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Consecuencias
 
Edición N° 5
 
Diciembre 2010 | #5 | Índice
 
Del estrago a la escritura del síntoma
Roxana Vogler
 

Se trata de una viñeta clínica. Consultan por M una niña de 5 años que enoja a todos con su comportamiento díscolo. La madre vive medicada, desganada y se desborda con gritos y golpes.

M nace en un seno de violencia familiar, la madre tuvo intentos de suicidio, el padre esquizofrénico se va del hogar. La segunda pareja de la madre termina frente a una discusión violenta, ella intenta matarse de nuevo y él se va del hogar.

La niña, ya en entrevistas, no mira a los ojos, angustiada llora agarrada de las piernas de su madre. Su aspecto físico es de fragilidad. No habla, no juega. La analista propone el juego de la escondida y da a la madre el papel de árbol mudo. Se inicia un juego posible.

M no sabe quién es su padre, la madre nunca le transmitió algún saber sobre su origen, una historia, o una filiación. Identifica al abuelo materno como su padre.

A partir de un nuevo juego con canciones la niña hablará del desborde materno, la violencia en el hogar y su pregunta por la filiación. La analista propondrá que pregunte su madre por la historia de amor de sus padres.

Luego vendrán los efectos del acotamiento de goce en ese punto de estrago en relación al lazo y al aprendizaje. La desmaternización es una condición necesaria para entrar en la lectoescritura.

Para seguir sobre el caso invitamos a iniciar su lectura.

 

M llega a la consulta en Octubre del 2008, recién cumplidos sus 5 años. En la primera entrevista con su madre, esta concurre con su pareja, P. Manifiestan su enojo hacia la niña por los comportamientos que no logran comprender, atribuyéndole la intención de molestarlos. Refieren que la niña grita y golpea a su hermana de ocho años y a su madre, hace berrinches, se niega a comer, hace escándalos en la mesa, rompe y revolea objetos, no quiere dormir sola, se hace pis encima. En el jardín se dispersa, es inquieta, no muestra interés por la lectoescritura, la figura humana la hace como garabato, se pelea con sus compañeros, no sigue las consignas.

Comentan que P decidió cambiarlas de escuela porque no acordaba con los lineamientos de la institución; él consideraba que eran muy desorganizados y no eran estrictos en la disciplina, decisión que la madre acompaña sin cuestionar.

Más adelante irá relatando discusiones violentas presenciadas por las niñas. Estos conflictos concluyen con un intento de suicidio de ella, luego de una fuerte discusión con P, le anticipa que va a matarse y él le contesta "matate". Sola en su casa ingiere pastillas y se corta las venas, el padre de ella la encuentra y queda internada por un mes; allí la psiquiatra le prohíbe ver a su pareja y se separan. Al externarse se mudan las tres y las vuelve a cambiar al colegio que ella había elegido.

Un estrago con historia

La madre refiere que M no fue buscada como lo fue su primera hija, sino que llegó sorpresivamente en un momento crítico del matrimonio. Su marido la maltrataba y termina separándose al año del nacimiento de M, con la ayuda del abuelo materno.

La madre referirá que su padre siempre fue muy protector con ella, hija única, aunque "severo" con los límites y de su madre dirá: "Mi mamá y yo éramos como M y yo ahora, yo rebelde y ella no me podía poner los límites; cuando mis viejos se separaron yo tenía 10 años y me quedé con mi mamá, pero nos peleábamos tanto que a los 12 me quise ir a vivir con mi papá y sentí un alivio". "A los 18 años me fui a vivir al exterior y allí conocí al padre de las nenas, nos queríamos, pero después empezó el desastre… era violento, quedé embarazada y nos vinimos a vivir acá y él era muy inestable, cuando nació M las cosas empeoraron, le diagnosticaron esquizofrenia y nos separamos, se fue del país y nunca más supe de él"

Comenta que ha tenido otros intentos de suicidio, en ocasión de sentirse "sin salida" del maltrato y la injuria del Otro. Se encuentra en tratamiento psiquiátrico desde hace siete años, momento en el que muere su madre.

Actualmente su estado de ánimo es de desgano permanente; dice sentirse desbordada por el comportamiento de M, le grita y le pega cuando no responde a sus límites. En ocasiones le pide que juegue con ella pero le cuesta.

Del mutismo al árbol mudo

La niña se presenta con mucha dificultad para hablar o establecer contacto visual, llora agarrada de las piernas de su madre, angustiada, con un llanto que se parece a un gemido.

Su aspecto físico es de fragilidad. No habla, no juega.

Intento entablar un diálogo, pero continúa gimiendo, me acerco a ella y se escabulle tras la falda de su madre que no para de retarla. Introduzco el juego de la escondida, dándole a la madre la consigna de quedarse parada en el medio del consultorio sin hablar, haciendo de "árbol"; le propongo jugar a que estamos en el bosque y comienzo a buscarla escondiéndome yo también. De a poco, aminora el llanto, y hace lo posible para que no la vea, aunque siempre a su alrededor. Si la descubro empieza a llorar de nuevo y me empuja.

Digo," -¡pero a mí me contó mamá que vos siempre le pedís que juegue con vos y ella pocas veces tiene ganas y ahora mirá como se divierte tu mamá y vos llorando!"

Del árbol mudo al nombre del padre

M no sabe quién es su padre, no sabe de su existencia y tampoco su nombre. La madre nunca le transmitió algún saber sobre su origen, una historia, o una filiación. Ella identifica al abuelo materno como su padre y padre de su madre.

Van a pasar algunas sesiones más en las que se repetirán las escenas de llanto y negativa a hablar o a jugar. El "juego del árbol mudo" como más tarde lo llamará ella, se repite en cada sesión, hasta que ella puede entrar sola. Primer momento de separación y posibilidad de pérdida; comienza otra etapa del tratamiento.

En una ocasión, entra seria y callada, la invito a jugar, mira las cajas pero no se anima a tomar nada. Le propongo que me cuente sobre ella; no habla y se acerca a los juguetes, agarra dos micrófonos y tímidamente me pregunta si andan, le digo que no tienen pilas pero que se puede jugar igual y me propone cantar como "Patito feo", ella canta y me pide que repita.

En las siguientes sesiones se va entusiasmando con el juego que propone repetitivamente. Voy introduciendo variantes, me equivoco al cantar y a veces se ríe y me corrige, otras se enoja y grita, le digo "-¡pero pareces una mamá!","y las mamás gritan, replica.". "¿Por qué gritan las mamás?"- le pregunto, "porque las hijas se portan mal, se pelean, porque P le grita y le pega a mi mamá…"

A partir de allí comenzará a hablar sobre los desbordes de su madre y de P –"mi mamá le dijo a P que se fuera de casa porque está loco, mi mamá se peleo tanto, que se corto acá, porque estaba muy nerviosa y los doctores le dijeron que no lo vea a P nunca más… nos fuimos a vivir a otro departamento así P no nos molesta… P era mi papá, no, no es mi papá, mi papá es Z es el papá de mi mamá y mío también. Creo que P no es mi papá… no sé quién es mi papá… no sé cómo se llama ese". Intervengo invitándola a que le pregunte a la madre sobre la historia de amor de sus padres.

De los efectos de esta intervención, sabré unas semanas después, cuando en una entrevista con la madre, ella referirá que de repente la niña le preguntó el nombre de su padre y se fue a jugar.

Luego de unos meses empieza a observarse una mejoría en su comportamiento en la escuela, algo del goce enloquecedor cede en la institución escolar, oficiando de terceridad que produce un ordenamiento. Ahora es muy solidaria y mediadora de los conflictos entre compañeros. Ha comenzado a dibujar la figura humana, empieza a interesarse por aprender a leer y escribir. Efectos del acotamiento de goce en ese punto de estrago en relación al lazo y al aprendizaje que nos muestra cómo la desmaternización es una condición necesaria para entrar en la lectoescritura.

En una de las últimas entrevistas, invito a entrar a sesión también a su hermana, luego de pedir la autorización de M, al percibir que la misma quería decirme algo. En efecto, delante de su hermana menor comenta enojada que ya no aguanta los maltratos de M y que está a punto de pegarle, aunque hasta ahora no lo ha hecho, pidiéndome que le diga qué debe hacer. M, la miraba absorta y callada; le pregunto qué pensaba; dice "no sé por qué lo hago", y se pone a llorar, situando algo de lo que en ella la desborda, abriendo la posibilidad empezar a sintomatizar su padecimiento.

Luego de este encuentro, la hermana mayor le demandará a la madre "un padre" y "una psicóloga" para ella.

Podemos ver en el caso, que más allá de la ausencia concreta del padre biológico, el Nombre del Padre no ha hecho su entrada en la novela familiar tampoco desde el discurso materno, dejando a la niña en una posición de objeto que devela una detención en el primer tiempo lógico del complejo de Edipo, dado que la ley paterna como interdicción aún no está operando como límite que la desaloje del goce materno estragante.

¿Podríamos pensar que el juego del árbol mudo, abrió este camino para salir del estrago, hacia el comienzo de una escritura entendida como localización de goce tratado? Mediante la introducción de reglas de inclusión-exclusión de ausencias y presencias, silenciando la voz enloquecedora de la madre, excluyendo el goce de lalangue en el que parecía ubicarse la paciente, para que advenga el parlêtre?

 
 
 
 
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2008 - | Departamento de psicoanálisis y filosofía | CICBA