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Consecuencias
 
Edición N° 9
 
Noviembre 2012 | #9 | Índice
 
La transparencia del sujeto por efecto del ojo absoluto
Por Mercedes Sánchez Sarmiento y Valeria Lamota
 

El presente trabajo está enmarcado en la investigación de Violencia en las Escuelas que venimos realizando desde el año 2009, con la coordinación de Mario Goldenberg.

Tomaremos como rasgo de análisis las consecuencias en el sujeto a partir de la lectura del libro de Gerard Wajcman "El ojo absoluto"[1]

Según el autor, hemos entrado en tiempos de la hipermodernidad, que él mismo define como la Civilización de la Mirada. El pasaje de la sociedad anterior a la actual está centrado en torno a la mirada que se muestra. La sociedad anterior, que el autor califica de freudiana, estaba signada por el lugar que se le daba a la intimidad, bordeada por lo oculto y el silencio. Hoy, todo se muestra y todo se ve. Los bordes dados por lo oculto y el silencio desaparecen. La subjetividad contemporánea se caracteriza por la invasión de la mirada del amo y la exhibición generalizada de los sujetos. Esta mutación cambia la relación del sujeto con el mundo, con su cuerpo, y con su ser.

La extensión del ámbito de la mirada sigue al avance del discurso de la ciencia: que podamos ver todo. Para el autor, "ver ya no es exactamente ejercicio de un sentido, ni un ansia, ni un conocimiento, ni un goce: es un derecho que pretendemos ejercerlo, y que todo se someta a él"[2]. Hay una exigencia de visibilidad que se hace ley.

El imperativo de ver todo y la suposición de que todo es visible, de que la verdad debe necesariamente revelarse, corresponde al discurso actual. La imagen pasa a ser la verdad. La lógica es que si todo lo visible es real, entonces lo que no se ve no es real.

Toda imagen esconde un ojo[3]. Las pantallas vienen ahora con una cámara integrada, casi invisible. La tecnología posibilita que estas cámaras puedan activarse en cualquier momento, incluso si los aparatos están apagados. Allí donde hay una imagen para ver, tiene que haber un ojo que mira.

Según el autor la consecuencia que radica al insertar un ojo en la pantalla, "hace desaparecer el corte que juzgábamos constitutivo del orden de lo visible, corte entre ver y ser visto, entre sujeto y objeto. Dicho esto, la verdadera revolución está en que la tecnología pone al descubierto, con toda inocencia, la mirada que se hallaba detrás de la imagen, detrás de la pantalla de la imagen. Es decir, revela que la imagen, que deja ver, era una pantalla"[4]. La respuesta a esto es la transparencia del sujeto. Con el término de transparencia definimos la exhibición de lo íntimo, a partir del borramiento de los límites que separan lo privado de lo público, que se logra por un modo particular de estructuración del sujeto en la época actual, a partir de la voluntad exhibicionista y de la operación del ojo absoluto en el amo.

G. Wajcman toma como ejemplos paradigmáticos de la transparencia del sujeto a los nuevos aparatos de resonancia magnética y la videovigilancia, entre otros. Analizaremos también lo que sucede en los reality shows como nuevos fenómenos en los que el ojo absoluto se pone de manifiesto.

Los reality shows muestran la exhibición del sujeto y la invasión de la mirada del amo. El valor de la verdad es un programa peruano, en el que hay un entrevistado que elige participar, y tiene que responder a una serie de preguntas sobre su vida privada. La veracidad de las respuestas se garantiza con un detector de mentiras. En tanto se responde con lo que se califica como verdad, se gana una determinada cantidad de dinero. La respuesta a las siguientes preguntas incrementa el dinero que gana el concursante. Junto a estas preguntas, cuyas respuestas ponen en evidencia con la intimidad del sujeto, hay una investigación realizada por la producción, sobre la vida privada de quien concursa, y que se exhibe durante el programa.

Se presenta al concurso una mujer de 20 años acompañada por sus padres y su novio. Las primeras preguntas llevan a que la concursante confiese que no trabaja en un call center, tal como lo entendía su familia, sino que baila en un club nocturno. Siguen las preguntas sobre si está con su novio hasta que encuentre uno mejor y con más dinero, si siente vergüenza de sus padres, si lo que más valora de un hombre es el dinero que tiene, si ha tenido relaciones sexuales con mujeres, etc. La posibilidad de responder es mediante la afirmación o negación de la veracidad de las preguntas, como si se tratara de una verdad absoluta sin matices por explicaciones o circunstancias. La vergüenza de los padres, y de quien concursa aumenta en tanto las respuestas son afirmativas. Se incrementa el enojo, decepción y llanto de la madre, mientras que el padre se culpa a sí mismo sobre las malas elecciones de su hija. Nos llama la atención como la concursante sigue aceptando responder a las siguientes preguntas, a pesar de la angustia y vergüenza que manifiesta, del mismo modo que los padres aceptan escuchar las respuestas, en tanto su negación a la escucha forma parte de las reglas del juego.

La transparencia del sujeto también se expone en un aparato de vanguardia llamado NeuroSpin, utilizado para estudios de imágenes resonancia magnética. El mismo es desarrollado en Saclay, París, y se destaca porque será capaz "de registrar la anatomía en sus menores detalles. En particular, abre nuevas posibilidades de investigación en el campo de captación de imágenes cerebrales"[5], con la que creen que se podrá fotografiar el pensamiento, a partir de visualizar lo que llaman las funciones normales: emociones, aprendizajes, memoria, cálculos, y lo que definen como conciencia. De este modo, la ciencia estudia el cerebro en tanto universal. El sujeto en su singularidad no entra en el sistema. "La captación médica de imágenes vuelve al sujeto invisible. (…). Cuando se realiza una resonancia magnética de la cara, la imagen producida es en cierto modo opuesta a la del retrato, en tanto lo que se obtiene es una imagen anónima, despojada de todas las facciones de la persona: una cara sin rostro"[6].

Como desarrolla Wajcman, Lacan eleva la función elemental de la ventana al convertirla en sostén de la "relación estructural del sujeto con el mundo". De un lado se encuentra el sujeto hablante, regido por las leyes del lenguaje, del otro lado la escena del mundo. "La hipermodernidad pone fin a la ordenación del mundo"[7], instalándose una nueva forma de la mirada que es ahora sin marco, fuera de marco, finalmente sin ventana. La supresión de la ventana conlleva la supresión de toda distancia existente entre el que mira y lo mirado. El espacio hipermoderno es el de un sujeto sin lugar.

Nos encontramos frente a una visión sin límites y ver sin límites supone que tampoco los hay entre el sujeto y el mundo, ya no existe entonces diferencia entre ver y ser visto.

Lo que ocupa a esta sociedad no es saber, sino aprender a modificar los comportamientos. Porque a sus ojos, se supone que no somos otra cosa que estos comportamientos mismos.

Se plantea entonces el interrogante acerca del quehacer del psicoanálisis, en un mundo donde lo oculto ya casi no existe, donde la transparencia y lo "todo visto" ocupa un lugar de privilegio y de "lenguaje común".

Hoy, el poder se ejerce a partir de la mirada absoluta. Como dice Wajcman, el mundo se ha vuelto omnividente, enteramente visto, ahora lo visible tiene ojos.

La vigilancia, que en realidad apunta sólo a ciertos individuos, nos afecta a todos, todos somos vistos. O, mejor dicho, somos todos mirados para que algunos sean vistos. Mientras más se mira, menos se ve. La gran transformación de hoy es que se vigila a los inocentes. Los sujetos ya no son sospechosos de haber cometido un crimen, sino que pasan a ser sospechosos de poder llegar a cometerlo. Nos preguntamos, ¿cómo queda ubicado el sujeto respecto del otro cuando la mirada avasalla?

La vigilancia generalizada de la sociedad, conduce a que todos son presuntos culpables. Los límites, que han dejado de ser barreras seguras, son desbastados por una gran muralla de ojos que construye la videovigilancia.

Desde el momento en el que la vigilancia se generaliza, cambia de naturaleza. No se dirige al exterior, sino que se vuelve sobre el interior, haciendo de ésta un territorio extraño. La sociedad queda cuestionada por medio de la videovigilancia, en función de los límites que se tornan borrosos, donde todos somos posibles de ser culpables. Las consecuencias son una sociedad que se defiende de sí misma. El enemigo no está en otra parte, está entre nosotros. Culpable y vigilador sería el sujeto de la civilización mirada.

Lo lógica que subyace, para Wajcman, es que "ser inocente es no tener nada que ocultar; no tener nada que ocultar es aceptar ser visto; por lo tanto, ser inocente es aceptar ser visto"[8]. Si la negativa de ser visto alimenta la sospecha, se le niega a todo sujeto, sea inocente o culpable, el derecho a ocultar. De este modo, el reino de la mirada no se limita a la vigilancia sobre la vida civil de los cuerpos, sino que, con ellos, se llega también a la intimidad de los cuerpos.

Donde el poder carece de autoridad simbólica, la vigilancia se impone como poder en lo real. Por lo tanto, no es que la videovigilancia sea el instrumento de poder: ella es el poder.

Tendremos que trabajar, entonces, en sintomatizar la transparencia, y en develar la lógica que se instaura con esta nueva civilización.

La subjetividad de la época se caracteriza por una nueva forma de lo real a partir del ojo absoluto, por nueva ley que se impone como voluntad de ver todo. Allí, donde todo es visto, el psicoanálisis surge dando la posibilidad al espacio de lo íntimo, como un desafío de maniobrar escapando a la transparencia.

 
Notas
  1. Wajcman, G., El ojo absoluto, Edit. Manantial, Bs. As., 2011.
  2. Ibíd., p. 17.
  3. Tomamos en consideración la diferencia que Lacan establece entre el ojo y la mirada. En una entrevista realizada por Marie-Hélène Brousse a G. Wajcman, el autor especifica que su referencia es al concepto de ojo, y no al de mirada, como había desarrollado en su libro, en función del amplio público al que éste se dirige. La entrevista mencionada se encuentra en la Edición N° 6 de esta revista, bajo el título: "Entrevista a G. Wajcman sobre El ojo absoluto".
  4. Wajcman, Op. Cit., p. 19.
  5. Ibíd., p. 28.
  6. Ibíd., p. 30 y 31.
  7. Ibíd., p. 64.
  8. Ibíd., p. 105.
 
 
 
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