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Consecuencias
 
Edición N° 3
 
Septiembre 2009 | #3 | Índice
 
Hacia una clínica del estrago [*]
Patricio Alvarez
 

El autor establece una oposición clínica a realizar entre la posición del estrago femenino y la histeria. El estrago será ubicado como una dificultad en el pasaje por el segundo tiempo del Edipo –o bien en términos freudianos a la ligazón-madre-, que impide la estructuración de la posición histérica. Este pasaje del estrago a la histeria, situable en algunos casos que se presentan en la clínica, será el paso preliminar a realizar como condición del análisis.

 

Situados en una investigación sobre las "nuevas formas del síntoma", se nos hace presente en la clínica las diversas formas en que puede presentarse una neurosis en análisis. Observamos en muchos casos que, si bien podemos suponer en la estructura una neurosis, las variables de funcionamiento del síntoma, del fantasma, de la función fálica, son muy diferentes a las de una neurosis "clásica".

En esas nuevas formas del síntoma pueden ubicarse la anorexia, la toxicomanía, las impulsiones, etc. Pero me voy a referir a un grupo restringido de casos, generalmente mujeres, en los que luego de bastante tiempo de trabajo analítico comienzan a desplegar las variables típicas de una histeria. Lo extraño es que al comienzo de las entrevistas, no se presentan como una histeria, y nos preguntamos generalmente si no se trata de una psicosis. Para este grupo restringido de casos creo que es muy útil la noción de estrago utilizada por Lacan.

El concepto de estrago, ravage, ha sido mencionado por Lacan en tres ocasiones. Me voy a detener en las dos primeras menciones, las del Seminario 17 y de L´Etourdit, para ubicar la relación entre el estrago y la estructura histérica.

Para introducir el desarrollo, voy a narrar una pequeña viñeta. Se trata de una paciente obesa, que en la primera entrevista se presenta diciendo que pesa 160 kilos, que su problema es su gordura y la mala relación con su madre. A continuación, deja de hablar. Ante mi sorpresa, le pido que siga hablando, y dice que le cuesta mucho hablar, que así es ella. El "soy así" se mantiene, y justifica su silencio. Transcurren meses de un silencio casi completo, que sólo se altera para narrar las peleas con su madre, después de las cuales llora sin parar. Sus dos únicos temas son sus "atracones" y su madre, temas que relata de un modo uniforme, sin variaciones, siempre llorando, siempre el mismo relato. Es inútil pedirle asociaciones, interpretar la relación que eso tiene con su vida, interpretar la relación entre los atracones y su madre, hacer cortes de sesión ante su silencio, no pasa nada. El deterioro simbólico en el que vive me hace pensar durante mucho tiempo en una psicosis. La devastación que producen esas peleas es tan absoluta que no puede estudiar, trabajar ni tener mínimos lazos sociales. Ha tenido desmayos, internaciones, choques con su auto, intentos de suicidio, luego de esas peleas con su madre, que por supuesto, aparece con todos los rasgos de omnipresencia posibles.

La única variación se produce cuando, luego de meses de tratamiento, subrayo un dato de sus narraciones: ella no puede prever lo que su madre le va a decir. Desde ahí, la paciente comienza a ubicar una lógica en las peleas con su madre, una cierta previsibilidad en los temas conflictivos, con qué se va a enojar, etc. Ese trabajo, que dura largo tiempo, irá construyendo una cierta regulación del goce materno y la castración del Otro. El discurso cambia y comienzan a aparecer otros temas, pero nunca referidos a la sexualidad en ningún sentido. La primera formación del inconsciente se presenta al año y medio de tratamiento, con un sueño mínimo: "estaba sentada en la falda de alguien". Tiempo después, comienza a recordar con muchísima angustia escenas sexuales con su abuelo materno, el patriarca de la familia, cuando ella tenía cuatro o cinco años, escenas en las que el objeto oral está en juego.

Este tiempo preliminar fue escandido en dos tiempos, uno en relación al goce materno, otro en relación al goce incestuoso y sus consecuencias sobre lo que no logra inscribirse de la castración. Sólo después de esto se hicieron presentes en el discurso las variables propias de la neurosis: una localización del deseo insatisfecho, las formaciones del inconsciente, los síntomas del "retorno de lo reprimido". Es decir: sólo a posteriori, después de uno o dos años de tratamiento, podemos decir que se trataba de una neurosis. Lo que sigue será el tratamiento de una histérica, y la localización del objeto oral en su fantasma permitirá una regulación de sus síntomas de obesidad, de su relación demandante al Otro, y de su síntoma de asco en relación a los hombres.

Me interesa investigar estos casos donde no sólo se produce la histerización del discurso propia de cualquier entrada en análisis, sino en los que observamos que durante las entrevistas preliminares se inscriben elementos de la estructura que no estaban inscriptos, y que sólo a condición de ese trabajo se efectúa la neurosis. La pregunta, para ese tiempo preliminar, es: se trataba de algo no inscripto en la estructura, que el análisis inscribió? Se trataba de una estructura no efectuada, no "terminada", de modo análogo a cuando Lacan describe a la fobia como la plataforma giratoria que vira hacia una histeria o una neurosis obsesiva?

1- El estrago generalizado:

Podemos llamar así a la genial condensación que hace Lacan de toda su teoría de la metáfora paterna. Conocemos bien el párrafo[1], y podemos concluir de su lectura en primer término que el deseo de la madre es estragante en sí mismo, tanto para el niño como para la niña. Si la versión del Edipo como normalizador es la más conocida, es necesario observar su cara estragante.

Para contextualizarlo, me parece necesario primero remarcar que este párrafo es una referencia al desarrollo que hizo tiempo atrás sobre la metáfora paterna, en dos versiones: una versión sincrónica en el matema, y otra diacrónica en los tres tiempos del Edipo. No los voy a desarrollar, pero sí creo que hay que prestar atención a dos elementos que se presentan constantemente en la clínica del estrago:

- La boca del cocodrilo: Lacan en el Seminario 4 hablaba de los fantasmas de devoración materna: "La castración materna implica para el niño la posibilidad de devoración y la mordida. En relación a esta anterioridad de la castración materna, la castración paterna constituye su sustituto que no es tal vez menos terrible, sino que es por cierto más favorable porque es susceptible de desarrollo, mientras que en el otro caso en lo que respecta al engullimiento y la devoración por la madre, no hay salida de desarrollo." Es fundamental este término: salida de desarrollo, para ubicar el pasaje necesario en la histeria hacia el amor al padre. Que no haya salida de desarrollo implica el atrapamiento del niño en esa posición, que llamamos estrago. Ese atrapamiento es lo que no puede soportarse, y es la posición del niño tomado por el deseo de la madre sin la mediación del falo. La castración del padre implica la posible salida hacia la identificación. Es lo que Lacan en esos primeros seminarios llamaba la posición del niño como súbdito.

- La mosca que puede picarle es una alusión a lo que Lacan llamaba la ley caprichosa del deseo materno, que Lacan describía como una ley incontrolada: "esta ley es, si puedo decirlo, una ley incontrolada. El niño se esboza como sujetado al capricho de eso de lo que él depende, incluso si este capricho es un capricho articulado". Esta ley incontrolada persiste bajo la figura del superyó materno, incluso una vez que se sustituye esta ley de la madre por la ley del padre cuando funciona la metáfora.

Ahora bien, estos tres datos, el fantasma de devoración, la posición del niño como súbdito, la ley incontrolada de la madre, Lacan los desarrolla en el Seminario 5 como lo que hace al primer tiempo del Edipo, cuando la ley del padre está inscripta en la estructura (es decir, no se trata de psicosis) pero aún no funciona encarnada como prohibición, es decir, aún no se efectúa el segundo tiempo del Edipo.

Es importante destacar que Lacan dice que para el varón la fijación en ese primer tiempo es la predisposición para las diferentes formas de la perversión –que ahí localiza como el fetichismo, el trasvestismo y la homosexualidad: en los tres casos, dice Lacan, se trata de sostener a la madre fálica por identificación-. Es ese primer tiempo el que Lacan establece como el to be or not to be el falo, en el sentido absoluto de encarnar el falo materno renegando su castración. Visto a la luz de esta cita, es interesante porque es el mismo punto donde se ubica el estrago materno femenino, en ese punto donde la prohibición paterna no funciona como tal. Entonces, del lado del varón la perversión, del lado de la mujer el estrago.

El segundo tiempo del Edipo implica la prohibición paterna, el punto donde el padre funciona revestido de ese símbolo pero interviniendo efectivamente: en ese tiempo lógico el niño debe resignar la posición de falo de la madre, y su atravesamiento exitoso le permitirá en el tercer tiempo identificarse a la posición paterna, para no ser el falo sino tenerlo. En la niña, resignar la posición fálica es más fácil dice Lacan, porque ella no debe pasar por la amenaza de castración dado que está privada del falo, y será lo que le permitirá después dos cosas: por un lado sabrá donde ir a buscarlo del lado del padre; por otro lado podrá identificarse al semblante fálico como el ser el falo (que no debe confundirse con el primer tiempo donde se encarna absolutamente el falo materno).

Conclusión provisoria: si nos atenemos a los efectos estragantes del deseo materno tanto para el varón como para la niña, localizados en el primer tiempo, situamos lo que Lacan llama las fijaciones, que en el varón quedan del lado de la perversión, y en la niña quedan del lado del estrago propiamente femenino, que desarrollaremos en el segundo punto. Lo que quiero remarcar, retomando la viñeta clínica que presentamos, es que desde esta posición podemos diferenciar a la posición del estrago femenino -que no ha ingresado en la lógica del intercambio fálico-, de la posición histérica -que debemos situar en relación al tercer tiempo del Edipo: ligada a los atributos fálicos, atrapada en el amor al padre e identificada con el ser el falo-.

2- El estrago madre-hija:

La segunda referencia es una cita a Freud. Antes de presentar las fórmulas de la sexuación, Lacan en L´Etourdit recuerda el pasaje de la niña de su ligazón-madre preedípica, a la ligazón-padre. Dice así: "La elucubración freudiana del complejo de Edipo, en la que la mujer es en él pez en el agua, por ser la castración en ella inicial (Freud dixit), contrasta dolorosamente con el estrago que en la mujer, en la mayoría, es la relación con la madre, de la cual parece esperar en tanto mujer tanto más subsistencia que del padre, lo que no pega con su ser segundo en este estrago".

Primero, como decíamos, está haciendo referencia exclusivamente al complejo de Edipo freudiano: en él la mujer es pez en el agua porque no debe pasar por la amenaza de castración en el hombre, de modo que se ahorra algo. Pero eso contrasta dolorosamente, dice, con el dejar de esperar subsistencia de la madre, lo cual quiere decir hacer el viraje hacia el padre, que es segundo en este estrago.

Dado que se refiere a Freud, vamos a ver una serie de trabajos en donde Freud destaca la importancia de la ligazón tormentosa e intensa de la niña con la madre.En laconferencia "La femineidad", Freud dice: "No se puede comprender a la mujer si no se pondera la fase de la ligazón madre preedípica"[2], destaca la mayor duración de esta fase en al niña y la"posibilidad de que personas del sexo femenino permanecieran atascadas a la ligazón madre originaria. Se trata de una fase de exclusividad de la niña con su madre con total prescindencia del objeto padre". Fase a la que además de su mayor duración en las mujeres, le atribuye dejar como secuelas fijaciones y predisposiciones.

He aquí la disimetría del Edipo entre los sexos. Donde por angustia de castración el varón sepulta el complejo de Edipo, en la niña posibilita su entrada. Por la castración la niña abandona a la madre y hace el viraje al padre. Pero Freud en dicha conferencia aclara que allí no se trata simplemente de un cambio de vía al objeto padre sino que "el extrañamiento con respecto a la madre se produce bajo el signo de la hostilidad, la ligazón madre acaba en odio (...) La niña hace responsable a la madre de su falta de pene y no le perdona este perjuicio". En "La sexualidad femenina" agrega Freud otro dato clave: toda la serie de reproches, de reclamos dirigidos hacia la madre, se hacen bajo el signo de la decepción. La decepción es la posición a la que la niña queda ligada en el penisneid, y esa misma decepción es lo que la hace pasar del lado del padre.

Esta decepción de la niña, por lo que no obtuvo de la madre, lleva a un reclamo que en un segundo tiempo —como Freud advierte— podría ser transferido al hombre, al primer marido. Y allí tendríamos una ruta por la que el hombre toma el relevo del estrago materno, el hombre como partenaire estrago, hereda ser el blanco de la reivindicación fálica.

Pero retomemos la cita de L´Etourdit: podemos decir que el estrago en la relación madre-hija, consiste entonces en una fijación a la ligazón-madre propia del primer tiempo, y a eso se refiere Lacan con lo que llama esperar subsistencia de la madre, es decir, no soltarse de esa posición. No resigna la ligazón-madre, y en tanto tal, queda condenada a la decepción y la hostilidad.

Si consiente a resignar esa ligazón, la posición de decepción, pese a no eliminarse nunca, le permite pasar del lado del padre, y con eso comenzar el circuito de los deslizamientos fálicos: esperar el falo del padre, luego el hijo del padre, luego el falo del hombre, luego el hijo del hombre. Allí ya podemos decir que está instalada la posición histérica, cuando la mujer queda ligada al circuito del intercambio fálico, es decir, en el estrago paterno. Por eso Lacan dice que el padre es segundo en el estrago: porque en la histeria el problema a resolver es justamente el estrago producido por el amor al padre y la identificación viril -o como dice Lacan en L´Etourdit, el hacer el hombre de la histeria-.

Si retomamos la primera conclusión, podemos decir que la posición de estrago supone no haber atravesado el primer tiempo del Edipo.

3- Conclusiones:

Opongo la posición del estrago a la posición histérica. En el estrago madre-hija, decíamos en el primer apartado que la dificultad, en los términos de la metáfora paterna, es atravesar el primer tiempo del Edipo (tanto para varones como para mujeres); a eso añadimos en el segundo apartado la dificultad que señala Freud, que es para la mujer hacer el viraje de la ligazón-madre al objeto padre, hay en esa dificultad una posición de rechazo al amor al padre, y por lo tanto, un rechazo de la lógica fálica, con la serie de intercambios fálicos que supone.

Por el contrario, son otras las dificultades de la histeria: no es su problema resignar la ligazón-madre sino resignar el amor al padre, su impasse es por lo demás salir de la identificación viril, dejar de hacer el hombre para acceder a un goce más allá del falo.

Tengo la impresión, a partir de la clínica, que tomar a una paciente en la posición del estrago materno, supone un tiempo de trabajo analítico en el que se debe hacerse necesariamente el pasaje no realizado por la castración materna, que lleva a construir en análisis una histeria. Es decir, el tiempo de las entrevistas preliminares con estas pacientes, que quizás puede durar bastante tiempo según el caso, será el del pasaje del estrago a la histeria.

 

 
Notas
1- Lacan, J. El Seminario, libro 17, capítulo 7: "El papel de la madre es el deseo de la madre. Esto es capital. El deseo de la madre no es algo que pueda soportarse tal cual, que pueda resultarles indiferente. Siempre produce estragos. Es estar dentro de la boca de un cocodrilo, eso es la madre. No se sabe qué mosca puede llegar a picarle de repente y va y cierra la boca. Eso es el deseo de la madre. Entonces, traté de explicar que había algo tranquilizador. Hay un palo, de piedra por supuesto, que está ahí, en potencia en la boca, y eso la contiene, la traba. Es lo que se llama el falo. Es el palo que te protege si, de repente, eso se cierra. (…) Así que fue en este nivel como hablé de la metáfora paterna. Del complejo de Edipo no hablé nunca más que de esta forma."
2- Freud, S (1932): "La feminidad". Conferencia 33. Ed. Amorrortu, Bs. As, 1985, pág. 111.
 
 
 
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