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Consecuencias
 
Edición N° 28
 
Diciembre 2023 | #28 | Índice
 
El Inconsciente y la opacidad, ¿Aún?
Por Marina Ñañez
 
Marina Ñañez

Greg Lansky, empresario, fotógrafo y director porno francés, es el autor de Algorithmic beauty (Belleza algorítmica, 2022), una estatua inspirada en la Venus de Milo, pero adaptada a los tiempos actuales. Esta "obra", teñida de sarcasmo y crudeza, reproduce una mujer voluptuosa (de la que Lansky no deja dudas que ha pasado por cirugías), realizando el gesto de tomarse una selfie. El propio Lansky, afirma: "he creado este trabajo reflejando la relación entre el dolor y el sentirse amado en un mundo impulsado por los algoritmos de IA, no hay espejo para su selfie porque la humanidad entera es el espejo"[1], agregando con cierto cinismo: "tal vez la cirugía plástica podría verse como un acto de amor y compromiso en participar en un mundo de mentiras del que todos formamos parte". Lo ridículo y obsceno de esta estatua que reduce el ojo de Lansky, no quita la crudeza que reproduce, y bien podría ubicarse como pantalla del horror que lo femenino puede encarnar para el ser hablante.

J. Lacan, en el Seminario 23, refiere que "El parlêtre adora su cuerpo porque cree que lo tiene. En realidad, no lo tiene, pero su cuerpo es su única consistencia"[2]. Nadie duda que en esta época, el parlêtre, más que nunca, "adora" la imagen de su cuerpo. Las imágenes, hace tiempo se imponen en nuestras vidas, más aún con la revolución digital. Gérard Wajcman, en El ojo absoluto, plantea que lo propio de la hipermodernidad, es la instauración de una civilización de la mirada[3]. Y con ello, el empuje a mostrarlo todo, a "verlo todo".

Desde sus inicios, y a lo largo de toda su enseñanza, Lacan no dejó de ocuparse de la cuestión del cuerpo, y de su estatuto fundamentalmente imaginario. De ello deducimos, que si el parlêtre "adora" tanto la imagen de su cuerpo es porque la constitución del mismo atañe principalmente al registro imaginario, y de hecho, es allí donde Lacan lo ubicará en los nudos. Ahora bien, la experiencia del "estadio del espejo", a la que Lacan se refiere tempranamente en 1949[4], es algo a "atravesar", esto quiere decir que se requiere de lo simbólico y de la función de mediación (garantizada por el Nombre–del–Padre), para anudar lo real en juego sin quedar atrapado en el espejo materno. La función del Ideal (instancia simbólica) es la que en principio, permitiría al sujeto orientarse en el campo de las identificaciones, las cuales por supuesto, el sujeto deberá también atravesar, para pasar a "amar", en todo caso, lo más singular y real que tiene: su síntoma.

Si seguimos la orientación que J.-A. Miller nos aporta en su curso El Otro que no existe y sus comités de ética, se nos plantea la siguiente pregunta: ¿cómo repensar entonces, los términos del estadio del espejo en la hipermodernidad, época marcada por lo digital y la pulverización del Nombre–del–Padre? JAM mismo, plantea que en esta época lo escrito se subsume al cálculo de los algoritmos, y por ende, a las pantallas. Lo simbólico, nos dice, ha quedado subsumido a la imagen, perdiendo a su vez, su carácter perforador: "Lo simbólico contemporáneo (…) está dominado por lo imaginario o en continuidad con él. Este simbólico no se encuentra en absoluto en condiciones de perforar, atravesar lo imaginario, como implicaba el esquema L de Lacan"[5]. De modo que los semblantes, ya no se anudan a un real, –real del que el inconsciente testimonia– sino que se presentan como una pura "cáscara", como un disfraz que no vela, pero que se ofrece a ser gozado como imagen.

La prevalencia de la imagen, parece hablarnos de una prevalencia de la mirada. Pero, ¿para qué mirada trabaja el influencer, a qué mirada se dedican las selfies, los posts? Pregunta que valdría la pena que el sujeto mismo de la "selfie", pudiera plantearse. Para Lacan, el ojo y la mirada, no son lo mismo, más aún, la mirada sólo se recorta o se enmarca como fuera del campo especular. No como mancha dentro del cuadro, sino fuera de él. Así lo referirá en el Seminario 11: "El ojo y la mirada, ésa es para nosotros la esquizia en la cual se manifiesta la pulsión a nivel del campo escópico"[6].

Por lo pronto, el ojo de Facebook, de IG, de Tik Tok, nos encuentra a todos "ofreciendo algo para ver", pero también nos instala como "voyeur". Aquí, vale la pena ubicar una diferencia entre el "espejo", reflejo de una imagen, y la "ventana", como aquello que "recorta" una mirada. En este sentido, ¿podemos decir que nuestro smartphone es una ventana al mundo? Más bien parece ser una "visión sin marco", tal como Gérard Wajcman, en el texto citado, se refiere al estatuto de la mirada en la hipermodernidad. Hay una "supresión" de la ventana, nos dice, y por lo tanto, de la distancia al objeto mirada. Sin mediación del marco (fantasmático), el sujeto puede experimentarse, angustiosamente, como "siendo visto desde todas partes".

Como psicoanalista, no puedo dejar de pensar en los fenómenos clínicos que ponen a la imagen del cuerpo en primer plano, como también al campo de lo escópico. Manifestaciones sintomáticas como el cutting, la anorexia, la bulimia, tan comunes en las consultas de adolescentes, nos hablan de lo que hace síntoma en esta época, pero también, el empuje a las cirugías, tatuajes, piercing, y en otro nivel, la violencia que se ejerce, ya no sólo en el propio cuerpo, sino en el del "semejante" (también exhibida en las redes), allí donde éste hace presente la alteridad, lo hetero, lo no especularizable, que es también lo hetero del sexo (lo radicalmente Otro). ¿Es posible abordar lo hetero del sexo –entendiendo por esto, aquello con lo cual el sujeto nunca sabe bien cómo arreglárselas– por la vía de la imagen? Lo hetero del sexo, más bien es aquello que hace estallar el espejo, rompe con la buena forma, con la armonía, con la adecuación.

Gérard Wajcman, nos dice que en la era de la hipermodernidad "falta la sombra"[7]. Me pregunto: ¿cómo introducirla en los análisis, cómo producir esa torsión que abra en el sujeto una pregunta por la opacidad de su síntoma? El diván mismo, en determinado momento, pasa a ser un gesto de esa opacidad del inconsciente, donde la mirada se depone, quedando fuera de campo, y pasa a ser encarnada en la presencia del analista, en su decir silencioso.

Si desde Freud, podemos afirmar que el yo y la imagen del cuerpo se instituyen, –tal como lo leerá Lacan– en tanto "función de desconocimiento"[8], en la medida en que lo más "singular" que el sujeto tiene, es aquello que lo divide (el yo sería el "jinete" que las pulsiones conducen), y que por lo tanto, no está en la imagen por la cual se representa, sino en lo irrepresentable de su imagen, lo que en todo caso, se anudará a un saber no sabido que el inconsciente sabe. Vemos entonces, en la invención de Freud un "elogio de la opacidad".

A mi lectura, Lacan será más radical en este elogio, formulando que el inconsciente es aquello que en un análisis, permanecerá siempre como "alteridad", en la medida en que no hay posibilidad de "reconocerse allí", de identificarse a él. A ello se refiere en el Seminario 24, al preguntarse a qué nos identificamos al final del análisis: "¿Nos identificamos acaso con nuestro inconsciente? Es lo que no creo, ya que el inconsciente no deja de ser –no digo eternamente porque no existe eternidad alguna–. No deja de ser lo Otro"[9]. Aunque del síntoma, sí plantea la posibilidad de identificación (de la cual habría que definir su estatuto), se trata de un goce que encarna una "opacidad", en tanto excluye al sentido, opacidad que no se tratará, en un análisis, de iluminar alimentándolo de sentido, sino más bien de hacerlo "reventar", tal como se referirá en La tercera.

Hacia el final de su enseñanza, Lacan formula: "Conocer el propio síntoma significa saber hacer con, saber desenmarañarlo, manipularlo. Lo que el hombre sabe hacer con su imagen, corresponde a esto bajo cierta perspectiva y permite imaginar lo que sabe hacer con su síntoma"[10], ¿es posible pensar que el parlêtre contemporáneo, en su culto a la imagen, da cuenta de un saber–arreglárselas con su síntoma, es decir, con lo que no marcha del sexo entre los hablantes? ¿O más bien denota su fracaso, en tanto el amor a su propia imagen no le permite amar a su inconsciente, sino por el contrario, rechazarlo? De esto último, parecen más bien testimoniar los adolescentes (y no tan adolescentes) en la actualidad. La vigencia del psicoanálisis se afirmaría, hoy más que nunca, en un elogio a la opacidad.

 
Notas
  1. Lansky, Greg, "Algorithmic beauty", 2022, www.marca.com, 19/12/22
  2. Lacan, J., El seminario, libro 23, El sinthome, Paidós, Buenos Aires, 2009.
  3. Wajcman, G., El ojo absoluto, Manantial, Buenos Aires, 2011.
  4. Lacan, J., "El estadio del espejo como formador de la función del yo [je] tal como se nos revela en la experiencia psicoanalítica", en Escritos 1, Siglo veintiuno editores, Bs As, 2010.
  5. Miller, J. -A., El Otro que no existe y sus comités de ética, Ed. Paidós, Bs As, 2013, p.14.
  6. Lacan, J., El seminario, libro 11, Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, Paidós, Buenos Aires, 2010, p. 81.
  7. Wajcman, G. Op. Cit.
  8. Lacan, J. Op. Cit.
  9. Lacan, J. (1976): El seminario, libro 24, L´insu que sait de l´une- bévue s´aile à mourre, clase del 16/11/1976, Revista Lacaniana de psicoanálisis, año 2021.
  10. Lacan, J., Op. Cit., p.11.
 
Bibliografía
  • Freud, S., (1923), "El yo y el Ello". En Obras Completas Tomo XIX, "El yo y el ello", Amorrortu editores, Buenos Aires, 2021.
  • Lacan, J., "El estadio del espejo como formador de la función del yo [je] tal como se nos revela en la experiencia psicoanalítica", en Escritos 1, Siglo veintiuno editores, Bs As, año 2010.
  • Lacan, J., El seminario 11. Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, Edit. Paidós, Buenos Aires, 2010.
  • Lacan, J. El seminario 23, El sinthome, Edit. Paidós, Buenos Aires, 2009.
  • Lacan, J., "El seminario 24, L´insu que sait de l´une- bévues´aile à mourre",clase del 16/11/1976, en Revista Lacaniana de psicoanálisis, año 2021.
  • Lacan, J., "La tercera", En los confines del seminario, Edit. Paidós, Buenos Aires, 2022.
  • Miller, J.-A., El Otro que no existe y sus comités de ética, Edit. Paidós, Bs. As, 2013.
  • Wajcman, G., El ojo absoluto, Edit. Manantial, Bs. As., 2011.
 
 
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