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Consecuencias
 
Edición N° 7
 
Noviembre 2011 | #7 | Índice
 
Ateísmo y "enfermedad de sentido"
Por Miguel Gutiérrez Peláez [1]
 

El presente artículo se propone explorar los alcances de la apuesta atea freudiana y sus implicaciones para la ética de la clínica psicoanalítica. En el recorrido propuesto, se esbozan algunos planteamientos en torno al debate del ateísmo en la comunidad psicoanalítica. Se destaca principalmente la importancia de los desarrollos de Lacan en torno al concepto de Real para extender la necesaria radicalidad del ateísmo y su gran relevancia para el pensamiento psicoanalítico contemporáneo.

 

El debate en torno al psicoanálisis y la religiosidad es uno que reaparece constantemente en la literatura psicoanalítica, si bien en él no se renuevan los argumentos. Recientemente Meissner (2009), quien está al tanto del debate en curso, ha logrado resumir y cuestionar las coordenadas del mismo, evitando sentirse del todo seducido por la apuesta de Rizzuto (1979, 1996 y 1998) y tomando clara distancia de los reduccionistas aportes de Spero (1992), que son en su mayoría una reaplicación de famosa tesis de San Anselmo con respecto a la existencia de Dios, haciendo el salto de la representación psíquica de Dios a su existencia real.

A lo largo de su obra, Freud (1890, 1892-1899, 1901, 1907, 1908, 1910a, 1910b, 1912a, 1912b, 1913, 1914, 1915, 1918a, 1918b, 1923, 1925, 1927, 1928, 1930, 1933 y 1939), dejó bastante clara su postura frente a Dios y frente a la religión, pero en ningún lugar es tan taxativo como en la carta que destina a Oskar Pfeiser el 9 de octubre de 1918: "¿Por qué ninguno de los devotos creó el psicoanálisis? ¿Por qué había que esperar a un judío sin dios?[2]" Esta carta la retoma Peter Gay en su libro A Godless Jew: Freud, Atheism, and the Making of Psychoanalysis (1987), el cual consiste en una serie de conferencias que dictó en el Union College de Cincinnati. La tesis de Gay es que si Freud hubiese sido teísta, no habría creado el psicoanálisis. Gay, a diferencia de Meissner (2009), Rizzuto (1979, 1996 y 1998), Spero (1992), Ashlkog (1990), entre otros, considera que no puede haber ningún tipo de colaboración, alianza o diálogo entre psicoanálisis y religión.

Pero más que repetir aspectos de este debate, largamente repetido y extensamente citado (no por ello menos pertinente), el interés es ver un aspecto más radical de las implicaciones éticas del ateísmo para el ejercicio de la clínica psicoanalítica.

Es posible afirmar que el psicoanálisis es probablemente la única apuesta atea contemporánea de altura. Esto puede sonar absurdo si se tiene en cuenta el movimiento de los bright en Estados Unidos, liderado por el biólogo Richard Dawkins (1986 y 2006), pero veremos que la apuesta psicoanalítica da un paso más allá del darwinismo del nuevo milenio. Dentro del movimiento bright, el cual por fortuna ha tenido un impacto en las mentes norteamericanas, abundan la diversidad de propuestas, algunas de una impecable delicadeza, como la de Sam Harris (2006), algunas más viscerales como la de Christopher Hitchens (2003). Pero vemos que incluso para Dawkins, el ateísmo es quien le ha robado la carta a la ciencia.

¿Cómo es esto? Es sin duda Lacan quien produce un avance notable en este sentido, extendiendo los alcances de lo fundamental en juego en torno a la temática del ateísmo. De la mano de Lacan, es posible comenzar a cuestionar la dimensión teológica de toda pretensión cientificista, así se canten los coros del ateísmo desde sus filas.

Recientemente Bassols (2010) se ha referido a esa cercanía de la Religión y la Ciencia en sus propósitos y la distancia del psicoanálisis en su relación a lo Real. La ciencia, ubicándose como lugar de garantía, se ha esforzado por demostrar que toda la página del ser está escrita y que es un problema de técnica el poder descifrar sus insignias. Allí donde el religioso antepone la escritura sagrada[3], el científico ubica la escritura neuronal o genética. Así, aquello que no cesa de no escribirse que es el nombre psicoanalítico de lo Real en tanto página que permanece en blanco, aparece para el religioso y el científico como necesaria, es decir, no cesando de escribirse. De este modo, tanto el religioso como el científico padecen ambos, a pesar de sus radicales distancias con respecto a Dios[4], de ese mismo mal que podría nombrarse como "enfermedad de sentido". Así, este darwinismo reloaded, al igual que toda ciencia, no deja de ser heredero del horror vaccuii.

Lacan entra a cuestionar la dimensión religiosa de la ciencia en la medida en que cierra el círculo al poner en el futuro incierto pero venidero la solución de sus enigmas. La ciencia se soporta siempre y cuando esté en su horizonte la resolución de sus misterios actuales. Por el contrario, tener en cuenta el concepto de lo Real en Lacan en relación al ateísmo, evita caer en lectura de lo Real como metafísica.

Si hemos de encontrar el antecedente filosófico que se instala para permitir la conceptualización psicoanalítica de la castración, ese es sin duda el concepto de la Muerte de Dios de Nietzsche[5]. Este concepto es sin lugar a dudas el que funda el horizonte de la filosofía y pensamiento contemporáneos y hay que disentir con Heidegger en la imputación metafísica que hace a la obra del Nietzsche. Y si bien Nietzsche se refiere a esta cuestión, también advierte de los peligros que trae ese lugar vacante que deja la muerte de Dios, precisamente por lo que puede entrar a llenar ese vacío, hasta el punto que "ateísmo" puede ser una forma de "deidificar".

Esto es pertinente porque si Freud era un manifiesto ateo, no deja de haber un lugar "deico" para su concepción de padre. Aún así, ese padre en Freud no es un Dios y, a pesar de su función, no ocupa el lugar de la metafísica de su discurso. Más bien será la escuela inglesa, principalmente desde los planteamientos de Melanie Klein, la que traerá con tanta fuerza la metafísica de la que había intentado librarse el psicoanálisis. Porque, en realidad, no es la terapéutica del psicoanálisis la que es novedosa, sino su descentramiento de la metafísica Occidental. Por eso cuando Lacan le imputa a los posfreudianos el ser "demasiado filósofos", hay que leer – en ese "filósofos" – "metafísicos". Estos postulados, diríamos, en relación al ateísmo, enfermaron aún más a un psicoanálisis que ya estaba enfermo de sentido. Y no es sólo por la reedición en Klein del discurso de lo bueno y lo malo, la venganza y la redención judeocristianos, sino también por el apego a un modo de interpretación que excede aún a los propios dichos del paciente. Ese afán de interpretación es, ante todo, un "velo metafísico" que queriendo develar el inconsciente, tiñe metafísicamente aquello que no es antecedido por representación alguna. El avance de Lacan ante esto es notable, pues su elaboración en torno al concepto de lo Real se ocupa de aquello que, imposibilitado su ingreso en el registro simbólico, no deja de interpelarlo, fundarlo y producir efectos en él.

Sin duda, uno de los peligros que atenta contra el psicoanálisis son los propios psicoanalistas, su uso metafísico de los conceptos psicoanalíticos y el modo como el teísmo puede instalarse en su propia práctica y sus sociedades, cómodamente a la sombra de sus narices. Freud (1938) sugería que "vemos que a todo lo nuevo por nosotros deducido estamos precisados a traducirlo, a su turno, al lenguaje de nuestras percepciones, del que nunca podremos librarnos"; cuando se dice "Aquí ha intervenido un recuerdo inconsciente, esto quiere decir: Aquí ha ocurrido algo por completo inaprensible para nosotros, pero que si hubiera llegado a la conciencia sólo habríamos podido describirlo así y así" (pág. 198). Hay que ser radicalmente freudianos en este punto: no son los conceptos psicoanalíticos los que soportan la matriz teórica del psicoanálisis, como no es la operatividad de sus sesiones lo que soporta su terapéutica; lo que eventualmente funda el psicoanálisis y le da su motilidad es la convicción de que el psiquismo y sus propiedades intelectivas no se cierran en un círculo perfecto. Por eso el psicoanalista, lejos de asustarse cuando se abandonan ciertos conceptos del psicoanálisis o cuando se polivalentizan sus significaciones o cuando se modifica la rigurosidad metodológica de las sesiones o se pone en entredicho lo que ha de jugarse en la formación del analista, debe asustarse cuando cada una de esas cuestiones, a saber, conceptos, técnica y formación, adquieren el estatuto de peldaños de una teoría y de una práctica y encarnan la metafísica de su discurso. En otras palabras, y siguiendo la lógica propuesta por este ensayo, cuando, disfrazados de ateísmo, arman sus cambuches en el terreno baldío de la muerte de Dios.

De este modo, encontramos que por ateísmo se entiende no la protesta estéril contra el padre, es decir, ese ateísmo que es en realidad reclamo a la deidad como un reproche a su inexistencia. Tampoco es subversión contra los ministros administradores del Señor en la tierra, así sus acciones rebosen los motivos, no sólo aquellos que cometen delitos tras fachadas inmaculadas (casos de pedofilia), sino aquellos que perpetúan el silencio y desmienten a las víctimas.

Lo Real no es la esencia. Su pregunta no es cuál es la eidos del ser, su quididad, o cómo dar cuenta del ente en tanto que ente, ni del ente en sí. El interés por el padre no es cuál es la esencia del padre o, en todo caso, cual es el padre ideal, sino por qué el semblante padre, a pesar de que detrás de él no hay nada, se empecina de tal manera en ser semblante de algo.

Este "dejar la página en blanco" fue una pretensión nietzscheana. Pero advirtió también Nietzsche que el vacío tiende a llenarse y es un peligro permanente como este vacío blanco succiona todo lo que hay a su alrededor, adquiriendo además los mejores disfraces, hasta el punto que los más vacuos conceptos (hasta el propio ateísmo) pueden ubicarse allí como tapón, cayendo en la mayor de las aporías: aquello erigido para subvertir queda puesto allí para perpetuar la herejía déica (los herejes siempre serán los hombres, nunca los dioses).

Nunca es pretensión de un psicoanalista que sus pacientes sean ateos, como no busca que militen para ninguna de sus propias causas[6]. Esto iría en contravía de su búsqueda de que el paciente pueda descubrir y producir su propia singularidad (ya estamos lejos, esperamos, del fin de análisis vía identificación que defendió ingenuamente Balint).

La pregunta que nos queda entonces es si, ¿podrá el psicoanálisis estar a la altura de la apuesta atea freudiana, hoy más vigente que nunca, cuando las religiones se vuelcan a los fanatismos y la ciencia se niega a tolerar que permanezca la página en blanco inescrita?

 
 
Bibliografía
  • Ahlskog, G. (1990). Atheism and Pseudo-Atheism in the Psychoanalytic Paradigm. Psychoanalysis and Contemporary Thought, 13:53-77
  • Bassols, M. (2010), El inconsciente como página en blanco y la ciencia de nuestro tiempo, Conferencia dictada en la Universidad Nacional, Edificio de posgrados "Rogelio Salmona", 28 de enero, Bogotá.
  • Collins, F. S. (2006), The Language of God, Free Press: New York.
  • Gay, P. (1987), A Godless Jew: Freud, Atheism, and the Making of Psychoanalysis, Yale University Press: New Haven.
  • Dawkins, R. (1986), The Blind Watchmaker, W.W. Norton & Co: New York.
  • Dawkins, R. (2006), The God Delusion, Houghton Mifflin Harcourt: New York.
  • Freud, S. (1890), tratamiento psíquico (tratamiento del alma), Obras Completas, Tomo I, Amorrortu: Argentina.
  • Freud, S. (1892-1999), Fragmentos de la correspondencia con Fliess, Obras Completas, Tomo I, Amorrortu: Argentina.
  • Freud, S. (1901), Psicopatología de la vida cotidiana, Obras Completas, Tomo VI, Amorrortu: Argentina.
  • Freud, S. (1907), Acciones obsesivas y prácticas religiosas, Obras Completas, Tomo IX, Amorrortu: Argentina.
  • Freud, S. (1908), La moral sexual cultural y la nerviosidad moderna, Obras Completas, Tomo IX, Amorrortu: Argentina.
  • Freud, S. (1910a), Un recuerdo infantil de Leonardo da Vinci, Obras Completas, Tomo XI, Amorrortu: Argentina.
  • Freud, S. (1910b), Las perspectivas futuras de la terapia psicoanalítica, Obras Completas, Tomo XI, Amorrortu: Argentina.
  • Freud, S. (1912), Sobre la más generalizada degradación de la vida amorosa (contribuciones a la psicología del amor II), Obras Completas, Tomo XI, Amorrortu: Argentina.
  • Freud, S. (1913), Totem y tabú. Algunas concordancias en la vida anímica de los salvajes y de los neuróticos, Obras Completas, Tomo XIII, Amorrortu: Argentina.
  • Freud, S. (1914), Contribuciones a la historia del movimiento psicoanalítico, Obras Completas, Tomo XIV, Amorrortu: Argentina.
  • Freud, S. (1915), De guerra y muerte. Temas de actualidad. Obras Completas, Tomo XIV, Amorrortu: Argentina.
  • Freud, S. (1918a), El tabú de la virginidad (contribuciones a la psicología del amor III), Obras Completas, Tomo XI, Amorrortu: Argentina.
  • Freud, S. (1918b), De la historia de una neurosis infantil, Obras Completas, Tomo XVII, Amorrortu: Argentina.
  • Freud, S. (1923), El yo y el ello, Obras Completas, Tomo XIX, Amorrortu: Argentina.
  • Freud, S. (1925), Las reticencias contra el psicoanálisis, Obras Completas, Tomo XIX, Amorrortu: Argentina.
  • Freud, S. (1921), El porvenir de una ilusión, Obras Completas, Tomo XXI, Amorrortu: Argentina.
  • Freud, S. (1928), Una vivencia religiosa, Obras Completas, Tomo XXI, Amorrortu: Argentina.
  • Freud, S. (1930), El malestar en la cultura, Obras Completas, Tomo XXI, Amorrortu: Argentina.
  • Freud, S. (1933), Nuevas conferencias de introducción al psicoanálisis, Obras Completas, Tomo XXII, Amorrortu: Argentina.
  • Freud, S. (1938), Esquema del psicoanálisis, Obras Completas, Tomo Amorrortu: Argentina.
  • Freud, S. (1939), Moisés y la religión monoteísta, Obras Completas, Tomo XXIII, Amorrortu: Argentina.
  • Harris, S. (2006), Letter to a Christian Nation, Random House: New York.
  • Hitchens, C. (2003), Momie Dearest, En: http://www.slate.com/id/2090083.
  • Lacan, J. (1959), El deseo y su interpretación, Seminario VI, Paidós: Argentina.
  • Lacan, J. (1964), Cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, Seminario XI, Paidós: Argentina.
  • Meissner, (2009), The Question of God in Psychoanalysis, Psychoanalytic Psychology, Vol. 26, No. 2, págs. 210-233.
  • Rizzuto, A. (1979), The Birth of the Living God: A Psychoanalytic Study, The University of Chicago Press: Chicago.
  • Rizzuto, A. (1996), Psychoanalytic treatment and the religious person, En: E. F. Shafranske (Ed.), Religion and the clinical practice of psychology (pp. 409–431), American Psychological Association: Washington D. C.
  • Rizzuto, A. M., (1998), Why Did Freud Reject God? A Psychodynamic Interpretation, Yale University Press: New Haven.
  • Sorenson, R. L. (2004), Minding Spirituality, The Analytic Press: Hillsdale, NJ.
  • Spero M. H. (1992), Religious objects as psychological structures: A critical integration of object relations theory, psychotherapy, and Judaism. University of Chicago Press: Chicago.
 
Notas
  1. Nueva Escuela Lacaniana (NEL), sede Bogotá. Docente de planta del Programa de Psicología, Universidad del Rosario. E-mail: [email protected]. TEL: 2185606. DIR: Calle 80 No. 10-43, Cons. 104, Bogotá, Colombia.
  2. Traducción del autor. "Why did none of the devout create psychoanalysis? Why did one have to wait for a completely godless Jew?" (carta del 9 de octubre de 1918, citada por Gay, 1987, p. 37).
  3. Si bien desde otro lugar, es cierto que los psicoanalistas no han sido ajenos a esa pasión talmúdica que hace de la lectura rigurosa exégesis (y a veces, aún más desafortunadamente, eiségesis).
  4. La distancia entre el científico y el religioso no es necesaria y el reciente libro de Collins (2006), gran artífice del proyecto del genoma humano, explica hasta qué punto pueden coexistir los presupuestos religiosos y los descubrimientos científicos. El autor en su libro The Language of God destaca el ateísmo freudiano, de quien acierta cuando dice que consideraba la religión como "wishful thinking". Pero allí no se detiene la dimensión de este ateísmo, que consigue su extensión de la mano de Lacan, como aquí se plantea.
  5. Es necesario remitirse a Lacan (1964) para observar las cercanías y distancias del psicoanalista en relación a esta fórmula nietzscheana.
  6. En este punto se equivoca Sorenson (2004) al considerar que el ser ateo vicia la escucha del paciente religioso. ¿No será más bien al contrario?
 
 
 
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