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Consecuencias
 
Edición N° 5
 
Diciembre 2010 | #5 | Índice
 
Los hombres y sus semblantes: Amor de hombre
Constanza Meyer
 

La relación entre hombres y mujeres se ha visto afectada por el pasaje del Discurso del Amo a la primacía del discurso Capitalista. Hoy por hoy muchos creen en el encuentro virtual y se satisfacen con ello sin necesidad de poner en juego nada del amor, gozando más que nunca de su inconsciente y amparados por el velo que ofrece la propia virtualidad. Todo este exceso de contacto no hace sino revelar al sujeto su más auténtica soledad, evitando el riesgo del verdadero encuentro

Desde el psicoanálisis al amor ya no podemos pensarlo idealizado a la manera del amor cortés o del amor romántico, sino como aquello que permite el lazo a un otro sexuado por la vía de los goces en tanto que semblante.
Si pensamos que la mujer como síntoma de un hombre implica en cierto modo la emergencia de algo del decir posible del amor, ¿cómo entra en juego ese decir posible del amor? …

 

Entre el hombre y el amor,
Hay la mujer.
Entre el hombre y la mujer
Hay un mundo,
Entre el hombre y el mundo,
Hay un muro.
Antoine Tudal, Paris en l’an 2000 (citado por Lacan en "Función y campo de la palabra")

Para abordar el tema, podemos partir de la observación de que la relación entre hombres y mujeres se ha visto evidentemente afectada por el pasaje del Discurso del Amo a la primacía del discurso Capitalista. Hoy por hoy muchos creen en el encuentro virtual y se satisfacen con ello sin necesidad de poner en juego nada del amor, gozando más que nunca de su inconsciente y amparados por el velo que ofrece la propia virtualidad. Sin duda la inmediatez de los contactos auspiciados por las redes sociales y la comunicación virtual, que muchas veces sólo sirven para poner a prueba la función fática del lenguaje, es decir, comprobar que el canal de comunicación se encuentra abierto, construyen la ficción de que hay relación y que ella tiene lugar, por ejemplo, en los chats. ¿Qué lugar para el amor por y con estos medios? Así como se verifica si el canal está abierto, se dice alegremente que se quiere al otro mediante un gran TKM conmovidos por aquella foto o aquel recuerdo de infancia-adolescencia que vuelve como un flash idealizado a la memoria de los usuarios que, aunque anónimos, se aferran a ese ser aparente que le otorga el partenaire desde las profundidades de su rememoración. Todo este exceso de contacto no hace sino revelar al sujeto su más auténtica soledad.

Por otro lado, el tema que hoy nos convoca, no podía dejar de evocarme el que parece ser el concepto de amor por excelencia, el desarrollado por los escritores románticos. Se trata de un amor que nunca se alcanza, un encuentro imposible, del cual sólo puede decirse algo de su imposibilidad. En principio, poco tiene que ver esto con las relaciones que se establecen entre los sujetos hoy en día, ya que casi todos viven en la ilusión de alcanzarlo porque se comunican con el otro más allá del tiempo y el espacio, aunque evitando el riesgo del verdadero encuentro. Asimismo, parece constatarse cierta preocupación por el amor en tanto que las librerías están repletas de libros, desde novelas a manuales, que pretenden dar las claves de ello como si de un universal se tratara.

Dado que como dice el poema que he leído al comienzo entre el hombre y el amor, hay la mujer, he decidido detenerme en una frase de Lacan que siempre me ha resultado enigmática para pensar el tema del amor de hombre: "¿Qué es una mujer? Es un síntoma" recogida en RSI y ampliada en la "Conferencia de Ginebra sobre el síntoma" en términos de que "la mujer es aquello con lo que el hombre nunca sabe arreglárselas" o "Hay mujeres, pero La mujer es un sueño del hombre", ambas intervenciones de 1975.

El trasfondo es sin duda el de la no relación o la no complementariedad entre el hombre y la mujer una. Para lo cual deberíamos tener en cuenta también el horizonte del Seminario 20, así como el giro en la concepción del síntoma que se presenta como modalidad de acceso u ordenamiento del goce, y que implica asimismo un anudamiento particular de Real, Simbólico e Imaginario.

Dice Lacan en la lección del 21 de enero de 1975 que esto puede demostrarse por estructura, es decir que puede verse precisamente porque al no existir la complementariedad, no hay garantía de que el goce del cuerpo del Otro exista, por lo que sólo es posible si se sostiene en el objeto a minúscula. Esto vale tanto para un hombre como para una mujer para la que anteriormente ha detallado los diferentes objetos, aunque en el caso de la mujer se trata de hacerla entrar en el goce fálico. Para Lacan, hacerla síntoma es invitarla a entrar en el goce fálico, permitiendo que ella haga obstáculo al goce autoerótico. En este sentido, si nos remitimos a las fórmulas de la sexuación y pensamos en términos de necesario, imposible, posible y contingente, veremos que como señalan Jorge Alemán y Sergio Larriera: el decir posible del amor y el decir contingente del falo son los únicos capaces de poner en suspenso el No cesa, "Mientras que el amor suspende la disyunción entre uno y otro sexo, la contingencia fálica, el falo, establece en ambos sexos un goce parcial que sustituye al mítico goce absoluto llamado goce sexual. (…) podrán, en cambio, establecer una sustitución: creyendo estar gozando el uno del otro en el abrazo carnal, disfrutarán del goce de cada uno con el falo" (El inconsciente: existencia y diferencia sexual, Alemán y Larriera, 2007).

Los semblantes juegan aquí un papel importante ya que el hombre deberá hacer uso de los semblantes fálicos en el juego de la seducción para que su partenaire acceda a hacer semblante de objeto en el escenario de su fantasma. Si amar es dar lo que no se tiene a quien no es, los semblantes del tener y del ser deberán poder jugar su partida, lo que permitirá que ella se aloje en el hueco y acceda al goce fálico y, eventualmente, al goce Otro. De acuerdo con el modo en que se sirva de los semblantes, entonces, el hombre podrá despegarse un poco de su fantasma y conectado con algo de la verdad subjetiva acceder al encuentro con el partenaire.

No debemos olvidar, por otro lado, que el síntoma es el modo en que cada sujeto goza de su inconsciente con lo cual en el encuentro cuerpo a cuerpo se trataría de que la mujer preste el cuerpo para que el hombre goce de su inconsciente de otra manera y eso le permita eventualmente a ella el acceso a un goce del cuerpo.

Lacan, sin embargo, va más allá en R.S.I y nos dice: "Lo que hay de sorprendente en el síntoma, en ese algo que, como ahí, se besuquea con el Inconsciente, es que uno allí cree (on y croit (68))". Se trata de la creencia en la especie de las mujeres, para lo cual Lacan recupera la figura de la ninfa Ondina, una apariencia de mujer que se convierte en mortal por engendrar un hijo con un hombre, que es en parte lo que llamaba "sueño de un hombre", es decir, convertir esa apariencia en causa de su deseo. Por otro lado, Lacan apunta también a la creencia en lo que ella (una mujer) dice, lo que muestra para él el punto de locura del amor, y no duda en comparar esta creencia con la certeza que se tiene en la psicosis respecto de las voces.

No obstante, siempre hay un límite y si efectivamente esta creencia lo tiene, concluye Lacan que "Creerla (70), es un estado, gracias a Dios, difundido, porque a pesar de todo eso hace compañía, uno ya no está solo. Y es en eso que el amor es precioso, raramente realizado, como todos sabemos, sólo dura un tiempo, y a pesar de todo está hecho por esto, que es esencialmente de esta fractura del muro donde uno no puede sino hacerse un chichón en la frente, si no hay relación sexual." (R.S.I., Lección 21 de enero de 1975)

En este sentido, el amor ya no podemos pensarlo idealizado a la manera del amor cortés o del amor romántico, sino como aquello que permite el lazo a un otro sexuado por la vía de los goces en tanto que semblante.

Si pensamos, entonces, que la mujer como síntoma de un hombre implica en cierto modo la emergencia de algo del decir posible del amor, ¿cómo entra en juego ese decir posible del amor?

Para ilustrarlo, he elegido un texto que para mí representa como pocos aquello que del amor en el encuentro sexual puede decirse, algo de la palabra de amor. Se trata del capítulo 68 de Rayuela (primera publicación 1963) de Julio Cortázar que se sirve del "gíglico", ese lenguaje inventado presidido por el sinsentido, único capaz de evocar algo de lo indecible del amor para que en su lectura el lector alcance a tocar en el juego homofónico los vericuetos del encuentro amoroso fuera de toda referencia al significado. Precisamente porque la correspondencia del signo saussureano queda destruida este texto es capaz de resonar en el inconsciente de cada uno en el puro significante. Este significante, además, funcionaría como semblante para hablar de la relación sexual que no existe. En el texto él y ella pueden encontrarse y decir en el resonar propio del sinsentido algo de su goce. Por último quisiera destacar que si bien este poema lleva por título el número de un capítulo dentro de Rayuela, la estructura misma de la novela no constituye algo fijo y el lector puede encontrarse con este capítulo en cualquier momento dependiendo de la entrada al texto que haya elegido. Rayuela plantea la lectura como una construcción del lector que rompe con los modelos e invita a que sea el azar, la contingencia o el deseo quien guíe al lector en su recorrido (representado en el propio juego de la rayuela que propone un viaje de la tierra al cielo). El poema además, al estar situado entre los llamados "capítulos prescindibles", puede ser leído a su vez como el puente entre el lado de acá y el de allá, ese puente que en otro momento de la novela se presenta como el tablón que aspira a unir ambas orillas.

El texto dice así:
"Apenas él le amalaba el noema, a ella se le agolpaba el clémiso y caían en hidromurias, en salvajes ambonios, en sustalos exasperantes. Cada vez que él procuraba relamar las incopelusas, se enredaba en un grimado quejumbroso y tenía que envulsionarse de cara al nóvalo, sintiendo cómo poco a poco las arnillas se espejunaban, se iban apeltronando, reduplimiendo, hasta quedar tendido como el trimalciato de ergomanina al que se le han dejado caer unas fílulas de cariaconcia. Y sin embargo era apenas el principio, porque en un momento dado ella se tordulaba los hurgalios, consintiendo en que él aproximara suavemente su orfelunios. Apenas se entreplumaban, algo como un ulucordio los encrestoriaba, los extrayuxtaba y paramovía, de pronto era el clinón, las esterfurosa convulcante de las mátricas, la jadehollante embocapluvia del orgumio, los esproemios del merpasmo en una sobrehumítica agopausa. ¡Evohé! ¡Evohé! Volposados en la cresta del murelio, se sentía balparamar, perlinos y márulos. Temblaba el troc, se vencían las marioplumas, y todo se resolviraba en un profundo pínice, en niolamas de argutendidas gasas, en carinias casi crueles que los ordopenaban hasta el límite de las gunfias."

 
 
 
 
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