Sergio Larriera: Hemos pensado que el próximo año vamos a continuar con Versiones de la letra. Ahora vamos a recordar someramente lo que habíamos planteado en la reunión anterior. Destacamos la indudable potencia ontológica que tienen los nudos, potencia de la que decíamos que debemos preservarnos como analistas. Hacíamos el nudo en el que habíamos consignado un goce uniano, un goce unario, y un goce unitario:
Jorge Alemán: Quisiera decir algo sobre la cuestión ontológica. Has dicho literalmente que un analista ha de tener sus reparos con respecto a la dimensión ontológica. Eso está fundado en el hecho de que, efectivamente, en uno de sus seminarios, Lacan dice que el estatuto del inconsciente no es ontológico sino ético, y hace una advertencia respecto a la ontología. Pero como sabemos, la enseñanza de Lacan es un trabajo que se caracteriza porque va contra sí misma y descompone, en muchos casos, sus propios enunciados. El nudo es una ontología. El estatuto del psicoanálisis no pretende dar cuenta de tal o cual área de la mente, o de tal o cual área específica del ser humano, como podríamos decir que hacen las regiones de lo ente, lo biológico, lo psicológico, lo sociológico. El psicoanálisis no se quiere sumar a la realización de una disciplina óntica más, que explique tal o cual realidad. Tiene una ambición de otro calado, decir qué es la realidad, los términos lacanianos real, imaginario, simbólico, más todo lo que ahora va a articular Sergio. No está explicando una especialidad, no está determinando un subsistema o una subárea de una especialidad psicológica, sino que está explicando lo que se considera para los seres parlantes la realidad.
En ese sentido defiendo la palabra ontología, en contra de la lógica de la especialización y de los expertos, que es la lógica óntica en vez de la ontológica. Lógica óntica que se sostiene en determinada división, plantificación de la realidad donde unos se ocupan de un área, y los otros de otra área.
Nosotros acá estamos en la misma zona abismal, si ustedes quieren, porque no es una ontología fundamentada. Lo que no es: una ontología que vaya en busca del fundamento último de la realidad. Es una ontología perforada. Nosotros le dimos un nombre, una ontología fallida, rota, truncada, con un fundamento en falta. Pero es una ontología porque les discute a los grandes pensadores, cara a cara, en esa puesta en abismo, qué es la realidad.
No queremos sumar este aporte a la historia de la psicología. No es ese el proyecto de Lacan. Su proyecto, cuando practica y se sumerge en estas escrituras, es determinar en qué realidad estamos viviendo. En ese sentido es una ontología. No es una ontología del sentido sustancialista o fundamentalista de decir que vamos a explicar las bases últimas. El problema acá está, de entrada, en el calce mismo, en ese nudo donde hay un vacío, objeto a, que tiene el problema de no presentarse como un objeto positivamente representable en el plano.
Sergio Larriera: Es muy atinada esta salvedad. Suscribo totalmente tus palabras, y lo hago con entusiasmo. Yo siempre me manejo por las prohibiciones, tanto por las que nos impone el dogma, como, inclusive, algunos dictámenes y axiomas lacanianos. Por ejemplo, invocaste al objeto a, y la última prohibición que tengo contra la ontología es la frase que tanto trabajamos en nuestros libros hace veinte años a propósito de la cuestión del ser, que es lo que se dirime en una ontología –no el ser de lo ente, no una ontología regional como las que enumeró y descartó Jorge, sino una ontología que se ocupe de la cuestión del ser, y la diferencia entre el ser y el ser del ente—. El objeto a viene a poner un obstáculo, en boca de Lacan, cuando dice “nada no es ese ser –el ser de la ontología—, es sólo una suposición al objeto a”. Porque no puede decir “nada es”, porque la nada no es, entonces, “nada no es ese ser, está supuesto al objeto a”. El ser, psicoanalíticamente, en términos de Lacan, sería una suposición.
A pesar de esto, tengo una tendencia casi irrefrenable a entender las cosas en los términos de Jorge. Porque Lacan, dos años después de decir esto del ser, cuando articula totalmente este nudo y establece la relación de las tres dimensiones, real, simbólica, imaginaria, en el entusiasmo del hallazgo de esa fórmula arroja los nudos a la sala, fabricados con cuerdas, y dice que eso es lo que habla. Yo creo que eso sí es una propuesta ontológica.
Jorge Alemán: Sí. Y la fórmula “nada no es ese ser”, si tuviéramos que ponerla en una tradición, lo haríamos en la de las formulaciones heideggerianas. Lo que está diciendo Lacan es que busquemos la ontología en el objeto a, no en el ser como un ser que se nos presenta positivamente. Precisamente, la ontología lacaniana es fallida, truncada, agujereada.
¿Qué es el objeto a? Lo que no puede prestarse a la representación como los distintos objetos del mundo. Hay un sujeto que se representa las cosas, y como sujeto de la conciencia ejecuta, a través de la operación que sea, un ejercicio de cohabitación que pone frente a él los objetos del mundo. Eso se acabó. El objeto a implica que el sujeto está dividido y que el objeto no es un objeto. Es algo que está en los objetos, que pasa a través de los objetos, pero no es el objeto. Es el eterno problema. El objeto a está en el pecho, pero no es el pecho, está en las heces pero no es las heces. Así entendí por qué Lacan fue capaz de hablar de la homología entre el plus de gozar y la plusvalía marxista, cuando uno termina de entender que Marx dice que la mercancía es suprasensible, que no tiene una materialidad concreta o empírica. Uno no ve a la mercancía. Cuando uno ve los objetos que toman la forma de la mercancía, evidentemente no ve el secreto de la mercancía. En el secreto de la mercancía hay algo que no se puede localizar como materia orgánica, de manera que pueda medir lo que es la mercancía. Dice Marx que en la mercancía está la fuerza de trabajo que ha sido explotada, enajenada, que no es visible, y que, justamente, es el secreto lo que ha hecho que las relaciones entre los hombres se hayan vuelto relaciones entre cosas. ¿Pero uno ve ese objeto?
Podemos decir que el término mercancía en Marx también tiene una fuerza ontológica. Porque dice lo que es en ese momento la realidad. Lo que nos está diciendo Marx es que la realidad no está construida según estos objetos que nos representamos, porque la mercancía es algo mucho más complejo que algo que está en un escaparate puesto a la venta. Lo que llama mercancía es el resultado de todo un proceso entre el capital y el trabajo, del cual no vemos absolutamente nada. O como él mismo dice, no hay un solo átomo en la mercancía. Quiere decir que es un tipo de objeto que ya no pertenece al tipo de materialidad al que pertenecen los demás objetos, pero, sin embargo, tiene su materialidad porque la mercancía tampoco es un objeto ideal platónico. Es una materialidad.
El objeto a también es una materialidad. Y si Lacan fue a estas escrituras es porque estaba preocupado por esa materialidad. Dicho de otra manera, por una ontología materialista si se quiere. Lo que pasa es que ya los fundamentos fallan, no vienen las cosas a la representación. Como ese capítulo que se llama La forma mercancía y sus secretos, si uno repara dice, ¿entonces la mercancía es una forma?, ¿tiene un secreto? Entramos en un terreno que no tiene nada que ver con decir: es este objeto. Y el objeto a es lo mismo. Como hemos dicho Larriera y yo años atrás, es un mixto del vacío de la Cosa y los objetos de la pulsión y por lo tanto puede jugar como vacío, como goce.
Sergio Larriera: En ese sentido entendíamos el vacío de la Cosa en relación al das Ding. El das Ding freudiano, lacaniano. Y ese das Ding era lo propiamente material en un sentido aristotélico. Es eso que se sustrae, se presenta sustrayéndose, mientras que lo otro es forma, es la morphé. Los objetos mirada, voz, excremento, alimento, esos objetos pulsionales son objetos a, pero son presentaciones formales, tienen forma, son tangibles, unos más que otros, la mirada es más evanescente, la materia fecal indudablemente es más concreta y brutal en su presencia. Pero se los puede ver, percibir, padecer. Mientras que la Cosa es aquello que en esa presentación se sustrae. Así habíamos resuelto nosotros dos el problema del objeto a, hasta el punto de que a, para nosotros, era la a minúscula que indicaba una localización de algo que era, en un sentido, una nada localizada, un vacío que está operando y produciendo objetos. No por vacío deja de operar y producir efectos. Y por otro lado, era un modo de presentarse esa nada, de formalizarse ante los hablantes en términos de objetos pulsionales: los objetos a.
Jorge Alemán: Esto no progresa de forma muy rápida, pero es la manera que, finalmente, nos interesa desarrollar.
Sergio Larriera: Hay que ver en cada cálculo y en cada pensamiento, porque hay muchas referencias en todo esto. Pero es cierto que no progresa muy rápido.
Me quedé pensando en algo que dijiste respecto a por qué, tomando apoyo en esa formulación negativa de Lacan, cuando dice “nada no es ese ser”, por qué no ser capaces de sostener que eso es una ontología. Por qué la ontología tiene que afirmar una materialidad del ser cuando no es así. Justamente, la ontología heideggeriana de ninguna manera lo hace. Estaría mucho más próxima a esta desustancialización que sería arrancar al ser de la problemática del ser de lo ente, y en todo caso plantear esa diferencia y cómo sostenerse en esa diferencia. Es el problema ontológico.
Entonces, ¿por qué esto no es una ontología? Puede ser una ontología en donde la cuestión está planteada en estos términos. No se trata del ser de lo ente, sino que este ser se caracteriza por ser una suposición –dado que nunca se sustancializa, ni nunca aparece—, una suposición a eso que denomina Lacan el objeto a.
Jorge Alemán: De hecho, tal vez la operación ontológica mayor en la que estamos inmersos siempre, es la de elevar el objeto a la dignidad de la Cosa. ¿Qué realizamos ahí? La operación por la cual, donde estaría la Cosa, que es el vacío, sin embargo introducimos un término que hace la vez, que vale por lo que está ausente. Es el colmo de la metafísica. Sin embargo es esta misma metafísica la que Marx vio en la mercancía. Es decir, tomamos realmente una cosa por lo que “no es nada”. Y sin embargo, permanentemente estamos elevando los objetos a la dignidad de la Cosa. No habría realidad, no saldríamos a la calle si esta operación no estuviese rigiéndonos. Si realmente llegáramos a la comprensión de que la Cosa es un vacío y que nada se pueda poner en su lugar, imagínense, no hay más movimiento de ningún tipo. Lo único que puede sostener todo esto que llamamos realidad, es que hay una operación constitutiva.
Por eso ahora entiendo de otra manera lo que dijo Lacan sobre sublimación. No lo veo sólo como una explicación del proceso sublimatorio, sino como el acto más puro del pensamiento. Lo primero que se hace es elevar a la dignidad de esa nada, es decir, poner algo en lugar de esa nada, hacer que valga por esa nada algo que es otra cosa. Sin esto no hay forma de construir la realidad, de formar parte de la realidad. El proceso de la sublimación, el elemento a través del cual un objeto irrisorio adquiere para el sujeto el valor de algo extraordinario. Porque finalmente, no habría ninguna realidad si no estuviésemos todo el tiempo abocados a este problema de por qué algo toma valor. Los grandes hallazgos de Marx y de Lacan fueron esos, por qué toman valor.
Hay que tomar esta parte, no como la parte de una totalidad, porque ahí sería una ontología regional. Es un error pensar que el objeto a es la parte de un todo, al que si restituyéramos esa parte, el todo volvería a quedar completo. Es el error de Karl Abraham, y el de los kleinianos, tomar al objeto parcial como la parte de un todo. No. Es la parte de algo que es nada. Una paradoja absolutamente metafísica, porque no es la parte que le falta al todo para completarse. Si fuera eso, el objeto a no tendría ningún interés. Es una parte que no pertenece, nada se completaría si esa parte fuese de nuevo incluida. No es la parte de una totalidad. Es una gran suposición, y sin embargo es sumamente operativa y constituyente de nuestro ser. Alguien puede decir que esto es un idealismo. No. El gran chiste acá, es hacerlo un materialismo.
Sergio Larriera: Aprovechando esta línea de diálogo, ya que tomó relevancia el punto central a, lo habíamos mostrado acotado por los arcos simbólico, real, e imaginario. El objeto a, la letra a, el punto a, está triplemente determinado por un calce de tres arcos. Y ahí habíamos colocado el término de horizonte. Para nosotros, toda operación del sujeto necesariamente tendrá que posicionarse respecto a una modalidad de goce, ya sea el goce uniano, el goce unario, el goce unitario. Y toda operación, toda posición del sujeto en esas localizaciones, tendrá esos respectivos horizontes.
Sergio Larriera: Al real le ponemos una r, al imaginario lo marcamos con una i, y al simbólico con una s. Estas tres dimensiones están calzadas borromeanamente, al modo del triskel, y determinan este punto. Recordemos una vez más que el punto lacaniano tridimensia. No es un punto de 0 dimensión como el cartesiano, donde se cruzan dos rectas que determinan un punto de dimensión 0, sino que el punto lacaniano tiene tres dimensiones, porque es el producto de un calce borromeano entre real, simbólico, e imaginario. Tridimensia es un término lacaniano. Él está jugando en esa época con dimensión, di-mensión, dicho- mansión.
Jorge Alemán: El arco siempre se introduce como un elemento heterogéneo. El simbólico está entre lo real e imaginario, etc. Esto es muy importante, que cada uno de los bordes es heterogéneo.
Sergio Larriera: Esta heterogeneidad que menciona Jorge es lo que Lacan maneja en términos de ex-sistencia. Igual que en Heidegger, lo que se sostiene fuera, ex-siste. ¿Qué quiere decir que se sostiene fuera? Que para lo real e imaginario, lo simbólico les ex-siste, se sostiene fuera, pero a la vez que no forma parte de lo real y de lo imaginario, por otro lado hace que calcen lo real y lo imaginario. Para lo real y lo simbólico, el imaginario ex-siste; y para lo imaginario y lo simbólico, lo real ex-siste. Esa es la triple ex-sistencia que determina en ese calce a esta letra minúscula a que en realidad es un puro vacío acotado. Es decir, como está acotado es operante, no es la nada, sino que es una nada acotada.
Estamos dando relevancia a esta función de horizonte. No es que Lacan hable mucho de horizonte, pero se puede desprender de sus diversas topologías. Esta noción de horizonte no es aquello que se va a alcanzar, sino que siempre está puesto por delante. En tanto sujeto se aspira a trascender ese horizonte, ir más allá de él, pero sin embargo se está condenado a permanecer más acá. En todo caso el horizonte se va desplazando, es lo que en matemática se denomina el paso al límite. Es decir, a uno lo divido y me da medio, a medio lo divido y me da un cuarto, etc., pero en esa progresión infinitesimal jamás se alcanza a trascender el límite. Esa es la cualidad que tiene el horizonte en los términos en que lo estamos planteando.
En ese triple horizonte, en relación al cual se desenvuelven los tres puntos de goce en los que se va a posicionar el sujeto, el uniano, el unario, y el unitario, usamos estos tres términos porque reunían las tres denominaciones que están presentes en Lacan en distintas épocas, y que reunían una problemática en común en relación a lo que es el significante, la letra, la cifra, el número, que todo está de alguna manera conectado. Nos parecía que de este modo, mostrándolos en sus disimetrías y diferencias, a la vez teníamos una nomenclatura que nos permite pensar una problemática triplemente articulada.
Goce uniano. Habíamos hablado de ese goce que estaba por fuera de lo simbólico, que ex-siste a lo simbólico, o ese goce al cual le ex-siste lo simbólico. Quedaba como una especie de preanuncio de lo que sería algún día el Uno. Pero Lacan lo denominó como “hay de lo Uno” “Il y a de l´Un”. Es muy ambiguo ese “hay de lo”. No dice “hay el Uno. Eso lo podríamos decir en el otro punto de goce unario, donde ya se ha establecido un trazo, el trazo del Uno, y entonces “Hay Uno”. El goce uniano, por tanto, es el punto de goce de la indeterminación absoluta, que está por fuera de lo simbólico. Y sin lo simbólico no hay ninguna posibilidad de establecer, en una relación de lo real y lo imaginario, alguna posibilidad de discriminar y diferenciar unidades, como sería uno, uno, uno, hacer esos trazos que establecen esa diferencia. Esto está indiscriminado. Y eso indiscriminado, decíamos metafóricamente, el sujeto o el protosujeto, en posición de goce uniano, aspira a alcanzar el horizonte simbólico, y que ese caos que está sucediendo en su interior, en su cuerpo, imaginario y real, tenga algún tipo de plasmación simbólica, alcance, dado que estamos hablando de lo Uno y el Uno, alcance primordialmente la categoría de cifra. La cifra es algo simbólico, de lo cual está naturalmente excluido este punto de goce. Este sería el goce uniano. Ese “de lo Uno”, “de l´Un” ese “de” indicaría ese hilo que une lo indeterminado a cualquier formulación.
Pero cuando el Uno habla ya es el Uno, ya no es “de lo Uno”. Por eso nos permitimos asimilarlo al goce unario. El goce unario ya está definido, no es lo uniano, que es un invento lacaniano, es lo unario, que recupera el sentido freudiano de einziger Zug, del trazo unario freudiano que Lacan refuerza, subraya, y destaca largamente a lo largo de toda su enseñanza. Ese trazo unario ya es un trazo, como aquellos míticos trazos que él comprobaba en la mítica costilla de mamut del paleolítico donde había un trazo, otro trazo, otro trazo, que en todo caso no estaban contando –no podemos decir que contasen 1, 2, 3, 4— pero sí que estaban estableciendo la unidad de cada animal abatido, de cada día trascurrido, de cada luna sucedida. No es una contabilidad, pero es un establecimiento de diferencias.
Jorge Alemán: Hay que estar un poco atentos a un escollo que me parece muy peligroso, es la cuestión entre lo no marcado y lo marcado. Como si hubiera un origen no marcado, primario, que sería, la carne viva, la masa biológica, sin marcar, y otro paso posterior que realizaría el acto de la marca. Me parece que, aunque haya aspectos que resuenen o que vayan en esta dirección, hay que entender esto sincrónicamente en una operación en donde se está poniendo en juego lo Uno indeterminado, ese “hay de lo Uno” y “hay el Uno” que cuenta. Porque claro, la tentación inmediata, espontánea de todo esto, es imaginar un momento no marcado, carente de todo tipo de determinación, como un principio, como aparece en la Fenomenología del espíritu, un principio indeterminado, de pura indeterminación, donde hasta que no aparece el trabajo del espíritu, el trabajo de lo negativo, no hay marca alguna. Y luego a posteriori viene la marca.
Sergio Larriera: Es importante este término de la marca. Recordemos que toda esta presentación tenía como finalidad última conducir a mostrar el signo como elemento bifaz. El signo tiene dos faces, una material y una formal. La materialidad sería la faz del signo que nos explicaría la potencia extraordinaria del lenguaje, cómo es posible que una estructura que nos va tratando, cautivando, civilizando, y domesticando, paulatinamente, en un largo proceso, finalmente logre sus fines. Por qué esa potencia. ¿Es el signo absolutamente exterior a nosotros?, o bien ese signo ya trabajó nuestro cuerpo y está en él bajo la forma de marca. Y bajo la forma de marca es que nosotros, en estos tres puntos de goce, hablábamos de tres tipos de marca, los sones en el goce uniano, los trazos en el goce unario, y los fonemas en el unitario.
Me faltaba explicar el goce unitario. En él ya se ha producido la conjunción de dos elementos. Los fonemas son sonidos pero ya no son cualesquiera sones, no son los sones del laleo de un lactante, no son los sones de jadear de la bestia, sino que son fonemas, sonidos absolutamente humanos en tanto incorporados, en tanto hay oposición de dos fonemas y está todo el sistema de la lengua presente y operando, cuando se armó esa oposición.
Jorge Alemán: Una objeción derridiana. Derrida podría decir que lo que no se está captando aquí es la temporalidad. Él utiliza la palabra differance, un neologismo. Arma esta palabra que en francés suena exactamente igual que cuando se le escribe correctamente: diference. Y lo hace para explicar que hay un diferir temporal que, como no ha podido ser verdaderamente pensado por la metafísica, ha establecido una jerarquía entre los sonidos, los trazos, y las escrituras, que no son tales. La differance sería el elemento que le posibilita a Derrida organizar la desjerarquización. De ahí que hable de la archiescritura, para mostrar la idea de que primero hubo sonido, o voz, y después hubo escritura como transcripción ulterior. Es decir, la gente gritaba, balbuceaba, y un día transcribieron lo que se decía a lo escrito a través de distintos mecanismos, ideográficos o alfabéticos. Pero para Derrida todo esto es un problema de temporalidad, porque está puesto en juego desde el comienzo en un acto de diferir. Y en particular para él, por supuesto, lo que está en juego es la propia escritura. Primero que nada es la escritura lo que ha organizado este diferir temporal, y la escritura no se puede confundir con la escritura ya realizada ni como ideograma o como alfabeto. Él llama escritura simplemente a la iteración misma del trazo, a la pura repetición de la marca.
Sergio Larriera: Aquí nosotros estamos dando la respuesta de Derrida. Porque recuerdo que nos estamos moviendo en estos momentos en tres puntos de goce, viendo esta cuestión de lo Uno, el Uno, y la unidad, lo unitario, y esto en relación con esas marcas en el cuerpo. Porque todo esto es el cuerpo, y el cuerpo es lo esencial en la concepción psicoanalítica del ser parlante, marcas en el cuerpo, en distintos lugares, de distintas maneras, y distintos modos de operar. Esas marcas son lo que yo llamaba la faz material del signo.
Esas marcas están ahí pero no las podemos tomar, sabemos que están operando, sabemos que nos atraparon, el signo nos atrapó en tanto carne, a la vez se metió en la carne, y desde ahí está operando, procediendo a través de una estructura que está operando siempre, como toda estructura, en conjunto. Precediendo a la instalación, en el punto de horizonte de este nudo, a la cuestión de la cifra, la letra, y el significante, que serían la faz formal del signo.
Es decir, el signo opera monolíticamente. Y vemos sus efectos y el modo en que arraiga, el modo en que se implanta, y nos preguntamos por qué tiene esa potencia, por qué puede ser que un significante tenga tal poder material que paralice a una persona, que lleve a otra a la muerte, que determine el destino de un sujeto. Por qué esa potencia de algo que en realidad es inconsistente y que las últimas concepciones en boga hablan de la liquidez de la palabra.
La palabra es líquida, el signo es líquido, todo fluye, se mezcla, una cosa quiere decir otra, pasa de un lado para otro, y sin embargo tiene esa potencia. Cómo algo tan líquido, algo que verdaderamente está permanentemente sometido a una fuga de sentido, sin embargo produce esos efectos de conquista, de atrapamiento, de colonización del cuerpo. Sería en función de estas marcas, los sones, los fonemas, los trazos, y lo que generan en el parlante, lo que generan en el cuerpo, el anhelo de cifrar el goce, el anhelo de inscribir como letra estos trazos que están en su cuerpo, pasarlos a la proyección sobre la pantalla, sobre el cuerpo del otro, la piel del otro, escribir ahí. Y en el punto de goce unitario encontrar el significante que dé cuenta de lo real, que agote toda significación y que cierre totalmente el circuito de la significación. En este punto de goce unitario donde la preocupación es el sentido y están puestos todos los elementos para que se produzca el sentido. Pero el sentido por naturaleza escapa, es imposible fijar el sentido, pero no dejamos de aspirar a encontrar el significante que fije el sentido.
Jorge Alemán: A la imposibilidad de establecer un sentido, y a la necesidad lógica de imponerlo, un post-marxista lacaniano, Laclau, lo llama hegemonía. Acabo de venir de Buenos Aires de participar en un seminario con él. Y sostiene que el verdadero secreto de todo proyecto político es éste, atrapar la fuga de sentido a través de un significante vacío que, naturalmente, tiene que ser hegemónico porque no se puede encontrar dentro del sistema. Dentro de los significantes, como un significante remite a otro, no se puede encontrar lo hegemónico, al revés, se desjerarquiza todo. Tenemos un significante y rápidamente aparece otro, y otro, etc. Si fuera así, sin ningún punto de capitón, viviríamos en una realidad psicótica, y hay un momento en el que hay que establecer la hegemonía.
Laclau hace una lectura, no política, pero dice que la política nace del acto a través del cual un significante inventa la totalidad imposible y a la vez necesaria, porque ahí cierro, siempre de manera coyuntural y contingente, el circuito del sentido. No dejo todo librado al sinsentido. A eso se le llama hegemonía.
Hay una teoría del poder que los psicoanalistas no han percibido con toda atención. Laclau viene de la escuela gramscciana, y a la vez vivió una experiencia muy particular desde el punto de vista del neologismo nominativo en Argentina, que se llamó peronismo, y tuvo todas las circunstancias para llegar a Lacan. Pero hay que decir que un acto nominativo nunca puede ser conceptual en hegemonía, ninguna hegemonía se hace a través de un concepto. Esto lo digo para los que critican el populismo, los líderes carismáticos, como si hubiera un concepto que a través de la deliberación racional va a ser hegemónico. No. La hegemonía viene a través de alguna cara, una decisión, y un rostro. Sobre todo cuando hay significaciones que vienen determinadas de antemano. Una decisión hegemónica es muy compleja. Es el proceso a través del cual se logra que un significante, de manera coyuntural y contingente, nunca en el momento hegeliano de la reconciliación final, se vuelva hegemónico.
Sergio Larriera: Se impone deteniendo el deslizamiento del sentido, y produciendo la ilusión de un efecto absoluto.
Jorge Alemán: Una totalidad retroactiva. La idea de decir que hay una totalidad. Por ejemplo, ¿por qué somos un país? Podría no terminar nunca o no empezar nunca si no hay todo el tiempo proyectos hegemónicos que de algún modo operan a través de significantes absolutamente vacíos, pero que tienen esa eficacia del detenimiento de la deriva. Es el mismo proceso de elevar el objeto a la dignidad de la cosa. Siempre estamos viendo que hay algo imposible que contingentemente es suspendido a través de algo que se vuelve necesario, porque, por otro lado, sin eso no habría ninguna forma de establecer una realidad.
Sergio Larriera: El concepto hegemónico podría servir también para esto, porque en la posición que puse el significante, a propósito del goce unitario correspondiente a la producción de sentido, donde simbólico e imaginario están operando en conjunto por fuera de lo real, se juntan los significantes y el imaginario da unidad, da el cemento para producir un sentido. Aquí está la aspiración a un significante que agote la significación y detenga la deriva, la fuga de sentido. Y con la letra y la cifra sucede lo mismo. Cifra, letra, y significante, así en singular, son horizontes.
La letra, el Aleph borgeano. La primera letra del alfabeto, desde donde se ven todos los tiempos, todos los mundos, todas las posibilidades. Es la aspiración del escritor a escribir una palabra, una letra que termine con toda la poesía, el fin de la poesía, el agotamiento de toda posibilidad poética –el mismo Joyce. Y respecto a la cifra, en tanto es anhelo de acceder a lo simbólico podemos adscribirle el mismo significado. Esto no quiere decir que mientras aspiro a esa letra, a esa cifra, a ese significante, no esté permanentemente produciendo cifras, letras, significantes por millones, pero siempre en esta agitada aspiración a que aparezca esta letra.
Jorge Alemán: Esto es importante, y hay que matizar cuando se dice aspiro. Porque parecería que le ponemos al sujeto un anhelo natural. Las tres son articulaciones primarias y hegemónicas. Y el intento de poner la marca, la cifra, es el modo de construir la realidad hegemónicamente. Lo que pasa es que esto hasta ahora se toma como inocente. Lo que introduce la palabra hegemonía es que no es tan inocente, y quizá no lo fue nunca. Lacan mismo habla de discurso del amo. Lo que se muestra es que, dado que no puede haber una palabra que valga por todas, tiene que haber una que juega al semblante de que vale por todas. Esto es siempre un acto hegemónico. No puede haber una manera de establecer ese arco y su escritura si no está este truco constitutivo de la realidad por la cual un elemento que era parcial se camufla y se hace pasar por universal. Lo particular se metamorfosea y se disfraza de universal. Pero la hegemonía dura lo que dura, viene otra, dice que no estaba el Aleph acá, se derrumba y vemos que todo era un espejismo y aparece otro. Hay una sucesión coyuntural de hegemonías, con el truco de que como no hay nunca nada que pueda hacerse cargo del todo, algo lo viene a suturar, siempre de manera imposible porque si lo suturara del todo no seguimos. Por eso habla de una totalidad necesaria e imposible en la hegemonía.
Sergio Larriera: Esa totalización imposible sería esto, está por ejemplo esta zona de goce unario en la que el trazo tiende a hacerse letra, finalmente traspase el límite y se trasforme en el goce absoluto de que encontré el Aleph y se acabó todo. El goce absoluto establecido porque es traspasado el horizonte, he encontrado ese significante que me da el sentido de la totalidad.
Jorge Alemán: Ahí no sería la hegemonía, sería la totalidad. En la hegemonía hay un antagonismo.
Sergio Larriera: La hegemonía tiene que ver con la lucha. Y es transitoria además, como un paradigma científico. Este paradigma científico aguanta hasta que venga el próximo axioma o el próximo teorema.
Jorge Alemán: Es más complejo porque para él la hegemonía siempre es el resultado de una dislocación previa. Acá también habría una dislocación. Para que haya una hegemonía tiene que haber, como lo has mostrado en el nudo, elementos heterogéneos que no se pueden reunir sintéticamente nunca si no es a través de operaciones de articulación. Hay que construir hegemónicamente una articulación, si no, lo real es lo real y no quiere saber nada con lo simbólico, y lo simbólico no quiere saber nada de lo imaginario. Acá el asunto es que para anudar, para marcar, todo el tiempo hay que producir un acto de nominación. Entonces quiere decir que previa a la nominación, lo originario no sería la nominación sino la dislocación, en el lenguaje suyo, en el nuestro sería lo real. Es decir, el hecho de que no tiene todas las de ganar de entrada lo simbólico, sino que hay que estar produciendo estos sones, estas marcas, estos trazos. Pero son exitosas en la medida en que son el resultado de una construcción hegemónica, porque han tenido que funcionar, y para funcionar han tenido que establecer un límite.
Sergio Larriera: La idea del límite, dueña del límite, esta es la letra, la cifra, el significante. Después todo es arrastrado nuevamente en la corriente eterna. Ven la idea de todo esto como movimiento. Ahora, hay que romper la idea derridiana que implica que estamos siguiendo una especie de cronología. No. Es la estructura, sincronía pura, la palabra del otro capturando la carne del neonato. En esa célula mínima humana está todo este drama puesto en juego. La palabra del otro pone todo en juego. Del mismo modo los establecimientos de los aspectos formales del signo, la cifra, la letra, el significante, y se ponen en juego al menos de a dos.
El procedimiento va en este sentido, en uno la cifra y la letra se conjugan para que se escriban los números y letras. Con esa relación de las letras con significantes se produce una conjugación donde las letras pueden estar al servicio de trasmitir sentidos, significaciones, y entrar a trascribir el lenguaje, lo que se habla. Por otro lado está la relación entre lo que se habla, el lenguaje y el significante, y la cifra es el efecto contrario, criptográfico, de ir hacia la transformación de lo que es manifiesto, el significante portador de significados, cifrarlo. Cifro el mensaje, y en el otro camino lo descifro.
Jorge Alemán: Lacan no lo explica así en ningún lado. Tiene gran mérito lo que hace Sergio, porque le encuentra una articulación a fórmulas lacanianas absolutamente incomprensibles.
Sergio Larriera: El fundamento de esto es complejo, lo he buscado en el Seminario 23, en la relación entre el sentido y el goce fálico, la cuestión del poder y del goce peniano. En la próxima clase quedamos en buscar algún fundamento a por qué tomar de a dos esos elementos. Esa licencia me la da Lacan en el Seminario 23 a propósito de sentido y goce fálico.
Jorge Alemán: Hasta ahora, inventado por nosotros, estaría el goce unitario, uniano…
Sergio Larriera: El uniano es lacaniano, él inventa el uniano cuando lo descubre en Ou Pire, en ese momento dice que el goce uniano es lacaniano, lo unario es de Freud. Yo lo traduje, lo impuse, lo exploté. El unitario es poca cosa en relación a la potencia teórica de los otros dos. Unitario lo hice para acomodar a lo Uno, porque en ese sentido se produce la reunificación de lo disperso y se produce sentido. Cuando pronuncio una frase tiene un sentido, después empieza a escaparse ese sentido. En el momento en que lo pronuncio trasmito un sentido, parece que hay una correspondencia entre las palabras y las cosas. Lo unitario, podemos cambiar el nombre, pero está aquí para mostrar las diferencias.
Jorge Alemán: Acá es donde está el problema. La ciencia dice que de esto no hay nada, que todo está escrito en la estructura del cerebro, que todo esto es un delirio, no hay marca, ni trazo, ni horizonte, sino que está todo armado en la estructura cerebral. Estructura que también tienden a pensarla metafóricamente. El problema de los científicos es que están habitados por una metafórica, como explica muy bien Paul Ricoeur en La metáfora viva, y Derrida también tiene un trabajo al respecto. No hay discurso que no habite ya la propia metáfora. Ellos mismos describen un proceso cerebral utilizando palabras que parece que estuvieran en el mismo proceso cerebral, pero es la metafórica que ellos viven. No se dice en el alfabeto que se lee en el cerebro, la lectura que hace la neurona. Pero la lectura, el alfabeto, el archivo, es una metafórica. Movilizan un aparato metafórico donde se adscriben una serie de operaciones. Como se le hacía la crítica al cartesianismo que imaginaba un homúnculo, ese pequeño hombrecito dentro del cerebro, en los neurólogos pasa también como si hubiera un pequeño hombrecito dentro del cerebro que está leyendo, archivando, procesando, actualizando. Pero bueno, ha ganado más la teoría de que el asunto está escrito en el cerebro.
Sergio Larriera: Para nosotros está escrito en el cuerpo. Cuando hablo del límite imaginario, del horizonte imaginario, evoqué la superficie corporal, la superficie del cuerpo del otro, la superficie de mi propio cuerpo. ¿Qué es un tatuaje? Llevar esa marca inaugural, ese trazo inaugural hacerlo visible bajo la forma de un tatuaje.
Jorge Alemán: Hegemónicamente se ha vuelto espontáneo que un locutor de radio o cualquiera dice “está en su genética”. Acá hay otro cuerpo en juego, es un cuerpo hablante. El problema es si la materialidad es el cerebro o si existe esta otra materialidad. Esta es la materialidad que le correspondería al hecho de que hay lenguaje, entendiendo por lenguaje lo material, no lo ideal.
El otro día discutía con unos amigos sobre un jugador de fútbol que consideramos muy bueno y que vino a los doce años al Barcelona. Decíamos que tiene unos rasgos en su forma de jugar que no los puede haber adquirido en el Barcelona, aunque vino a los doces años, porque son características del lugar de donde él procede. Alguien sostenía que estaban en la genética. No, está en los trazos, en la trasmisión de la que todos procedemos como sujetos. Ese es el debate. Es verdad que lo tiene incorporado y que juega como si fuera de un barrio de las afueras de Buenos Aires, aunque vino a los doce años a jugar al Barcelona, pero para mí es el resultado de un discurso. Es un discurso en el sentido de la materialidad. Otro problema es que cuando se habla de discurso la gente imagina palabras que se escuchan, la gente entiende por discurso la información, el conocimiento. No entienden esta materialidad con esta fuerza constitucional de marcar el cuerpo, de establecer los límites, de armar los horizontes de la vida. Estamos hablando de cuántas cosas pueden franquear en la vida. Desde esta perspectiva, cuántos pasos se pueden dar. Muchos no hay. Hay unos pasos que se pueden dar pero que están muy acotados.
La otra materialidad es muy importante, es el tema de la discusión tanto con los científicos como con los filósofos. Discusión que, por otro lado, no hay. Forma parte de esta época que las cosas ya son así.
En un canal de la TV argentina se han recuperado unos videos donde aparecen Foucault, Lacan, Levi-Strauss, Sartre, y es impresionante la tensión que se da allí. Para mucha gente es ver unos personajes extrañísimos. Porque claro, es una estirpe desaparecida, es gente del siglo pasado, y los que no están en este asunto y lo ven, quedan sorprendidos de ver unas personas que hablan, o que están respondiéndole a otros, que están contraargumentando teorías, y se ve que están muy preocupados, muy concernidos por un debate en el que están inmersos. Y claro, todo eso está muy lejos del mundo de la opinión actual. Para la gente no acostumbrada, que no los conoció, son unos personajes extrañísimos, como marcianos, una cosa extravagante. En la misma serie ponen la entrevista que le hizo Soler Serrano a Dalí. Muy buena entrevista. Hay un filósofo que presenta estos vídeos, Ricardo Foster, y en esta serie están Simone de Beauvoir, Sartre, Foucault, Lacan, Dalí. Dalí no parece ajeno, parece tan extravagante Lacan como Dalí, o más. A Lacan un estudiante le tira un vaso de agua, y le intenta pegar. Lo de Lacan es una auténtica performance, Dalí se queda corto y eso que cuenta que se pone miel en el bigote para que se le acerquen las abejas.
Sergio Larriera: Nos vemos el tercer jueves de Junio.
Jorge Alemán: Quizá sea un buen momento para practicar una lectura de lo que ya hay transcrito. Ya que nos aproximamos a la culminación, sería un buen momento para leer retroactivamente, hacer una lectura de lo que hemos transcrito y hablar sobre ello, porque este curso tiene una orientación epistemológica, sometemos a examen, dentro de lo que nos es posible, y tratamos de indagar en lo que quiso decir Lacan y para qué dijo lo que dijo. Sería importante entonces hacer una lectura. Creo que tanto las clases del año pasado como las de éste entran en lo mismo, tienen una unidad. |