Desde hace unos años, sobre todo finales de los noventa a comienzo del nuevo siglo y milenio, sociólogos, filósofos, intelectuales, etcétera, han constatado una decadencia en los lazos entre los sujetos, y fundamentalmente en los lazos amorosos. Han visto cómo el amor se ha ido transformando en un acuerdo contractual de mercado a consecuencia del capitalismo más salvaje y su anudamiento con la ciencia. El aliado perfecto de este modelo capitalista que afecta nuestras vidas es la psicología evolutiva, que ha tomado al reino animal como modelo y a la genética como el dios que lo explicaría todo.
Ya Freud nos decía que cuando el amor está desvalorizado en una civilización, esto indica que dicha civilización está en decadencia. Y es a esto justamente a los que algunos han empezado a responder; no deben ser casuales los títulos de libros como A favor del amor [1] de Cristina Nehring, Elogio del Amor [2] de Alain Badiou, y supongo que habrá otros que desconozco.
Primero fue el diagnóstico de la enfermedad que podemos condensar en este sintagma "amor líquido"[3] de Zygmunt Bauman, un desarrollo donde se describía los síntomas del enfermo, pero sin ninguna alternativa para su curación. Además aunque Bauman nos parezca interesante, detectamos en él cierta posición nostálgica. No consideramos que estemos en el mejor de los mundos posibles, pero deberíamos hacer un trabajo de responsabilidad para entender como hemos llegado hasta aquí, "Lo que he sido para lo que estoy llegando a ser". Desde luego la historia europea más cercana, en concreto me refiero a la existencia de los campos de exterminio, no nos muestra un pasado digno de añorar.
Iremos rápidamente al punto donde esta cuestión y la idea de un nuevo amor en Lacan son irremediablemente antagónicas. Es la cuestión de la imposibilidad lo que marca una diferencia radical. Para la ciencia y el capitalismo, todo es posible, lo que hoy no sabemos lo sabremos mañana, pero sin embargo, Jacques Lacan ha hecho de lo imposible una brújula indispensable.
Cuando Lacan se plantea un retorno a Freud, no es solamente porque comprueba cómo sus discípulos han tomado un camino que se aleja de la verdad que descubrió, sino que también nos va mostrando, por un lado, la honestidad de Freud con respecto a la verdad que surgía de boca de sus pacientes y, por otro, sus dificultades para sobrepasar ciertos límites, causadas fundamentalmente por sus propias servidumbres con respecto al padre y al fantasma histérico, como ya hemos dicho en anteriores capítulos.
En el último libro de un joven filósofo alemán, Richard David Precht, Amor. Un sentimiento desordenado[4], que se ha convertido en un best-seller, tanto a nivel editorial como televisivo; se constata que cuando quieren hacer una revisión sociológica sobre el amor en la actualidad aparece, por un lado, la confusión entre sexualidad y amor, y por otro, entre amor y matrimonio.
El intento de hacer creer que el amor puede explicarse por la biología surge, en primer término de considerar la sexualidad humana equivalente a la del mundo animal. Los psicólogos evolucionistas, genetistas, rechazan la idea de que el amor corresponda al registro de lo simbólico, y lo consideran como parte de la naturaleza; sin embargo, Lacan hasta llega a preguntarse si nosotros amaríamos si no existiera la palabra amor.
Si en la época de Freud, su descubrimiento de la sexualidad infantil, y de la etiología sexual de las neurosis, y sobre todo con respecto a las mujeres, fue verdaderamente subversivo, esto tomó una deriva problemática. Una de ellas, la idea de que la represión era evitable, y entonces el psicoanálisis sería algo liberador, y otra, una creencia en una normalización y complementariedad en el ámbito sexual por la vía de una madurez genital, manteniendo de alguna manera los ideales burgueses de la época.
Lacan va mostrando la contradicción de Freud, entre su ideal de armonía sexual y casi matrimonial, con sus hallazgos clínicos de una falta de armonía ineludible entre hombre y mujer. En una época restrictiva como la victoriana, Freud pone en primer plano la sexualidad, mostrando el malestar que ella provoca pero creyendo que esto tiene cura.
Nos podemos preguntar, entonces, qué sería lo distinto en esta época, ¿por qué se considera que el amor está en peligro? ¿Por qué está dada la voz de alarma? ¿Por qué no resignarnos a llevarlo al terreno del contrato pactado, según los últimos descubrimientos "pseudo científicos", e incluso aceptar tranquilamente que nos dicten las posibles compatibilidades según nuestra carga genética?
El tratamiento mediático de los encuentros sexuales, en una clara promoción de la lógica fálica, se acompaña de la fabricación y consumo de los productos que nos prometan nuevas experiencias sexuales de goce. Mientras esta oferta aumenta, los sujetos van experimentando cada vez más la decadencia de la intensidad en sus encuentros íntimos con el otro. La técnica ha reemplazado a la poesía y ello va en detrimento de la potencia del encuentro.
¿De que encuentro se trata, en el cuerpo a cuerpo? De un encuentro con la alteridad, con lo enigmático, con lo hetero por excelencia de lo femenino, que afecta tanto al hombre como a la mujer.
La palabra toca el cuerpo, lo hace vibrar, las palabras son el trampolín para llegar a ese acontecimiento en el cuerpo, que ningún dildo, consolador…o técnica podrá sustituir. Cada vez más se promueve el sexo en solitario o más bien acompañado de la máquina, para hacer creer al sujeto en su autoestima, autosuficiencia, autismo de goce… se le aleja de la experiencia de lo imposible que se da en el encuentro con el otro.
Es muy interesante comprobar cómo se promueve el instante de ver y la respuesta apresurada que llega a una falsa conclusión, mientras que se desprecian dos momentos fundamentales que hacen al amor: la contingencia, el azar, momento en el que parece posible lo imposible; y el intento de "no cesar de escribirlo"…de eternizarlo…que hacen de esta contingencia un destino.
El determinismo biológico pretende por una parte aportar seguridad en los encuentros y a la vez ponerles fecha de caducidad, pues el capitalismo necesita consumidores, una promoción de la novedad que nos aleja de lo verdaderamente nuevo.
¿Cómo interpretó Lacan la versión edípica del amor que Freud inventó? Lo consideró un mito… que además nos lleva a un amor sostenido en la repetición.
Esto conlleva un verdadero cambio en la clínica. La transferencia no se reduce a la repetición y es responsabilidad del analista que así sea. La interpretación no promueve el sentido, sino que apunta a lo imposible que resuena en el decir. Que se diga, que se hable, está causado por este imposible…, pero cuando uno habla y goza por el hecho de hablar prolifera el olvido de este imposible. El analista con el acto y el corte de la sesión va en contra de este olvido, haciendo presente este imposible en el propio decir.
Separando el amor del determinismo edípico, se aleja al psicoanálisis de la religión y de la proliferación del sentido. Se subraya lo sintomático del discurso analítico anudado a lo real como imposibilidad, no dejando que se confunda el psicoanálisis con una práctica que "apacigüe corazones" al estilo de la religión.
La fuerza del registro simbólico ahora viene dada por su anudamiento cada vez más potente con lo imaginario. Una proliferación de la significación fálica, una verdadera inflación de toda clase de "experiencias" y consumo de objetos como sustitutivos del falo.
Lo que ha entrado en deflación es lo simbólico en su anudamiento con lo real, es decir, con lo imposible y, por tanto, con las marcas en el cuerpo que esto deja a cada uno. Llegar a decir que la simetría en un hombre hace que la mujer tenga más orgasmos es desconocer de lo que se trata, pero a la vez, es la promoción de lo idéntico, de lo mismo.
A modo de conclusión, diremos que la sexualidad humana ha perdido toda posibilidad de equipararse a la sexualidad animal, y por ser seres hablantes hemos perdido cualquier posibilidad de encuentro sexual armónico. La palabra anudada a los cuerpos de hombres y mujeres ha hecho surgir maneras de gozar diferentes que hace imposible cualquier intento de complementariedad sexual. Es por ello que Lacan habla de la relación sexual imposible y no de un amor imposible.
La manera de gozar de cada uno, con sus marcar irrepetibles no cópula, es por ello que desde la perspectiva del goce no podemos hacer lazo con el otro. Es el amor lo que permite este lazo. Lacan llega a decir que el amor es la suplencia de esta inexistencia. Y no se trata de que sea la concepción psicoanalítica del amor la que tendría esta propiedad, sino cualquiera de las formas de amor que conocemos. Pero Lacan quiere introducir un matiz nuevo, considera que hasta ahora estas formas de suplencia que hemos tenido se sostenían en un olvido.
Vemos así dividirse las aguas, la imposibilidad del lado de la sexualidad y la suplencia del lado del amor. ¿Qué es lo verdaderamente nuevo de este amor lacaniano?, que no se sostiene en el olvido de esta imposibilidad, ni en su intento de velarla sino que justamente apunta a traerla al decir, haciendo un amor más digno que el amor que responde a la "sucia mezcolanza de los fantasmas". |