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Consecuencias
 
Edición N° 18
 
Diciembre 2016 | #18 | Índice
 
El duelo y su tiempo en la época de la Hiperconexión
Por Giselle Canteros
 

Si has perdido el amor
publicaremos un gran bando de palomas desnudas
para atrasar la vida y darte tiempo…
Solamente si has perdido tu pérdida,
cortaremos el hilo para empezar de nuevo.
Roberto Juarroz

Giselle Canteros¡Que se pare el mundo que me quiero bajar!

En su texto Duelo y Melancolía Freud trabaja la naturaleza de la melancolía comparándola con un afecto que él llama normal: el duelo. En esta oportunidad me interesa centrarme en el duelo y su tiempo para luego pensarlo en relación a la época.

Freud define al duelo como aquella reacción frente a la pérdida de una persona amada o de una abstracción que haga sus veces, como la patria, la libertad, un ideal, etc.[1] Aclara que a pesar de que el duelo trae consigo graves desviaciones de la conducta normal en la vida, no es patológico, dado que pasado cierto tiempo se lo superará, siendo inoportuno y aún dañino perturbarlo. Nos dirá también que podemos distinguir el duelo por presentar los siguientes rasgos: una desazón profundamente dolida, una cancelación del interés por el mundo exterior, la pérdida de la capacidad de amar y la inhibición de toda productividad. Si bien esto puede atravesarse tras la muerte de un ser querido, no necesariamente la desaparición física sería ocasión de un duelo, es decir, el objeto tal vez no está realmente muerto pero se perdió como objeto de amor. Freud plantea que no hay nada inconsciente en lo que atañe a la pérdida, y de un modo muy poético que lo caracteriza nos dice que tras la pérdida el mundo se ha hecho pobre y vacío.

Luego de una pérdida significativa nos espera un trabajo, que Freud llama trabajo del duelo. Universalmente se observa que el ser hablante no abandona de buen grado una posición libidinal, ni aun cuando su sustituto ya asoma. Dicho trabajo se ejecuta pieza a pieza con un gran gasto de tiempo y de energía de investidura, y entretanto la existencia del objeto perdido continúa en lo psíquico. Freud describe dicho trabajo como extraordinariamente doloroso pero una vez cumplido el trabajo del duelo el yo se vuelve otra vez libre y desinhibido.

Lacan por su parte en su Seminario 8 La transferencia plantea que la longitud del duelo, su dificultad, se debe a la función metafórica de los rasgos conferidos al objeto de amor, en la medida en que son privilegios narcisistas. Y agrega que "Freud insiste mucho en lo que está en juego – el duelo consiste en autentificar la pérdida real, pieza a pieza, pedazo a pedazo, signo a signo, elemento I mayúscula a elemento I mayúscula, hasta agotarlos. Cuando esto está hecho, se acabó."[2]

Ahora bien la ejecución de ese quite de libido no puede ser un proceso instantáneo sino un proceso lento que avanza poco a poco.[3] Se necesita tiempo para ejecutar detalle por detalle la orden del examen de realidad que no es más que la certeza que el objeto amado ya no está y con él un 'nosotros' que deja de ser, que se pierde; siendo paradójicamente ahora cuando podremos en verdad tenerlo, en este caso como huella. Cumplido ese trabajo, el yo ha liberado su libido del objeto perdido. Dice Freud: "Esa desatadura, ese desasimiento de la líbido (del objeto amado) se cumple tan lentamente y tan paso a paso que, al terminar el trabajo, también se ha disipado el gasto que requería".[4]

Lacan en el Seminario 10 La angustia resalta que la identificación con el objeto de duelo que Freud designó como negativa, tiene también su fase positiva.[5] Y así parece indicarlo la experiencia, dado que si el duelo implica un talante doloroso y se llora lo perdido, es también porque ¡ahí se ha vivido! y puede ser eso también motivo de celebración.

Dice Lacan: "Llevamos luto y experimentamos sus efectos de devaluación en la medida en que el objeto por el que hacemos duelo era, sin nosotros saberlo, el que se había convertido en soporte de nuestra castración. Cuando ésta nos retorna, nos vemos como lo que somos, en la medida en que nos vemos esencialmente devueltos a nuestra posición de castración." [6] Y agrega: "Freud nos hace observar que el sujeto del duelo se enfrenta a una tarea que sería la de consumar una segunda vez la pérdida del objeto amado provocada por el accidente del destino. (…) cuánto insiste, con razón, en el aspecto detallado, minucioso, de la rememoración de todo lo que se ha vivido del vínculo con el objeto amado."[7]

Lacan dirá también que el trabajo del duelo se nos revela como un trabajo destinado a mantener y sostener todos esos vínculos de detalle con el fin de restaurar el vínculo con el verdadero objeto de la relación, el objeto a. Luego, pasado el tiempo, se le podrá dar un sustituto que no tendrá mayor alcance que aquel que ocupó primero su lugar.

Hiperconectados: entre la prisa y el rendimiento neoliberal

Javier Aramburu en cuanto a la época y la pulsión plantea que "los analistas nos dirigimos a la época, pero no estamos identificados con ella, estamos un poco más allá de la norma, del modelo común, identificados con el síntoma y no con la época pero en la época, pues esta distancia es la que nos permite hacer legibles los síntomas de la época sin ser idénticos a ellos.[8] Refiere que "los analistas nos ocupamos de los inquietos de la época, una inquietud por saber más, que no se conforma con ser víctimas quejosas y pasivas de la misma."[9]

Byung- Chul Han en La agonía del Eros sostiene que la sociedad que él llama del rendimiento está dominada en su totalidad por el verbo modal poder (¡si se puede, si se puede![10])… la llamada a la motivación, a la iniciativa, al proyecto es más eficaz para la explotación que el látigo y el mandato.[11] Dicha sociedad, dominada por el poder, en la que todo es posible, todo es iniciativa y proyecto, no tiene ningún acceso al amor como herida y pasión.[12] Asimismo llama al sujeto actual narcisista del rendimiento y por ende dicho sujeto está abocado, sobre todo, al éxito.[13] Por tanto quién fracasa es, además, culpable, y lleva consigo esta culpa a dondequiera que vaya.[14]

En relación al tiempo y al medio digital en El enjambre el mismo autor considera por un lado que éste es un medio de presencia y su temporalidad es el presente inmediato;[15] y por otro lado dice que el imperativo neoliberal del rendimiento transforma el tiempo en tiempo de trabajo y lo totaliza. Por tanto la pausa es solamente una fase del tiempo de trabajo, de la producción, digamos que hoy no tenemos otro tiempo que del trabajo.[16]

El trabajo de duelo, cuando se realiza, se vuelve subversivo frente a este movimiento incesante de producción, consumo y éxito que establece el capitalismo. La inhibición de toda productividad, tal como lo menciona Freud, permite poner en cuestión a este sujeto narcisista del rendimiento así como también el impossible is nothing se ve profundamente conmovido, dado que la pérdida nos confronta con la propia castración, con la falta y con que no todo es posible.

Por su parte el maravilloso escritor argentino Ricardo Piglia en La forma inicial piensa, entre otras cosas, la relación entre la velocidad en la que circulan los textos y el tiempo de lectura. Dice: "Lo que se ha acelerado es la circulación de los textos, tenemos acceso de manera instantánea a un registro amplísimo de posibilidades de lecturas… Para leer mil palabras se necesita un tiempo, porque hay que leer un signo y otro signo y otro signo. Mientras que el desciframiento de la imagen es absolutamente inmediato e instantáneo."[17] Y agrega: "Por más que haya, como sabemos, una cantidad de información y de textos que circulen en la Red de una manera increíble, siempre va a haber que esperar el tiempo necesario para leer una página y después otra página. Y no han logrado hacer nada con eso, no logran ponernos un chip."[18]

Si bien Piglia aquí se refiere a la lectura de textos, me resulta interesante recuperar lo que dice para pensar la relación del tiempo del duelo con la velocidad de la Red. El duelo también podría decirse requiere un tiempo de lectura, de un tiempo para comprender, de algún modo hay también allí una relectura de lo vivido con el objeto amado, signo por signo, pieza por pieza, y no hay aún un chip ni gadget que acelere ese proceso por demás doloroso.

Para concluir…

El duelo es parte de la vida del ser hablante, para el psicoanálisis sabemos que desde el comienzo hay pérdida.

El trabajo de duelo nos implica, nos involucra necesariamente en una pausa. Freud nos recuerda lo inoportuno y aún dañino que sería perturbarlo. Si fue necesario dicho trabajo con tanto gasto hasta agotarse es que allí hubo una presencia de importancia en toda su radical singularidad.

A veces la ocasión de un duelo puede ser la puerta de entrada a un análisis, otras veces sucede que irrumpe un trabajo de duelo contingentemente en un analizante y se abre un paréntesis para elaborarlo, otras tantas la ocasión no necesita de un espacio analítico y transcurre solo. De cualquier modo y más allá de las diversas posibilidades en una época en que comanda la prisa y todo apremia, en donde prolifera un no poder parar funcional al mercado y a la política neoliberal dignificar la pausa que el duelo (normal como lo llamó Freud) propicia puede que sea parte de nuestra apuesta ética.

Lo nuevo no es mejor que lo viejo pero lo viejo tampoco es mejor que lo nuevo; esto no quiere decir que todo sea lo mismo, pero en este margen el psicoanálisis se tiene que mover.[19] Javier Aramburu ya no está entre nosotros pero para aquellos que lo conocieron y para muchos otros que no, nos han quedado las huellas que ha dejado y que tiene toda su pertinencia recuperar en la actualidad.

Concluyo con una cita de él que hoy tiene toda su relevancia para pensar la época:

"La cuestión que se nos plantea a los analistas hoy no es la política democrática y liberal progresista, sino las formas que toma la resistencia al psicoanálisis en la sociedad posmoderna. Que las nuevas formas del síntoma sean remitidas por la sociedad del Otro del mercado no es evitable, y no será la política, por muy democrática y progresista que sea, a la que podamos demandarle algo. Es responsabilidad de la política de los analistas que, en esas nuevas formas de síntoma, el psicoanálisis emplee otra forma de tratamiento que tenga en cuenta el inconsciente – la forma particular, no privada, de goce del sujeto-, y encuentre respuestas para ese exceso que son los síntomas y el inconsciente, para una sociedad que pretende encontrar una homeostasis conversacional y proporcional para tratar el malestar, que es el sujeto del síntoma". [20]

 
Bibliografía
  • Aramburu, J., El deseo del analista, Tres Haches, Bs. As., 2000
  • Byung, C.H., La agonía del Eros, Herder Editorial, Argentina, 2015
  • Byung, C.H., En el enjambre, Herder Editorial, Argentina, 2015
  • Freud, S., "Duelo y melancolía" en Obras Completas, tomo XIV, Amorrortu, Bs. As., 2013
  • Lacan, J., Seminario 8 La transferencia, Paidós, Bs. As., 2015
  • Lacan, J., Seminario 10 La angustia, Paidós, Bs. As., 2015
  • Piglia, R., La forma inicial, Eterna Cadencia, 2015
 
Notas
  1. Freud,S., "Duelo y melancolía" en Obras Completas, tomo XIV, Amorrortu, Bs. As., 2013,p. 241
  2. Lacan, J., Seminario 8 La transferencia, Paidós, Bs. As., 2015, p. 438
  3. Freud, S.,Op.Cit, p. 253
  4. Ibíd, p. 252
  5. Lacan, J., Seminario 10 La angustia, Paidós, Bs. As., 2015, p. 47
  6. Ibíd, p.125
  7. Ibíd, p.362
  8. Aramburu, J., El deseo del analista, Tres haches, Bs. As., 2000, p.303
  9. Ibíd, p.303
  10. El agregado es mío
  11. Byung, C.H., La agonía del Eros, Herder Editorial, Argentina, 2015, p.19
  12. Ibíd, p. 25
  13. Ibíd, p.11
  14. Ibíd, p.21
  15. Byung, C.H., En el enjambre, Herder Editorial, Argentina, 2015, p.33
  16. Ibíd, p. 58
  17. Pigilia, R., La forma inicial, Eterna Cadencia, 2015, p. 122
  18. Ibíd, p. 122
  19. Aramburu, J., Op.Cit, p. 304
  20. Ibíd, p. 284
 
 
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