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Consecuencias
 
Edición N° 13/14
 
Noviembre 2014 | #13/14 | Índice
 
Acoso moral - La violencia subjetiva
Por Fátima Fonseca Ramos [1]
 

Fátima Fonseca RamosEn la sociedad actual globalizada y capitalista, cuya exigencia productiva y consumista es muy grande, lo nuevo reemplaza rápidamente a lo viejo, los rendimientos financieros son privilegiados, lo que exacerba el poder y la ambición económica. Como consecuencia de estos hechos, asistir a pacientes con síntomas variados, a veces devastadores, sujetos mortificados, que expresan estos efectos en sus cuerpos y que se quejan de acoso moral en su lugar de trabajo, se ha convertido en rutina. Esta expresión de la violencia subjetiva en el campo de trabajo, produce en el sujeto acosado síntomas particulares. Este trabajo presenta un relato en un servicio de psicoanálisis aplicado. Llamaré Marea a la protagonista de este caso.

Marea, divorciada, veterinaria de 49 años, ganó el concurso del Ministerio de Agricultura y vive actualmente en el interior del estado de Paraná. En el curso de la atención, no es posible dejar de notar su descuidada apariencia. La asociación entre las condiciones de trabajo y la aparición de enfermedades físicas y mentales son visibles. Marea informa que debido al conflicto que padece no ha podido dormir. Relata que sus canas aparecieron en forma prematura, no se preocupa cómo se viste, siempre usa la misa ropa, ni le interesa maquillarse. No tiene deseos de hacer nada, como comprar cosas para su casa y volvió a fumar. Su vida profesional ha sido una fuente de mucho sufrimiento y tristeza. Durante los 12 años de trabajo ya se ha trasladado a unas cinco ciudades diferentes, algunas con su aquiescencia y en otras ocasiones los cambios le fueron notificados el día anterior, siendo estos últimos los más problemáticos.

Debido a estos cambios, tuvo que desistir de la compra de una propiedad, su vida personal es un desastre. Su único hijo se ha negado a acompañarla después del tercer cambio. Según Marea, él tuvo dificultades para adaptarse a los cambios constantes de la madre, lo que eventualmente causaron trastornos en su rendimiento escolar y desadaptación social. Estas oscilaciones de la madre le han provocado graves conflictos emocionales al hijo adolescente, incluso ha sido reprobado en la escuela. Cuando Marea era convocada a comparecer al colegio, se sorprendía no sólo por las malas notas del hijo, pero sobre todo por sus actitudes en clase. De acuerdo con el informe del profesor, el joven tenía una mirada de asombro y otras veces permanecía con la mirada perdida en el vacío. Al hijo nunca le gustaron los cambios y culpa a la madre para permitir que ocurra esta situación, por lo que actualmente vive en un departamento arrendado, duerme en el suelo, trabaja como esclavo, gana el salario mínimo y está en la facultad de Derecho. Marea no ha logrado convencerle que retorne a vivir con ella. "Soy un desastre como madre". El hijo, a pesar de la situación en que se encuentra, se las arregló para liberarse de esta posición de sacrificio que la madre se somete y en la que trató de ponerlo.

El cambio frecuente de ciudad es el resultado de su incapacidad para oponer resistencia a sus superiores. El jefe la menosprecia frente a sus colegas, a menudo la amenaza con sustituirla o transferirla con frases como "mi pluma está llena", refiriéndose al hecho de que puede transferirla cuando a él le parezca. La desautoriza, evitando que supervise a sus compañeros por considerarlos sus "compinches". Esto se debe a que ella se niega a firmar lo que va en contra de su ética, aquello que podría perjudicar la salud de las personas. Ese es el único momento en que ella se siente fuerte.

Ideas suicidas son constantes en este momento, "el otro día yo estaba conduciendo por la carretera y pensé en chocarme contra un autobús, pero al pensar en los pasajeros evité hacerlo". Se coloca en la posición de sacrificio, sin una dimensión subjetiva en su discurso que le permita salir de la posición de víctima. El culpable es el jefe, ella se somete y es incapaz de detenerlo.

No puede declinar este goce que la invade. Como resultado del sometimiento a este trastorno subjetivo, por el desbordamiento de goce, el único camino que avizora es el de terminar con su vida, considera el suicidio como su única opción.

No acepta que intervengamos en su goce a través del tratamiento psicoanalítico, propuesta que le formulé. Ella prefiere continuar con la atención psiquiátrica. Lacan en el "Prefacio a la edición inglesa del Seminario 11"[2] trae el neologismo "hystoria" (hystoire) como una de las herramientas conceptuales más importantes para el final del análisis, es decir, el eje de la nueva versión del pase. Una mezcla de historia (histoire) y de histeria (hystérie), sin embargo, para que haya historia, ésta debe remitirse a la historia analítica, historia en la medida en que se constituye como la emergencia de la verdad en lo real. La histeria "condensa la marca de la estructura, que afecta a todo sujeto neurótico, y el rasgo singular que caracteriza su relación con el discurso del Otro".[3] En el presente caso, aun cuando la emergencia del real esté presente, no asoma como verdad, pues está suelta, desconectada, surge apenas como repetición sin subjetivación por parte del sujeto.

Hay el sujeto del Derecho y el sujeto del Psicoanálisis. Se trata de una persona acosada judicialmente, no se puede negar. No hay como rechazar su solicitud de reconocimiento del acoso moral vivido, pese a que el mismo sujeto, inconscientemente, se puso en una posición que favorece el acoso. No podemos remover la responsabilidad del acosador, no se puede invalidar una causa jurídica, debe haber una compensación por todo lo que ella sufrió, no se puede justificar a los perversos y a los abusadores. Hay responsabilidad en el ámbito jurídico. Desde el punto de vista del psicoanálisis lo que nos interesa es la posición del sujeto, nos interesa saber cuál es la implicación del sujeto con su goce. Ella se vio seriamente afectada por el ambiente hostil del trabajo, por cambios sucesivos y obligatorios de ciudades, que afectaron tanto a su vida familiar, cuanto el fracaso profesional y académico. Asigna a la situación de coacción el motivo de su infelicidad.

Actualmente sigue sin perspectivas de carrera, con un trabajo rutinario y sin mayor importancia, se siente discriminada por no haber cedido a las presiones de sus superiores. Sin embargo, lo que nos interesa conocer es si este sujeto desea un cambio en la verdad de su goce. Miller nos dice "... la experiencia analítica se inaugura como una búsqueda de la verdad." Esta búsqueda toma la forma de una demanda de análisis: "Dime la verdad." Esta exigencia, explícita o no, desencadena, favorece, se alimenta de lo que el paciente libera de lo que le viene a su mente".[4] Su negativa a buscar en el psicoanálisis un recurso, que la permitiría implicarse con su goce y con sus opciones, conduciéndola a una reflexión acerca de su posición sacrificial es la barrera. Sólo podría recibir ayuda si renuncia a esta posición ante el Otro superyoico, que ella entiende como sus ideales, yendo en la búsqueda de la singularidad de sus síntomas, como otra manera de conducirse hasta proporcionar una modalización de este goce mortífero que la invade.

 
Notas
  1. Membro da EBP e da AMP e mestre em Psicologia Clínica pela UFPR.
  2. Lacan, J., "Prefácio à edição inglesa do Seminário 11", Outros escritos, Rio de Janeiro, JZE, 2003, p. 567.
  3. Bonneau, C., "Histeorização", Scilicet – Um real para o século XXI, Belo Horizonte, Ed. Scriptum, 2014, p.176.
  4. Miller, J. A., Orientação Lacaniana, O ser e o um. Curso do dia 04 de maio de 2011, inédito
 
 
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