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Consecuencias
 
Edición N° 9
 
Noviembre 2012 | #9 | Índice
 
El mito de un saber en lo real
Por Mauricio Beltrán
 

Se trata de un último velo a levantar, según lo expresado por Jacques Alan Miller en el último Congreso de la AMP, la de un saber en lo real que suponga una regularidad que el discurso científico permitiría prever.

Y es que la ciencia, o el discurso cientificista que considera que los métodos científicos deberían extenderse a todos los dominios de la vida, parece haber ido dotándose de una especie de inmunidad que la exime de dar cuenta de alguno de sus atropellos más altisonantes, siempre con la promesa de que lo mejor estar por venir.

Que el progreso de la ciencia llegase a cuestionar la estructura misma de la base social es una advertencia que Jacques Lacan pone de manifiesto ya en el año 1967, en un texto presentado a modo de clausura a las jornadas sobre psicosis infantiles organizadas por Maud Mannoni.

Una poderosa anticipación que Miller retoma en la presentación del tema del IX Congreso de la AMP, el pasado abril, en términos de la alianza que el discurso de la ciencia mantiene con el discurso capitalista y sobre la que se asienta el resquebrajamiento de la estructura tradicional de la experiencia humana.

Que a su vez, los efectos de este cuestionamiento se inscriban en el marco de una segregación sin precedentes, segregación de los hombres, pero también segregación de los cuerpos, ¡de las partes del cuerpo! –con la promoción de técnicas de imagen funcional y estudios genéticos que permitirían elucidar los determinantes de la conducta humana– es una problemática con la que ya se está topando la época en la que el desorden en lo real es ley.

Paradoja sin duda, que el desorden sea ley y que el llamado al orden venga por la vía imaginaria que reparte estándares homogenizantes a medida de los usuarios.

Paradoja inscripta en la época en donde el objeto a ha ascendido al cenit de la civilización y donde el saber se ubica en el lugar de la verdad esforzándose por mentir.

En el mencionado discurso de clausura, Lacan pone en paralelo la ignorancia que el sujeto de la ciencia mantiene respecto al cuerpo con la posibilidad de que este –en forma de trozos, en forma de partes– sea dividido para el intercambio.

No hubo que esperar demasiado para constatar que sobre una tal ignorancia que pone a los órganos en circulación, se ha cimentado una transformación radical, que ya conoce de adeptos de los más destacados: la mutación del saber en creencia, que erige a la reina ciencia en el trono abandonado por la religión.

Y es que si no hay ciencia de lo real, como plantea Miller, leyendo a Lacan, solo queda la ciencia de los semblantes y su esfuerzo obstinado, a partir de un aparato propagandístico y de divulgación, por confundir sus semblantes con lo real.

Esta obstinación se proyecta en el horizonte de un porvenir siempre auspicioso. Un por–no–venir, o un porno–venir donde se hace explícita la relación sexual que el discurso de la ciencia mantiene con el discurso capitalista a plena luz del día.

Un nuevo autoritarismo

Es la idea trabajada por Javier Peteiro Cartelle, a lo largo de su libro, cuyo sugerente título "El autoritarismo científico" nos invita a la reflexión.

Autoritarismo sostenido por estrategias de mercado que recomiendan y orientan decisiones.

Y es que la ciencia ya no pide permiso y ha trastocado su lugar servil y secundario frente al poder, por un lugar de privilegio que viene invirtiendo los roles.

En este sentido, el autor esgrime con conocimiento de causa, los argumentos más sólidos sobre los que se erige la alianza entre aquellos discursos, poniéndonos sobre aviso de las estrategias que entretejen para estar a la altura de las angustias de los desbrujulados de la época.

Patentamiento de genes, estrategias de mercado "me too", medicalización de los factores de riesgo, prácticas de "Ghostwritten", son solo algunas constataciones de esta alianza. Cada una resulta una referencia fundamental para levantar ese último velo sobre un saber en lo real.

Prever es creer que existe el buen horizonte, que "eso marcha" hacia un futuro promisorio, que estamos "condenados al éxito" según equívoco de un paciente... o no tan equívoco.

El capítulo "Ciencia y mercado" establece una diferencia entre descubrimiento e invención, diferencia que se ha ido estrechando con el pasar de los años, según aclara el autor.

La posibilidad de patentar inventos siempre existió, no así la de patentar descubrimientos, considerado tradicionalmente como algo altruista que pasaba a ser patrimonio de la humanidad y, en todo caso, merecía del prestigio y el reconocimiento de su descubridor.

Pero eso está cambiando radicalmente en el campo de la biología donde la diferencia entre descubrimiento e invención se ha difuminado abriendo la puerta al patentamiento de lo vivo.

En este sentido, las técnicas de ADN recombinante hicieron el mayor aporte para el desarrollo de un mercado que empujó a las primeras patentes de organismos vivos. Justificadas desde la perspectiva de que lo modificado por el hombre es patrimonio del... laboratorio, la ingeniería genética viene patentando genes ampliando la visión comercial del asunto.

La exclusividad que otorga una patente, según Peteiro, impide en la práctica explorar nuevas vías para la consecución u obtención de tratamientos más baratos.

La suposición de un saber en lo real que permitiría prever una regularidad ha sentado las bases para que el discurso científico pueda ir aun más allá, patentando también lo desconocido. Es el caso del patentamiento de secuencias de ARN que se cree pueden estar involucradas en el desarrollo de diferentes enfermedades. La cuestión de fondo no es más que la de cubrir el mercado de genes, anticipándose a otros investigadores para procurarse la exclusividad, tanto epistémica como económica.

El autor también nos pone en conocimiento sobre una estrategia más, esta vez en el terreno de la industria farmacéutica.

Existiendo un mercado real de medicamentos cuyos efectos sobre diferentes dolencias han sido sustancialmente comprobados, y existiendo un mercado potencial que requiere de la investigación e inversión para el desarrollo de nuevos agentes contra enfermedades cuyos tratamientos aun no resultan eficaces, la industria farmacéutica viene optando por dos estrategias. O bien ampliar el mercado real, desarrollando medicamentos similares a los ya existentes, estrategia conocida como "me too" (yo también) o bien, medicalizando los factores de riesgo, convirtiendo a los sanos en potenciales enfermos.

"Existe ansia de felicidad", explica Peteiro, "La proliferación de libros de autoayuda, los anuncios publicitarios de la televisión, las revistas del corazón y hasta el propio concepto de salud de la OMS nos muestran la felicidad como un derecho e incluso como una obligación, hasta el punto de confundir la falta de felicidad con una enfermedad".[1]

A renglón siguiente, el autor, pone por caso el anuncio realizado por una compañía farmacéutica de que más de un millón de australianos sufre de un desorden psiquiátrico diagnosticado como fobia social, susceptible de ser tratado farmacológicamente.

Un último exceso, del que Peteiro también da cuenta en su libro, lo constituyen las temerarias prácticas del "ghostwritten", consistentes en pagar a un investigador reconocido para que firme y otorgue su autoría a una investigación de la que no formó parte y de la que posiblemente tampoco está en conocimiento. En la actualidad, un 75% de los trabajos publicados en prestigiosas revistas científicas estarían asociados con esta práctica.

La contingencia retorna desde lo real

Es sugerente el lugar privilegiado que Peteiro otorga a la contingencia en la construcción del discurso científico.

Tanto los descubrimientos e invenciones como la persistencia en los errores responden a causas que trascienden al investigador mismo. Cada quien está atravesado por una historia individual que lo lanza a un trabajo particularizado en el que la contingencia cumple un rol fundamental.

Ahora bien, el empuje para que las investigaciones obtengan recursos económicos y financieros depende cada vez con mayor insistencia de la delimitación de objetivos específicos y preguntas que ya avizoren una respuesta anticipada. Cada vez cuesta más invertir en algo incierto, dejarse llevar por un pálpito o una idea descabellada.

Básicamente, porque el terreno de las investigaciones a borrado a la persona del científico y recae sobre verdaderas corporaciones en donde las diferencias se borran en beneficio de un líder. El tema que el líder ya no tiene cabeza pero la masa no se disgrega y "eso marcha".

Esta idea corresponde, según Peteiro con el enfoque ingenuo de que la ciencia sería perfectamente planificable, una vez más a partir de la creencia de un saber en lo real que dictaría su propia ley.

Esta fe racionalista no permite ver que la ciencia nunca accederá a la omnisciencia ya que el hombre, a pesar suyo, sigue actuando por motivos que le son inconscientes.

A lo sumo, se podrá obtener una elucubración sobre lo real que es muy diferente a descubrir un saber en lo real, paralela a la idea de dominio. Una elucubración sobre lo real, más del lado de la invención, que no dejará de ser eso, sólo elucubración. Un modo en que cada quien falla a su manera, de forma singular y responsable, lejos de los dictámenes del autoritarismo científico y de los modos de distribución de goce que la sociedad impone de manera apremiante.

Eso, en el mejor de los casos, en el peor ya nos dirán.

 
Bibliografía
  • Bassols i Puig, M., Tu yo no es tuyo. Lo real del psicoanálisis en la ciencia. Ed. Tres Haches, 2011.
  • Lacan, J. "Alocución sobre las psicosis en el niño", en Otros Escritos. Ed. Paidós, 2012.
  • Laurent, E., El sentimiento delirante de la vida, Colección Diva, 2011.
  • Miller, J–A, "Lo real en el siglo XXI", en El orden simbólico en el siglo XXI no es más lo que era, ¿Qué consecuencias para la cura?, Ed. Grama, 2012.
  • Miller, J–A, "Una fantasía", en Punto Cenit. Política, religión y psicoanálisis, Colección Diva, 2012.
  • Peteiro Cartelle, J., El autoritarismo científico, Miguel Gómez Ediciones, 2010.
 
Notas
  1. Peteiro Cartelle, J., El autoritarismo científico. Miguel Gómez Ediciones, 2010, p. 101.
 
 
 
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