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Consecuencias
 
Edición N° 3
 
Septiembre 2009 | #3 | Índice
 
Forclusión del sujeto y Violencia institucional [*]
José R. Ubieto
 

Suena paradójico que la promoción institucional de una política acerca de un posible tratamiento para el malestar subjetivo tenga como fondo su carácter más denigrado,, vaciado.

Que el ser viviente puede no deshacerse "así como así" de cierto apremio vital, y que existen condiciones además específicas para que cada quien logre anudamientos más o menos funcionales en términos del lazo social, distintas a la respuesta violenta (control, protocolo, consumismo, segregación…), esto, parecería claro.

Entonces, y nuevamente, es orientador considerar que si hay trabajo Entre Varios es a partir del semblante, porque hay el goce, lo real, el Sujeto del inconsciente.

 

Una de las manifestaciones más novedosas de la violencia es sin duda la violencia que se dirige a las instituciones y a los profesionales que desempeñan, en ellas, funciones asistenciales: sanitarias, educativas o de atención social. Si bien podemos localizarla en momentos históricos anteriores, quizás no con la virulencia actual. Prueba de ello es la inclusión de esta temática en los ejes de investigación de los diferentes Planes nacionales de Salud Mental o en la organización de congresos internacionales específicos sobre el tema.

Una primera hipótesis sería tomar la perspectiva epistémica y considerar la noción de saber que se pone en juego en las prácticas asistenciales actuales. Así vemos cómo predomina una concepción del saber nominalista que pone el énfasis en la permanente e infinita actualización de las taxonomías, tan en boga en el DSM, donde el individuo deviene un ejemplar de una clase "artificial" que, por carecer de fundamento real, resulta infinita. Basta ver cómo las divisiones por trastornos crecen exponencialmente en cada nueva versión del manual.

De hecho vemos cómo las informaciones que se recogen acerca de una familia o de un sujeto, a veces cuantiosas, no nos permiten saber qué ocurre en ese caso o en esa situación. La propia institución funciona con la lógica de Google, acumulando cualquier cosa, indiscriminadamente, como en una metonimia infinita que no se acaba nunca. Siempre habría otra información que añadir.....para no (querer) saber en una demostración de la ignorancia como pasión de no saber.

Desde la orientación lacaniana contemplamos la producción del saber más bien como una elaboración colectiva que parte de la existencia, en cualquier situación individual o grupal, de un no-saber, de algo que no está escrito y que requiere de la producción de un saber, de la invención de respuestas que nunca pueden ser unilaterales, como si los profesionales (los llamados sistemas expertos) ya las tuvieran de antemano. Algunos de los sujetos que atendemos es posible que no tengan muchos conocimientos, pero lo que es seguro que tienen es un saber que los orienta en su vida, en sus acciones.

Por eso debemos partir de ese saber, propio de los implicados, y movilizarlo, ponerlo a prueba (cuestionarlo) para producir un "nuevo" saber, que no existe, previamente, como tal.

Si tuviéramos que elegir un indicador de saber, lo mejor sería detectar, ante un problema, el surgimiento de lo nuevo como la invención de soluciones. Esa es la eficacia, saber qué es importante y qué no lo es. Una elaboración colectiva es esto: asegurarse de que en este trabajo en común estamos vislumbrando dónde está el problema, situar los interrogantes productivos, ver dónde está la cosa, más allá de lo que el propio sujeto dice o de nuestros juicios previos[1].

Nuestra orientación[2], pues, apuesta por privilegiar el detalle, el caso por caso, lo no generalizable. Sabemos que las clases son artificiosas, relativas, semblantes que no se fundamentan, por tanto, ni en la naturaleza ni en la estructura, ni en lo real[3]. No tienen otro recurso que la estadística a partir de la cual la normalidad estaría conformada por los rasgos que son comunes a una mayoría. Por eso es clave dar un lugar propio a los "inclasificables" y no bajo el paraguas de un cajón de sastre, tipo "familias desestructuradas", "fracaso escolar", "violencia juvenil", "trastornos de la conducta o de la personalidad" "inmigrantes",..

Existen, pues, hoy dos maneras de apercibirse del sujeto que tenemos delante: la clase universal o el síntoma particular. En la primera se trata de clasificar los sujetos para aplicarles un tratamiento estandarizado. Eso lleva implícito el borramiento de la idea misma de sujeto como dato singular: todos anoréxicos, todos marginados sociales, todos delincuentes juveniles, todos...

En la segunda vía se trata de tomar en cuenta el uno por uno, los detalles particulares. Considerar a cada uno, en cierto modo, como inclasificable: la manera concreta en que esa mujer elige mal a sus parejas o el detalle de la respuesta agresiva de ese chico a sus semejantes o la forma específica de dirigirse a nosotros de ese adicto al alcohol. Captar, en definitiva, su "invención" particular, la manera en que cada uno responde a su malestar, sea esta respuesta más o menos fallida.

Si optamos por la primera vía, y es la solución habitual, encontramos cada vez más la protesta del sujeto (más o menos violenta) como retorno de esas particularidades borradas. Ese sujeto clasificado como uno más en el montón, reducido a una categoría universal y tratado de manera uniforme (medicación, prestaciones, reeducación) responde al abuso del protocolo con el abuso de la violencia. Es, como decíamos, un dato constatado en el día a día de los servicios de salud, educación y servicios sociales.

El hombre sin cualidades, conminado a marcar la casilla de los cuestionarios[4], marca así el vacío del animal abatido con el consuelo de alcanzar una nominación, falso anudamiento, que en realidad vela su condición de desechable.

El bucle a-subjetivo

Esta forclusión subjetiva se manifiesta de diversas maneras. Una de ellas, sin duda, es el aumento de la(s) Dependencia que define una posición en relación al goce que ya tiene su correlato legal en nuestro país y en el ámbito occidental.

Dependencia omnipresente en las propias relaciones intergeneracionales que conducen a fenómenos tan curiosos como el que una universidad (Universidad de Barcelona) convoque a los padres a una jornada de puertas abiertas, allí mismo donde hasta hace poco se situaba el umbral de la emancipación familiar. Dependencia presente en el consumo de los psicofármacos que se ha triplicado en la última década o en el crecimiento exponencial del cibersexo, generador de más de 1,2 billones de euros el último año. Los signos de esta sociedad adictiva: sexo, móviles, chats, tóxicos, compras, comida nos informan de la inserción social de los sujetos vía la satisfacción del consumo[5].

Por otra parte asistimos a una generalización de las modalidades de control digital y electrónico que suscitan debates acerca de los dilemas éticos de estas nuevas tecnologías y sus falsas promesas de seguridad. Uno de los efectos de este control se percibe en los modelos asistenciales en el campo de las toxicomanías, donde el intercambio de informes e historias clínicas, está produciendo reticencias y desconfianzas de los sujetos en la relación asistencial.

Las estrategias preventivas en relación a la detección precoz desarrolladas en diversos países[6] son otra modalidad de este control precoz y generalizado. La anécdota nos la proporciona el Sr. Howard Stapleton, ciudadano galés y consultor en temas de seguridad, que ha patentando un aparato, bautizado como Mosquito, que repele a los jóvenes (menores de 20-25 años) debido a la emisión de sonidos no perceptibles por los mayores. Como el mismo Stapleton declaraba al NYTimes[7], fue a los 12 años, en una visita a una fábrica con su padre, cuando se dio cuenta de esta diferencia de percepción auditiva debida a la edad. Ahora, con 39 años y padre de familia, ha decidido experimentar con sus hijos hasta conseguir fabricar el aparato. El éxito en algunos negocios británicos está asegurado, así como su posible utilización en ámbitos públicos (plazas, estaciones de tren) como arma disuasoria de los grupos de jóvenes que perturban el orden público. No es casualidad el origen británico de esta iniciativa conociendo el modelo londinense de panóptico: el ojo de Londres es la atracción turística más famosa, la noria que muestra toda la ciudad y oculta, al tiempo, la multiplicidad de cámaras que todo lo observan.

Este empuje a la seguridad como metavalor, cobra cada vez más importancia en las políticas de salud mental, como lo testimonia el último informe en Francia, Rapport Couty, donde, a la vez que se entierra la política de sector, se levanta un pesado muro de protección, seguridad, vigilancia y aislamiento[8].

Por otra parte la penalización de estilos de vida no saludables aparece como una consecuencia de las políticas de salud pública, judicializando así las modalidades de goce asociadas al consumo "tóxico": obesidad, tabaquismo,..

En todas estas modalidades aparece al desnudo nuestra condición de resto, objeto nominado para ser evacuado como recuerdan a menudo los reality shows. Uno de los últimos en España ha sido importado de la cadena Fox, Someone’s Gotta Go(Alguien tiene que irse), y está centrado en la despedida de empleados por los propios trabajadores.

La lógica que subyace a esta forclusión es la suposición de un bucle "naturalizado" en el que la clasificación remite a la prescripción y ésta se justifica en las neurociencias que, a su vez, dan consistencia a las taxonomías. Se trata de un callejón sin salida en el que no se puede ubicar el lugar vacío que correspondería al sujeto de la enunciación ni tampoco dar carta de naturaleza a la modalidad de goce del parlêtre.

Razones para una nueva pragmática institucional

Este sueño de satisfacción armónica termina, por la insistencia de lo real, como una pesadilla bajo las formas actuales de la angustia y la depresión generalizada. Es al descubrir nuestra condición de consumibles, cuando surge la angustia y las voces que exigen poner límite a la voracidad de ese bucle mortífero.

La reactividad del sujeto fundamenta ese aumento de la violencia institucional como respuesta al abuso del protocolo. Es la protesta del sujeto reducido a un código/imagen que trata de extraerle el saber cifrado en su aparato neuronal. La exclusión de lo real y de aquello más singular anula la contingencia, impone lo universal y hace del sujeto y de su mundo, un mundo violento en el que el sintagma clases peligrosas vela esa operación de forclusión subjetiva.

A la violencia proactiva (agresiones) se añaden las formas pasivas como el llamado incumplimiento terapéutico, tema recurrente en la literatura sanitaria, donde alcanza cifras escandalosas: el 80% de los pacientes medicados con antidepresivos no los toman. Boicot subjetivo que se quiere abordar con tecnologías de control (historia clínica digital, receta electrónica) ignorando que la reacción terapéutica negativa es consustancial a la transferencia misma. Los restos de esa forclusión también tienen nombres actuales: comorbilidad, perturbaciones residuales,..

Son signos del declive de lo institucional, del que la actual crisis financiera no es sino un hito más en la caída del Sujeto supuesto Saber, con su correlato de desconfianza y aumento de la inseguridad, ese "mal absoluto" para el sujeto moderno[9]. La cosificación del sujeto, auspiciada por la tecnificación generalizada de la existencia, encuentra en el odio reactivo la verdad de su empuje.

Por eso caben, desde nuestra orientación, otras propuestas para una nueva pragmática institucional que no se confunda con la gestión[10] y tome en cuenta algunas variables fundamentales a modo de brújula:
- Atender lo particular del sujeto, más allá de los estándares: suspender la clasificación y darse tiempo para comprender
- Restituir lo subjetivo del síntoma como prevención del acto
- Confiar en las invenciones del sujeto como génesis de nuevas formas de autoridad (auctor)
- Practicar la conversación entre saberes y la construcción de redes como acompañamiento de los procesos individuales y colectivos[11]
- Mejor orientarse colectivamente que optar por la regulación como principio absoluto

 
Notas
1- Laurent, E.(2001) "Lo imposible de enseñar" en AAVV. Del Edipo a la sexuación. ICBA-Paidós, BBAA.
2- Miller, J.-A. (2001) " El ruiseñor de Lacan " en AAVV. Del Edipo a la sexuación. ICBA-Paidós,BBAA.
3- Ubieto, J. R.(2005) "Semblante, clase y síntoma" en El Psicoanálisis num. 9, Noviembre., ELP, Madrid.
4- Jacques Alain Miller (2005) "La era del hombre sin cualidades" en Freudiana pg. 45, págs. 7-41, ELP-CdC, Barcelona.
5- Miller, J.A. (2008), "Hacia Pipol 4" en Freudiana núm 52, págs. 7-16, ELP-CdC, Barcelona.
6- Es el caso, p.e., de la existencia en Francia de un carné de salud mental donde se anotan, ya en la primera infancia, aquellos signos que pudieran ser susceptibles de un posterior "trastorno de conducta"
7- What's the Buzz? Rowdy Teenagers Don't Want to Hear It, [consultable online en: http://www.nytimes.com/2005/11/29/international/europe/29repellent.html].
8- Michel Normand (2009) "Le Rapport Couty pour la sante mentale et la psychiatrie : surveillance, depistage, chaine des soins et prise en charge «secure»" en El Observatorio Psi nº 3/09 [consultable online en: http://www.efsp.eu/psy/fr/obs/0903.htm].
9- Jacques Alain Miller (2008) "La inseguridad, el mal absoluto" en Le Point edición del 4 de diciembre de 2008.
10- José R. Ubieto (2009), "El Trabajo en red y el psicoanalista, objeto nómada" [consultable online en: http://www.cdcelp.org/ensenyanzas/ensenyanzas_ficha.php?file=idactividad=105]
11- José R. Ubieto (2009), "El Trabajo en red. Usos posibles en Educación, Salud Mental y Servicios Sociales, Gedisa: Barcelona.
 
 
 
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