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Consecuencias
 
Edición N° 5
 
Diciembre 2010 | #5 | Índice
 
La cima del psicoanálisis
Un instante para ver el seminario El sinthome
Juan Fernando Pérez
 

El autor parte del comentario de J.A.Miller en "Nota paso a paso" sobre el "Seminario El Sinthome", destacando las "loas" que hace al mismo. Se pregunta por las razones que llevan a Miller a realizar semejante elogio. Comenta cómo Lacan realiza una revisión profunda del psicoanálisis. También recalca que Lacan soluciona aquí lo que hasta ese momento parecía insoluble: "qué hacer con lo incurable", con lo "verdaderamente singular del ser humano". Solución que implicó tal completa revisión. Menciona que responde a la pregunta sobre "qué hacer con el 'partenaire-síntoma' " que construye cada sujeto, comparándolo con las resoluciones 'normales' de lo incurable a través de la queja y otras modalidades habituales.Recalca además la fórmula nodular de este Seminario: "saber hacer con el síntoma", remarcando la introducción del concepto sinthome, dándole un giro profundo a la noción de síntoma de Freud. Con este concepto brinda herramientas a los futuros analistas para hacer operativo lo singular y el goce. La mediación del semblante será entonces requerida, operación que exige de un artesano que pueda vérselas con ello. Aclara además que Miller observa que el Seminartio está atravesado por multitud de implícitos, de alusiones cifradas, etc., como por ejemplo: "Si el nudo del soporte del sujeto se sostiene, no hay necesidad del Nombre del Padre; esto es redundante. Si el nudo se sostiene, el Nombre funciona como sinthome". Un elemento adicional fundamental es la utilización de recursos de la topología. El autor recalca además, dándole la merecida importancia a Joyce, la importancia de la escritura.

 

En una presentación que hace J.-A. Miller del seminario El sinthome con motivo de la publicación del mismo, señala lo siguiente: "¡Ríanse, buena gente! Por favor. ¡Búrlense! Nuestra ilusión cómica está allí para eso. Así no sabrán nada de lo que tiene lugar ante sus ojos desorbitados: el examen más meditado, más lúcido, más intrépido, del arte sin par que Freud inventó y que se conoce con el seudónimo de psicoanálisis." (Ver contracarátula de la edición de Paidós del seminario El sinthome)

Es difícil imaginar una loa mayor a un trabajo de un psicoanalista. El seminario El sinthome es entonces para Miller la cima del psicoanálisis. Pero aun más: es la cima de un arte que no tendría par entre todas las artes. Es en consecuencia, igualmente una loa a Freud y a su arte, a su sorprendente invención.

Juan Fernando PérezTenemos así que toda la producción psicoanalítica que precede al seminario, incluidos los mejores logros de Freud o de Lacan (lo cual, desde luego, ya no es poco). Allí están La interpretación de los sueños, o El hombre de las ratas, o El malestar en la cultura, o Función y campo de la palabra, o el seminario XI, o Aun, o todas aquellas pequeñas o grandes joyas que pululan en la producción de Freud y de Lacan, y aun en las de algunos otros), no alcanzan, ninguna de ellos a juicio de Miller, ni la profundidad, ni la lucidez, ni la intrepidez de este trabajo excepcional de Lacan. Es claro que este juicio extremo merece ser entendido, más allá de sus términos inmediatos, puesto que, evidentemente, Miller no lo hace por el mero afán del elogio adjetivo.

Pero nótese, antes de preguntarse por las razones que asisten a Miller para hacerlo, que éste hace anteceder su loa de una cierta increpación a un sector de aquellos que observarían la escena cuando Lacan dictó el seminario. Tal escena, a la manera de una representación teatral, dice Miller, tuvo como centro la acción de un anciano que durante diez actos sucesivos sube al proscenio para dibujar extrañas figuras mientras se deja orientar en el discurso con el que acompaña sus contornos, ahora, por la mano de James Joyce; no ya por la mano de Freud, como lo hizo muchas veces antes. Y frente aquella representación del anciano, sería posible reconocer la presencia de un amplio grupo de espectadores semiatónitos, conformado por mujeres-síntoma y por hombres-estrago al decir de Miller, quienes atrapados en alguna ilusión cómica, desdeñan, sin vergüenza, la producción espléndida de aquel actor, y en su condición de seres no-engañados, se niegan la posibilidad de acceder a aquella cima luminosa que les es ofrecida.

Anoto lo anterior y me pregunto ¿Cómo se justifica un tan grande elogio? ¿Qué contiene aquella elaboración de Lacan que la hace sin igual entre una producción tan vasta en sus contenidos, en sus formas y también en sus logros, como la producción psicoanalítica en su conjunto?

Para responder lo anterior propongo, en forma sumaria, los elementos que juzgo primordiales para el efecto, destacando en primer lugar una consideración que hace Miller en su "Nota paso a paso", con la cual acompaña la edición del seminario:

1.- Dice así: "La serie que comienza con RSI y encuentra con El sinthome su apogeo, constituye un retorno de Lacan a los fundamentos de su propia tentativa, una revisión del psicoanálisis de una profundidad inigualada, y largamente desapercibida, debido al cuidado que puso Lacan en ocultar al oyente el alcance de su discurso y sus virtualidades explosivas. De allí su deseo incumplido de limitar su elaboración a un círculo muy pequeño." (p. 200)

Esta anotación de Miller muestra bien la perspectiva que anima a Lacan en su seminario El sinthome: conseguir producir una revisión profunda del psicoanálisis, una revisión que incluye lo que allí Miller llama la "propia tentativa" de Lacan, revisión sin embargo realizada en una forma que puede llamarse cautelosa, y aun más, velada. Ello le da al discurso de Lacan en este seminario una forma tal que el alcance del empeño y sus "virtualidades explosivas" pueden escapar fácilmente a los oyentes (y lectores) y suscitar más bien el desconocimiento, esto es, que lo esencial pase desapercibido. Pero, ¿qué es lo esencial? Miller destaca que Lacan lo revisa todo, es decir todo el psicoanálisis y también su propia producción. La ambición no está ajena entonces al seminario.

Preciso ahora algunos otros elementos de base que apuntan a vislumbrar lo esencial:

2.- Destaco que Lacan soluciona allí, de manera elegante, rigurosa e indudable lo que parecía ser finalmente insoluble: qué hacer con lo incurable de lo humano; qué hacer con aquello que efectivamente constituye la verdadera singularidad del ser hablante, solución que implicó la profunda revisión de la que habla Miller.

Se trata entonces de una solución a la pregunta acerca de qué hacer con el partenaire-síntoma que constituye a cada ser hablante más allá de situarle ciertos límites, más o menos imprecisos, como lo había hecho hasta el momento en efecto la tradición psicoanalítica. Los humanos normalmente resuelven su relación con lo incurable a través de la queja, del sufrimiento, en el daño a otros o a sí mismos y/o en el envilecimiento del vivir. Y el psicoanálisis sólo había vislumbrado soluciones parciales para ello, no despojadas de cierta idealidad al no haber reconocido campos más específicos que lo definen más allá de la intervención decidida de lo tanático; tampoco había establecido posibilidades específicas a los mecanismos concretos de funcionamiento de lo incurable (de lalengua, por ejemplo), ni ciertas acciones posibles ante el mismo. Ahora Lacan define todo ello en forma cuidadosa; y sin embargo es cauteloso en sus enunciados. No estoy seguro que un logro tal haya sido suficientemente esclarecido hasta hoy.

El éxito entre los lacanianos de nuestros días de una fórmula nodular del seminario, "saber hacer con el síntoma", demuestra de todas formas que, al menos algunas dimensiones de lo que Lacan logra allí, comienzan a ser registradas, así el simple uso de esa fórmula sea profundamente insuficiente.

De la exigencia, tantas veces camuflada aun por analistas muy firmes en la ética, de invitar a convivir con el dolor silente y aun, en ocasiones, del tener que soportar el martirio; de hacer del heroísmo un horizonte casi necesario para muchos; de situar la práctica, de hecho, no pocas veces en la dimensión del cinismo, o de la resignación, quedan sólo cenizas luego de la demostración de El sinthome. Subrayar la grandeza de un logro semejante sería innecesaria entre analistas. Aun así, lo destaco.

Ahora bien; quizás baste este logro para justificar el juicio de Miller, mucho más si se reconoce que el mismo se haya articulado a una revisión de artesano minucioso de múltiples asuntos teóricos y técnicos.

Pero es posible añadir a éste, otros de naturaleza análoga, bien sea por el estilo, por sus proposiciones o por sus consecuencias, para destacar entonces las dimensiones de esta construcción de Lacan. Veamos:

3.- Dota allí a los analistas de las generaciones que le sucederán, de herramientas nuevas, útiles y sólidas, definidas de manera indudable para su quehacer regular en lo teórico y en lo práctico. Y lo hace luego de 30 años de contribuciones innovadoras, de revisiones precisas, de confrontación con lo mejor de la producción de Occidente, para innovar regularmente. Entre los aportes de este tipo hay que situar en primer lugar el concepto de sinthome. No es el lugar ahora para desarrollar diversos planos acerca de su naturaleza y su significación. Baste con indicar que Lacan ya había enriquecido en no poca monta la noción de síntoma de Freud. Ahora con el concepto de sinthome introduce un giro profundo a lo logrado para hacer operativo lo singular y el goce. Pero no es sólo ésta la novedad introducida.

Tiene allí un lugar de relieve, y como corolario del concepto de sinthome, la concepción de lo que es un análisis como una pragmática con ética que exige inapelablemente el saber acerca de lo singular. La mediación del semblante será allí requerida, operación que exige que haya un artesano de cuidado que pueda vérselas con ello. Se trata de una elaboración juiciosamente preparada, pero que sólo ahora alcanza una justificación teórica suficiente.

Y está igualmente el estudio del nudo, el cual, a pesar de esfuerzos magros hasta hoy, quizás aun requiere esclarecimientos específicos y diversos, para conseguir situar su dimensión teórica más allá de la manipulación, más o menos graciosa, de lo que es hasta hoy sólo una metáfora, a despecho del mismo Lacan. 

4.- Culmina de manera fulgurante una investigación de más de 40 años sobre las psicosis, para esclarecer la naturaleza de esta estructura. A partir del seminario disponemos de la demostración de que ésta, lejos de ser dura en su constitución, es blanda como las figuras topológicas, lo cual comporta consecuencias teóricas y prácticas diversas. Con el concepto de psicosis ordinaria, aparecido 25 años más tarde, se ha dado un paso adelante para la mejor comprensión de los desarrollos de Lacan en El sinthome respecto a las psicosis.

5.- Propone fórmulas de todo tipo, que como perlas echadas a rodar para quienes le siguen, condensan milagrosamente un saber y permiten orientar en no poco su andar a quienes verdaderamente se asumen como ajenos a una posición de "no-engañados" (non-dupes). ¿Algunas de esas fórmulas? Además de la ya citada "saber hacer con el síntoma", es posible recordar otras más, tan memorables como aquella: "prescindir del padre a condición de utilizarlo", "el falo es la conjunción entre el parásito (que es el apéndice viril) con la función de la palabra", "usarlo (el sinthome de manera lógica) hasta alcanzar su real, al cabo de lo cual él apaga su sed", "la interpretación opera únicamente por el equívoco" y otras similares.

De todas formas conviene no olvidar al respecto la observación de Miller, según la cual "las referencias más pertinentes [que se encuentran en el seminario 23] no siempre son las más explícitas" (p. 210), en la medida en que el seminario se halla atravesado por multitud de implícitos, de alusiones cifradas y de otras formas similares. Un ejemplo de ello, develado por Miller, es el siguiente: "Si el nudo como soporte del sujeto se sostiene, no hay ninguna necesidad del Nombre del Padre: este es redundante. Si el nudo no se sostiene, el Nombre funciona como sinthome" (p. 234), planteamiento éste que requeriría un amplio comentario y que apunta a lo esencial del caso Joyce develado por Lacan en su seminario.

Ha de recordarse entonces que El sinthome no se halla destinado a la gran masa y que el mismo abriga secretos nada evidentes para el lector con prisa, para aquel que no sospeche de la naturaleza, tal vez ruin, de su propio sinthome. Por ello Miller podrá decir al finalizar su "Nota paso a paso": "Sí, estoy contento, contento por haber sabido dar a tu voz el escrito más digno para llevarla, contento por haber amenizado tu sombría sinfonía disonante con mil aires alegres, contento por haberlo hecho sin revelar nada al vulgo de los arcanos intactos de tu carta velada." (p. 239)

6.- Lacan pasa allí de 3 a 4; en cierto momento tuvo el propósito de llegar a 6. Sabía que su potentísimo ternario era insuficiente para dar cuenta de lo más propio del ser hablante. El Nombre del Padre había servido de prótesis provisional pero creaba la ilusión de que contar sólo hasta 3 podría ser suficiente. El cuarto se reveló necesario e inmenso. ¿Acaso vislumbró que el 5 y el 6 son vías cerradas? O ¿quizás reconoció que son tareas para emprender sólo luego de conocer en efecto el cuarto? Es éste un tema de investigación abierto por Lacan allí, para todos los lacanianos.

7.- Un elemento adicional a los aquí indicados, y que de ninguna manera es el último de los que justifican la loa de Miller, es el recurso y exploración de las posibilidades de la topología. Recuérdese que este campo se hallaba definido por los matemáticos en 1975 como mera curiosidad científica. Hoy, por el contarrio, muchos de ellos piensan de modo análogo a Lacan. Puede demostrarse entonces que hay allí una anticipación, quizás épocal, que, por ello mismo, invita a la prudencia. Lacan era ya un anciano que conocía de su pronta decadencia. Pero aun era lúcido para entenderlo. Entonces da lo mejor de sí, sin reticencias pero de manera hermética como las circunstancias lo exigían, inventado, resolviendo misterios, algunos insospechados aun por aquellos de los mejores que en ese momento se entregaban premonitoriamente a ese campo. Ha de saberse de todas formas, que es aun una posibilidad que algunos suponen, quizás precipitadamente, ya del todo allanada.

8.- Agregaré un punto más para terminar. ¿Quién acaso podrá hablar hoy de Joyce, seriamente y con plena pertinencia, sin tener en cuenta el examen de Lacan en el seminario El sinthome? Nada hay allí de lo que los postfreudianos llamaron de manera deficiente "psicoanálisis aplicado"; y sin embargo, ¿cómo entender, por ejemplo Finnegans wake al margen del seminario? Sería necesario saber, dado el caso, que Joyce, en especial luego de la muerte de su padre, hacía con su delirio y con las alucinaciones que le acechaban, algo diferente a padecerlos, o a intentar imponerlos con rudeza a otros. Para lograrlo le daba un uso inédito e insigne a lalengua, lo cual vertía con genio en sus escritos. Esto Lacan lo descifró y lo llamó el sinthome de Joyce.

Para establecer los fundamentos de la creación joyceana, Lacan penetra en la naturaleza y posibilidades de la escritura; y para el efecto va a la producción del irlandés, para aprehender allí no poco de lo verdaderamente propio de lo escrito, y entonces, enriquecerse desde aquella escritura singular.

Es con ello que Lacan construye ese universo de cuerdas y de anillos que se anudan o no, de conceptos y de tesis que han de conmover las bases de una teoría y una práctica, hecho que, con amplios merecimientos como queda dicho, suscita la admiración de Miller...

 
 
 
 
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