Lo real tiene el valor de lo que se llama
generalmente un traumatismo.
Lacan, Seminario 23, p. 128
El psicoanálisis no es más que cortocircuito que pasa por el sentido
–sentido como copulación del lenguaje, asiento allí el inconsciente–
con nuestro cuerpo.
Lacan, Seminario 23, p. 120
Acontecimiento de cuerpo es una expresión de Lacan que aparece una única vez en un escrito tardío, 1975, sobre Joyce, –un escritor irlandés–, que nunca fue un analizante. Sobre sus libros y otras referencias aledañas, se hicieron elucubraciones y teorizaciones psicoanalíticas. Lacan echa mano de James Joyce como caso para establecer algunas lógicas teórico–clínicas del final de su enseñanza. Al modo en que lo hizo Sigmund Freud con la lectura y posterior análisis del libro Memorias de un enfermo nervioso de Daniel Paul Schreber. Lacan también retoma el caso Schreber –que técnicamente tampoco fue un caso de atención psicoanalítica– para hablar del cuerpo y de los síntomas en la psicosis. Y finalmente cuando Jacques–Alain Miller teoriza sobre el acontecimiento de cuerpo elije el ejemplo del caso Schreber para ejemplificarloen la psicosis. Si la puerta de entrada al psicoanálisis fueron las histéricas para Freud –Caso Emmy Von N.; Miss Lucy R.; Anna O.– para Lacan lo fueron las psicosis –Casos del Hospital de Sainte Anne donde ejercía su práctica como psiquiatra; su tesis doctoral: el Caso Aimée, publicado como De la psicosis paranoica en sus relaciones con la personalidad–.
No voy a dedicar esta conversación a pensar las coordenadas del cuerpo en la psicosis pero me parecía importante sentar para Uds. las bases desde las que surgen estos temas. La psicosis siempre enseña, está un paso adelante.
La frase lacaniana –de la que se abreva el concepto que hoy trabajamos– es la que sigue: "Dejemos el síntoma en lo que es: un acontecimiento de cuerpo, ligado a lo que: se lo tiene (…)"[1] pongo aquí un punto. Breve pero complejo. Desembrollemos eso.
Ante todo esta frase asocia al síntoma con el cuerpo. Esa no es necesariamente para nosotros una asociación inmediata. Ya que, como bien sabemos, toda la órbita de los síntomas obsesivos es del ámbito de la mentalidad. Por otra parte la orientación lacaniana nos enseñó a leer el sentido de los síntomas, al síntoma como una formación del inconsciente, como un mensaje cifrado, como un efecto del significante. Para dilucidar esto no hemos de olvidar que el núcleo del síntoma es el goce, es la pulsión freudiana. Sin satisfacción pulsional no hay síntoma, sin cuerpo no hay pulsiones. Para gozar hace falta un cuerpo, no es si ello.
En su primer enseñanza Lacan puso en equivalencia síntoma y metáfora, entonces el síntoma era un advenimiento de significación y, en tanto que tal, era eminentemente interpretable. Ahora la definición de síntoma como acontecimiento de cuerpo vuelve mucho más problemático el estatuto de la interpretación.
Hay una frase muy linda de Lacan, muy citada, del Seminario 23[2] que dice que las pulsiones son el eco en el cuerpo del hecho de que hay un decir. Y para que resuene este decir es preciso que el cuerpo sea sensible a ello ¡y de hecho lo es! En definitiva: la pulsión es un enredo entre cuerpo y palabra.
Si estamos pensando al síntoma como acontecimiento de cuerpo, estamos haciendo entrar en juego a las pulsiones freudianas, al goce lacaniano y al hecho de tener un cuerpo, un cuerpo como lo que se tiene.
Acá vamos a volver a las psicosis que, como dijimos, para el psicoanálisis siempre son una orientación. El psicótico es un cuerpo, el cuerpo en la psicosis está el campo del ser, la esquizofrenia enseña mucho sobre ello. Esa es una clave para el diagnóstico diferencial. Por su parte, en la neurosis, el cuerpo es algo que se tiene, el asunto está en la órbita del tener. Miller lo explica así: El ser humano se hace sujeto a través del significante, está hecho de falta–en–ser; esta falta–en–ser, como efecto del significante, divide su ser y su cuerpo y reduce a este último al estatuto del tener… Por el hecho de tener un cuerpo el hombre también tiene síntomas[3]. En relación a ello Lacan va a decir que el tener un cuerpo no va de suyo, es incluso algo a producir en un análisis. Con el cuerpo al neurótico le pasan muchas cosas, y el hablar con su cuerpo es el síntoma analítico por excelencia. Hablo con mi cuerpo y sin saber. Luego, digo más de lo que sé. Lo que habla sin saber me vuelve sujeto del verbo[4], sujeto sujetado.
En El seminario 23 Lacan dice que el parlêtre adora a su cuerpo porque cree que lo tiene; en realidad no lo tiene; su cuerpo es su única consistencia, pero es una consistencia mental, porque su cuerpo a cada rato levanta campamento[5]. ¿Qué quiere decir esto? Que el tenerlo es del orden de la creencia y su consistencia también, porque el cuerpo a todas luces es un cuerpo que se rebela, se pasma, se complica, va y viene, sube y baja, nuestra clínica nos enseña una y otra vez que el asunto del cuerpo no es fácil de domeñar.
En la última enseñanza de Lacan Uds. habrán escuchado o leído que empieza a aparecer este concepto de parlêtre (una conjunción en francés entre parler –hablar– y être –ser–, sin una traducción unívoca, podría nombrarse como serhablante o hablanteser) en detrimento del uso de la palabra sujeto. El sujeto sujetado entre significantes, dividido, barrado, efecto de la palabra –que ocupó toda la primer parte– va dando lugar a este nuevo parlêtre que básicamente se diferencia por incluir al cuerpo. El cuerpo gana preponderancia en la segunda mitad de la enseñanza de Lacan. Se le vuelve insoslayable.
Otro punto central que me parece que tenemos que ubicar es que la orientación es por lo real. Nuestra clínica no se orienta por el sentido; no interpretamos a partir de la moral ni de las costumbres, ni desde lo que está bien ni de lo que está mal; no nos orienta el para todos, no nos importa que lo común sea esto o aquello. Nuestra orientación lacaniana es por lo real. Es decir por lo más singular, lo más propio. Para ello hemos de extraer el modo particularísimo de gozar de cada analizante y ponerlo sobre el tapete.
Nos interesamos por el caso por caso y trabajamos para ubicar lo más propio de cada quien. Pero para bordear ese real necesariamente hemos de desplegar las producciones del inconsciente (sueños, fallidos, chistes, olvidos, tropiezos) y acompañar a al analizante a que pueda aprender a leer ese inconsciente. Es el camino que de toda la primera enseñanza de Lacan. Abrevamos del inconsciente para obtener los significantes fundamentales de cada uno, los famosos S1, los decires que hicieron marca. Seguramente van a leer que esto se nombra como "el inconsciente transferencial", que es el que se despliega en un análisis bajo transferencia, el que propicia el Sujeto supuesto Saber.
Luego hay discusiones en el ámbito de la Escuela y la política del psicoanálisis sobre si es primero el huevo a lo gallina; es decir si primero se despliega el inconsciente para luego cernir lo real, o si se interviene directamente a tocar lo real desde la primer sesión. Algo que van a escuchar más del orden del "Inconsciente real", ese que ya no cuenta con ningún blablablá, ese que carece de todo sentido, que se ha vaciado. Lógicamente consuena que primero habríamos de desplegar el inconsciente transferencial y sus múltiples sentidos, para ir haciendo una operación de reducción, un vaciamiento, y advenir entonces al "inconsciente real", una categoría difícil de imaginarizar por austera, seca, incorpórea. De un modo u otro la enseñanza de Lacan se toma, se lee y se trabaja en bloque.
Lo real está todo el tiempo, lo queramos abordar o no, es como la piedra en el zapato, no se puede desconocer mucho tiempo; o caminaremos cojeando y nos tropezaremos con otra piedra del camino. Lo real no se puede soslayar. Nos sorprende, sin cálculo, como un relámpago se presenta y del mismo modo se esfuma.
Lo real es el misterio del cuerpo que habla, lo real es el misterio del inconsciente[6]. Lo real es producto de un discurso, sólo un discurso encuentra lo real, es decir que no es un componente independiente que flota en la estratósfera. Lo real en psicoanálisis depende de la lógica de un discurso y no constituye una totalidad: sólo hay pedazos de real, como dijimos, y accedemos a ello en el marco de un análisis[7]. Hay cosas que existen en el sentido de que constituyen el límite de un discurso: eso es lo real[8]. Cada discurso tiene su real, su elemento incómodo, escapista, inabordable. La matemática tiene su real, la ciencia tiene sus diversos reales. Son como los puntos ciegos. Para la ciencia hay saber en lo real, es decir; se trabaja para alcanzar y someter por fin esa rebeldía de lo real; para la medicina y la investigación científica, por ejemplo, el HIV o el cáncer tienen un punto de real, algo indomeñable, que se les escapa todo el tiempo; las enfermedades mentales también –no se les encuentra el gen, la causa biológica–
Como decíamos para el discurso analítico hay también un real. Una de las preguntas del psicoanalista en formación es ¿Cómo tocar lo real si mi herramienta es la palabra? El discurso analítico está hecho para recordarnos que el acceso a ese real es lo simbólico[9]. Uno de los nombres de lo real en psicoanálisis es lo imposible; o dicho de otro modo: sólo en y mediante ese imposible –que sólo define lo simbólico– accedemos a lo real[10]. Un real que se presenta por trozos, jirones, destellos, relieves. El analista está atento muy atento a esa emergencia. Esa emergencia es siempre contingente, sorpresiva e inesperada. Es un destello o una fulgurancia. Lo real impregna y determina el modo más íntimo de gozar.
El famoso objeto a, que, según la época, se trató de un elemento imaginario, o simbólico, o real; termina siendo nombrado como un semblante de real, una mascarada simbólico–imaginaria, que intenta cernir un real. Cuando decimos que el analista hace semblante de objeto a, decimos que se presta con su presencia y con su cuerpo, a encarnar ese objeto singular con el que cada analizante se las ve en su neurosis. El analista ocupa la posición de semblante, en calidad de objeto a, porque no hay otra posición sostenible respecto del goce.
El objeto a tiene un lleno y un vacío, es decir que por un lado nombra un plus de gozar, un tapón, un recorte del cuerpo, un objeto de la pulsión y por otro lado aloja un vacío, una causa de deseo, recorta los bordes del agujero que dibujó en cada cuerpo ese objeto pulsional extraído, esa experiencia de satisfacción por siempre perdida. Lacan dijo que su única invención fue el objeto a. Un intento de condensar y formalizar lo que hace a la pulsión y lo que cada quien puede nombrar acerca de ello. Cuando nos acontece algo que nos conmueve y a posteriori seguimos evocando el asunto con una conversación, un mensaje, un accionar repetido e insistente, decimos que hay un plus de gozar, un no poder o no querer deshacerse tan rápido del asunto, seguirle dando vueltas al tema, seguir enredados, adheridos a ese goce.
Freud nos enseñó a separar la representación cosa de la representación palabra, nos dijo que había una huella mnémica y un monto de afecto catectizándola, y que lo que pasara como ese monto de afecto es lo que traía los problemas. Si el afecto se anudaba al cuerpo teníamos los síntomas histéricos, si el afecto se transladaba al pensamiento teníamos los síntomas obsesivos, si se iba al mundo exterior teníamos la paranoia. Pues bien el afecto no desaparece, en todo caso se desplaza, y en su recorrido causa algunos estragos. Afecto, que Freud más adelante formalizó como la pulsión, La pulsión, en definitiva todo lo contamina, hasta el decir mismo. Eso que Lacan llamó Jouissense, –traducido como goce–sentido–, es el goce del blablablá, es el significante vehiculizando al goce. El significante transporta goce[11]. Lo que habla, goza; lo que habla es lo que goza de sí como cuerpo[12].
Lacan retoma en el Seminario 20 el asunto del afecto para decir que la interpretación analítica produce efectos que son afectos. El afecto insiste. Y no se trata de la pintura de los afectos subjetivos, ni de las pasiones. Es el afecto como efecto de un decir, como nombre de goce. Lacan dirá que el único afecto que no engaña es la angustia, otro faro en nuestra clínica, porque la angustia es el último velo a lo real. Es la última respuesta a la pregunta de qué me quiere el Otro, –al encuentro con deseo del otro del grafo del deseo–, al encuentro con un Otro que nombramos deseante en tanto está castrado, dividido, carente. El Otro como supuesta completud es complemento en la neurosis, es respuesta, es la suposición de una existencia. El Otro castrado, carente, barrado es enigma y evoca la propia falta, la propia castración.
Esto me da pie para nombrar la castración freudiana en términos lacanianos. La escuchamos nombrar como barradura, vacío, agujero, falta, hueco, falla, tropiezo. Apuntan a cosas diferentes pero me interesa acercarlos al punto máximo de hiancia en la orientación lacaniana: la no relación sexual. Que se entienda que no es una referencia a los "encuentros sexuales" que sí los hay y de múltiples modos; sino que con esos términos Lacan formaliza la no complementariedad entre los sexos, lo que no hay, el punto de imposible. Freud nos enseñó que no había representante psíquico de la muerte ni de la sexualidad –la sexualidad en cuanto a la diferencia sexual, que en el psiquismo alcanza a ser falo o castrado, no hay significante que represente al genital femenino, en términos freudianos–.
Entonces, volviendo a Lacan: es imposible escribir la relación sexual. No hay relación es el nombre del trauma en Lacan. El axioma "no hay relación sexual" indica que no hay nunca una buena relación del sujeto con la sexualidad y en tanto que tal hay siempre traumatismo –troumatisme: "un traumatismo/agujero"–[13]. Es el agujero en la trama. Es el ombligo del sueño. El problema en la neurosis es soñar con que hay, que hay encuentro, que hay complementariedad, que hay Otro. (Y lo único que hay es el Uno como Uno solo, el Uno que está en juego en el S1, el que produce al sujeto[14]). Ahora bien cuando decimos no hay relación ¿de qué relación se trata? La relación es con lalengua. El quid de la cuestión es cómo se enredan el cuerpo y la lengua. Ese encuentro fundante y traumático entre el cuerpo y lalengua es lo que llamamos acontecimiento de cuerpo.
Es importante distinguir lalengua del lenguaje. Son cosas distintas. Lalengua no sirve a la comunicación. Lalengua nos afecta primero por los efectos que encierra y que son afectos. Luego, el lenguaje formal sí está hecho de lalengua, es una elucubración de saber[15] sobre ella. Lalengua es el lalelo del infante, cuando todavía no habla, es la secreción de un cuerpo, es anterior a la formalización de un lenguaje S1–S2; lalengua es materna y recibe al cachorro humano como un primer baño simbólico. Del singularísimo modo en que lalengua muerda y marque el cuerpo de cada uno, en un insondable momento inaugural se extraerá un devenir, una marca primera, un trauma fundacional. El afecto esencial es que traza lalengua sobre el cuerpo. El trauma primero es la relación con lalengua. Entendemos como trauma a eso que se inscribe como exceso, un exceso del que no podemos desembarazarnos, un exceso que nos arroja un inquietante aliento en la nuca. Trauma es lo que no se termina de simbolizar, no se termina de someter a las reglas de lo simbólico, no se logra domeñar, trauma es lo que despierta, es el sueño de la bomba en la guerra, es la granada que vuelve a explotar en las manos cuando menos lo esperabas.
Miller[16] refiere que la definición general de acontecimiento, que produce huellas de afecto, es el trauma. En Freud el acontecimiento traumático fundador de la huella de afecto es un acontecimiento que mantiene un desequilibrio permanente, en el cuerpo y en el psique, un exceso de excitación que no se deja reabsorber. El trauma conoce dos tiempos freudianos, el infantil y el post puberal. Freud nos enseñó que sin una efectiva irritación de los genitales no hay trauma. Esto es: sin satisfacción pulsional no hay trauma. Si el cuerpo no estuvo comprometido allí no hay trauma. Los traumas freudianos son infantiles y rastreables en un análisis: amenaza de castración (peligro pérdida del pene o pérdida del amor), escena primaria (coito parental) y seducción por un adulto. Los traumas freudianos son o bien accidentes acaecidos efectivamente o bien toda la producción de fantasías acerca de ellos. Los famosos recuerdos encubridores –que construyen el texto de la neurosis infantil de nuestros analizantes adultos– ofrecen siempre una verdad a medias, una verdad mentirosa sobre esos accidentes traumáticos. Al revés de lo que aparenta: la producción de verdad que se despliega en un análisis funciona como velo a lo real, es un modo de no querer saber, es un encubrimiento. Por eso decimos que nos orientamos por lo real y no por la verdad. Nos orientamos por lo real del goce que hay y, asimismo, por lo real del no hay de la no relación sexual[17].
Como dijimos el trauma lacaniano, la no relación, en cambio, es estructural y fundante. No es rastreable cronológicamente pero podemos querer alcanzar algunas de sus coordenadas porque ha dejado marcas. Si comenzamos esta conversación diciendo que síntoma es acontecimiento de cuerpo es porque confiamos en que el síntoma contiene los elementos y la encarnadura misma del trauma, del choque singular entre lalengua y el cuerpo para cada quien. Esto no es algo que se logre recordar. Sabemos de eso por sus efectos, por el efecto del afecto primordial que se jugó allí. Una manera de imaginarizarlo es: un significante operando fuera de sentido toca el cuerpo. Miller lo explica así: La definición misma de acontecimiento de cuerpo es una condensación: siempre se trata de acontecimientos (se refiere al plural) de discurso que dejaron huellas en el cuerpo. Y estas huellas perturban al cuerpo. Y hacen síntoma, si es que el sujeto es capaz de leer estas huellas y descifrarlas. Se trata de que el sujeto pueda, vía el análisis, encontrar los acontecimientos en lo que estos síntomas se trazan[18].
Un análisis pretende extraer las coordenadas traumáticas de ese acontecimiento de cuerpo, a partir de los síntomas, que alojan esas marcas en lo más íntimo. Por eso también han escuchado hablar de la orientación por el síntoma, porque el síntoma aloja siempre un núcleo de real. Inhibición, síntoma y angustia serán las señales que darán la pista para ubicar el real en juego cada vez[19]. El síntoma es punto de partida y punto de llegada: en un final de análisis se trata de poder identificarse al sínthoma, –sinthome lacaniano, con th–, que es lo más propio, lo más singular. Saber hacer con el sínthoma, desembrollarlo, es hacer de la buena manera con el goce encarnado en él. El concepto de sinthome fue hecho para reunir síntoma y fantasma[20].
Si la cuestión, dirá Diana Wolodarsky[21], se juega en producir la mayor distancia entre la verdad (engañosa) y (la orientación por) lo real, entre el lenguaje y lalengua, entre el sujeto y el parlêtre, entre el Otro y el Uno, entre el inconsciente transferencial y el inconsciente real: ¿Qué se interpreta? La interpretación obra con lalengua; se trata de operar con una interpretación que apunte a un vaciamiento de sentido; lo que en el Seminario 24 Lacan llama el efecto de poesía, que deja como saldo un efecto de saber y un efecto de agujero.
Un recorrido de análisis pretende una operación lógica, de extracción de los significantes fundamentales, los S1, y su encarnadura también. Lo que Leonardo Gorostiza llamó una lógica encarnada; una lógica que cuente con elementos significantes y con la encarnadura en un cuerpo. Diana Wolodarsky señala que se trata de ubicar un punto de discontinuidad de lo simbólico, un significante ajeno a la cadena, ex–sistente a la cadena, por fuera de sentido, que no llama a más sentido (acá podemos ubicar lo que llamamos el inconsciente real). Se trataría de cernir un significante próximo a lo inédito de lalengua. Ir de los dichos al decir y del relato a la lógica, que supo aislar ese detalle precioso que es la letra. –El concepto de letra se hizo para superar la dicotomía del significante y del objeto[22]– Verificar que hay del Uno, cuyo reflejo se presenta como un destello de real[23].
El analista, a la usanza del padre traumático que produjo la neurosis, la reproduce en la posición de analista traumático. El analista pensado en el sentido de ser un sorprendedor de lo real, en tanto lo real es aquello cuya forma original fue marcada por el traumatismo. Es el que perturba la defensa, no desde el activismo terapéutico, sino desde aceptar ponerse en juego y tomar riesgos calculados[24]. El analista trauma es el que encarna la no relación. ¿Equivale el analista trauma a un trozo de real que traumatiza, que revela un agujero?[25]
¿Hubo uno, hubo muchos, hay nuevos acontecimientos de cuerpo? Hay uno fundante y traumático, inhallable, del que sabemos por sus destellos y sus efectos, del que leemos en el síntoma mismo. Luego, puede haber otros, ubicables y relatables, encubridores, de la neurosis infantil, a la usanza de los traumas freudianos. Finalmente en el devenir mismo del análisis, bajo trasferencia, puede haber nuevos acontecimientos de cuerpo, cuando el significante toca el cuerpo de un modo tal que adviene lo nuevo, como un golpe de timón que tuerce el rumbo de una vez y para siempre. |
Bibliografía |
- Gorostiza, L., "Trauma y real", en Mediodicho Revista anual de Psicoanálisis: Eso traumático, EOL sección Córdoba, Córdoba, 2013.
- Gorostiza, L., "Una demostración encarnada", en Revista Lacaniana N° 22, EOL, Buenos Aires, 2017.
- Lacan, J., "Joyce el síntoma", en Otros Escritos, Paidós, Buenos Aires, 2012.
- Lacan, J., El Seminario, Libro 19:… o peor, Paidós, Buenos Aires, 2012.
- Lacan, J., El Seminario, Libro 20: Aun, Paidós, Buenos Aires, 1998.
- Lacan, J., El Seminario, Libro 23: El sinthome, Paidós, Buenos Aires, 2006.
- Laurent, E., "El orden simbólico en el siglo XX: consecuencias para la cura", en Revista Lacaniana N° 12, EOL, Buenos Aires, 2012.
- Miller, J.–A., "Acontecimientos del cuerpo", Capítulo XXI, en Los cursos psicoanalíticos de Jacques–Alain Miller: La experiencia de lo real en la cura psicoanalítica, paidos, Buenos Aires, 2011.
- Miller, J.–A., "Un sueño de Lacan" en Revista Lacaniana N° 15, EOL, Buenos Aires, 2012.
- Miller, J.–A., Biología lacaniana y acontecimiento del cuerpo, Colección Diva, Buenos Aires, 2002
- Simonetti, A., "Analista ¿trauma?", en Mediodicho Revista de Psicoanálisis: Hijos de la era postpartena, EOL Sección Córdoba, Córdoba, 2013.
- Wolodarsky, D., "Cómo pasa el pase", en Revista Lacaniana N° 22, EOL, Buenos Aires, 2017.
- Wolodarsky, D., "Del brillo al destello", en Mediodicho Revista de Psicoanálisis: A brillar mi amor, EOL Sección Córdoba, Córdoba, 2014.
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Notas |
* Presentación teórica en la Jornada Teórica Clínica: "Acontecimiento de Cuerpo", organizada por Sandra Campaña, dictada junto a Natacha Zarzoso –quien se ocupó de la presentación clínica–, en el marco del futuro IOM NECOCHEA, en la Auditorio del Círculo Médico de Necochea, el 11 de Noviembre de 2017.
- Lacan, J., "Joyce el síntoma", en Otros Escritos, Paidós, Buenos Aires, 2012.
- Lacan, J., El Seminario, Libro 23: El sinthome, Paidós, Buenos Aires, 2006, p. 18.
- Miller, J.–A., Biología lacaniana y acontecimiento del cuerpo, Colección Diva, Buenos Aires, 2002, p. 75 y 76.
- Lacan, J., El Seminario, Libro 20: Aun, Paidós, Buenos Aires, 1998, p. 144.
- Lacan, J., El Seminario, Libro 23… Op. Cit. p. 64.
- Lacan, J., El Seminario, Libro 20… Op. Cit. p. 158.
- Simonetti, A., "Analista ¿trauma?", en Mediodicho Revista de Piscoanálisis: Hijos de la era postpartena, eol Sección Córdoba, Córdoba, 2013, p. 32.
- Lacan, J., El Seminario, Libro 19:… o peor, Paidós, Buenos Aires, 2012, p. 117.
- Ibíd., p. 139.
- Ibíd.
- Wolodarsky, D., "Del brillo al destello", en Mediodicho Revista de Psicoanálisis: A brillar mi amor, EOL Sección Córdoba, Córdoba, 2014, p. 51.
- Lacan, J., El Seminario, Libro 19… Op. Cit. p. 149.
- Gorostiza, L., "Trauma y real", en Mediodicho Revista anual de Psicoanálisis: Eso traumático, EOL sección Córdoba, Córdoba, 2013.
- Lacan, J., El Seminario, Libro 19… Op. Cit. p. 163.
- Lacan, J., El Seminario, Libro 20… Op. Cit. p. 166–68.
- Miller, J.–A., Biología lacaniana… Op. Cit.p. 75 y 81.
- Gorostiza, L., "Una demostración encarnada", en Revista Lacaniana N° 22, EOL, Buenos Aires, 2017, p. 82.
- Miller, J.–A., Biología lacaniana… Op. Cit.p. 75 y 76.
- Wolodarsky, D., "Del brillo…" Op. Cit., p. 50.
- Miller, J.–A., Biología lacaniana …" Op. Cit., p. 49.
- Wolodarsky, D., "Del brillo …" Op. Cit., p 52.
- Miller, J.–A., Biología lacaniana …" Op. Cit., p. 49.
- Wolodarsky, D., "Cómo pasa el pase", en Revista Lacaniana N° 22, EOL, Buenos Aires, 2017, p. 78 y 79.
- Laurent, E., "El orden simbólico en el siglo XX: consecuencias para la cura", en Revista Lacaniana N° 12, EOL, Buenos Aires, 2012, p. 62 y 63.
- Simonetti, A., "Analista ¿trauma?", en Mediodicho Revista de Psicoanálisis: Hijos de la era postpartena, eol Sección Córdoba, Córdoba, 2013, p. 32 y 33.
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