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Consecuencias
 
Noviembre 2008 | #2 | Índice
 
El surfista de la hiperletra y los suburbios
del significante
Eric Laurent
 

El que examine va a tener una probable sensación de estar acompañando al escritor en su viaje, recorrido ágil de una vida que como experiencia del inconsciente se soporta como ejemplar de la manera en que un ideal se aloja, sirve de sentido y al final otorga la extraña "costumbre" de operar como objeto, analista.

Lo que funciona no es histórico, genético, comunal. Pero si el "inconsciente es Baltimore al amanecer. ¿Dónde es el sujeto? Es necesario plantear al sujeto como objeto perdido". Entonces, cae en su caída, cayendo, en eterno orificio circundando… surfeando en sin sentido, el analista como "casillero vacío" y la experiencia analítica como "la de un surfista sobre la tela tejida por la hiperletra, que trae un pedazo de carne".

 

Eric LaurentEl psicoanálisis es un espacio de libertad. Yo no lo experimenté de entrada. Era adolescente cuando la Pequeña Biblioteca Payot puso al alcance de todos los textos de Freud, mal traducidos, pero transportables a todos lados en el bolsillo. La lectura de Freud me apasionaba tanto como la ciencia-fícción que leía asiduamente. No diferenciaba claramente el oráculo de Isaac Asimov en "Fundación" ni la filosofía "chiflada" de Van Vogt que introducía al no-aristotélico, ni los perros de Clifford Simak -tan próximos a los clones de Houellebecq-, de la interpretación de los sueños y de la histeria. Todo conspiraba para interpretar la vida cotidiana. El conjunto hete-róclito era heterodoxo, no se enseñaba en el liceo y me permitía hacer un bricolage con una lectura del mundo y las dificultades de la pareja parental.

Esta mezcla gaseosa volátil explotó con la chispa de la clase de filosofía. Freud llegó a apasionarme de modo tal que yo no cesaba de hablar de él a parientes y amigos. Al final del liceo era una influencia perniciosa de la que había que protegerme para poder contar con las energías que el sistema francés de clases preparatoria necesitaba. Se me privó de Freud. Retiraron pomposamente el conjunto de sus escritos de mi biblioteca. Un libro empezó a faltar en mi mundo.

Me prometí un día comenzar un psicoanálisis. Una de las huellas dejadas por la contingencia del cruce entre psicoanálisis y ciencia-ficción hacía que yo desconfiara del psicoanálisis francés.

Hubiera preferido comenzar la aventura en los Estados Unidos cuando se presentara la ocasión.

 
El libro y la letra
 

Algunos años más tarde, yo había cumplido con el trayecto indicado por la orientación parental. El puesto de salida de una de nuestras importantes escuelas no alcanzaba a colmar la falta simbolizada por el rapto del libro. ¡Detención del deseo! Allí donde estaba con el pensamiento, en un lugar híbrido entre Althusser y sus cursos de filosofía para científicos, la economía política, el sindicalismo estudiantil no orientado, allí me encontraba extraviado, inmovilizado. Era el momento de retomar el camino que había percibido en el encuentro con Freud. Althusser había escrito sobre Lacan y había comentado la reasunción del proyecto freudiano con nuevos aires por el psicoanalista francés. Compré así mi primer ejemplar de los Escritos en 1966. Pero este libro permanecía lejano y cerrado. Un amigo de entonces y de ahora, compañero de fortuna y de infortunios diversos, me confirma que Lacan de hecho existía, y que practicaba el psicoanálisis en París. El problema era que había que esperar muchos meses para obtener una cita -¡tan numerosas eran las demandas! Le pedí a mi padre que pusiera enjuego la confraternidad para obtener una cita pronto. La respuesta no tardó. Obtuve una cita para la vuelta de las vacaciones, el 12 de setiembre de 1967 a las 15:30hs. Todavía lo sé porque conservo la carta de respuesta de Jacques Lacan. Después de largos años de lector del Seminario sobre "la carta robada", la colgué en la pared, letra fuera de sentido que llega a destino luego de un largo recorrido en el que todo ha sido dicho.

Durante la semana que siguió a ese martes 12 de setiembre, vi a Lacan todos los días para las entrevistas preliminares. En otro trabajo, he referido las indicaciones que Lacan me había dado sobre las relaciones de la letra y del tiempo en la experiencia psicoanalítica en el curso de esas entrevistas.[1] Durante los primeros años, vi a mi analista no menos de cuatro veces por semana. No era fácil en 1968, pero yo no perdía ni una sesión, ni una manifestación. La relación al Inconsciente que se inscribió después de muchos años se cristalizó en los años posteriores. La vía trazada de la gran escuela se encontraba barrada por el inconsciente. Hacía falta formarse y seguir las vías de la clínica tal como era enseñada y practicada. La práctica revela siempre sorpresas. Éstas comienzan por la necesidad de acordar el tiempo del inconsciente, el de las sesiones, y el de la práctica clínica.

El lugar de la práctica estaba muy lejos de París. Las rutas del norte están desde el otoño llenas de neblina. Yo continuaba mi ruta, la que fuere, orientándome con la sola visibilidad de la línea amarilla del costado abajo, que se discernía abriendo la puerta del auto del lado del pasajero. Hacíamos ese recorrido entre varios, pioneros del co-pilotaje psicoanalítico. La neblina era, después de todo, una buena metáfora de la marcha de la cura. No veíamos ni jota, pero continuábamos tomando algunas precauciones. La banda amarilla era la cuerda roja bajo la cual estábamos en la pista. La autopista luego nos conducía a buen puerto.

El psicoanálisis es un espacio en verdad asombroso. El analizante se hace el Sherlock Holmes de las palabras y de los dichos que formaron el baño de lenguaje en el que se bañó. Holmes, atento a los detalles, cuidadosos de los menores decires que le llegan desde una lógica implacable, campeón de las causas individuales, es un héroe nominalista muy conveniente para designar una vertiente de "La caza del Snark" psicoanalítica. Pero no es más que la primera lectura. La novela continua. Como en Conan Doyle, los recursos del significante sirven muy rápido para designar los horrores que cada uno descubre en su inconsciente. Se trata de hecho de descubrir que uno vive en la novela negra del hará boileddick, como se llama a ese género en los Estados Unidos, nutrido con un fantasma fundamental. Es quizás el equívoco sobre el dick, falo en argot, que provocó un deslizamiento de lengua. Hoy se habla de género noir en la lengua inglesa pasando por el francés.

El analizante se vuelve el investigador de su affaire sumergiéndose en las profundidades de un inconsciente tan sulfuroso como el Los Angeles de Philip Marlowe o el New York de Ned Beaumont (Hammett). Por otro lado Raymond Chandler tenía el don de encontrar títulos con resonancias psicoanalíticas: "El gran sueño", "El largo adiós". El gran sueño, estructurado como un sueño, es tan paradójico que incluso Howard Hawks no entendió el guión. El "largo adiós", separación imposible, re-envía a pasajes al acto temibles. Dashiel Hammett con su "llave de vidrio", da el nombre de un falo que abre las puertas ocultas de los cuentos de hadas de hoy y de siempre. Los cuentos y las novelas percibieron al inconsciente, Freud lo dijo, y un psicoanalista inglés, Edward Glover encontró una fórmula asombrosa según la cual el inconsciente es "la combinación de una carnicería, de baños públicos bajo un bombardeo, y de un laboratorio de autopsias".[2] Glover no dice para nada que en cada una de las piezas del edificio compuesto que él describe hay mensajes que están dirigidos, enigmas en las paredes. El inconsciente, si es un texto, está hecho de una escritura extraña. La memoria se deposita sobre una superficie bizarra. No es una superficie que tiene las características del córtex nervioso. El obstáculo que hay para reducir el inconsciente a las bases de las neurociencias reposa en gran parte en ese punto decisivo. La memoria implicó siempre una topología específica. En la Antigüedad, las artes de la memoria combinaban las imágenes impresionantes y el texto de manera patética, para recordarlo mejor. "Se trata de entrada de un arte destinado a los oradores de la Antigüedad para recordar un discurso. La argumentación consistía en imaginar un edificio quizás conocido, vuestro inmueble o departamento, el palacio de justicia si se trata de un abogado, o bien imaginado según la fantasía, pero que estará muy precisamente organizado. En ese edificio, y en lugares muy precisos del recorrido, ustedes ubican imágenes agentes, es decir imágenes muy impresionantes que ustedes mismos inventan de manera tal que les recuerdan lo que ustedes quieren decir".[3] Estas imágenes agentes se convirtieron en el recuerdo encubridor y la matriz del fantasma.

Adaptando la inspiración de las Ars Memoriae, Freud fácilmente alojó el inconsciente en el espacio compuesto por una arquitectura fantástica. El edificio para él es de entrada múltiple. Es una ciudad. Freud sostuvo esta metáfora desde su Traumdeutung hasta el Malestar en la cultura. Freud describe al Inconsciente como la posibilidad de una ciudad que sería verdaderamente eterna. La vista de Roma resucitada es para él el paradigma de una vista sincrónica de toda la historia. El ojo que inventa no es del mismo orden que el panóptico de Bentham. Es un órgano pan-histórico que yuxtapone todos los edificios, las ruinas existentes y las perdidas. El tiempo es abolido, el punto de vista es divino. Se comprende entonces por qué Lacan pudo enunciar que "Dios es inconsciente". Esta eternidad de la que debemos desembrollarnos.

En el pasaje entre el inconsciente-eternidad ligado a la muerte y el inconsciente-instante propio del viviente, la presentación hecha por Lacan del inconsciente como una ciudad que funciona marca un hito. Lejos de elegir una ciudad eterna, él elige una ciudad nueva d mundo, Baltimore donde se encontraba para un congreso en 1969. Trabajaba al amanecer y dijo esto: "Yo podía, por la ventana, ver Baltimore y era un instante muy interesante, no era aún el amanecer. Un cartel de neón me indicaba a cada minuto el cambio de la hora había naturalmente mucho tránsito y observé que todo lo que yo podía ver excepto algunos árboles lejanos, era el resultado de pensamientos, de pensamientos activamente pensantes, por lo que el rol jugado por los sujetos no era para nada claro. (...) La mejor imagen para resumir el inconsciente es Baltimore al amanecer. ¿Dónde es el sujeto? Es necesario plantear al sujeto como objeto perdido".[4]

La ciudad, como el inconsciente, es el lugar de una ausencia de la naturaleza. No más árboles ni instintos. No hay más que pensamientos activos. El lugar de la mirada del sujeto freudiano desapareció, el ojo interior desapareció. En esta perspectiva, el sujeto es con el casillero vacío que permite circular en la ciudad que se propone como un vasto cuadriculado del juego del Áne rouge. El sujeto desliza, invisible y perdido, entre los significantes, que por su parte actúan.

En ese sentido, la carta que está en la pared de mi consultorio de analista, semblante de significante amo, es en verdad el casillero vacío que permite a los significantes deslizar en los diversos universos de discurso de cada uno de aquellos que vienen a dirigirse a inconsciente como Otro. Pero es solo el casillero vacío el que permite circular. El atraviesa los cuerpos que son así activados. Los accidentes que los atraviesan forman distribuciones del emparejamiento del inconsciente al viviente Apuntan desesperadamente a recuperar algo, un plus de vida, un "plus de gozar", según el sintagma que Lacan forjó sobre el modelo de la "plus-valía" marxista.

 

La hiperletra y el chat

 

La letra rompe los usos estandarizados del significante en la lengua común. Muestra cómo la lengua privada se anuda alrededor de los bordes y de los agujeros de ese cuerpo. Se vuelve su instrumento de goce.

El hipertexto de la tela nos da un modelo del vacío operado por la letra en la red significante. Cuando cliqueamos sobre una palabra, pasamos a la lectura de esa misma palabra en otro contexto, en otra página, en otro mundo. Sobre el texto de la tela, la letra hace agujero. Es a través del agujero del hipertexto que gravita el conjunto de los significantes del discurso universal. La puesta a disposición de ese saber que se ha vuelto disponible por el stock infinito de la Web, no hace sino develar el lugar del significante que falta en el Otro. Si el proyecto de biblioteca universal de Google culmina, nos podemos imaginar el tiempo en el que nunca jamás un libro faltará en la biblioteca del Otro. Sin embargo, la función de la letra no cesará de apretar el lugar del agujero. Ese agujero sirve de llamado al desarrollo del chat, otro infinito de la interlocución. Estas dos caras del uso de la tela se anudan como el campo del lenguaje y la función de la palabra. La World Wide Web es el desarrollo de la tela de araña del texto articulado al viviente. Lacan pudo observar un día que el hombre habla como la araña hace su tela, como una función del viviente. Esta extensión del dominio del viviente es designada por Jacques-Alain Miller como "corporización del significante".3 Es el reverso de la sublimación.

Somos así llevados por la extensión misma de esta ciudad universal, soñada, babeliana, que es la tela universal, a confrontarnos de manera más radical aún al agujero en el Otro. La worldwide ville nos hace descubrir su reverso, los suburbios del texto en el que ruedan los fantasmas de una pulsión desamarrada del significante. El fantasma de una pulsión sin significante es el suburbio de New York descripto en La hoguera de las vanidades de Tom Wolfe -y el que Francia descubrió que también existe. Es el lugar en el que ningún discurso puede sostenerse. Llama al fantasma de un amo de las palabras y los cuerpos. El que podría nombrar lo innombrable y reinar por el mismo movimiento sobre cuerpos apaciguados.

La experiencia psicoanalítica, es la de un surfista sobre la tela tejida por la hiperletra, que trae un pedazo de carne. Ella confronta a cada uno con los suburbios de su hipertexto. Ella ciertamente lo libera del fantasma de un amo que vendría a terminar con la falta del Otro. No lo libera del respeto a lo escaso de los semblantes que aún permiten anudar el plus de gozar a la lengua común. El anudamiento pasa por la puntuación operada por la letra que re-envía a cada uno a la verdad de su propia historia y a saber qué ha extraído de allí.

La carta sobre la pared es entonces como un graffiti: habrá sido leída y habrá llegado a destino.

 
Traducción: Graciela Esperanza
 
Notas
* Publicado en "Blog-note del síntoma" Editorial Tres Haches, Buenos Aires 2006. Publicado con la amable autorización del autor y la Editorial.
1- Laurent, E., "Cuatro observaciones sobre la preocupación científica de Jac-ques Lacan", en Conoce usted a Lacan?, Paidós, 1992.
2- Glover E., "The Therapeutic Effect of Inexact Interpretation: A Contribution to the Theory of Suggestion", Int. Journal ofPsychoanalysis, 12, pp. 397-411, 1931.
3- Arasse, D., Histoires de peintures, Editions Denoel, 2004, pp 109-110.
4- Comunicación hecha por Lacan en el Symposium internacional del John Ho-pkins Humanities Center en Baltimore (USA), "Of Structure as an Inmixing of an Otherness Prerequisiste to Any Subject Whatever", publicado en The Languages ofCriticism and the Sciences ofMan: The Structuralist Controversy, dirigida por R. Macksey y E. Donato, Baltimore et Londres, The John Hopkins Press, 1970, pp. 186-195. Las intervenciones de Lacan fueron en inglés y en francés. La transcripción y la traducción son anónimas, ver Laurent, E., Ciudades analíticas, Buenos Aires, Tres Haches, 2004.
5- Miller, J.-A., "Biologie lacanienne et événement de corps", La Cause freu-dienne, n° 44, février 2000, p. 57.
 
 
 
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