"Encontramos alrededor de la función hablante, algo que aísla al hombre.
Y no es sino en función de esto, que no hay relación sexual.
Lo que podemos llamar el lenguaje lo supliría.
Es un hecho, el bla–bla–blá amuebla lo que se distingue porque
no hay relación."
J. Lacan, 18/01/1977[2]
Repetición de lo Unario, reiteración del Haiuno–solo
En el Seminario 19 Lacan dará precisiones sobre el Uno que inventa, cuya relación con el Otro caracteriza como "no inscribible":
"…lo Unario, yo no lo inventé. En 1962 creí poder extraer de Freud el rasgo unario, al traducir de ese modo lo que él denomina einziger Zug, la segunda forma de identificación que distingue [en "Psicología de las masas…"]. Por el contrario, el término con el que abarcaré lo que hoy les diré es absolutamente nuevo".
Dice: "nos acercamos a algo que, por no partir del Uno como todo, nos muestra que el Uno en su surgimiento no es unívoco…pretendo llevarlos a algún lado, al perseguir, mediante esta bifidez del Uno…ese Uno que Platón distingue del Ser".
Al inventar la bifidez del Uno, Lacan produce esta divisoria de aguas entre lo Unario y lo Haiuno ubicando el límite con lo imposible en el discurso. Lo real como imposible sólo es formulable ubicándose en un discurso: no se trata de "LO Real" absoluto como categoría que excluye radicalmente al sentido, sino de "UN Real" de extimidad, relativo al discurso. Si la relación entre el semblante y lo real es de exclusión (R // semblante), el valor que debe darse a esta exclusión no es pura y simplemente la de estas dos barras, sino que hay un modo interno, que instituye lo real en una relación de exclusión pero interna respecto del sentido. Está, pues, la extimidad de lo real: se define a lo real por la exclusión de todo sentido, pero cabe agregar –señala J.–A. Miller (2)– que en Lacan ésta tiene modalidades, y en particular la de la exclusión interna.
Volvamos entonces al Uno "inverosímil": el rasgo Unario, invento freudiano, respondía a la lógica de la excepción Simbólica que funda el "Para–Todos" universal; ese elemento cualquiera tomado del Otro (Lacan había llevado hasta el paroxismo el bigote del fürer) deviene un S1, significante sin–par en el que se sostendrán las identificaciones, la dialéctica intersubjetiva, la fraternidad, el "amor al prójimo". La excepción simbólica que sostiene la cadena S1–S2, instaura el "para–Todo x" produciendo un sistema o conjunto cerrado.
El cambio que Lacan introduce con Cantor y Frege, –la inscripción del 0 concomitante al 1 que hace del vacío un elemento que cuenta–, inscribe al conjunto vacío haciendo que la serie no cierre. El conjunto "No–Todo" que produce el número transfinito dará un sistema o serie abierta: אo imposible de cerrarse.
Pero fundamentalmente, a diferencia del S1 Unario, el Haiuno no representa nada para nadie, evidencia la ruptura del lazo con el Otro; Uno–solo que refuerza la barra S1 // S2.
No es excepción simbólica, tiene 'virtud' de ex –sistencia real. Ese "de repente, lo instante, lo súbito", no tiene permanencia, duración ni es Ser: Un–real ex–siste recibiendo su propio sostén de un afuera que no es. Siempre lo Mismo y Uno–solo, fuera–de–sentido, distinto en su diferencia radical ya que nada puede parecerse. "Todo lo que se distingue del mismo modo es el mismo elemento. Al tomar el elemento sólo como pura diferencia, podemos verlo también como mismidad de esa diferencia".
Lacan produce una torsión que inaugura el despuntar del Uno en dos niveles: "Primer nivel: el Uno es el Uno que se repite. Está en la base de una incidencia mayor en el hablar del analizante, que él denuncia por cierta repetición, teniendo en cuenta la estructura significante."
Segundo nivel del Uno, "cuya incidencia considero mi deber hacerles percibir. ¿Qué quiere decir que algo que en el significante designamos mediante letras diversas sea lo mismo? ¿Qué puede significar lo mismo, si no es justamente que es único?... El Uno que está en juego en el S1, el que produce al sujeto –punto ideal, digamos, en el análisis–, es, al contrario del que está en juego en la repetición, el Uno como Uno solo".
En la "Reseña del Seminario XIX" (1972–1973) –anexada por Miller en su establecimiento del Seminario– Lacan delinea el surco que introduce con ese significante Uno que no es un significante entre otros, que supera el entre–dos (S1–S2) donde el sujeto puede ser supuesto. Señala:
"Este Uno–allí no es sino el saber superior al sujeto, es decir, inconsciente en tanto se manifiesta como ex–sistente, el saber, digo, de un real del Uno–todo–solo[3], todo solo allí donde se diría la relación".
Si el sujeto articulado en la cadena S1–S2 es lo que un significante representa para otro significante, el sujeto supuesto al saber también va a articularse en la lógica del 'entre–dos'; en esta dimensión del inconsciente simbólico se producirán saber y verdad. En cambio, la concepción no ya del sujeto sino del parlêtre, da materialidad de ex–sistencia al Uno–solo – el 'Uno–allí'–. Implica un 'saber– allí', ni supuesto ni entre–dos: inconsciente real "en tanto se manifiesta como ex–sistente", saber de Un–real totalmente sólo en el lugar donde se diría la relación; allí donde la relación sexual no se dice, donde es imposible que se escriba, despunta Un–decir. Pero un 'saber–allí' no quiere decir que sea "saber–hacer–allí" con eso. Es un saber allí que no sabe cómo desembrollarse, cómo hacer–con, para no penar demás.[4]
Este saber afecta al cuerpo, y se tratará en el psicoanálisis "de elevar la impotencia (la que da la razón del fantasma) a la imposibilidad lógica (la que encarna lo real)". El Uno que Lacan sitúa en la no–relación es el Un decir del cual proceden, para ex–sistir, los que in–sisten en la repetición; el Uno que se repite no se totaliza con esa repetición: "es lo que se capta de las nadas de sentido, hechas de no sentido, a reconocer en los sueños, los lapsus, incluso las 'agudezas' del sujeto para que él se percate de que ese inconsciente es el suyo". Suyo como saber–allí que afecta al cuerpo.
Haiunaletra
En "Lituraterre" (1971) (3) Lacan situó en la letra lo singular que aplasta lo universal del significante, apoyándose en la dimensión del papeludun, por homofonía en francés con "pas–plus–d'Un": No–más–de–Uno sin el cual no puede comenzar a escribirse la serie de los números enteros. En la dimensión del No–más–de–Uno se evoca lo que Lacan instaura del sujeto en el Hun–en–peluche (por homofonía en francés con "Un– en–plus"). [5]
La letra no es frontera de registros homogéneos ni es la barra saussuriana; no es límite de lo simbólico y lo imaginario. La letra traza un litoral entre materialidades heterogéneas: lo real y el sentido. Es borde en posición de ex–sistencia, extimidad respecto del semblante; agujerea el saber supuesto por ser un saber–allí, que concierne al goce y se inscribe donde es imposible escribir/decir la relación sexual.
"Lo que en lo real se presenta como una erosión es lo que se evoca de goce cuando se rompe un semblante. Es por el mismo efecto que la escritura es en lo real la erosión del significado, lo que ha llovido del semblante en tanto éste constituye el significante. Aquella no calca a este sino sus efectos de lengua, lo que es forjado por esta por quien habla".
La 'escritura' de la letra no calcará al semblante en lo que éste ha constituido como articulación entre los significantes que han llovido produciendo significado, sino que machacará los efectos de lengua; una erosión tal produce esa ruptura con el semblante y permite que, en quien habla, despunte la dimensión de lalengua.
Perturbar la defensa, sorprender lo real
"Debemos sorprender algo cuya incidencia original
fue marcada como traumatismo".
J. Lacan, 18/12/1967[6]
Esta indicación de Lacan se sitúa en un período de su enseñanza que no se diría la 'ultimísima', y sin embargo anticipa lo que desarrollara más tarde en el Seminario 24.
Desde el último paradigma lacaniano el acto analítico –la interpretación– es ubicada como perturbación de la defensa que apunta a conmover la respuesta que el parlêtre se dio ante el trauma, a 'molestar' el modo en que se ha defendido de lo real. Si "el inconsciente está estructurado como un lenguaje" (S1–S2), el lenguaje por el que se estructura no es más que elucubración de saber sobre lalengua. Entonces, en este sentido, el lenguaje es suplencia de la relación sexual que no hay, y la estructura del inconsciente vendrá al lugar de una sobrelaboración que 'articula', para amueblar el agujero que lo real produce en lo simbólico. El acontecimiento traumático, entonces, es el encuentro solitario con lalengua y lo imposible de la relación sexual.
J.–A. Miller lo resume en estos términos:
"El traumatismo en el sentido lacaniano no se remite a un accidente, pero la posibilidad misma del accidente contingente –que, por otra parte, se produce siempre necesariamente– que deja huellas de afecto, descubre la incidencia de la lengua en el ser hablante, en su cuerpo. El afecto esencial es el que traza la lengua sobre el cuerpo, y no la seducción, la amenaza de castración, la pérdida de amor, ni el Edipo… en el parlêtre la no relación sexual es el acontecimiento lacaniano en el sentido del trauma, ese que deja huellas en cada uno –no como sujeto sino como hablante–, en el cuerpo; huellas que son síntoma y afecto."–Op. Cit.2
En la Reseña del Seminario XIX Lacan se preguntaba: "El Un–Decir, el Uno–todo–solo, ¿habla solo? Nada de diálogo, dije, pero ese nada de diálogo tiene su límite en la interpretación, por la que se asegura… lo real." Desde esa lógica, luego en el Seminario 24 "L'insu…" Lacan sostiene: "En resumen, hay que levantar la pregunta de saber si el psicoanálisis no es un autismo de a dos. Hay una cosa que permite forzar este autismo, esto es que la lengua es un asunto común..." (Op. Cit. 19/4/77)
"El inconsciente, es que en suma uno habla solo. Uno habla solo porque uno no dice jamás sino una sola y misma cosa —salvo si uno se abre a dialogar con un psicoanalista. No hay medio de hacer otra cosa que recibir de un psicoanalista lo que molesta su defensa." (11/1/1977)
Si entre locura y debilidad mental no tenemos sino la elección, la debilidad de hablar–solo puede ser perturbada por otra elección, la de abrirse al encuentro con un psicoanalista; en todo caso, para ser 'no–todo débil'.
"¿Qué es lo que sucede cuando se cambia de sentido, cuando uno orienta la cosa de otro modo? Se tiene… una bifurcación. Qué es la neutralidad del analista si no es justamente eso, esta subversión del sentido, a saber esta especie de aspiración no hacia lo real sino por lo real. " (27/2/77)
El analista 'nada–neutro', orientado por lo que subvierte el sentido, sorprende lo real; más allá del sin–sentido que se repite en la materialidad significante del sueño, del lapsus, de la 'agudeza', resta una materialidad real que es ruptura semántica, que es 'fuera–de–sentido'.
El analista 'sorprendedor de lo real' es aquel que Eric Laurent define como 'analista trauma'.
"…Nuestro horizonte es el de un analista vacío, que está advertido de su goce, pero que sabe, más allá del agujero en el orden simbólico, instalarse en la posición de aquel que puede perturbar la defensa… El psicoanalista que se da como meta "perturbar la defensa", hacer "trauma", testimonia del rechazo de considerar su espacio de discurso como el de una "norma sin fuerza". Acepta ponerse en juego y no es sin risk adverse, a condición que rechace por el mismo movimiento, el poder de los semblantes. Sabe por la experiencia de un psicoanálisis llevado a su término, que no hay "orden simbólico". No es un dato. Aquello de lo que testimonia el "desorden simbólico", es de lo real de "lalangue"…. A partir de poner al desnudo ese real puede restablecerse un orden simbólico. El recorrido de un psicoanálisis se inaugura por la instalación del inconsciente transferencial por el lazo asociativo de dos significantes S1 → S2. Termina con un horizonte donde los significantes amo del sujeto se aíslan de los múltiples lazos que habían tejido. Toman una dimensión real. Su retorno a las cadenas identificatorias se vuelve imposible, S1 se encuentra separado de S2. En esta perspectiva, siempre quedarán significantes que no estarán bastante solos, y no esperamos que todos los significantes amo de un sujeto se produzcan de este modo. Basta que algunos lo sean lo suficiente."
A partir de poner al desnudo ese real podrá restablecerse un orden simbólico sin la ley de rutina –la del Nombre del Padre–; a la invención de ese 'otro orden' concierne una nueva escritura.
Al final, habrá un plus de lo Mismo[7]. Hacia Un Significante Nuevo: el forzamiento de una escritura que tuerce lo Mismo.
" … mi sveglio sempre in forma
e mi deformo attraverso gli altri"[8]
Alda Merini
En el Seminario 24 Lacan extrema su erosión del discurso. Si en definitiva el discurso es semblante, ¿de qué colgarse, enel discurso analítico, para que no sea una estafa? "la idea misma de real comporta la exclusión de todo sentido. No es sino en tanto que lo real está vaciado de sentido que podemos aprehenderlo un poco, lo que me lleva a no darle incluso el sentido del Uno. Pero de todos modos es preciso colgarse de alguna parte, y esta lógica del Uno es lo que resta —resta como ex–sistencia." (Op.Cit., 8/3/77)
Restará entonces llevar el semblante al borde con lo real; quedará lo que resta como ex –sistencia: la extimidad de Un–real respecto del sentido. Lacan ubica dos maneras en que ambos registros tienen incidencia uno respecto del otro: lo realmente simbólico será la estafa del Semblante; lo simbólicamente real, la Angustia que no engaña.

Hacia Un significante nuevo[9] no tiene el porvenir de una ilusión: será más bien la orientación hacia la contingencia donde se escriba un significante simbólicamente real en el lugar de la angustia; será pues el forzamiento de una escritura que va a contrapelo del orden simbólico que comanda el discurso – lo que ha amueblado la relación que no hay: "La relación sexual, hay que reconstituirla por un discurso. Ahora bien, el discurso… sirve ante todo… para ordenar, para llevar el comando... Todo discurso tiene un efecto de sugestión… Un discurso es siempre adormecedor, salvo cuando uno no lo comprende —entonces despierta… En resumen, el despertar, es lo real bajo su aspecto de lo imposible, que no se escribe sino con fuerza o por la fuerza." (Op.Cit., 19/4/77)
La manifestación del inconsciente en el tropiezo, en el escollo de la Una–equivocación (l'une–bévue) tiene la materialidad de Un–decir: "la invención de un significante es algo diferente de la memoria. No es que el niño invente —ese significante, él lo recibe, y eso es incluso lo que más valdría que se haga. Nuestros significantes son siempre recibidos. ¿Por qué uno no inventaría un significante nuevo? ¿Un significante, por ejemplo, que, como lo real, no tendría ninguna especie de sentido? No sabemos, quizá sería fecundo. Eso quizá sería un medio — un medio de sideración en todo caso…es incluso en eso que consiste el chiste. Eso consiste en servirse de una palabra para otro uso que aquel para el cual está hecha, uno la retuerce un poco, y es en este retorcimiento que reside su efecto operatorio." (Op.Cit., 17/5/77)
No se tratará de fabricar "neologismos", ni de agregar significantes que no hay; el efecto operatorio consistirá en servirse de lo que Hay –del significante recibido de la lengua – produciendo un torcimiento de lo–Mismo para otro uso: neológico. Y me parece que aquí surge una incidencia que rebasa al chiste, pues la operatoria es la misma, pero el valor del chiste se sostiene 'entre–dos' (S1 –S2); es necesaria la risa como respuesta del Otro para que un chiste sea sancionado como tal, para que 'eso funcione'; desde esta lógica, el chiste conserva un "valor de intercambio", mientras que la escritura de Un– significante nuevo no tiene valor de cambio, ni referencia al Otro: implicará un nuevo "valor de uso" en tanto plus–de–gozar.
Forzar la escritura de Un–significante –medio de sideración, sitúa también un borde en el despertar que produce lo real,[10] puesto que –Lacan lo sostendrá– se despierta para seguir durmiendo de otro modo, para reintroducirse en el semblante (el discurso que comanda y ordena, adormeciendo). Un medio de sideración produce un efecto de ruptura en cierto modo irreversible, si la tomamos desde su definición de "estado de atontamiento, trastocamiento o devastación (bouleversement) de los puntos de referencia del sujeto, cuando es impactado por un evento traumático."
Desde esta definición, sidera la interpretación que apunta a perturbar la defensa conmoviendo el ordenamiento del semblante para poner al desnudo el desorden de lo real de lalengua, fuera–de–sentido. Algo allí es impactado, trastocando los puntos de referencia de rutina del sujeto; y una operación tal, la del 'analista trauma', devastará al sentido del sujeto para localizar al parlêtre. Será lo que dé lugar a la invención de S1 como escritura que produzca otro orden.
¿Qué operación permite producir la escritura de esta letra, nueva? La poesía será la que oriente la interpretación con la que el analista podrá hacer sonar otra cosa que el sentido, provocando una ruptura semántica. La poesía es efecto de sentido, pero también efecto de agujero (Op.Cit., 17/5/77). Entonces, el movimiento de Lacan se orienta hacia la conmoción que se produce con el paso de la resonancia semántica como efecto de verdad, a la resonancia a–semántica que repercute en el cuerpo de goce.
La poesía, más precisamente la escritura poética china, estará en el horizonte de la interpretación: "Si ustedes son psicoanalistas verán que es el forzamiento por donde un psicoanalista puede hacer sonar otra cosa que el sentido…Con la ayuda de lo que se llama la escritura poética, ustedes pueden tener la dimensión de lo que podría ser la interpretación analítica…. ¿Estar eventualmente inspirado por algo del orden de la poesía para intervenir en tanto que psicoanalista? Es precisamente eso hacia lo cual es necesario orientarlos". (Op.Cit., 19/4/77)
El analista orientado por lo real sostendrá el vacío que produce el efecto de agujero de sentido.
"¿Cómo el poeta puede hacer que un sentido esté ausente? Reemplazándolo, a este sentido ausente, por la significación. La significación es un término vacío. Es lo que se expresa en el calificativo puesto por Dante sobre su poesía, a saber que ella sea amorosa. El amor no es nada más que una significación, y se ve bien la manera en que Dante la encarna, a esta significación. El deseo, tiene un sentido, pero el amor —tal como ya lo he puesto de manifiesto en mi Seminario sobre La ética, o sea tal como el amor cortés lo soporta— el amor es vacío." (Op.Cit., 15/3/77)
El amor cortés exalta el puro–amor que no se deja contaminar por el goce, soporta el vacío que el amor es evidenciando lo imposible de la relación sexual; pero requiere de la distancia del objeto para que no se produzca el encuentro con lo real… del Otro sexo. Así, la distancia sostiene el muro que hay entre el hombre y una–mujer para dar existencia simbólica al Amor puro–significante: todo gesto, toda señal de la amada en el recuerdo se convierte en signo de amor. El encuentro con una–mujer, en cambio, implicará el encuentro con Otro–cuerpo y por ende con esas huellas – señales extrañas como un estremecimiento– que son signo no del Otro, sino del goce del Uno.
El analista– poeta no encarna la posición de Dante; siendo mas bien el reverso del amor cortés, produce lo que el encuentro con una–mujer: orientado por lo real sostendrá ese vacío– medio[11], agujero de sentido que permitirá en el fin del análisis reencontrarse con la contingencia–tyche, que operó como causa de lo que luego no cesó de escribirse, repitiéndose como necesidad en el automatón – la carta de amor en la transferencia.
La significación vacía será el 'referente aún latente'' de la transferencia del que habló Lacan en la "Proposición del 9 de Octubre de 1967", ese que connota un trozo de realque repercutió en el cuerpo como marca fuera–de– sentido: brivido, al que un análisis llevado lo suficientemente lejos dará lugar de escritura. |