que aparezca de cabecera en sus páginas. Al contrario, lo primero que llama la atención es que nos encontramos con palabras sin orden ni medida, aunadas, eso sí, bajo una secuencia que, paradójicamente, se expresa numéricamente. Tal vez, por eso, el buen hacer de David Villanueva, responsable de la edición, se haya traducido en un formato tan apropiado, cuidando que no se establezca ninguna identificación previa ni final, cambiando y modificando, para ello, tipos de letra, así como tamaños y caracteres de los números, procurando de ese modo que la impresión de los versos esté desubicada e intentando que el soporte del texto se aproxime a decir lo mismo que las palabras del autor nombran: lo innombrable contándose, forjándose cifradamente. Porque las palabras leídas vienen desde algún No Lugar.

Sonidos y letras que van tejiéndose en diversos modos poéticos como epitafios o epigramas políticos, preservando también cierta unidad temática y tonal que va desde la elegía pasando por la epístola hasta llegar al sentido del diálogo XXXIII con el que se cierra el poemario.

Ya resulta de enorme interés el dilucidar la serie conjunta de los dos términos, No y Saber, con los que Jorge Alemán indica lo tratado en este libro de poesía. Detengámonos en este título, nada metafórico o alegórico, dicho sea de paso, que reclama, por nuestra parte, una lectura ontológica pues, no representando o denotando cosa alguna, en cambio, algo, desde luego, tiene que significar para que el autor elija esa sintaxis determinada como cobertura de lo escrito. Veamos, empezaremos por analizarlo desde la lógica matemática. En este marco lingüístico, un símbolo convencional de negación, puesto delante de una afirmación, transforma el valor de verdad de la misma. Así, aunque el negador no conecte o enlace proposiciones, en cambio, sí afecta al sentido de lo que se enuncia o propone. De tal manera, que si colocamos la partícula No delante del término Saber, significaría, en dicho lenguaje, "no ocurre " o "no pasa": saber (es decir, lo que en este caso se daría como falso es el "hecho de saber" como enunciado verdadero) Pues bien, podemos decir entonces que este libro no se deja interpretar por las reglas competentes en esa clase de discurso, porque el propio título viene expresado –ya- en forma aporética a través de una sola afirmación : NO SABER. Lógicamente analizada, dicha propuesta es simbólica y formalmente idéntica al enunciado "Jorge Alemán ha escrito un libro de poesía". De ahí que busquemos su posible inteligibilidad remontándonos hasta el inicio de la filosofía, en concreto, al diálogo platónico Menón, donde el gran filósofo introduce en escena a la figura relevante del esclavo, haciendo que su voz silenciosa sea reclamada por Sócrates para la interlocución sobre el problema del saber. En la conversación sostenida entre ambos, el pensador muestra que la posibilidad del conocimiento reside en cualquier existencia "desnuda de prejuicios", pues elige precisamente un Sujeto que, por su estatus social, sirviente en la Atenas del siglo V, no sabe nada, pero, en cambio, por tratarse precisamente de un alguien no manipulado por la educación sofista, sí está en las mejores condiciones de aprender, sin que nadie le enseñe, lo peor "desde afuera", pues posee lo indispensable, de lo que depende hacerse humano: el alma preexistente e inmortal. Al hilo de lo anterior, Platón también expone, en el marco de dicho diálogo, lo que se considera una tesis central de su pensamiento idealista: se puede lograr una buena vida, pero para ello, hay que estar en disposición de alcanzar lo primero y determinante: el saber auténtico a través de un recorrido dialéctico. Se pretende probar, de ese modo, la posibilidad de salir del mero estado ignorante, mediante un proceso de retorno sobre sí mismo, reminiscente, para volver a traer a la presencia aquello que siempre estuvo en el fondo, en forma de olvido: la verdad. Porque como Sócrates dice, ella viene, y cito, de un tiempo en que él no era todavía un hombre, donde la psique estuvo en el tiempo que siempre dura.

Así pues, Memoria, Recuerdo y Saber convierten a la filosofía, desde Platón, en un discurso privilegiado del saber del esclavo. Y, en ese sentido, el libro de Jorge Alemán parece escuchar, en alguna medida, el eco lejano de dichas palabras. Pero con una notable diferencia, en el caso de Platón, el no saber al que se debe llegar, el reconocimiento de la propia ignorancia, se propone como base o punto de partida a partir del cual se ha de trazar un recorrido transitable y accesible solo a la razón hacia la consecución de una vida plena, que sólo adquiere sentido completo con la muerte. En cambio, el No Saber al que remite el título de esta poética, que podemos calificar del "ocultamiento", dice más bien del estado sin fundamento de la existencia, dada sin referente de entrada ni de salida, siendo en permanente y sucesivo desfondamiento. Aquí, el sujeto del No Saber no es un alguien inocente o puro (al modo del sirviente del Menón) sino más bien un sujeto originariamente anudado entre la razón y la sinrazón (cruce de luz y sombra) en tanto que ser hablante. Por ello, creemos, el significado de este libro no remite a un plano epistemológico ideal, pues no se trata de alcanzar el no saber como conocimiento, sino de asumir que uno está ya, de antemano, derivándose del No Saber. En consecuencia, se está afirmando el hiato o herida de la propia condición humana, haciendo ver que ésta se da siempre en su continua imposibilidad: No Saber expresa o enuncia la primera condición ontológica de la existencia misma: ser en falta. A raíz de eso, el sujeto va constituyéndose como singular y determinadamente puede: en exilio, desgarrado desde el comienzo, viviendo dividido de principio a fin. En ese sentido, leemos algunos de los siguientes versos del poema VX:

Un hombre derrotado
en todas las causas/ despliega
en el centro de su fractura
incurable /
el aroma del corte primero

Siguiendo por esta línea de interpretación, pretender acceder al significado de esas y otras palabras, por otro lado, nada resignadas ni complacientes, contenidas en este libro, supone una tarea que reclama más bien, a la manera freudiana, una lectura arqueológica, rastreando las huellas del pensar que va dejando la escritura. Porque ¿qué relación mantiene Jorge Alemán con estas palabras poéticas? A nuestro modo de ver, parecen dirigirse a un interlocutor en cierta medida ilustrado, como así lo indica la elección del título, pero la cuestión es ¿a qué clase de escucha ilustrada? Ya que también Kant, apelando al hombre, sintetizó el ideal de libertad bajo el lema de Horacio sapere aude!, invitando al sujeto a salir del no saber (de la autoculpable minoría de edad, usando sus términos).A este respecto, conviene entonces aclarar algo la pregunta formulada para ver qué categoría de ilustración se está solicitando o demandando. Para responder ello, hay que destacar la formación lacaniana del autor, entendiendo que los versos son exponentes de un modo privilegiado de habitar la lengua que manifiestan el defecto ontológico en que consiste la existencia. Por ello, se puede interpretar que el sujeto de la poesía es el deseo, el inconsciente, produciendo la excepción, en este caso, la escritura del autor. Por eso, sus palabras vienen del No Lugar, mostrando la imposibilidad, asomándose como estrellas errantes, incapaces de cobrar sentido completo y total. De ahí que esta poética del ocultamiento se distancie de cualquier otra poética, pues aunque no sean sonidos y letras surgidas de la experiencia sí lo son con la experiencia, no aspirando a ninguna plenitud de la palabra porque los versos expresan No Saber, irrumpiendo contingentes, revelándose a través de ellos el constitutivo fracturado de la subjetividad, cuya oquedad impide cualquier reconciliación o apropiación, porque uno no puede ser dueño de su ser.

En este libro no se muestra nostalgia por un origen perdido, tampoco las palabras son testimonio de una yoeidad profunda e insondable. Pero lo que tal vez estos versos sí exponen es la tristeza por No Saber y la afinidad con las batallas perdidas que acompañan todo vivir. También, por ello, esta poesía sí traduce deuda y culpa de algo "olvidado" que inexorablemente está volviendo, ese resto irreductible e imborrable que no se deja atrapar por término determinado o cálculo alguno. Poesía que no siendo intemporal, al ir dirigida a una escucha contingente, en cambio, afirma lo que la memoria puede ir haciendo con algunos recuerdos y avatares singulares de la existencia para que encuentren, más acá, acomodo en su lugar fronterizo, asomándose, esta vez sí, fuera del tiempo, y ahí quizás entender lo dicho, por ejemplo, en el verso XXX :

Pensadores del silencio
poetas de lo imposible
escritores sin tradición
meros ensayos tardíos
de Aquel banquete de juventud
donde hombres y mujeres fueron partidos
por el mismo rayo

Porque como también se lee en este otro poema:

Amigo
resta el último vértigo
lo que el tiempo sabe traer en sus manos
.

 

Anexo - Selección de poemas

 

XXIV
ya no hay en vos
vicio de mi presencia
era el tango que tu cuerpo sabía de memoria
tu ángulo perfecto
ahora queda un nombre absurdo
un gemido esclavo que se pasea en tu boca
cuando gritas a la vida necia

I
No sabe es Uno que no sabe
pero lleva tal silencio en el espanto de la frente
que parece haber estado a solas con el Amor

XXI
el hombre que busca
algún día tiembla frente al claro del umbral
y al fin sabe que su cuerpo es negociado en
todos los idiomas
¿sabrá advertir qué nudo de tiempo y
sombra lo salvara de la pura pérdida?

II
Son hombres tan preciosos que nunca enferman
veloces como la belleza y el olvido
siempre distintos a él que enveneno su sien
por escribir un Poema

Jorge Alemán

 
 
 
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