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Consecuencias
 
Edición N° 4
 
Abril 2010 | #4 | Índice
 
La ética de lo real del sueño
Javier Aramburu
 

En La interpretación de los sueños Freud plantea que la pregunta ética es pertinente tanto frente a los sueños como a cualquier formación del inconsciente, no podemos más que ser responsables, de la misma manera que no se puede alegar ignorancia frente a la ley. El hombre es siempre culpable, vive en la culpa y lo paradójico es que su culpa se incrementa con su virtud. No puede dejar de ser responsable, está enfermo de responsabilidad.

Freud demuestra que el sueño es la realización de un deseo y está determinado por un origen que ignora su destino, éste, pues, es siempre incestuoso, y la tragedia lo dice: Edípico. El sueño en tanto realidad es acto, por lo tanto algo realizado; pero en tanto metonimia algo que se realiza en tanto que algo no se realiza; acto, pues, pero fallido. Es lo no realizado en lo realizado del deseo lo que le permite a Freud una ética que tenga el deseo como su ley.

 

Una de las cuestiones que preocuparon a Freud desde los inicios, fue la de determinar el estatuto del inconsciente; cuestión que aparece anudada a una interrogación sobre su ética.

En La interpretación de los sueños, primer capítulo, hay un apartado, el F, que nos introduce al tema: Los sentimientos éticos en los sueños. Este primer capítulo tiene como título general La bibliografía científica sobre los problemas del sueño. En él Freud plantea lo que sobre el tema se ha dicho hasta el momento. El apartado F comienza con una serie de citas sobre lo que distintos autores han escrito sobre el contenido ético de los sueños. Una de estas citas es de Scholz: "El emperador romano que hizo ejecutar a uno de sus súbditos porque éste había soñado que cortaba la cabeza del soberano, no andaba en verdad tan mal encaminado cuando justificó su acto diciendo que quien tal sueña, también despierto ha de alimentar parecidas ideas". Freud agrega que la Santa Inquisición sostenía que si alguien formula una herejía en sueños los inquisidores deben, por ese motivo, investigar su conducta en la vida, pues mientras dormimos puede regresar lo que nos ha ocupado durante el día.

Hay un primer argumento de Freud que cuestiona esto: él, a diferencia del emperador romano y de la Santa Inquisición, no piensa que el contenido manifiesto del sueño sea lo real del sueño. Este criterio es válido tanto para los sueños de contenido manifiestamente perverso como para los que presentan un relato moralmente aceptable. La discusión de los autores que cita Freud gira alrededor de la pregunta sobre si un hombre virtuoso puede tener sueños inmorales: pero ninguno de ellos pone en cuestión lo que Freud se pregunta: ¿a qué considerar lo real de los sueños? Pese a ello tanto el emperador romano, que así procedía, como la Santa Inquisición, no dudaban en darle a los sueños realidad y responsabilizaban al hombre por ellos.

Javier AramburuAlgunas notas adicionales a la interpretación de los sueños en su conjunto, como recordarán, son tres trabajos de azarosa suerte; en uno de ellos, llamado La responsabilidad moral por el contenido de los sueños, Freud retoma lo que había planteado en el apartado F y en la última parte del último capítulo de La interpretación de los sueños. En realidad, los tres trabajos plantean el problema ético ya que tocan los puntos límites, y precisamente, el más rechazado de los tres es El significado ocultista del sueño. Lo que Freud se pregunta con el tema de la telepatía es la relación entre el destino del hombre y el deseo del Otro. Por otra parte da un luminoso ejemplo de lo que significa la realización del deseo. Los límites de la interpretabilidad de los sueños, a su vez, apuntan a dar cuenta, precisamente, de que el deseo es su interpretación, y que los límites de ésta son lo que la hacen posible, como se despliega en los trabajos de los Cuadernos Sigmund Freud nº7.

En La responsabilidad moral por el contenido de los sueños, nos aclara que la pregunta ética es pertinente tanto frente a los sueños, como frente a cualquier formación del inconsciente, no podemos más que ser responsables, de la misma manera que no se puede alegar ignorancia frente a la ley. Lo que él nos muestra es que el hombre sufre de "narcisismo ético": la neurosis obsesiva lo dice.

El hombre es siempre culpable, vive en la culpa y lo paradójico es que su culpa se incrementa con su virtud. No puede dejar de ser responsable, está enfermo de responsabilidad. Esto pues no es algo que esté en los ideales del analista, es el hombre quien desde siempre se siente responsable por sus deseos: les da realidad.

Sabemos que matar a Dios no nos libera de ello: antes bien, todo se refuerza con la muerte de Dios-Padre; en Freud, pues, no se trata de desculpabilizar; el hombre de las ratas nos muestra claramente su ineficacia.

Freud no nos quita responsabilidad frente a lo que soñamos: "y si para defenderme digo que lo desconocido, inconsciente, reprimido que hay en mí, no es mi yo, no me sitúo en el terreno del psicoanálisis, no he aceptado sus conclusiones." Pero este planteo sólo es posible si, como Freud lo hace, el inconsciente tiene alguna realidad: "Yo no se si a los deseos inconscientes hay que reconocerles realidad; a todos los pensamientos intermedios y de transición, desde luego, hay que negársela. Y si ya estamos frente a los deseos inconscientes en su expresión última y más verdadera, es preciso aclarar que la realidad psíquica es una forma particular de existencia que no debe confundirse con la realidad material". Que lo psíquico tenga realidad no lleva a Freud a confundirla con la realidad material: lo que Freud llama las Obras y las Intenciones de los hombres. Es sobre éstas, nos dice, que cae nuestra sentencia. Aquí hay una cita de Platón que nos recuerda que los hombres virtuosos se contentan con desear lo que los malvados realizan. Nuevamente Freud se diferencia de la Santa Inquisición.

En ese sentido la censura tiene con el deseo la misma relación que el emperador romano; la censura trata al deseo como efectividad; pero, como los moralistas, tiene muchas astucias; en el "sueño que sueño" la censura opta por la salida opuesta: esto no es real, no tiene ningún valor, no es digno de tenerse en cuenta. Preserva su "narcisismo ético".

Así, Freud, se coloca del lado de lo real del sueño por lo que nos responsabiliza, pero al mismo tiempo no se coloca del lado de lo material efectuado por lo que no nos censura; no se coloca del lado del Zar y de Dios.

Para Freud tiene realidad no-realizada ya que su existencia es metonímica; de allí que Lacan nos diga que su estatuto es ético; no hay otro goce, lo que quiere decir que el goce siempre es del Otro. Sin embargo Freud demuestra que el sueño es la realización de un deseo. ¿Cómo entender esto? Hay varias puntas en la madeja. Una de ellas es que el sueño en tanto realidad es acto, por lo tanto algo realizado; pero en tanto metonimia algo que se realiza en tanto que algo no se realiza; acto, pues, pero fallido. Es lo no realizado en lo realizado del deseo lo que le permite a Freud una ética que tenga el deseo como su ley.

El bien entonces no es posible pero el mal tampoco, ya que hay mal sólo porque el bien del hombre implica la destrucción del semejante. La ética que Freud nos propone está precisamente fundada sobre esta imposibilidad, sobre el reconocimiento de esta imposibilidad. En tanto el supremo bien no existe, el hombre no tiene a dónde ir, pero precisamente lo que dice Freud es que sin embargo no está a la deriva.

Lo real como su imposible lo determina porque no está escrito; porque no cesa de haber lo que no se escribe; esto es, el texto original se perdió para siempre, el deseo es la interpretación no-realizada de lo imposible y su relación es siempre contingentemente siniestra. No hay nada de final feliz en esto. Determinado por un origen que ignora su destino, éste, pues, es siempre incestuoso, y la tragedia lo dice: Edípico. Llegados a este punto lo que nos hace notar Freud es que la ética no es una cuestión de los ideales del analista; esta cuestión se le impone porque es real en el sentido de que está siempre allí perdida, es imposible de eludir y traicionarla es tropezar con ella en todo momento. Frente a ella sólo podemos dejarla hablar para que al perdernos para el bien supremo, la promesa de la inmortalidad del goce, nos hagamos cargo de nuestra contingencia: lo que cesa de no escribirse.

 
Publicado en el Suplemento de las Notas. Escuela Freudiana de Buenos Aires: La interpretación de los sueños, 1980.
Publicado en El deseo del analista, de Javier Aramburu Tres Haches BsAs 2000, con la amable autorizacion de Florencia Dassen.
 
 
 
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