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Consecuencias
 
Edición N° 5
 
Diciembre 2010 | #5 | Índice
 
Videocolonoscopía
Soledad A. Parente
 
Cuento breve, prosa poética. Relato urbano.
 

Todos sabemos que en el mundo de la medicina se acortan las palabras para hacerlas más amigables.

El acontecimiento
Hace alrededor de seis meses tuve uno de esos acontecimientos que, para la medicina, "es delicado, hay que ver, hay que saber, hay que observar". Y la indicación inmediata fue la-videocolon.
Las consecuencias de haber recibido semejante propuesta por parte del aguardapolvado que tenía enfrente tuvo una serie de etapas.

Proceso de asimilación

Uno: Soledad en bar
La reacción inmediata: salida a bar, déme un café por favor, llanto con anteojos negros mirando por ventanal hacia avenida.

Dos: Condensación
Todos los males ahí: abandonar lo que nos hace bien, la vida sana, la actividad física, dormir una equis cantidad de horas, volver al tabaco, comer mal, hacemos cualquier cosa que nos acerque un poco más al límite, y con la cabeza que ya rebota contra el cordón de la vereda, la frase final "total para qué, si con esto que tengo ya me estoy por morir". Y un renglón aparte para el:

dolordeamor.

El dolordeamor encuentra casa en cualquier lado, y estas situaciones de falso límite, que es lo mismo que límite, lo facilitan. Entonces: que si le importo y si me pregunta y si me llama y si me muero. Todas frases reventadas que salen juntas a pasear, pero vuelven solas.

Tres: Persuasión
Recorrido por el consultorio de varios gastro con el puro objetivo de hallar la opinión disímil que delate la incompetencia del resto, y claro Dr., Ud. es el que sabe, y no anda por los rodeos gananciales del uso de la tecnología de la medicina puesta como artillería en contra de la humanidad, y del abuso de la política sobre nuestros cuerpos, los médicos soldaditos de una maquinaria que los transciende envuelve humilla, no Dr., Ud. se para ahí con estetoscopio y confía en lo que sus manos tocan, en lo que oyen sus oídos, Ud. nos deja hablar.

Cuatro: Olvido
Hablé hablé hablé, algunas veces también dije y aun así, a ningún aguardapolvado le pareció que la-videocolon no era necesaria, sino más bien lo contrario. Renuncié a mi intento y surfeé esa otra ola: la espera de un número lejano en el almanaque en el que algún día… y había una vez… y mientras tanto vivo… Ya veré cómo se hace para vivir cuando el-día llega, y así llegan cada uno de los días aunque no sean ese día. Durante meses, me olvidé.

Los Pre
Pero mientras tanto: chequeo de mi corazón, está bien dicen los médicos, puede tolerar algo así. Menos-mal o qué-pena, que no hay otra clase de medidores con los cuales pueda evitarse andar por el barrio con el temor de que un encuentro nos eyecte de nuestro endeble equilibrio.
Entre estudio e investigación pasaron los meses, y entre tanto, la idea de la-videocolon se me pasó de moda, se convirtió apenas en un día alegre en el que no iría a trabajar, ni día previo, qué bueno un día sin trabajar pero obligada a estar en mi casa, tal vez hasta pueda avanzar con otras cosas, esto es parte de una experiencia horrible y sensible a la vez, bue, qué lindo, hasta qué lindo pensé.

El día previo es el-día
El día previo ya era el-día. A media mañana me retiré a mi hogar, dictaminé soledad absoluta y cada veinte minutos leí las indicaciones para ser exacta precisa correcta y que no llegara a pasar que un breve error mandara al tacho toda esa inversión focalizada.
Bebí sólo lo que podía, comí al mediodía el pollito blanco muertito oloroso y nunca más metí sólido en mí. Ingerí primer frasco y luego segundo de líquido híper sódico asqueroso que me salía por la nariz de tan horrible, y lo cortaba con buches de agua y sonidos de queja, en la cocina, gata testigo ocular.
Y ya estaba lista, algo debía de pasar con semejante hinchazón y estaba lista para entregarme a esa limpieza como un monje Zen, como una viva adicta creyente de la medicina ayurveda, mucho más que como una correcta paciente entregada a las tenazas de la medicina alópata capitalista occidental.
Con el paso de las horas comprendí mejor las reacciones de mi cuerpo, a mi alrededor revistas y anteojos, libretas y lapiceras, teléfono celular y fijo, y así, toda mi casa, toda mi vida resumida en el cuarto de baño.
Cansada pero aún con vida, me fui a acostar, con la ilusión de que Morfeo ganara la batalla.

Videocolon´s day
A las siete de la mañana suena despertador, debo bañarme, qué sueño, qué esfuerzo levantarme tan temprano por algo así, qué va a hacer, vamos levantate. Y en cámara lenta los brazos se han vuelto de pesado telgopor, no manejo mi cuerpo, ducha caliente, la presión baja, recuerdo que la presión es el fuego de las venas, me observo pálida blanca labios blancos, me asusto, arrojo mi cuerpo desnudo envuelto en toalla en cama que se hunde, me hundo, bajo un piso otro piso otro piso entre sábanas, alguien que me salve, por favor.
Y alguien me salva, y vuelven los colores, me visto sin pensar, salgo al frío, dormito en sillón blanco sala de espera, señorita su turno. La señorita pasa sola, indica una mujer bajita morruda gestos duros y oscuros.

En breve te busco
Dejo todas mis garantías, mochila con objetos todos, y paso ya desnuda de mis objetos personales, ya desnuda. Igual no los voy a necesitar, pienso, y disfruto del desapego.
La mujer bajita morruda viste un guardapolvo que tiene el cuello con unas onditas que indican "este guardapolvo es de mujer". Me conduce hacia la habitación mientras enuncia con voz que pretende ser dulce los pasos que debo seguir: sacate la ropa, ponete esta manta, dejá todo lo que tengas acá, en breve te busco, y cierra puerta.
Se da inicio a la vivencia de una nueva soledad. Mi primera vez en un quirófano, y con anestesia, qué emoción.

Limbo
Ese cuartito podría ser el limbo, el lugar de ansiedades crecientes, de esperas interminables, y debo esperar sin ningún otro glamour más que una bata blanca finita casi transparente, a la que agregué el detalle de botas puestas y la resistencia de no-me-saco-la-bombacha-aún.
Ya dispuesta, no le encuentro sentido a permanecer aquí: abro puerta, asomo toda mi ridiculez y detengo a caminante de pasillos, chica joven guardapolvo blanco que lleva algo y le pregunto por la otra mujer esa, la que me trajo hasta acá. "La enfermera", dice la chica con ese otro guardapolvo y observo guantes anaranjados, le digo que sí, ya te la llamo, y sigue por el pasillo; de regreso al limbo, parada dentro, no sé qué hacer con mi cuerpo aquí tan a punto de.

En un instante, todo amenaza
Oigo desde el limbo la voz de la chica que le dice a alguien "preguntan por vos", por lo que decido segunda aparición en puerta y acudo a esta imagen: mientras la chica joven guantes anaranjados transmite mensaje, realiza gesto con manos que en el código porteño desde hace años significa "qué pesada" que significa "qué densa" que a su vez significa: paciente no deseada, siento unas inmediatas ganas de llorar y percibo una fila de situaciones-ideas-pensamientos-dolores que se acercan ahí nomás, me cercan, para jugar conmigo: voces de soledad, de amor perdido y reencontrado y vuelto a perder, y así. Regreso al limbo, mejor esto que esa fila de personajes. La lucha en pie.

La resistencia de la bombacha-aún
Pronto se abre otra puerta y la mujer morruda se materializa y me hace pasar al otro lado, a la sala de operaciones. Veo camilla y me siento ahí por gesto de enfermera con la mano. Le confieso que no-me-he sacado-la-bombacha-aún, y ella dice una obviedad tal como "así no van a poder trabajar con vos", y hasta ahí llega toda mi lucha. Quito bombacha y voy a depositarla con el resto de mi ropa muerta en silla de limbo, y también las botas del glamour van a parar ahí.
Otra vez sentada en camilla, otra vez esta soledad de mi cuerpo a punto de ser silenciado investigado dormido.
Piernas, vuelan de un lado a otro, pupilas investigan sitio, observo gran cantidad de fotos de lo que supongo serán partes internas de cuerpos ajenos y pienso esa horripilancia como una interesante construcción plástica, qué colores más bellos y consonantes: anaranjado, rojo, rosado, amarillo.
Pero al hacer foco en las formas ya no hace tan graciosa la idea de mis anaranjados, rojos, rosados y amarillos, por suerte interrumpe el primer Doctor al ingresar a la sala, artista de Hollywood que pisa escenario, se presenta, estrecha mano, acostate por favor.

Dr. Doctor
El señor es el Dr. Anestesista según tengo entendido, es fundamental para la supervivencia de cualquier individuo en mi estado-posición, ya que es el que tiene el poder de mandarme de la vida vigil a la otra de un soplido.
Le pregunto al Doctor si no se puede usar mascarita en vez de aguja para el desplazamiento hacia la duermevela y dice que no. Pregunta si tuve algún trauma con la aguja y le digo que no se lo voy a contar ahí, y menos si la explicación se va a interrumpir cuando yo caiga como un robot sin electricidad. Quiere saber de qué trabajo y menciona que parezco más joven, mientras toma mi brazo izquierdo, infla vena con goma, pincha, lo sentiste, viste que no, ya está.
Siento una especie de extraño placer por tan alta entrega-sumisión, esto debe ser similar a un momento sado-maso.
Ya tengo suero, y es mi primera vez en el fascinante mundo del suero. Poné la manito debajo de la cola, no entiendo nada, por qué, qué motivo. El Doctor ensaya explicación poco explicativa: que mi mano, si no dormida y demás, mientras mi cabeza ya compagina imágenes de gente muerta con brazos que golpean a los costados a fuerza de gravedad, ya sin voluntad ni vida, mejor salgamos de aquí pronto, Doctor, vamos.
Toma inyección, y aclara: esto no lo sentís, pero en breve te vas a quedar dormida, y cuando diga tu nombre, vas a despertar. Hago giro de cabeza para último panorama de la zona, el médico bajito de ojos rasgados, la enfermera morruda, los tubos, las fotos, las paredes blancas...

Chasquido de dedos
Escucho mi nombre y abro los ojos. Vuelta al limbo, en la misma posición que quedé un rato, varios ratos atrás, ¿cuántos ratos pasaron? La mano aún bajo mi cola. No entiendo, ¿en qué posición habrán hecho todo? ¿O volvieron a poner mi mano bajo mi cola? No entiendo.
Tomo las ropas que quedaron arrojadas allí, en ese tiempo antes de traspasar aquella puerta. Me las pongo como puedo, experimento cierto placer del mareo de la anestesia, creo haber descubierto mareo nuevo.
Camino pasillo salida. Cruzo por consultorio donde Doctor toma café y come medialuna, después del recorrido visual que habrá tenido por los singulares caminos de mi-adentridad, sentado en sillón de cuero. Saludo al Doctor. Le pregunto las cosas importantes que se preguntan para no irme con dudas, porque no me gustan las dudas.

De más
Doctor, ¿hablé dormida?
Doctor, ¿y ahora qué?
Doctor, puedo decirle que confío en usted ahora que veo que cumplió con sus dos palabras: dormirme y despertarme. El Doctor recomienda que pida turno a un gastro, dice que en esa misma clínica hay dos, uno más viejo y otro más joven, y le deposita unas fichas al joven mientras guiña ojo cómplice, queda claro que es su pichón de avestruz, su discípulo. Digo en voz alta algo que hubiera debido quedar sólo como pensamiento, "si vamos a continuar en las vías del tratamiento de mi-adentridad, entonces prefiero que sea el viejo", y pronto me arrepiento por dejar salir tanta subjetividad.
Saludo al Doctor, aún mareada e impune por la anestesia. Me dice que no debo: conducir
trabajar
tomar alcohol.
Salvo el final, me parece un buen plan para este día de semana, lo que me convierte en una paciente obediente paciente.

Al fin
A dos cuadras del lugar me cobro con la venganza del desayuno completo y, luego, la siesta al sol.
Plena.
No todos los días se llega al limbo y se retorna de él.

 
 
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2008 - | Departamento de psicoanálisis y filosofía | CICBA