Un texto en el que su autora se propone analizar de un modo riguroso el nuevo orden simbólico que rige en este Siglo XXI, realizando una precisión exhaustiva de los "rasgos" que caracterizan a este mundo hipermoderno. Imperativos de goce que arrojan a los sujetos a un "más" que va tomando diversos sentidos: más consumo, más novedad, más rapidez, más temor; en consonancia con los ideales de no renuncia, de mayor hedonismo, mayor eficacia, mayor control, mayor vigilancia. Indaga las consecuencias en la subjetividad contemporánea de estos imperativos hipermodernos, para interrogar desde allí cuál es la apuesta ética del psicoanálisis en relación a los efectos de aplastamiento del deseo y de la singularidad.
Recorrido histórico-social
Está claro: desde hace tiempo, mucho tiempo (precisamente desde la Civilización Agrícola), el ritmo de la naturaleza ya no comanda nuestras vidas. Tampoco las grandes estructuras socializadoras de la Modernidad. Con la llegada de la Posmodernidad los valores fluctúan, las referencias desaparecen, las grandes ideologías pierden peso, se diluyen las normas impuestas, los proyectos históricos ya no movilizan, el campo social se transforma en la prolongación de la esfera privada.
Ha llegado la hora del vacío. Nos encontramos en la era Posmoderna con un sujeto cool, individualista, amante del placer y de las libertades.
Este pasaje de la Modernidad a lo posmoderno podría titularse: "Del reinado de las Instituciones y las grandes ideologías, a la era de la Promoción del hedonismo individual".
Sin embargo en estos últimos años, nuevos cambios se han generado. Lipovetsky diferencia la Posmodernidad de la actual Hipermodernidad caracterizada por la fluidez, (por lo Líquido como diría Zygmunt Bauman), el movimiento, la flexibilidad permanente, el consumo como promesa de un presente eufórico y la diversión como fin único y último, el "no renunciar a nada". El tiempo se vive en una lógica de la urgencia. Se trata de una época caracterizada por lo híper: hiperconsumo, hipernarcisismo, hipercognitivismo (todo debe ser recordado), hipervigilancia.
Con un sujeto que se tiene por maduro, responsable, organizado y eficaz.
Algunas características hipermodernas:
"Deme lo nuevo"
Lipovetsky nombra como principio-moda de esta época a "todo lo nuevo es bello". Esta pasión cotidiana y general impone el éxtasis de la novedad perpetua, de la instantaneidad e inmediatez, la comodidad y el ocio. Ya no se encuentra placer ni necesidad en la espera: es la cultura de la urgencia donde se hace necesario que siempre algo nuevo, más nuevo aparezca, nos entretenga, nos conforme, nos sorprenda.
Miller califica de superyoica la tensión que acompaña el deseo de lo nuevo: "Du Nouveau no designa nada, ningún objeto en particular que sería nuevo sino la dimensión misma de lo nuevo como una dimensión del ser" .
Y que lo nuevo sea nuevo cada vez menos tiempo, tan necesario para nuestro goce actual, no es otra cosa, dice, que la forma contemporánea de la pulsión de muerte. En realidad, eso nuevo que se muestra y se expone como tal, es un falso nuevo, en el sentido de que la aparición de lo nuevo ya está prevista, lo nuevo está programado de antemano. Cuando un producto, un gadget aparece en escena, ya hay en espera otros "más nuevos", productos y modelos que, por una cuestión propia del mercado, deben esperar para ser lanzados. Estamos entonces instalados en un automatismo de lo nuevo, el cual, atrapado en el automaton, carece de sorpresa.
Y nuestra propia novedad en este estado del malestar en la cultura ya está mortificada cuando aparece y es mortífera, en tanto comporta un más que se vuelve insaciable.
"Flash Gordon"
El avance de Internet en todas sus formas (facebook, twitter, diarios online, blogs) ha posibilitado que la información se de en tiempo real, creando una sensación de simultaneidad e inmediatez que devaluó las formas de la espera y la lentitud. Del mismo modo, el crecimiento del mercado sobre el poder estatal dejó de lado los proyectos a largo plazo en beneficio de las acciones a corto plazo.
Nos encontramos en un mundo donde la velocidad es tomada como único objetivo, sin más finalidad que lo rápido por lo rápido, donde el transcurrir mismo de las cosas es abortado anticipadamente. Velocidad que excluye el descanso, la reflexión, la paciencia (uno es paciente en pos de un porvenir). Velocidad que opera como negación de la muerte, de hecho al que duela se lo empuja a salir, divertirse, que el tiempo pase, que no se de cuenta de la falta del otro, de ese otro que ya no está. En fin, velocidad como rechazo de la castración.
"Quiero cada vez más"
Otra característica de la hipermodernidad es que se basa en una lógica consumista: El funcionamiento del mundo liberal eficaz y racional, comanda una dinámica de poder que se alimenta de sí misma, sin más finalidad que su propio desarrollo. Es el consumo por el consumo, el imperio sobre las personas y las cosas. Éxito y técnica aparecen como palabras privilegiadas.
El consumo se pretende masivo. La lógica es la siguiente: si a los individuos se los reduce a meros consumidores, se propicia la homogeneidad social, un "goce para todos". Pero esto no es así: en el mundo hipermoderno nos encontramos por un lado con barrios privados en aumento y por el otro villas miserias que se agigantan con sectores sociales directamente excluidos del sistema.
"La marca del exceso"
Cada elemento, cada retazo, cada detalle tiene un aspecto en cierto modo exagerado. Todo se lee y se vende con un plus. Profusión de mercancías, podríamos decir. Es que hay mucho, demasiado de cada cosa: los supermercados devienen hipermercados, grandes superficies cada vez más gigantescas que ofrecen múltiples mercancías, variedad de marcas y servicios. La farmacia dejó de vender sólo medicamentos y amplió su oferta con productos de perfumería, ferretería, golosinas, librería, etc.
En esta sobresaturación de la oferta, el producto que se ofrece posee esta característica de la desmesura. Algunas veces nos encontramos que comprar un producto, uno solo, no es posible: el combo exige que te lleves varios adminículos que vienen incluidos en la oferta.
"Temor y temblor"
Lipovetsky propone otro cambio en este pasaje de la posmodernidad a la hiper. Si la posmodernidad vende un goce infinito, en la hipermodernidad este significante es reemplazado por el riesgo y la incertidumbre. Ya no se trata de un "gozá sin límites" sino un "gozá y temblá toda la vida".
El terror se apropió de nosotros. Todo es, en principio, objeto pausible de temer. Las nimiedades de la vida cotidiana, el cuerpo deteriorado por el paso del tiempo con sus dolores y enfermedades, el terrorismo, las catástrofes naturales, la pérdida del empleo efecto de las políticas neoliberales. La contaminación urbana. El entorno social se antoja agresivo. Todo inquieta y asusta. Nuevas formas (y no tan nuevas) del síntoma: bulimia, anorexia, depresión, ataque de pánico, hikikomoris (adolescentes que viven a través de Internet), etc.
Nos encontramos entonces por un lado, con un mandato a gozar sin límite donde el a, como dice Miller, aparece en un lugar dominante y se le impone al sujeto sin brújula invitándolo a atravesar sus inhibiciones. Pero, al mismo tiempo, esta libertad total es contemporánea de cámaras de seguridad que todo lo controlan. Los sujetos son impulsados a convertirse en "tomadores de decisiones responsables y prudentes", pero esta responsabilidad y cautela no se debe a una ideología puritana sino que queda enmarcada en un fin mercantilista: maximizar los placeres y disfrutar de la existencia. ¿Cómo? Consumiendo, divirtiéndonos (pero con responsabilidad para poder de esta manera seguir consumiendo).
Paradojas de la hipermodernidad: Los individuos hipermodernos son a la vez más críticos y más influenciables, más escépticos y menos profundos, más adultos y más inestables.
Este mundo hipermoderno vende la posibilidad real de comprarfelicidad, de gozar sin resto, pero nos encontramos (o nos golpeamos) con síntomas que claramente exceden las reglas del mercado de la satisfacción y las llevan a límites insoportables.
Entre tanto aparataje hipermoderno poco lugar queda para las grandes Ideologías Modernas. El Otro ha quedado desde hace tiempo un poco perdido, un tanto debilitado, pero esto no implica que hoy debamos entregarnos a una época nihilista ni escéptica: Gianni Vattimo se refiere al "Pensamiento débil" como el pensamiento donde cada aspecto de la realidad en su diversidad goza de igual dignidad y legitimidad, por lo que no hay una sola verdad, sino una pluralidad de verdades que gozan de los mismos derechos. Entonces, el aspecto auténtico de la realidad es la ausencia de toda jerarquía cualitativa entre las múltiples manifestaciones de la existencia. No hay principio que sea más auténtico que otro. Este "Pensamiento débil" creo que se lleva muy bien con la época actual (Miller habla de relativismo).
Ahora bien, el sostener una "pluralidad de verdades con el mismo derecho" lleva algunas consecuencias a tener en cuenta. Por ejemplo, de la mano de la ciencia habilitaría a pensar que "todo lo que es técnicamente factible, se vuelva moralmente admisible" o al menos con el derecho a ponerlo en práctica, ya que si una verdad cualquiera tiene el mismo peso que otra: ¿qué me impide a mí científico, en nombre de mi verdad, avanzar con mi proyecto y llevarlo a la práctica?
Quedamos sumergidos así en un complejo mundo a merced de acciones que se realizan en nombre del derecho y la verdad, sin preguntarse por la ética de dicha acción (por ejemplo anticiparle a un paciente que en quince años tendrá Alzheimer o intentar mantener las funciones fisiológicas de una persona con deterioro neurológico grave e irreversible con abolición de la conciencia de manera indefinida).
En este punto, creo, más que en cualquier otro, debe el psicoanálisis jugar su partida: ¿qué hacemos con estos síntomas sociales nosotros analistas?
Es necesario, como dice Giorgio Agamben, ser contemporáneo, esto es, no coincidir a la perfección con este tiempo ni adecuarse a sus pretensiones. "El contemporáneo es, en este sentido, inactual; pero justamente por esto, a partir de ese alejamiento y ese anacronismo, es más capaz que los otros de percibir y aferrar su tiempo". Es exaltar el espíritu crítico hasta el límite de las posibilidades y hacer algo con eso.
Entonces, retomando la pregunta por la responsabilidad de nosotros analistas frente a estos síntomas sociales, tomo las palabras de Javier Aramburu: "Es necesario que podamos reconocer, distinguir en las nuevas formas de subjetividad (…) la sólida neurosis". "El malestar social no es aún síntoma analítico; es necesario que estos síntomas devengan una pregunta para el sujeto, y abran el camino del querer saber. (…). Es necesario que la demanda encuentre el deseo de saber del analista. Para eso es necesario estar dispuestos efectivamente al encuentro." |