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Consecuencias
 
Edición N° 3
 
Septiembre 2009 | #3 | Índice
 
Psicoanálisis aplicado a la clínica de la psicosis [*]
Claudia Lijtinstens
 

El dispositivo flexible de un Centro de Rehabilitación que aloja a jóvenes adolescentes con severos trastornos subjetivos, utiliza un tratamiento posible del psicoanálisis aplicado a esta clínica, haciéndose destinatario de la lengua privada de cada sujeto, mediante intervenciones orientadas a la apuesta por el estatuto del Otro, del cuerpo, del saber y del objeto.

El caso aquí expuesto utiliza esta vía lógica. Desde el tiempo imposible de aceptación de la separación de un Otro adherido a la alienación, hacia ese pasaje de la construcción de un cuerpo que deja un menos, localizador del Otro, a partir de una consistencia imaginaria en la transferencia, suficiente para producir un tenue lazo social.

 

1- El dispositivo

Claudia LijtinstensLa Institución funciona desde 1997, y recibe a una veintena de jóvenes adolescentes con severos trastornos subjetivos, del lenguaje, del lazo, que ya han atravesado, por lo general, otras experiencias institucionales.

El equipo clínico está conformado por un responsable terapéutico, tres psicoanalistas que funcionan como coordinadores clínicos, un equipo de intervinientes permanentes, educadores de áreas especiales y con un equipo de pasantes permutable.

Los jóvenes son recibidos a diario, en jornada completa. Allí participan de actividades cotidianas (el baño, las comidas, esparcimiento, la recreación), de diversas actividades sistemáticas (talleres) y otras varias no regulares, que se construyen en el encuentro con cada paciente.

El dispositivo institucional propuesto es un marco que, apoyado en la función de alojamiento regular[1], permite desplegar un ofrecimiento singular a cada sujeto, de manera de poder articularse a la tarea de construcción o reconstrucción del anudamiento que lleva adelante el sujeto, poniendo a su disposición el soporte de una estructura institucional (equipo, recursos, organización), estructura que se ordena a partir de la clínica psicoanalítica y se materializa en una oferta pluralizada para el despliegue de la transferencia.

Se trata de un dispositivo flexible por el que se intenta disponerse según los requerimientos subjetivos de cada paciente, algo así como una institución "…a la mano", pero orientada a establecer el estatuto del Otro, del cuerpo, del saber y de los objetos para precisar un cálculo clínico.

2- El caso

Este caso es interesante para pensar la problemática de la desinserción social en la psicosis y una forma de intervención posible frente a ella, problemática que se pone de relieve a partir del momento en que se vislumbra la precariedad simbólica de la sujeto y la labilidad extrema de la estructura familiar.

Se trata de una joven de dieciséis años al momento de la solicitud de ingreso a la institución.

Llega derivada por la escuela especial a la que asistía y por el organismo público de asistencia psiquiátrica local, organismo al que es derivada por la escuela en virtud de la gravedad de la sintomatología.

A la primera entrevista llega la madre de la joven con dos jóvenes: M y su hermano dos años mayor, D, ambos diagnosticados con retraso mental moderado. La madre, familiarizada extrañamente con la debilidad mental, relata cómo en su familia ha sido un rasgo constante, en abuela, hermanos y tíos.

3- Tiempo de desborde y rechazo al Otro masivo

M se presenta desvinculada del Otro. Aunque habla y, esquivamente, sostiene la mirada con su interlocutor, su lenguaje es pura exterioridad. Se acerca a un modo alucinado.

En determinados momentos se auto-agrede, pellizca, muerde hasta lastimarse o lastimar.

La mínima iniciativa del otro la incomoda, genera un rápido rechazo o repliegue, expresión misma de su intolerancia al Otro.

Su cuerpo aparece cubierto de vestimentas desordenadas, desafectado, con signos de una falta absoluta de higiene.

Su lenguaje reproduce, en tercera persona, insultos de los más variados y procaces, con un gesto de hostilidad permanente.

Desde un primer momento se presenta adherida a un objeto: la mochila, objeto del cual no prescindirá nunca hasta el día de hoy.

Luego de algunos días de asistencia al Centro, cuando todavía era trasladada por su madre en colectivo, la joven repentinamente se niega a ingresar a la institución.

Una vez dejada por su madre, ella permanece tenazmente sentada en un pequeño escalón a la entrada de la institución, cerca de la puerta, cerca de la ventana con una actitud de rechazo extremo.

Ante esta circunstancia, comienza una estrategia del equipo de acercarse respetando estas condiciones impuestas por la joven como modalidad de tratamiento de su Otro, acompañándola con una presencia sostenida -aunque cautelosa- afuera de la institución.

Estar en la vereda del Centro le permitía, más allá de estar a distancia del grupo, permanecer mirando el punto desde donde desaparecía la madre cuando la dejaba, reiterando su pregunta incesantemente: "…no va a venir mi mamá?", espera del orden de lo insoportable.

Esto se prolonga durante dos meses aproximadamente, lapso durante el cual asiste ininterrumpidamente.

Este funcionamiento fue acompañado por los intervinientes del equipo, a veces desde la ventana, otras con una presencia algo más cercana, en ocasiones realizando verdaderas actividades grupales en la vereda.

Aparece en ese marco un enlace tolerable para la joven con una de las intervinientes en particular, de quien comienza a adherirse desproporcionadamente.

Ante este primer movimiento, el equipo clínico decide intervenciones del orden de la discontinuidad, de un esbozo de separación: incluir a otros intervinientes en este incipiente contacto establecido, indicar la regulación de su medicación psiquiátrica y un transporte ya no a cargo de su madre para su traslado.

Mientras los intervinientes continúan con una presencia discontinua, distraída, por fuera de la institución, comienzan a producirse sus primeros ingresos al Centro (a veces para ir al baño o en días de lluvia).

En estos impasses la joven alcanzaba a permanecer algunas horas dentro del Centro, aunque tirada sobre una alfombra, casi desparramada, como sin signos de vida.

Al tiempo aparecieron algunas circunstancias en las que se acercaba a alguno de los talleres en marcha (especialmente el de dibujo) imitando tales actividades.

Estaba atenta a las actividades del Centro, a su alternancia, sus horarios y a quienes las coordinaban.

Se introduce una referencia al "reloj" como un modo de atemperar la espera siempre tan intolerable.

Su imposibilidad de asimilar cualquier incipiente separación era una constante en su funcionar alienante, en referencia a un Otro masivo y absoluto.

4- El tratamiento del Otro a partir de un menos y la construcción de un cuerpo

Ingresa a la institución repentinamente un día.

Comienza a manifestar su único modo de lazo: la amenaza, la agresión y la auto-agresión.

Los episodios de crisis agresivas, llanto y fenómenos de despersonalización se presentaban cada tres o cuatro días, claramente vinculados –tal como se lo había anticipado- a una imposibilidad de tolerar los lapsos de espera para el inicio de una actividad o para el retorno a su hogar.

Los incipientes desplazamientos dentro del Centro le permitieron ir desplegando ciertos mecanismos que le servían para soportar la proximidad de lo colectivo: comenzó a extraer objetos de la mochila de los educadores, objetos que inmediatamente eran introducidos en la propia.

La "mochila" sirve para, inicialmente, recibir los objetos que sustrae, produciendo un menos cada vez en ese acto, pero preservándolo como su propio objeto de síntesis[2].

Este mecanismo, aún siendo de carácter sumamente molesto, fue inmediatamente "reducido" (interpretado-circunscripto) y elevado a la "dignidad" de un tratamiento del Otro llevado adelante por la sujeto.

Esta mochila permanece completamente llena de ropas y adornos, aun cuando -en determinados momentos- es vaciada y vuelta a llenar en una actitud solitaria, casi oculta.

Comienza a participar en un taller de "artesanías" en el cual confecciona toda una serie de adornos para su cuerpo. Estos objetos son también guardados, luego de la actividad, cuidadosamente en su bolso.

Algunos meses mas tarde comienza a consentir a bañarse, actividad que, además, se extendía al lavado de su ropa, momento en el cual su cuerpo podía ser "recortado" y "extraído" de entre sus ropas.

Tal consentimiento fue producto de una precisa intervención del equipo que desplegó lo que se denominó, a partir de ese momento, el taller de "baño". Una propuesta pluralizada (ofrecida a todos y por varios), regulada (en un lugar y por un tiempo limitado), flexible (de la cual se podía hacer uso de maneras diversas y no forzada).

5- De la adhesividad al Otro a la localización de un Otro posible

Cada ocasión, cada momento en donde debía acomodarse a una espera producían invariablemente su desborde agresivo.

Los intervinientes del equipo comenzaron a moderar tales impasses plegándose a sus dichos, apoyando de manera exagerada sus injurias, incluyéndose ellos mismos como objeto de sus amenazas.

La realización de carteles, cartas, mensajes con estas apelaciones, dirigidas a algún otro (a la madre, a su transportista, al director) permitió la introducción de un elemento simbólico más allá del eje imaginario, tornándose paulatinamente estas injurias -en razón de lo absurdo, lo irónico, lo chistoso y hasta lo exagerado de su puesta en acto- mucho más livianas para la joven.

Es así que el transportista, al igual que el director de la institución o algunos intervinientes, tomaron los calificativos de "piojoso", "barbudo", "vieja chancluda", apelativos que comenzaron a ser usados como una forma de salir del atolladero al que conducía el comienzo de sus insultos.

6- A dos años de trabajo

La flexibilidad de la institución en general, (el uso de los espacios, de los tiempos, la maleabilidad de la operación de los intervinientes) -junto con el semblante de firmeza puesto en acto muchas veces por el equipo- favorecieron la apropiación que hizo la joven del espacio y los lazos institucionales. Esto también le permitió ir logrando anticiparse a sus crisis, amenazando ahora con su irrupción en lugar de desencadenarla (…me querés que me ponga loca yo", "¡mirá que me va a dar un ataque!").

Ese espacio entre receptivo y vaciado, algo distraído pero atento al detalle, le fue favorable para emprender una construcción singular de un modo de soportar la presencia de otros e inventar soluciones novedosas.

Su actitud menos hostil permitió que se vinculara a algunas actividades que requerían aprendizajes específicos, actividades que sólo fueron facilitadas por el mecanismo identificatorio predominante: la imitación o la identificación a un doble.

Este mecanismo resulta la vía posible para elaborar una suplencia de la relación con aquello que no está, su cuerpo, un nombre, un ideal.[3]

Comenzó a utilizar términos nuevos (más allá de algunos insultos también nuevos). Su discurso se hizo más rico en referencias a su cuerpo, a sus intereses y gustos.

Su cuerpo cobró una consistencia, que favoreció la aparición de algunos signos que le reafirmaban rasgos identificatorios, devolviéndole una muesca de vida (por ejemplo, comenzó a pedir ayuda a sus educadoras frente a su menstruación).

7- Comentarios finales

Los cambios que se produjeron en la institución no tardaron en producirse también en su hogar. Comenzó a estar más comunicativa, el cambio en sus hábitos de higiene favoreció su manera de estar con sus familiares, comenzó a salir nuevamente por su barrio acompañada por sus padres.

Su rechazo al contacto corporal con otros fue cediendo a partir de la introducción de elementos simbólicos ante cada operación, descompletando el eje a-a’, tomando sus dichos en relación al cuerpo y volcándolos en otros contextos, creando talleres como un elemento tercero que se introducía entre ella y el otro, o recreando colectivamente su decir.

El trabajo hasta aquí –apoyado en la práctica colectiva de alojamiento institucional- se ha asentado en hacerse destinatario de su lengua privada, a partir de la negativización del Otro en su estatuto real pero tramitando una cierta consistencia al Otro en la transferencia, quizás una consistencia imaginaria suficiente como para producir un tenue vínculo social.

 
Notas
* Trabajo presentado el 12 de noviembre de 2008 en el Seminario de psicoanálisis aplicado del Consejo de la EOL.
1- Zenoní, Alfredo, "Orientación analítica en la institución psiquiátrica".
Es necesaria una práctica de asilo, de cuidados, de asistencia -y ocasionalmente de encierro-, cuando las modalidades estragantes del "retorno en lo real" de la pulsión amenazan la supervivencia o simplemente la vida social de la persona que las sufre.
2- Velásquez, José. F, "Autismo y esquizofrenia". Carretel N 3. 2000.
3- Velásquez, José F.: Autismo y esquizofrenia. Carretel No "3". 2000.
 
 
 
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2008 - | Departamento de psicoanálisis y filosofía | CICBA