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Consecuencias
 
Edición N° 8
 
Abril 2012 | #8 | Índice
 
Penélope: de la clínica a lo singular
Por Andrea Cucagna
 

La autora relata dos viñetas clínicas: la primera se refiere a fragmentos de su propio recorrido analítico en curso y la segunda, sobre la dirección de la cura de una joven que logró dar respuesta subjetiva, cuando un cataclismo de lo simbólico desestabilizó su mundo.

De esta manera se orienta y nos orienta por la referencia que menciona al comienzo del texto: retornar a lo singular, hablar de los propios casos, de sí mismo como un caso. Volver pragmático el saber que se desprende de la enseñanza de Lacan, pero sin dejar en el camino el saber hacer de los casos.

 

Andrea Cucagna"Entonces escribir es la manera de quien tiene la palabra como una carnada: la palabra pescando lo que no es palabra. Cuando esa no-palabra muerde la carnada alguna cosa se escribe." Clarice Lispector[*]

Leí en el Caldero número 15 un trabajo de J.-A. Miller[1] en el que presentando el tema de las Jornadas de la ECF 2009, enfatizaba la pregunta "¿cómo se deviene analista en el siglo XXI?", señalando con el "se" deviene, el modo en que cada practicante podría devenir analista en los inicios del Siglo XXI .

Consideraba la presentación de casos de pacientes en las Jornadas y proponía un retorno a lo singular, invitando a hablar de los propios casos, de sí mismo como un caso.

Señalaba el esfuerzo de las Secciones Clínicas por volver pragmático el saber que se desprende de la enseñanza de Lacan, pero sin dejar en el camino el saber hacer de los casos. Llevar a cero, olvidar la experiencia acumulada, para que sea posible recibir en el discurso analítico, al sujeto en su condición de único.

Orientada por esta referencia, paso a relatar dos viñetas clínicas: la primera con fragmentos producidos en mi recorrido analítico en curso; la segunda, sobre la dirección de la cura de una joven que logró dar respuesta subjetiva, cuando un cataclismo de lo simbólico desestabilizó su mundo.

Los efectos de enseñanza que el trabajo con esta joven me produjo, me llevaron a escribir además otro texto que publicaré en un libro cuyo tema es "Sueño y final de análisis".

El hundimiento de la tragedia

La historia del hundimiento del Titanic había tenido para mí una inalterable atracción. Ni que hablar en la versión de Di Caprio: una versión del amor trágico y mortífero.

Cuando comencé la escuela primaria el majestuoso y "titánico" colegio al que concurría, dividió sus aguas. Separados por las dos alas del edificio la escuela mixta se dividió en escuela de varones y escuela de mujeres.

En esa división de aguas, la niña quedó de un lado de la escuela y un compañerito, del otro. Entonces experimentó por primera vez la añoranza y la alegría de encontrar un sentido a una canción que había escuchado tararear: un hombre y una mujer enamorados, morirían.

Todas las historias la llevaban a la soledad como destino: los amores eran trágicos. Más tarde le comentarían una película en la que la protagonista se enamora de un nazi y debe elegir entre sus ideales y el amor.

Al llegar a la adolescencia escucha la lectura de una poesía de Kostantin Simonoff "Espérame", en la que Penélope espera a Ulises suspendida en un tiempo eternizado. El encuentro amoroso comenzaba a configurarse como imposible o mortífero.

La joven comenzaba a dar como primera respuesta sintomática un ahogo cuando caminaba con su abuelo y pensó en no decírselo para no perturbarlo. Entonces: "solita incluso con otro".

Sueña al comienzo del análisis: un desfiladero se bifurca, una mujer queda de un lado y mira del otro lado del abismo a un grupo de hombres y mujeres que hablan.

Luego de un arduo trabajo analítico quedaba por soltar ese goce de la soledad al lado del otro.

Sueña entonces que un hombre le dice "tranquila", la voz que ese hombre encarnaba, esa voz liberada del Otro, interrumpía la producción incesante del cuento de terror.

El terror para el sujeto había sido "ser dejada en banda", traducido al sin límites de lo femenino.

La lectura del Seminario Donc[2], con el apartado "Ser dejado en banda", respecto al caso Juanito, acompañaba una nueva relación del sujeto al saber.

Si los sueños habían sido el producto de giro de goce al inconsciente, ahora el pasaje era de los sueños a saber buscar la pacificación de ese "en banda" cada vez que se presentaba.

Sueños y poemas

Siguiendo la enseñanza de Lacan considero que el sujeto en la neurosis es poema, y sólo a condición de la salida de la indeterminación subjetiva se transforma en poeta.

Al llegar a la pubertad escuché la lectura del poema de Simonoff "Espérame", el poema me pareció una carta de amor escrita por Ulises a Penélope.

"espérame y volveré
Espera, espera
Aunque las lluvias amarillas
Infundan tristeza, espera…"[3]

El poema sellaba una versión del amor: una mujer detenida en un tiempo eternizado.

Años más tarde, otra versión de Penélope me arrancaba de ese tiempo eterno de la espera. Dando una clase decidí nombrar Penélope a la joven que me habían derivado por cefaleas y parálisis motrices.

Leí entonces el poema de Simonoff y una alumna dijo "- ¿qué manera de salir de la espera a partir del deseo?" Era posible entonces, la dimensión no angustiosa de la espera a partir del deseo.

Cómo no articular con dicha dimensión de la espera, la referencia a la duración que hace Miller en el Seminario Los Usos del Lapso, es decir que la duración introduce la espera de que hace falta tiempo para ciertas cosas.[4]

Penélope: un circuito para la mirada

Recibí a Penélope derivada por un neurólogo. Le preocupaban las cefaleas, las convulsiones, la parálisis de miembros superiores e incluso, una parálisis facial. Me decidí a bautizarla Penélope, porque aún en los peores momentos de su descompensación conservó en su modo de presentación un semblante nostálgico, a la espera -en sus dichos- de la mirada del padre que la diferenciara de los otros. Decía "me ve como cualquiera".

Entonces, como Penélope, en una espera eternizada del amor al padre y sus sustitutos.

En las primeras entrevistas logra dar forma a ese sufrimiento: descubre que su padre la "mira como a cualquiera" y es indiferente al esfuerzo que ella hace para estudiar. Menciona que tiene una hermana que el padre nunca quiso reconocer, como modo de argumentar hasta dónde llega su sufrimiento.

Hablaba de los mitos que leía, entre ellos la historia de Pandora que en su versión se había enamorado del novio de su hermana. Me pregunté si estaba intentando hacer una trama ficcional respecto de esa hermana no reconocida por el padre.

El intento de entramado no resultó suficiente para detener el cataclismo, ya que de modo abrupto, manifestó tenerle miedo a las ideas, que iban muy rápido y escuchar voces que la injuriaban.

Le propuse que consultara con una psiquiatra y aceptó manifestándome que quería que la internemos. Luego de una internación breve, retoma las entrevistas. Está aún bajo los efectos de la descompensación pero manifiesta querer concurrir a las entrevistas.

Más tarde volveríamos a leer, primero cuentos infantiles, y luego poesía y mitología, cuando le perdió el miedo a las ideas. ¿Qué le permitió atravesar esa tormenta de la descompensación?

Ella llegó a decir en esas entrevistas previas a la crisis, que siempre se sintió diferente a los demás, y que sólo quería estudiar. Por tanto, en su reclamo hacia el padre respecto de esa hija no reconocida que el padre no quería ver, configura su no-lugar en el Otro.

Sabemos que en la psicosis, no hay ventana del fantasma. En el caso de Penélope, la frase "me miraba como a cualquiera" puede orientarnos respecto del no recorte del objeto que retorna en un fenómeno elemental. Al comenzar a tratarse con un joven psiquiatra dice "se me dan vuelta los ojos".

A medida que mejoraba luego del brote, recuperando el control de los esfínteres, despegándose del cuerpo a cuerpo con la madre, aceptando estar con pares, aparece ese extraño síntoma.

Dice "se me dan vuelta los ojos cuando camino". Este síntoma da lugar a una interconsulta por parte de la neuróloga con un oftalmólogo y el resultado es que no encuentran huellas del fenómeno registrables.

Tomo nota del resultado: qué estatuto tiene esa frase y sospecho que se trata de una falta de funcionamiento metafórico. Sus dichos me lo confirman.

Freud reflexiona en "Lo inconsciente"[5] sobre una paciente del Dr. Tausk que luego de haber regañado a su novio, dice: "los ojos no están bien, están torcidos". Diciendo de él que es un "ojo torcido". Considera esta frase como esquizofrénica con contenido hipocondríaco, conteniendo lenguaje de órgano.

Podemos suponer que Penélope no puede dar vuelta, esquivar, interponer un velo a la mirada y dice de su fenómeno elemental. Se le dan vuelta los ojos, ya que ella no dispone de una distancia mediatizada por la pantalla del fantasma para atemperar la mirada.

Para concluir

Penélope ha recuperado el gusto por la lectura, diría por la sonoridad de las palabras: leemos sin comprender mitología, cuentos. La sonoridad de las palabras ya no la precipita a una metonimia sin fin. No ha vuelto a mencionar las voces que escuchaba.

 
Notas

* Lispector, C. Felicidad Clandestina y otros relatos. Ed. Libresa. Quito, 2005. pág. 20.

  1. Miller, J.-A. Cómo se deviene analista en el siglo XXI . El Caldero Nº 15. Bs.As. 2011. pág. 2-7.
  2. Miller, J.-A. Donc: La lógica de la cura. Ed. Paidós. Bs. As. 2011. pág. 169.
  3. Simonoff, Konstantin. Espérame. Referencia: Wikipedia.
  4. Miller, J.-A. Los Usos del Lapso. Ed. Paidós. Bs. As. 2004. pág. 276.
  5. Freud, S. Lo Inconsciente. Obras Completas, Vol. II. Editorial Biblioteca Nueva, Madrid. Tercera Edición.
 
 
 
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